Pandemia y FMI, dos males de estos tiempos en la Argentina

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Juan Guahán-Question Latinoamérica| 

A una Argentina que venía mal se le atravesaron dos desgracias juntas: la pandemia del Covid 19 y la necesidad del ajuste según lo demanda el Fondo Monetario Internacional (FMI). En medio de esta malaria colectiva el gobierno apuesta a algunos datos positivos que sostienen su esperanza.

Entre esos datos halagüeños se destaca: La recuperación de los precios internacionales de los productos primarios, un dato clave para el impotente modelo agroexportador. A esta buena noticia –para los defensores del actual sistema- la acompañan la perspectiva que una vacunación masiva que evite una trágica oleada otoñal de la peste que nos rodea.

Transitamos la inexistencia de alternativas políticas a la vista, junto a las pocas ideas y escaso fuste de la oposición existente. A ello se agrega el colchón social que le da el asistencialismo, evitando desbordes y encubriendo la ausencia de una auténtica política social.

Todo ello configura la perspectiva de sobrevivencia de un gobierno que no tiene perspectivas estratégicas de mejoras sustanciales, pero que puede durar.

Así es la realidad y el futuro inmediato de esta tierra rica, de este pueblo empobrecido que, a falta de respuestas de fondo, flota sobre la realidad, con sus gobernantes obsesionados en peleas sobre cuestiones menores, y que no irradian la fe y la mística necesarias para la epopeya que la realidad demanda.

Si el Covid19 parece tener una posible respuesta en las vacunas que van apareciendo, no ocurre lo mismo con la negociación con el FMI. Allí la cuestión se agrava porque éste es garante que Argentina continuará pagando las deudas eternas que le reclaman.

Unos pocos datos dan idea del panorama actual y de las perspectivas próximas. Al 1° de diciembre se cumplieron 31 meses consecutivos (desde abril de 2018) de la caída real de los salarios, con un 20,5% por debajo de los salarios de 2015.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) -un organismo de “cooperación internacional” integrado por 37 países ricos- advirtió que Argentina tendrá –para este 2020- la mayor recesión de todos los integrantes del G 20, con una cifra aproximada al 13%, estimando que el crecimiento para los años 2021 y 2022 no superará el 4% para cada uno de esos años.

Coronavirus en Argentina. Foto: Reuters.A estos datos se le agrega una fuerte inflación que tendrá una severa repercusión en la vida cotidiana. Según la misma fuente ésta rondará el 50% para el 2021, muy por encima del 29% estimado oficialmente. En los meses de octubre y noviembre las cifras de la misma superan el 3%, números que no cambiarán para diciembre.

Los incrementos en materia de alimentos, de consumo masivo, superan largamente las cifras promedio ya citadas. Esta es la medición que más se hace notar en la masa popular, haciendo evidente que las estadísticas no solo son números.

Por último es destacable que las tarifas de los servicios públicos, congeladas desde la asunción de Alberto Fernández, comenzarán a sufrir aumentos –para reducir los subsidios-, los que serán segmentados según la situación económica de los diferentes sectores.

Todas estas medidas apuntan a la necesidad de achicar el déficit fiscal (de Caja) que tiene el Estado. Esta es una de las banderas irrenunciables del FMI.  Cuando se habla de las condicionalidades que impone el FMI se trata justamente que para cumplir con sus “orientaciones” es preciso ajustar las políticas internas.

Lo que ha pasado con los convenios laborales y los recientes “acuerdos” con los salarios docentes, al igual que la nueva modalidad para el cálculo de los haberes jubilatorios, son manifestaciones de estas “condicionalidades”.

Estos son ejemplos claros del modo que las relaciones con el FMI afectan la soberanía política y cómo sus decisiones prioritan el pago de las deudas que reclaman por encima de las propias necesidades y desarrollo. Esta es la historia del círculo vicioso en el que transcurre nuestra economía. Romper con el mismo es una de las claves para construir otro país, más digno y justo.

El Cid vencía aún muerto, a Maradona muerto lo usan para batallas de otros

Rodrigo Díaz de Vivar, cuya figura fue inmortalizada por la literatura a través del “Cantar del mio Cid” y que pasara a la historia como el Cid Campeador, fue un caballero castellano erigido en héroe nacional de España por su protagonismo en las largas guerras entre españoles y musulmanes.

Entre las historias fantásticas sobre sus aventuras guerreras ocupa un lugar especial el relato de un triunfo militar -ya muerto- atado a la armadura y montado sobre su caballo. Eso hizo que la tradición de sus contemporáneos enemigos lo recordara como quien: “ha defendido a los suyos en la vida y en la muerte”

Esa imagen suele ser usada como un símbolo de la importancia que pueden tener ciertas figuras prominentes aún después de muertas. Ello ha sido reiteradamente usado en la política. Un ejemplo reciente en Argentina reafirma esa idea.

Prácticamente no hay dudas que el arraigo del kirchnerismo en los sectores juveniles explotó a partir de la trascendencia de los funerales de Néstor Kirchner. Ese hecho fue el arranque de una corriente que tiene un notable peso político en la realidad actual.

