Ciudad de despedidas/Visiones críticas

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JOSÉ ROBERTO DUQUE | Eso que aparece en el video no es, como muchos creen y dicen, espantados, la juventud venezolana. Es apenas una parcela de la juventud urbana (perdón: urbanizada). O sea.

 

Caracas no es una sola, así que eso tampoco es la juventud caraqueña: es apenas el fragmento de una especie de tribu caraqueña o urbana, de clase media o con aspiraciones de serlo. Estoy seguro de que más de uno de esos vergajos es pobre y sus padres se partieron o se parten el lomo para seguir convirtiendo a sus hijos en esa cosa lamentable. O sea.

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El video es un documento formidable, útil, importantísimo. Es la radiografía más importante que he visto de la mentalidad fascista en formación. Nada de lo que diga Chávez o recite cualquier tratado de sociología, filosofía política o siquiatría clínica es capaz de explicar mejor que ese video qué cosas son esas llamadas endorracismo, odio clasista, enemigo de clase, lucha de clases. Si yo tuviera poder de decisión en el Ministerio de Comunicación e Información transmitiría ese documental en cadena nacional. Es importante que los venezolanos lo veamos, analicemos y discutamos. Caracas, ciudad de despedidas es el mejor argumento para explicarle a nuestra gente pobre por qué sería una tragedia social e histórica espantosa que Henrique Capriles Radonski o alguno como él (como los coñitos del video) sea presidente de la República. O sea.

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Esos muchachos que hablan allí son hoy fascistas en formación y mañana serán fascistas formados. Hoy sólo tienen el impulso primario de despreciar como se lo indican sus apetitos y su conciencia burguesa en proceso de germinación; mañana sabrán cómo se llama eso que los mueve, mañana habrán revisado la historia humana, despreciarán a nuestros muertos y se enorgullecerán de quienes los asesinaron. La madurez o entrada a la adultez no borrará sus percepciones sobre lo feo e indigno que es el país en que nacieron sino que las agravará. Hoy y mañana, ellos creen y creerán que son demócratas y que aman la democracia. Ellos creen que saben qué cosa es la democracia. Ellos creen que Chávez es un tirano y que ellos son ejemplo de cómo debe ser una gente decente. El impulso frenético originado en su sueño de confort, de esa forma de confort que sólo es posible aplastando y segregando a los más desvalidos, hace prever fácilmente que esos muchachos dentro de unos años tendrán dinero, tendrán poder y tendrán esclavos y no les importará que se les note. Esa energía con que hoy hacen sus análisis políticos y sociológicos (porque eso es lo que hacen, gústele o no a la cofradía intelectual chavista o izquierdosa) la emplearán mañana en acumular riqueza, en esclavizar pobres (y dirán: “O sea, estoy generando empleos para estos negros, o sea”) y en cumplir su sueño: irse de Venezuela o recluirse en un oasis de burguesía protegido de los malandros y los ruidos y los olores.

Una de esas muchachas está unos pasos por delante de sus coetáneos: tiene prestigio. Lo heredó de sus padres, que son artistas reconocidos y adulados por la burguesía. En un sitio web que ha sido clausurado de emergencia, estaba reseñado un micro documental que anunciaba así a las mujeres protagonistas del audiovisual: “Dos de las personas más talentosas de Venezuela”. Se refería a Raquel Abend y a su mamá, ambas artistas plásticas y parece que la hija es también poeta. Chama con pedigrí. O sea.

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Esa Venezuela, esa visión del mundo, esa parcela infecta, desaparecerá. Está en vías de extinción. No significa esto que su poder esté disminuyendo o que un día de pronto amaneceremos sin esta clase de enfermos; tampoco significa que un día de estos los vamos a acabar a metralla. Significa que los saltos históricos estructurales y de conciencia que se han dado en Venezuela están favoreciendo la proliferación de otro tipo de gente. De gente a la que no le molesta la gente. De gente que sabe que, en efecto, Caracas está vuelta mierda, pero que sabe por qué; gente que seguramente tiene un íntimo anhelo de largarse pero no para afuera, sino para los adentros, en busca del país que nos arrebataron.

