¿Quién trabaja para que el nazismo sea “grande de nuevo”?

Una residente camina frente a un edificio bombardeado en Mariúpol. (Xinhua/Victor)
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Pepe Escobar | 

Los principales medios llegaron a publicar algún artículo sobre los neonazis de Azov y Aidar, pero rápidamente se impuso una narrativa neo-orwelliana: no hay nazis en Ucrania

Todos los ojos están puestos en Mariupol. A partir del miércoles en la noche, más del 70% de las áreas residenciales estaban bajo el control de las fuerzas de Donetsk y de las fuerzas rusas. Los infantes de marina rusos, el batallón 107 de Donetsk y los Spetsnaz chechenos, dirigidos por el carismático Adam Delimkhanov, ya han ingresado a la acería Azov-Stal, el cuartel general del batallón neonazi Azov.

Rendirse o, de lo contrario, no habrá prisioneros

Esto implica un cambio significativo en el campo de batalla; Mariupol finalmente está a punto de ser completamente desnazificada, ya que el batallón Azov, atrincherado durante mucho tiempo en la ciudad – y utilizando a civiles como escudos humanos – fue su fuerza de combate ucraniana más dura de derrotar.

Mientras tanto, los ecos del Imperio de las Mentiras casi delataron todo el juego. Washington no tiene intención alguna de facilitar un plan de paz en Ucrania; esto explica las incesantes tácticas dilatorias del presidente-comediante Zelensky. El objetivo supremo es el cambio de régimen en Rusia, y para esto todo lo que se haga contra Rusia está justificado. Ucrania es solo un peón en el juego, o peor aún, es mera carne de cañón.

Esto también significa que las 14.000 muertes en Donbass durante los últimos 8 años deben atribuirse directamente a los excepcionalistas estadounidenses. En cuanto a los neonazis ucranianos, de todas las tendencias, son tan prescindibles como los “rebeldes moderados” en Siria, ya sea que estuvieran vinculados a al-Qaeda o al Daesh. Aquellos que eventualmente sobrevivan siempre pueden unirse a una incipiente Neo-Nazi Inc. patrocinada por la CIA, un remedo de mal gusto de la Jihad Inc. de la década de 1980 en Afganistán. Serán debidamente “Calibrados”.

Breve resumen de la historia de los neonazis ucranianos

A estas alturas, solo los muertos cerebrales en la OTAN, y hay hordas, desconocen quien estaba detrás del Maidan en 2014. Sin embargo, pocos saben algunos “detalles” importantes: fue el entonces ministro del Interior de Ucrania, Arsen Avakov, exgobernador de Kharkov, quien dio luz verde a la formación paramilitar para 12.000 ‘hooligans’ pertenecientes a la Secta 82 que apoyaban al Dínamo de Kiev. Así nació el batallón Azov, en mayo de 2014, dirigido por Andriy Biletsky, alias el Führer Blanco, y exlíder de la banda neonazi “Patriotas de Ucrania”.

Junto con el agente de la OTAN Dmitro Yarosh, Biletsky fundó el “Pravy Sektor” (Sector derecha), financiado por el padrino de la mafia ucraniana y multimillonario Ihor Kolomoysky (más tarde el gran benefactor de un comediante mediocre convertido en un presidente mediocre).

Pravy Sektor resultó ser rabiosamente anti-UE (cuénteselo a Úrsula) y políticamente obsesionado con unir Europa Central y los países bálticos en un “Intermarium”. Mientras tanto, el Pravy Sektor, y otras bandas nazis, fueron debidamente entrenados por instructores de la OTAN.

Biletsky y Yarosh son, por supuesto, discípulos del colaborador nazi de la Segunda Guerra Mundial Stephan Bandera, para quien los “ucranianos puros” son germanos o escandinavos, y los eslavos son “untermenschen” (personas inferiores).

Con sus secuaces, ganando más dinero que los soldados regulares, el Batallón Azov terminó absorbiendo a casi todos los grupos neonazis y fueron enviados a luchar contra el Donbass. Biletsky y otro líder neonazi, Oleh Petrenko, fueron elegidos miembros de la Rada (parlamento). El Führer Blanco se mantuvo independiente. Petrenko decidió apoyar al entonces presidente Poroshenko. Y pronto el batallón Azov se incorporó como Regimiento Azov a la Guardia Nacional de Ucrania.

A continuación, Azov realizó una campaña de reclutamiento de mercenarios extranjeros, contratando a elementos provenientes de Europa occidental, Escandinavia e incluso América del Sur.

