Petro y la difícil relación entre “el socio más confiable” y el poder real de EEUU
Álvaro Verzi Rangel
Colombia nunca ha tenido un presidente de izquierda y ha sido el aliado más cercano de Washington en la región durante décadas, pero la elección del progresista Gustavo Petro en el cargo más alto e importante del país podría cambiar esa relación, cuando los lazos de EEUU con la región quedaron deteriorados tras el fracaso de la Cumbre de las Américas.
Petro señaló varias veces a la prensa, incluso la estadounidense, que tiene la intención de renegociar los acuerdos comerciales con EEUU, y abrir un diálogo en torno a tres temas principales: protección de la selva amazónica, poner fin a la guerra contra las drogas y alejar la economía colombiana de proyectos extractivos como los combustibles fósiles.
Es probable que sus conversaciones futuras con el presidente Joe Biden, que viene dl fracaso de la Cumbre de las América, sean difíciles, ya que son diametralmente opuestos en temas como las relaciones con Venezuela, pero en esta primera fase de prueba necesitan encontrar puntos en común y éstos aparecen en áreas como la protección ambiental y la transición energética.
Petro tiene sus propios aliados en Washington. Dijo a CNN que habla “a menudo” con el senador estadounidense Bernie Sanders y que se reunió en persona a principios de este año con el Caucus Progresista, un grupo de representantes de tendencia progresista.
Difícil la situación: Al menos en las últimas dos décadas, las relaciones de Washington con los gobiernos colombianos han contado con el visto bueno de demócratas y republicanos por igual, dado que la oligarquía colombiana le ha brindado altos beneficios a las corporaciones estadounidense y les garantizó el abastecimiento de coca.
En la fase de prueba está involucrada no solo Colombia con Petro a la cabeza, sino Estados Unidos con Biden, en crisis interna e internacional, al encontrarse en medio de un reacomodo del poder global.
Al presidente electo no le es indiferente a una burocracia estadounidense que, según un cable secreto de la embajada estadounidense de 2016 que fue publicado por WikiLeaks, lo ha descrito como un «populista» radical «similar al difunto mandatario venezolano Hugo Chávez» o un «pragmático», según otro reporte.
Un pueblo que fue reprimido a sangre y fuego durante el último paro nacional de 2021, que viene de décadas de guerra, masacres, matanzas, asesinatos, y que experimentó el desplazamiento de la guerra desde las zonas rurales hacia los conglomerados urbanos, es el corazón de un país que requiere tiempos de diálogo que le impidan caer de nuevo al foso de la guerra civil, señalan académicos y analistas. ¿Le dará ese tiempo EEUU?
La táctica de Washington pareciera ser mantener cercar a Petro -en lugar de aislarlo desde el vamos- para conservar lazos hasta donde sea posible con el país que es, hoy en día, el socio más importante que tiene en América Latina, el más confiable en su “patio trasero”, donde tiene ocho bases militares.
Un largo camino
Las relaciones de Colombia con Estados Unidos comenzaron cuando pertenecía a la República de Colombia fundada por Simón Bolívar y las mismas han cumplido 200 años.
El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, el (anticubano y antivenezolano) demócrata Bob Menéndez, presentó en marzo la Ley de Alianza Bicentenaria Estados Unidos-Colombia de 2022, que codifica la designación de aliado importante no perteneciente a la OTAN y amplía el apoyo al crecimiento económico, la seguridad, la implementación de los Acuerdos de Paz de 2016 y «las oportunidades para las mujeres emprendedoras, los afrocolombianos y las comunidades indígenas”.
Los sucesivos gobiernos colombianos han hecho bien la tareas facilitado la inoculación armamentista mediante la llamada guerra antidroga, controlado la inmigración clandestina que es consecuencia de paquetes neoliberales impuestos y saboteando desde territorio colombiano al proceso venezolano.
En su primer discurso tras el triunfo electoral, Petro llamó a Estados Unidos y a toda América Latina a dialogar «sin exclusiones de ninguna nación» sobre temas que afectan a todo el continente, particularmente para salvar la selva amazónica, «porque salvarla es salvar a la humanidad».
Tras el necesario análisis de daños, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, reconoció que Washington busca «fortalecer aún más» las relaciones con Colombia a partir de esta nueva etapa con Petro al frente. Colombia es «socio global» y portaviones terrestre de la bélica Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en sus planes expansionistas en América Latina.
Quizá previendo el triunfo progresista, en marzo pasado EEUU designó a Colombia como «aliada importante no perteneciente a la OTAN» y como «la base de la seguridad y la prosperidad regionales».
La solidez del resultado y la falta de objeción al mismo hasta por las fuerzas de derecha, en campaña para desprestigiar al candidato desde los medios masivos de comunicación que controlan, al presidente estadounidense Joe Biden no le quedó más que agradecer “la oportunidad de discutir la seguridad bilateral y la cooperación antinarcóticos”.
Durante la llamada telefónica a Petro, Biden planteó temas como el cambio climático, la seguridad sanitaria y la implementación del acuerdo de paz de 2016. En este último Petro ha coincidido al comprometerse a implementar lo acordado con las FARC completamente.
Petro considera que lograría apoyo regional para transitar hacia las energías limpias para hacer frente a los estragos ambientales y destacó que la prioridad de la política diplomática será que Colombia se ponga al frente en el mundo de la lucha contra el cambio climático. Y por ello planteó una reunión con Biden para exponerle el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria estadounidense, que son absorbidos por la selva amazónica de Colombia y los países vecinos.