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Una vieja (y mala) película sobre una invasión de arañas en un pueblo gringo fue promocionada con un lema o eslogan interesantísimo: Tú odias a las arañas. Ellas también te odian. Camaradas, por favor crean esto, procésenlo, entiéndanlo: así como uno se indigna o ríe a carcajadas, o ambas cosas a la vez, cuando ve documentales como ese de los carajitos sifrinos, de la misma manera ellos se ríen y se espantan cuando ven nuestros videos de raperos, buhoneros, mujeres pobres destruidas por el sistema. Eso mismo que usted siente al verlos a ellos lo sienten ellos al vernos a nosotros. Siempre fue así, sólo que ahora lo estamos reconociendo y discutiendo públicamente. O sea.

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De eso, justamente de eso estamos hablando cuando decimos que en esta Venezuela dislocada, gobernada y saqueada desde siempre por los ancestros de esos muchachos del coñísimo, hay una revolución que debe profundizarse. Porque está tibia o en etapa germinal. Porque, aunque tenemos a uno de los nuestros en Miraflores, todavía pulula el sifrino que jode en cargos altos y medios, en instancias de decisión, y esa es la razón por la que de vez en cuando se dan procesos y episodios que nos parecen incongruentes y decepcionantes; contradictorios y dolorosos. En la estructura del Estado no ocurrirá nunca un Gobierno del pueblo y para el pueblo. Hoy hay mucho pueblo en la burocracia estatal, pero los sifrinos están al mando. Algunos de esos funcionarios sifrinos han decidido violentarse y ponerse a trabajar para el pueblo; eso es algo pero nunca pasará de ahí. El Estado burgués siempre será conducido por burgueses o aspirantes a burgueses. Así que los esfuerzos deben centrarse en la construcción de una democracia callejera, asamblearia, y ese es un dato chavista que algunos entienden y otros no: el dato del Estado comunal, los miles de gobiernos locales sustituyendo al Estado Nacional, lentamente, paulatinamente, en un proceso de multitudes y generaciones que hará inviable la existencia de seres como los del video.
O sssseeaaaa…

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De Venezuela me iría demasiado

ERNESTO J. NAVARRO E INDIRA CARPIO | A estas horas, son pocos los internautas venezolanos que no han visto el documental “Caracas, ciudad de despedidas”, dirigido por Ivanna Chávez y Javier Pita, y que causó un fuerte estremecimiento en las redes sociales. Pero queremos trascender a la burla y el chalequeo: la opinión de Erick Rodríguez, especialista en el comportamiento humano, y del periodista José Roberto Duque nos permiten entender mejor qué hay detrás de este documental.

El video fue promocionado por sitios opositores como La Patilla, que intentó usarlo de forma política para tratar de afectar la popularidad del presidente Hugo Chávez ante los comicios del 7 de octubre. Su planteamiento: jóvenes talentosos supuestamente están abandonando Venezuela de forma masiva por culpa de la delincuencia y la inseguridad. El documental reseña la fiesta de despedida que se hace a un joven que logra su objetivo de irse hacia un “destino mejor”, y trata de convencernos de que esto ocurre en Caracas con enorme frecuencia.

Si bien el documental se llama “Caracas, ciudad de despedidas”, no se entrevista al caraqueño típico. Se apuesta por 7 jóvenes de estatus social acomodado, piel blanca y algunos con apellidos muy pocos comunes en la República Bolivariana. Adela Pantín, Ibrahim Akl, Johan Karl Verhook, Paul Ruiz, Raquel Abend Van Dalen, Rodrigo Michelangeli y Fabiana Briceño cuentan, desde sus viviendas en hermosas urbanizaciones, por qué han pensado en irse del país.