Es evidente que ante el fallecimiento de Maradona hubo una reacción del gobierno imaginando un mecánico traslado de los efectos del funeral de Néstor a sus expectativas sobre un hecho semejante con Diego.La frustración de esos deseos calaron muy hondo en el gobierno y de un modo mucho más profundo aún en la conciencia colectiva del pueblo.

La idea que ambos hechos eran funerales de Estado no lograron sobrepasar las inmensas diferencias que terminaron marcando uno y otro hecho.

Hay, por lo menos, tres factores diferenciados entre ellos que determinaron las diferentes trascendencias entre los mismos. Uno, la actual pandemia, inimaginable 10 años atrás. Sus restricciones –aunque incumplidas- fueron importantes en el funeral de Maradona y sus efectos sociales.

El presidente argentino, Alberto Fernández, recibió a Diego Maradona en  Casa Rosada - AS ArgentinaDos, el diferente estado de ánimo del pueblo protagonista de ambos homenajes. Una década atrás el kirchnerismo atravesaba uno de sus mejores momentos y la situación social estaba en franca mejoría respecto a lo vivido en los años anteriores.

Una nueva generación de jóvenes, fundamentalmente clase-medieros, estaba a la puerta de sintetizar ese estado de ánimo cargado de esperanzas, situación muy distinta respecto de la angustia y bronca que anida en gran parte de la sociedad actual.

Y, por último, también es muy distinta la situación y perspectiva de cada uno de los gobiernos que les tocó afrontar estas circunstancias. Mientras el actual transita -sin mucha convicción, ni fortaleza- por situaciones generales y contradicciones internas harto difíciles, aquel gobierno de Cristina Fernández de Kirchner –reforzado con la omnipresencia de Néstor- marchaba sin mayores dificultades hacia una nueva victoria, con Néstor nuevamente a la cabeza.

Estas diferencias contribuyeron a que las naturales dudas y vacilaciones del actual gobierno, en la jornada del reciente funeral, adquirieran un carácter traumático. Ello privó al gobierno de la posibilidad de montarse en esa euforia para salir del letargo que hoy lo caracteriza.

Fracasada esa posibilidad, cuyas consecuencias aún no se dimensionan, Maradona se transformó en la gran excusa para que el sistema -apoyado en el poder del rating- lo use para encubrir la realidad.

Se suman las voces y pantallas que recurren –hasta el cansancio- a los resquicios por donde utilizar el poder de ese mágico nombre para que se multipliquen denuncias y peleas por las causas de su muerte, las disputas familiares y los incipientes escándalos hereditarios.

De ese modo reducen el potencial rebelde que su vida significó, transformándolo en la comidilla de pequeños intereses que –además- sirven para tratar de tapar aquellos aspectos que son intragables para el sistema.

La “justicia” y sus fallos mirando al poder de turno

La imagen de la Justicia con los ojos vendados, como símbolo de imparcialidad, está seriamente cuestionada. Hay fallos claramente favorables a los intereses del gobierno, pero también hay otros totalmente opuestos que apuntan a confrontar con el gobierno o sectores del mismo, según el lado de la “grieta” en el que se ubican.URGENTE: la Corte Suprema falló contra Cristina Kirchner | InfoBaires24

Da la impresión que la mayoría de los fallos más trascendentes tienen la mirada puesta sobre la “grieta”, que tanto les gusta alimentar a nuestros políticos y las superestructuras del sistema.

Estos últimos días han sido testigos de ambas y contrapuestas tendencias.

Para Cristina, significan duras derrotas los fallos de la Cámara Federal de Casación Penal declarando la validez de los testimonios de 31 “arrepentidos” en la causa “Cuadernos”.

En otro fallo fue rechazado el pedido de nulidad de las declaraciones del chofer de Roberto Baratta –ex Secretario de Planificación Federal- que permitieron incorporar los mencionados “Cuadernos” a la causa donde Cristina es acusada de liderar una asociación ilícita para recaudar coimas de empresarios de la obra pública. Ahora la causa seguirá su curso.

En el otro extremo, una jueza federal decidió archivar una causa por supuesto enriquecimiento ilícito contra Cristina. Estas contrapuestas resoluciones son un indicio de la importancia que está adquiriendo la Justicia en la resolución de las cuestiones políticas. Esto explica el peso que adquieren los debates y decisiones sobre aquellas cuestiones que atañen a la organización de la misma.

La lectura que surge de estos hechos es que -ante la ausencia de un programa, un proyecto, un modelo, nacional, compartido- priman las luchas corporativas de los factores de poder y las resoluciones del sistema judicial van cobrando una importancia cada día mayor.

El lugar que dejan vacantes la falta de debates y consensos en cuestiones sustanciales es ocupado por un sistema judicial que va ocupando el sitio de la política.

Es por eso que la “grieta”, que rige las relaciones en las superestructuras, termina determinando el rumbo de quienes imparten justicia según las cortas miras de la adhesión a uno u otro de los bandos en pugna. Mientras tanto el pueblo llano, ése que tiene escaso acceso a esos círculos del poder, es un protagonista pasivo y subordinado de tales decisiones.

 

* *Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)