Esto estaba estrictamente prohibido por los Acuerdos de Minsk garantizados por Francia y Alemania (y ahora extintos de facto). Sin embargo, Azov organizó campos de entrenamiento para adolescentes y pronto alcanzó los 10.000 miembros. Erik “Blackwater” Prince, en 2020, llegó a un acuerdo pagado por el ejército ucraniano para supervisar al batallón Azov con su equipo de súper-especialistas “Academi”.

Fue la siniestra distribuidora de galletas de Maidan, la alta funcionaria estadounidense Vicky Nuland (aquella de “Fuck Europe”), la que sugirió a Zelensky que nombrara al conocido neonazi Yarosh como asesor del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania. El objetivo: organizar una guerra relámpago en Donbass y Crimea, la misma guerra relámpago que el servicio de inteligencia ruso descubrió que se lanzaría el 22 de febrero, obligando a poner en movimiento la Operación Z.

Todo lo anterior es solo un resumen muy rápido, pero demuestra que no hay diferencia entre los neonazis blancos ucranianos y los morenos de al-Qaeda/ISIS/Daesh: por mucho que los neonazis sean “cristianos” y takfiri salafistas “musulmanes”.

Cuando Putin denunció a “los neonazis” en el poder en Kiev, el presidente-comediante respondió que era imposible porque él era judío. Disparates. Zelensky y su patrón Kolomoysky, a todos los efectos prácticos, son sion-nazis.

Incluso cuando el Senado de EEUU admitió que había neonazis agazapados en el gobierno de Kiev, la máquina excepcionalista hizo que el bombardeo diario de Donbass desapareciera de los medios de comunicación. Las miles de víctimas civiles nunca existieron.

Hace un año los principales medios de comunicación de EEUU llegaron a publicar algún artículo sobre los neonazis de Azov y Aidar, pero rápidamente se impuso una narrativa neo-orwelliana: no hay nazis en Ucrania. La filial de la CIA, la NED, comenzó a eliminar los registros sobre el entrenamiento de los miembros de Aidar. Solo hace unos días una red de noticias independiente publicó un video de un comandante de Azov entrenado y armado por la OTAN, pero con una completa iconografía nazi.

Por qué la «desnazificación» tiene sentido

La ideología de Banderastán se remonta a cuando esta parte de Ucrania estaba controlada por el imperio austrohúngaro, el imperio ruso y Polonia. Stephan Bandera nació en Austria-Hungría en 1909, cerca de Ivano-Frankovsk, el entonces autónomo Reino de Galitzia.

La Primera Guerra Mundial desmembró los imperios europeos en pequeñas entidades, muchas de ellas no viables. En el oeste de Ucrania esto condujo a la proliferación de ideologías extremadamente intolerantes.

Los ideólogos de Banderastán aprovecharon la llegada de los nazis en 1941 para intentar proclamar un territorio independiente. Pero Berlín lo bloqueó. En 1944, los nazis cambiaron de táctica: liberaron a los banderistas y estimularon su odio anti-ruso, creando así una fuerza para desestabilizar a la Ucrania Soviética.

Aclaremos, el nazismo no es exactamente lo mismo que los fanáticos de Banderastán: de hecho, de alguna manera son ideologías en competencia. Lo que sucedió desde Maidan es que la CIA decidió instrumentalizar a cualquier grupo que incitara el odio a todo “lo ruso”. Por lo tanto, Ucrania no es un caso de “nacionalismo blanco”, por decirlo suavemente, sino de un “nacionalismo ucraniano anti-ruso”, que se manifiesta a través de saludos al estilo nazi y símbolos al estilo nazi.

Entonces, cuando Putin y los líderes rusos se refieren al nazismo ucraniano, puede que no sea conceptualmente cien por ciento correcto, pero toca la fibra sensible de todos los rusos.

Los rusos rechazan visceralmente el nazismo. No debemos olvidar que prácticamente todas las familias rusas tienen al menos un antepasado muerto durante la Gran Guerra Patriótica. Desde una perspectiva de la psicología de tiempos de guerra, tiene mucho sentido hablar del “ukronazismo” o, directamente, realizar una campaña de “desnazificación”.

Cuando los anglosajones cortejaban a los nazis

Que él gobierno de los EEUU este respaldando abiertamente a los neonazis en Ucrania no es ninguna novedad. La historia demuestra cómo EEUU junto a Inglaterra apoyaron a Hitler en 1933 por “razones de equilibrio de poder en Europa”.

En 1933, Roosevelt prestó a Hitler mil millones de dólares en oro, mientras Inglaterra le prestó dos mil millones de dólares en oro. Esta cantidad debería multiplicarse 200 veces para llegar a ser similar a los dólares fiduciarios de hoy. Los anglonorteamericanos querían transformar a Alemania en un baluarte militar contra Rusia.