Dan respuestas como:

Me iría del país porque… en verdad me da miedo quedarme aquí. O sea. Esa es la verdad.

¿Si me iría? Sí me iría. Me iría demasiado.

Te cuento que me estoy yendo. Me estoy yendo para Canadá con toda la familia.

Ya esto está podrido, pues. Los mismos policías ni sirven.

Todos los días te estás arriesgando de manera brutal a que te pase algo que no quieres que te pase, como un robo, un secuestro o Dios no quiera, una cosa más grave.

Es cierto: en Caracas hay un grave problema de inseguridad, y uno puede comprender a toda persona que se queje de ella, a pesar de las razones históricas, económicas y culturales tras esta situación.

El documental intenta hacer ver que en Caracas son cotidianas las fiestas de despedida a gente que se va del país.

Pero el documental avanza, y pronto encontramos respuestas más difíciles de comprender:

Sí me siento un quedado en el sentido de que… mis amigos más cercanos, todos se han ido.

Es chimbo que tu vida se acostumbre a vivir despedidas.

Yo ni siquiera soy caraqueño. Soy un bicho “del este del este”.

Yo siento que no he vivido mi ciudad como un joven de 21 años en cualquier otro lugar lo ha vivido. Puede ser por nuestro estatus socioeconómico y la paranoia de mi mamá, de que no salga a ciertos lugares, ¿sabes?

Caracas es una relación amor-odio, así suene hiper-cliché. Sí lo es. Me cuesta irme, pero te dejo para salvarme, para poder verte luego, algo así.

Caracas es… como… que estamos enamorados pero que no podemos vivir juntos.

No creo que sea porque ‘somos unos carajos que no pensamos en una situación y somos burda ‘e sifrinos y por eso nos vamos’. O sea, no creo que sea eso, pero me quiero ir también para mejorar mi calidad de vida.

Caracas, para mí… es…. tuuruuuu tuuruuu tuuuruuu tuuuriiiii tuuuriiiii (imitando una sirena policial).

Algunos dieron respuestas contradictorias. Johan dijo: “Yo quiero irme, poder salir a las 3 de la mañana tranquilo, sin miedo a que me asalten y tal, y todo eso, pero bueno, no sé si es por imprudencia pero yo hago eso aquí, salgo a las 3 de la mañana, a la hora que sea y afortunadamente no me ha pasado mayor cosa”. Luego reconoció: “todo eso que le atribuimos a la situación, yo creo que nos estamos yendo de palos. Yo creo que estamos exagerando mucho todo eso”.

Raquel fue más allá. En partes del documental se siente venezolana, pero en otras partes habla de los venezolanos en tercera persona y los critica a más no poder. Dice:

Es un desorden mental el que tienen los venezolanos. Yo creo que esa es la personalidad de acá… yo creo que es la mayor característica.

Y llueve, y entonces no hay buenas alcantarillas, o desagües, o como se llame. Y todo se inunda, y todo es aquí tan complicado, todo tarda demasiado…

Que fassssstidioooo, se nota que son venezolanos, no hacen la cola, se paran antes de que digan que fila del avión es. Son gritones, aplauden cuando aterriza el avión, o sea, hacen esas cosas que yo digo… ay nooooo, yo soy venezolana, pero sabes, me da demasiada grima, yo digo: ¡coño, pórtense bien afuera! Y ahorita no es así. Como ya yo me voy y no voy a seguir viviendo eso, ahorita como que aplauden: ‘ay yo también, bravo (aplaude), llegamos, yo también soy venezolana’.

En su página en Tumblr, que ella misma borró hace horas, Raquel se autodefine como “escritora y poeta, hija de la reconocida artista plástico Patricia Van Dalen y el galardonado escultor Harry Abend”.

