Mattelart: “la comunicación estatal no es la comunicación pública”

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INDIRA CARPIO Y ERNESTO NAVARRO* | La primera función de los medios es vigilar que no colapse el sistema. Los poderes nos vigilan, porque nos tienen miedo. Movimientos sociales latinoamericanos son concientes de la importancia de democratizar los medios. Del tecno-determinismo o cómo las redes sociales -por sí solas- no pueden hacer.

En toda América Latina el debate sobre el rol de los medios privados de comunicación, en abierta oposición a los gobiernos que no siguen los dictados de Estados Unidos, es un tema en manos de los pueblos y sus movimientos sociales.

La más reciente intervención del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, en la 42 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), realizada en Cochabamba, Bolivia, no hizo más que llevar a un escenario diplomático, secretos a voces en toda la región: las empresas privadas de información son los mercaderes de un sistema en decadencia y por tanto, contrarios al empoderamiento de colectivo.

Sobre este rol de los medios de comunicación masivos, entrevistamos en La Brújula del Sur (1), a Armand Mattelart (2).

“En América Latina, los movimientos sociales han tomado conciencia de la importancia de democratizar los medios de comunicación”.

En opinión del sociólogo belga, los gobiernos progresistas de la región han facilitado un nuevo proceso comunicacional, permitiendo que la tenencia de los medios no sea un manejo exclusivo de empresarios.

“Yo creo que los pueblos deben ejercer el derecho que tienen a la comunicación y exigir su participación en la creación de otra comunicación. Los debates que hay en América Latina, y que ya hubo en Ecuador, Bolivia y Venezuela, ponen en el centro de la problemática sobre la democratización de los medios, el tema de la participación”, destaca el teórico de la comunicación.

El cielo no está totalmente nublado. Mattelart estima que “en los 10 últimos años hay cada vez más conciencia de que el poder de los medios no puede seguir así”. Y lo repite. “América Latina es fundamental en la apertura de este debate”.

La sacrosanta SIP y Pinochet

Pero abrir un debate sobre los medios privados de comunicación, supone tocar intereses que, durante muchos años, fueron intocables y protegidos bajo la sacrosanta y supuesta “libertad de expresión”.

El custodio del supuesto derecho, en esta parte del mundo, es la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Este pulpo de mil tentáculos -todas prolongaciones de las esferas del poder- defiende la actividad empresarial, por encima de los deberes básicos: informar, educar, entretener.

Armand Mattelart considera que hacer cualquier tipo de crítica, señalamiento o reclamo a las empresas de comunicación, es un terreno pantanoso, porque “es sumamente difícil”. El sociólogo expone una verdad incontestable. “Señalar a los medios es considerado como una agresión a la libertad de prensa o la libertad de expresión”.

Y es que los dueños de la SIP (que no son otros que los dueños de los medios) han estado siempre del lado de la acera que le permita seguir aumentando sus ingresos económicos, aún a costa de la democracia, la seguridad, o la propia vida.

“Basta mirar los argumentos de la SIP en América Latina. Yo sé algo de ello, porque en Chile fue un problema real. Durante los 3 años del gobierno de Allende, la SIP lo atacó sistemáticamente, incluso hizo una alianza con el stablishment mediático de Chile, los cuales enviaban al exterior noticias totalmente falsas, desinformadas y el sistema internacional de noticias las devolvían a Chile con la legitimidad internacional”.

Pero, casi cuarenta años después, jamás se ha cuestionado el papel de la prensa privada chilena en el Golpe de Estado y la cruenta y sanguinaria dictadura de Augusto Pinochet.

“En Chile hay una reverencia por parte de los poderes, no sólo de los conservadores -sino y también de la Concertación- hacia el diario El Mercurio, un medio que ayudó al golpe de Estado y que sostuvo a la oposición que hacía huelgas durante los años de ataques al gobierno de Allende”.

El entonces encargado de desarrollar políticas comunicacionales para el gobierno de Allende afirma que “El Mercurio fue el organizador intelectual del golpe” y asevera que “finalmente no hubo ninguna discusión, después de la dictadura, del papel de los medios”.

 Vigilados

Las alarmas de los poderosos se prenden y cuando los pueblos hablan de democratizar, ellos responden con iniciativas como la ley Sopa, Acta en Estados Unidos o la llamada ley Yeras de Colombia, entre otras en diferentes partes de mundo, que pretenden limitar a los ciudadanos en el uso de herramientas de comunicación como el Internet y, que conceden a los Estados “el permiso” de intervenir las comunicaciones y usarlas a favor de la nación y en contra de los usuarios.

“Esas leyes son un indicativo de la debilidad de los poderes. Estamos en un mundo donde los Estados están trabajados por lógicas de vigilancia (…) la vigilancia sin la contraposición de los ciudadanos”.

 Arma, red social

¿Por qué en contra de los ciudadanos? Porque en su expansionismo económico, las potencias trasnacionales necesitan pueblos dormidos que no se resistan al saqueo y expoliación de las riquezas de sus país.