Coca, energía, cambio climático
Desde el Senado, Petro ha cuestionado el statu quo de los nexos bilaterales, sobre todo aspectos como la erradicación forzosa de los plantíos de coca, base fundamental de la cocaína, debido a la criminalización de los campesinos honestos y su inefectividad para combatir lo que resultó ser una cosecha sin precedentes. Su propuesta es expandir los programas de sustitución de cultivos que brindan créditos, capacitación y derechos sobre tierras a los agricultores.
También critica la extradición de los líderes de los cárteles de la droga que enfrentan cargos en Estados Unidos prometiendo que, en lugar de enviarlos a ese país, su gobierno daría prioridad a contar la verdad y compensaría a las víctimas de los grupos armados.
Los puntos comunes de los programas de Petro y el de Biden se encuentran en ideas relacionadas con las energías limpias y el cuidado del medio ambiente, pero la preocupación de Washington es la sensación de perder al principal aliado y socio en América Latina, sobre todo en temas neurálgicos como el plan de seguridad.
Pero Petro criticó el pedido de Biden a los países que produzcan más petróleo, ante la crisis energética por la guerra en Ucrania, declaró contra un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y responsabilizó a estos mecanismos de empobrecer a los agricultores colombianos por perjudicar a la competitividad de la actividad agrícola.
Asimismo, propuso la creación de «aranceles inteligentes» para proteger a la zona rural colombiana de las importaciones agrícolas establecidas en un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.
El próximo presidente colombiano calificó la guerra contra las drogas, encabezada por EEUU, como un completo fracaso por lo que propuso una nueva estrategia que consiste en legalizar parcialmente la droga y alternativas agrícolas para las zonas rurales. El Plan Colombia, en el que Estados Unidos ha invertido más de 13 mil millones de dólares en los primeros 16 años del siglo, se implementó para combatir al narcotráfico y a las guerrillas que supuestamente financiaron sus levantamientos con el trasiego de cocaína.
Gracias al Plan Colombia, los cultivos ilícitos se multiplicaron y la exportación de cocaína hacia los Estados Unidos produjo en 2018 un 1,88% del PIB, más del doble de la riqueza producida ese mismo año por el grano de café..
2.200 kilómetros de frontera
Seguramente, un punto complejo en la relación con Washington lo constituye su promesa de campaña de normalizar las relaciones entre Colombia y el gobierno de Venezuela, una medida que contradice el dictamen de Estados Unidos y desalineará a Colombia del grupo de países satélites que han reconocido a Juan Guaidó como «presidente interino» de Venezuela.
Las relaciones entre Colombia y Venezuela han estado en crisis desde 2015 y la situación empeoró con la pandemia en 2020, pues Colombia ordenó el cierre de los pasos fronterizos como medida sanitaria.
Petro, ha dicho que normalizar las relaciones bilaterales con Venezuela es un proceso que no se hace “de la noche a la mañana” Con años de una relación estancada y con la confianza bilateral rota por las acciones de los últimos gobiernos -y tras una campaña del presidente Iván Duque y su llamado cerco diplomático para sacar al presidente Nicolás Maduro del poder- las promesas de Petro fueron recibidas con optimismo y esperanza de que puedan resultar en la normalización de las relaciones bilaterales.
“Es un proceso que debe partir antes que nada del bienestar de la gente, empezando por la de la frontera, que fue el primer punto que hablé: restituir plenamente los derechos de la población que habita la frontera colombovenezolana al lado y lado. Es fundamental que los estados puedan garantizar eso”, señaló.
Colombia y Venezuela tienen más de 2.000 km de frontera común y por eso es importante para ambos países se restablezcan las relaciones bilaterales y se abran las fronteras completamente.
Desde territorio colombiano partieron mercenarios para asesinar al presidente venezolano Nicolás Maduro, para crear una cabeza de playa para comenzar una invasión, pero un día después de hablar con Biden, se supo que Petro había discutido con Maduro la reapertura de la frontera entre los dos países.
Esta decisión podría desencadenar una resistencia al interior de las fuerzas militares de Colombia, cuya influencia ha aumentado significativamente con la asistencia, financiamiento y entrenamiento de Estados Unidos. No se puede descartar tampoco un choque de la nueva administración con el establecimiento policial, si procede a reformar ese cuerpo de seguridad luego de los actos represivos en 2021 contra los manifestantes del paro nacional.
Hasta el momento, Petro ha evitado alimentar cualquier discordia, pero obtuvo el voto de millones de colombianos hartos de la enorme desigualdad e injusticia social que tienen origen en la larga noche neoliberal ausoiciada por los poders legales y también fácticos de Estados Unidos.
La agenda que ha propuesto el exalcalde de Bogotá se define por el deseo de expandir los programas sociales y centrarse en el desarrollo rural para abordar la profunda desigualdad social y racial en Colombia, que solo ha empeorado con la pandemia y la crisis económica en la región en los últimos años.
Gustavo Petro recuerda bien lo ocurrido a Luis Carlos Galán, asesinado en 1989; Jaime Pardo Leal, asesinado en 1987; Bernardo Jaramillo, asesinado en 1990; y Carlos Pizarro Leongómez, asesinado en 1990. Es larga la tradición de la oligarquía de mandar matar a aquellos líderes progresistas, izquierdistas, con apoyo popular que pudieran cambiar –en paz- un país en crisis, para beneficio de las grandes.
*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)