El documental fue grabado en 2011. En la actualidad, Raquel cumplió uno de sus sueños y ya no vive en Venezuela. Reside en Miami y trabaja en el Diario las Américas, periódico fundado en 1953 por el derechista nicaragüense Horacio Aguirre Baca, uno de los responsables de convertir a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en lo que es hoy: una mafia de dueños de la prensa latinoamericana que arremeten contra gobiernos de izquierda, como Cuba, Venezuela y Ecuador. En la actualidad, el periódico es dirigido por su hijo Alejandro Aguirre, quien fue presidente de la SIP hasta el año pasado y continúa en la Junta de Directores de la organización. Raquel no dudó en incorporarse a la plantilla de quienes continúan en esta guerra mediática contra los pueblos latinoamericanos que se emancipan.

Un juego de Polly Pocket

Pero hubo otro sueño que Raquel no ha cumplido. Está hacia el final del documental, y muchos se lo tomaron a risa. A otros, en cambio, su sueño les asusta. Acostada en una cama, cuenta: “Si yo, por ejemplo, agarro a Caracas como un origami, lo doblo, lo meto en mi bolsito de mano, lo llevo no me importa adónde coño. Entonces vuelvo a desarmar a Caracas y me meto yo allí… bueno, claro, como si fuese un cubo saco a todos los caraqueños, ¡que se caigan!, y me quedo yo con Caracas y entonces meto nada más a la gente que yo quiera, como un Polly Pocket, jajaja. Bueno… soñar no cuesta nada”.

Algunos se preguntan qué pasaría si Raquel tuviera el poder para hacer realidad sus sueños, y se perturban al imaginar la respuesta. ¿Será que aquellos dictadores suramericanos que desaparecían a sus enemigos políticos, arrojándolos desde helicópteros al mar, tenían sueños similares en su juventud? Ojalá sea pura paranoia de nuestra parte.

El viernes pasado, Raquel escribió en su blog http://meriendaenelespacio.blogspot.com para disculparse por lo dicho en el documental. “El video fue un pequeño cortometraje realizado por estudiantes de una universidad privada, tomando una mínima muestra de la población estudiantil caraqueña, para reflejar cómo piensa esa minoría (…) Mis palabras en ese video son parte de una opinión que tenía cuando pertenecía a esa minoría y pensaba de esa forma”.

Raquel ya no pertenece a “esa minoría” conformada por la clase media-alta caraqueña. Ahora vive en Miami, Florida, en los Estados Unidos de América.

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Transculturización, miedos y fobias

LUIGINO BRACCI| El programa “La Brújula del Sur” de Alba Ciudad 96.3 FM, que conducen Ernesto Navarro e Indira Carpio, decidió centrarse no en la burla, sino en las causas de los temores de estos jóvenes. Para ello, entrevistaron a Erick Rodríguez, especialista en comportamiento humano, para preguntarle el porqué de estas respuestas.

Rodríguez indicó que el problema parte de la explotación del llamado American Dream o “Sueño americano”, pero además están los miedos y fobias que algunos padres le transmitieron a estos jóvenes. “Yo conozco a uno de sus padres. Son hijos de personas nacidas en otros países, que de alguna manera han transmitido esas fobias, esos miedos, esos temores” inculcados en dictaduras de derecha en países como Portugal, España o Italia.

Indica que, en algunos casos, hay un pensamiento marcado por el racismo cultural y el segregacionismo social, “es decir, el pensamiento leucodérmico, el de los blancos, el del etnocentrismo cultural: el sentir que aquellos son superiores. Ellos quieren ser como aquellos, y entonces viven como aquellos que los desprecian en una especie de relación tipo ‘la Gata Loca’”

“Sus padres le enseñaron que los nacionales eran inferiores a ellos; maltrataban a las mujeres, les decían que este país no valía la pena. Ellos lograron lo que querían aquí, pero lo hicieron con el pensamiento de afuera, los dejaron con una dualidad de identidad, y tienen un conflicto intersubjetivo de nacionalidad. Están como perdidos en el mundo”.