Mattelart recuerda lo ya dicho por “Donald Rumsfeld, jefe del Pentágono cuando la invasión a Irak: Las páginas web y las nuevas redes son sistemas de armas”.

En una de sus más recientes publicaciones, El mundo vigilado, Mattelart sostiene que la lógica de los medios obedece a la lógica de la guerra, pero que también puede ocuparse de la cultura y del mejoramiento de la sociedad, cuestión que se logra si la comunicación es democrática.

Las llamadas redes sociales no sólo son herramientas que desmovilizan sino que atomizan.

“En la actualidad, estas redes como Facebook, Twitter y otras, son llamadas redes sociales ¡Usted se imagina! Para los demócratas del mundo, las redes sociales eran redes de solidaridad que tenían proyectos colectivos y en la actualidad se llaman así a un conjunto de individuos que finalmente se vinculan, individualmente, a partir de relaciones muy débiles. El problema es que la noción de redes sociales concebida a partir de la web, se apoderó de la noción misma, de la noción real de redes sociales”, explica el sociólogo.

Aunque no sean herramientas neutras, “es evidente que esas redes ayudaron a los movimientos revolucionarios tunecinos o egipcios, por ejemplo; pero no hay que darle un papel mayor o más importante. Más allá de eso hay otras formas de vinculación entre revolucionarios”, agrega Mattelart.

El peligro, alerta el comunicólogo belga, “está en el tecno-determinismo”, o en creer que esas llamadas redes sociales por sí solas pueden hacer los cambios. Además, “es evidente que si los demócratas usamos las redes en períodos de crisis, para hacer avanzar esos proyectos (de cambio), hay que saber que en el campo opositor (en el imperio), han tomado conciencia de elaborar una nueva estrategia para que estos medios no funcionen en contra de ellos”.

Citó como ejemplo el caso del sitio web Wikileaks y la circulación mundial de documentos del gobierno de Estados Unidos. Su impacto en Washington generó las propuestas de leyes que pretenden controlar –aún más- las herramientas comunicacionales.

“Para mi, el acontecimiento de Wikileaks, ha conseguido que el gobierno de EE.UU. realizara un cambio en su geopolítica de control sobre los usos de las llamadas redes sociales. La revelación de tontas informaciones en Wikileaks les dio miedo”, dice profesor universitario.

Por lo que en el panorama avizora dos frentes importantes de lucha, “el Financiero y los Medios. Ambos implican inventar nuevas formas de lucha social”.

Recuerda que con la multiplicación de las crisis, se hace evidente -cada vez más- que los medios tienen una función de desinformación, ya que “son un elemento de reproducción del sistema”.

Desde la ya lejana década del 30 del siglo pasado, evoca Armand Mattelart, la sociología funcionalista norteamericana, conservadora, aseguraba “que los medios, como primera función antes que divertir, que entretener; deben vigilar. Es decir, asegurar que no haya colapso del sistema”.

 La comunicación pública no es la estatal

Ahora bien. Con el avance de la democratización de los medios de comunicación en América Latina, la aparición de los medios comunitarios, el fortalecimiento de los alternativos y la posesión de los Estados de nuevas bandas del espectro radioeléctrico; aparecen nuevos debates.

¿Tenemos en América Latina medios Públicos o Estatales?

Mattelart responde. “La comunicación debe ser un servicio público. Y allí está el gran problema. En muchos países latinoamericanos se habla mucho de medios de servicio público cuando son, finalmente, medios estatales. El servicio público implica considerar la comunicaron y la información como un bien colectivo y tener en cuenta la participación de todos los ciudadanos”.

En Venezuela ¿Estamos a la mitad del camino? ¿Qué ocurre con los financiamientos a los medios de comunicación comunitarios y alternativos por parte de instituciones del Estado? ¿Contamos con el Sistema Nacional de Medios Públicos o debería llamarse Sistema Nacional de Medios del Estado? Preguntas para otro capítulo.

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Para conocer las respuestas completas escuche el AUDIO aquí:

http://soundcloud.com/labrujuladelsur1/entrevista-armandmattelart

(*) Periodistas intragables

indiracarpio.blogspot.com @icarpio / ernestojnavarro.blogspot.com @ernestojnavarro

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Para ampliar las informaciones:

(1) La Brújula del Sur es un programa que se transmite en la emisora del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Alba Ciudad (albaciudad.org, @albaciudad, 96.3 FM) y Radio Rebelde (radiorebelde.info, @radiorebelde915, 91,5 FM), conducido por Ernesto J. Navarro y producido por Indira Carpio Olivo.

(2) Armand Mattelart, sociólogo belga, teórico de la comunicación, coautor con Ariel Dorfman del libro Para leer el pato Donald y corealizador del filme La espiral en 1976. Fue uno de los encargados de analizar las políticas comunicacionales del gobierno de Salvador Allende, también lo hizo como demógrafo en la crítica a las políticas de control de natalidad del gobierno de Kennedy en el marco de la Alianza para el progreso. Es un referente en el análisis y la investigación del cuarto poder.

Actualmente, es profesor catedrático en Ciencias de la Información y la Comunicación la Universidad de París.