En esos años el doble juego de Occidente era evidente. En 1941, Roosevelt le escribió a Hitler que, si invadía Rusia, EEUU se pondría del lado de Rusia, y le escribió a Stalin que, si Stalin invadía Alemania, EEUU respaldaría a Alemania.

Desde 1933, a los británicos les preocupaba el creciente militar poder ruso, y veían con inquietud que Alemania estaba de rodillas con un 50% de desempleo. En más de una oportunidad Lloyd George expresó que el Tratado de Versalles se había equivocado, porque este debilitó demasiado a Alemania después de haberse rendido en la Primera Guerra Mundial.

El propósito de la Primera Guerra Mundial, en la cosmovisión de Lloyd George, era destruir a Rusia y Alemania juntas. Alemania amenazaba a Inglaterra porque el Káiser empezaba a construir una flota para apoderarse de los océanos, y el Zar atacaba al Reino Unido porque estaba demasiado interesado en la India. Durante un tiempo, la vieja Britania triunfó y continuó dominando las olas.

Luego, levantar a Alemania para que luchara contra Rusia se convirtió en la prioridad número uno. Como lo revelan los documentos históricos, la ocupación de Austria y de los Sudetes por parte de la Alemania hitlerista fue públicamente aprobada por los británicos.

A continuación, llegó el problema polaco. Cuando Alemania invadió Polonia, Francia y Gran Bretaña se mantuvieron al margen. Eso colocó a Alemania en la frontera con Rusia. Entonces, Alemania y Rusia dividieron a Polonia. Eso es exactamente lo que querían Gran Bretaña y Francia. Habían prometido a Polonia que invadirían Alemania desde el oeste mientras Polonia luchaba contra Alemania desde el este.

Al final, los polacos fueron traicionados. En un doble juego (y como parte de un plan para provocar una guerra germano-rusa) el MI6 hizo saber a Hitler que Inglaterra y Francia no participarían en la guerra que había iniciado en Polonia. Hitler había sido apoyado financieramente por el MI6, sus palabras en el “Mein Kampf”, que enaltecían a la “pérfida Albión” agradaban sobremanera a la corona británica. El MI6 animó de facto a Hitler a invadir Rusia.

Avancemos rápido hasta 2022, y aquí vamos de nuevo: esta vez como una farsa, los anglo-norteamericanos están “animando” a Alemania (bajo un débil Scholz) a recomponerse militarmente, con 100 mil millones de euros (que los alemanes no tienen), para constituir una fuerza militar europea que vaya a la guerra contra Rusia.

La histeria mediática rusofóbica es por la asociación estratégica Rusia-China

El miedo mortal anglo-estadounidense es solo uno pero muy grande: la alianza Rusia-China (la Iniciativa de la Franja y la Ruta China se encuentra con la Asociación UEEA Rusa). Se trata de un temor cerval porque ambas “potencias gemelas” pueden tomar el control de la gran masa terrestre que es Eurasia, y por tanto pueden “llegar a gobernar el planeta”, dejando a EEUU relegado al estatus de isla intrascendente, como lo fue la vieja “Regia Britania”.

Inglaterra, Francia y más tarde los norteamericanos habían impedido que Alemania hiciera lo mismo en la segunda guerra mundial. Los nazis alemanes querían controlar Eurasia, en conjunto con Japón, desde el Canal de la Mancha hasta el Pacífico. Ahora es un juego completamente diferente.

Así que Ucrania, con sus patéticas bandas neonazis, es solo un peón prescindible en el desesperado impulso por detener algo que está más allá del anatema, desde la perspectiva de Washington: una Nueva Ruta de la Seda germano-rusa-china totalmente pacífica.

La rusofobia, grabada a la fuerza en el ADN de Occidente, nunca ha desaparecido realmente. Fue cultivada por los británicos por el avance ruso con Catalina la Grande, más tarde por los franceses con la invasión de Napoleón, por los alemanes porque el Ejército Rojo liberó Berlín y por los estadounidenses cuando Stalin les obligó a mapear Europa. Bueno… luego siguió sin descanso durante toda la Guerra Fría.

Estamos solo en las primeras etapas del impulso final de un Imperio moribundo que intenta detener el flujo de la Historia. Estamos siendo engañados todos los días por los medios de comunicación. Occidente está superado en armamento por la potencia militar más importante del mundo, y el Imperio de las Mentiras será puesto en jaque mate. Existencialmente, no están equipados para matar al Oso, y eso duele, duele muchísimo.

Source La Haine