“Están estereotipados en imitar al pensamiento dominante para ellos, que son los Estados Unidos o Europa, que ellos ven como expresión del éxito de una sociedad diferente sin tener una percepción de lo que se vive en esa sociedad”, indicó Rodríguez. Estos jóvenes, en su opinión, quieren irse a una sociedad que los desprecia y los maltrata, y “no se van a poder insertar en esa sociedad, pues te van a ver como alguien inferior”.

“Son víctimas de la transculturización. Sufren del patrón que les impone el consumismo, y no el patrón que tiene la sociedad donde habitan por desarrollo como condición de bienestar colectivo”. Indicó que este tipo de personas, al sufrir de egocentrismo, piensan fundamentalmente en sí mismos. “Nosotros somos alocéntricos: pensamos en los demás y nos incluimos pensando en los demás, porque es la mejor manera de visibilizar a la sociedad y a nosotros mismos. Es el ser, el conocer, el compartir; para otros es el tener, el acumular y el competir”.

Para Rodríguez, es difícil confiar en una persona que sea egocéntrica y tenga un conflicto en su identidad nacional, pues a la larga se venderá a quien le ofrezca más y no pensará en el daño o en los aportes que pueda hacer a la sociedad.

Reír, o no reír

Así, este documental, de sólo 17 minutos, grabado en 2011, con una postproducción mínima y estrenado un año después, a semanas de iniciarse la campaña electoral venezolana, no logró el efecto político esperado. La gente, sin importar su posición, no se lanzó a las redes sociales a maldecir al gobierno; lo hizo para burlarse de varios de estos jóvenes.

Petare. Para el venezolano común, era inevitable caer en la burla. Caracas es una metrópoli rodeada de ciudades mal llamadas “dormitorio”, como Guarenas, Guatire, los Valles del Tuy, los Altos Mirandinos, El Junquito o La Guaira, donde viven cientos de miles de personas que todos los días van y vuelven a la capital. En algunos casos el viaje es rápido; en otros, pasan hasta 4 horas diarias en transportes públicos.

Otros cientos de miles viven en barrios y sectores populares en los cerros caraqueños, y suelen enfrentar fuertes problemas de infraestructura con la temporada de lluvias. En algunos casos, los habitantes deben convivir con pandillas y bandas armadas que se enfrentan entre sí por la venta de estupefacientes o por rencillas propias. Suelen haber hasta 20 muertos los fines de semana por estas razones. Los jóvenes del video podrían vivir un lamentable encuentro ocasional con el hampa de vez en cuando, pero los habitantes de muchas de nuestras barriadas deben convivir con la violencia casi permanentemente.

Estos caraqueños, con piel multicolor producto de más de 500 años de mestizaje, componen la inmensa mayoría de la población de la capital venezolana. Y si bien se quejan de la problemática actual y del caos capitalino, raras veces se les escucha despotricar del país o amenazar con irse al exterior. Han tenido que vivir con esta realidad desde hace más de 50 años y están acostumbrados a enfrentar los difíciles problemas de vivir en una ciudad que creció sin mayor planificación. Y, a pesar de las molestias que puedan enfrentar, su autoestima ha crecido en los últimos 10 años como nunca antes.

Entre ellos también hay otro tipo de inmigrantes: vienen del interior del país o de naciones vecinas, como Colombia, Ecuador, Perú, Trinidad o Haití. En algunos casos, huyeron de guerras civiles o de graves problemas económicos o sociales. O el boom petrolero y el abandono de los gobiernos anteriores los motivó a abandonar los campos donde vivían y trabajaban.

Sin duda que a estos caraqueños les debe dar risa las quejas de un grupo de jóvenes de piel clara, que viven en “el este del este” de la ciudad (la zona más adinerada), que cuentan con vehículo propio, hermosas y amplias casas con bellos jardines, una vida cómoda y a pesar de ello amenazan con marcharse.

Soluciones. El propio gobierno reconoce la gravedad del problema de la inseguridad. Ha implementado planes preventivos, ha creado la Policía Nacional Bolivariana y la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad, profesionalizando a los uniformados en una carrera universitaria de 5 años. Se depuraron los los cuerpos policiales existentes y se eliminaron otros que tenían problemas imposibles de solucionar.

Al mismo tiempo, se realiza una fuerte campaña de desarme de la ciudadanía, se invierte más del 5 por ciento del PIB del país en la educación y se hacen grandes esfuerzos para que todo niño y niña vaya a la escuela. Hay grandes inversiones para desarrollar el interior del país, y se estimula a los caraqueños a emigrar a estas zonas. Aún así, se reconoce que el problema de la inseguridad no desaparecerá de la noche a la mañana.

La derecha ofrece otro tipo de soluciones para la inseguridad, la misma que intentaron durante cuarenta años: la represión generalizada en los barrios, los allanamientos, el tratar a sus habitantes como criminales cuando ellos también son víctimas de la delincuencia. No es tan bonito como meterlos en un origami o en un pollypocket, para entonces sacudirlos y echarlos en un lugar lejano.

El periodista José Roberto Duque lo dice con mejor precisión en su blog: “Caracas, Ciudad de Despedidas es el mejor argumento para explicarle a nuestra gente pobre por qué sería una tragedia social e histórica espantosa que Henrique Capriles Radonski o alguno como él (como los coñitos del video) sea presidente de la República. O sea”. Y coincide con Rodríguez: “El video es un documento formidable, útil, importantísimo. Es la radiografía más importante que he visto de la mentalidad fascista en formación. Nada de lo que diga Chávez o recite cualquier tratado de sociología, filosofía política o siquiatría clínica es capaz de explicar mejor que ese video qué cosas son esas llamadas endorracismo, odio clasista, enemigo de clase, lucha de clases”.

“Hoy sólo tienen el impulso primario de despreciar como se lo indican sus apetitos y su conciencia burguesa en proceso de germinación; mañana sabrán cómo se llama eso que los mueve, mañana habrán revisado la historia humana, despreciarán a nuestros muertos y se enorgullecerán de quienes los asesinaron”. A nadie le extraña que Raquel se haya ido a trabajar en el periódico de Miami fundado por Horacio Aguirre Baca, uno de quienes ayudó a desaparecer y destruir los restos mortales de Augusto César Sandino por órdenes del dictador Somoza.

Tampoco podemos generalizar: no creemos que todos los jóvenes entrevistados en el documental sean racistas, carezcan de identidad nacional u odien a quienes sean distintos a ellos; el tiempo y las circunstancias propias de la vida dirán quien es quien. Rodrigo y Johán manifestaron poco interés en irse del país. Lideran una banda de indie-rock llamada Rawayana, con un sonido bastante agradable y una gran fanaticada en Youtube. Adela manifestó querer irse para estudiar cine en Argentina, pero que irá y regresará constantemente: “para mí Caracas es la ciudad donde, si me muero, me van a enterrar aquí”.

Una toma del documental alude a Oscar Pérez, político opositor venezolano que abandonó el país tras ser acusado por instigación a delinquir

¿Tenía este documental un objetivo político? A juzgar por sus intenciones y por el momento en el que fue estrenado, todo señala que sí. ¿Logró sus objetivos? Difícilmente. Pero de seguro vendrán mejores intentos en el futuro, por lo que el pueblo bolivariano deberá estar alerta.

Nada mejor para concluir este texto, que con un párrafo del artículo de Duque: “Los saltos históricos estructurales y de conciencia que se han dado en Venezuela están favoreciendo la proliferación de otro tipo de gente. De gente a la que no le molesta la gente. De gente que sabe que, en efecto, Caracas está vuelta mierda, pero que sabe por qué. Gente que seguramente tiene un íntimo anhelo de largarse pero no para afuera, sino para los adentros, en busca del país que nos arrebataron”.