La segunda muerte de Hugo Chávez: ¿ya no quedan rojos-rojitos?
Álvaro Verzi Rangel
Dicen que existen varios tipos de muerte: la física, la moral y la desaparición en los sentimientos y amores de la gente. Y esta nota puede llegar a ser la indeseada necrológica de la revolución roja-rojita a manos de los cambios de imagen dispuestos por los “modernos” asesores del presidente Nicolás Maduro, aspirante a la reelección.
Los asesores extranjeros de Maduro eligieron los colores blanco y violeta para la campaña. Cero rojo, cero simbología chavista, ausencia total de rojo. Los cambios en la simbología se vienen mostrando poco a poco: nada de música llanera o folclórica venezolana, sino música disco (incluso un regatón), en lo que pareciera aparentar que la modernidad llegó a Venezuela para rescatarla del arcaismo chavista. Nada de Bolívar ni de Chávez: el culto es a la personalidad del candidato.
Maduro continúa escuchando los consejos de sus asesores europeos, que siguen sin entender la idiosincrasia venezolana, su cultura, el sincretismo (y la aparición de pajaritos), entre ellos Ignacio Ramonet y otros socialdemócratas franceses y españoles, pero la nueva puesta en escena quedó en manos de un chileno que mostró sus artes en la presentación oficial del Petro y la Cumbre del Alba.
El mítico Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores fue transformado, eliminando los cuadros de Bolívar. En la presentación de El Petro, telones negros. En la Cumbre del Alba, fondos blancos. Los asesores quieren que Maduro se mueva. Sigue apareciendo muy estático. En el acto oficial por el Día de la Mujer se lo vio caminando en una pequeña pasarela. Buscan sus mejores ángulos, sin llegar a que desfile cual modelo.
Roy Chaderton, embajador y negociador internacional de Venezuela, dijo en una entrevista en televisión que desde la asunción de Maduro, desde Europa se pasaron el tiempo mandando para acá ex izquierdistas… o (jocoso) izquierdistas chilenos… que pueden ser bombas de tiempo.
Y señaló el caso del excandidato presidencial chileno Marco Enriquez Ominami quien le hizo “–con gran arrogancia- una miserable entrevista al presidente Maduro”, dando como ciertas –en sus preguntas- las infamias de la oposición. Un tiro directo y no tan diplomático: Chaderton dio en el blanco del nuevo asesor comunicacional (al menos) de Maduro.
Ser hijo de revolucionario (el asesinado líder del MIR chileno Miguel Enríquez) no garantiza nada, y menos con grandes derrotas electorales a cuestas junto con denuncias de corrupción. Muchos no saben todavía en Caracas quién es o qué hace ahí ese señor entrecano que se mueve para aquí y para allá, y a quien Maduro parece prestarle mucha atención, a la hora del “espectáculo”.
Aún así, muchos parecen conscientes de que una de las mayores fallas del gobierno bolivariano ha sido en la comunicación. Incluso el canciller Jorge Arreaza, en el acto de solidaridad “Todos somos Venezuela”, ante más de un centenar y medio de invitados, señaló que “hoy no basta con las manifestaciones, movilizaciones, banderas, hay que innovar”.
Y luego confesó que en sus primeros años de gobierno a Maduro se le acercaron muchos zamuros (buitres) que le decían “usted tiene que tener su propio estilo, no nombre tanto a Chávez, que es el pasado, ese Plan de la Patria solo era posible con Chávez y su liderazgo…” mientras lo exhortaban a desplazarse de la izquierda al centro, “a ser socialdemócrata, que es la traición más grande que existe en política”. El presidente Maduro los fue despachando, desplazando…
Persiste en Venezuela el modelo de (in) comunicación de las medidas y de la explicación de los fenómenos que se enfrentan, junto a una evidente sobreexposición de Maduro, muy, muy lejos de la capacidad de comunicación con el pueblo que tenía Chávez.
Hay una generación para la que el golpe de Estado de 2002 es parte de la historia (han pasado 16 años), pero el periodismo que se sigue haciendo desde los medios estatales es de plaza sitiada, reactiva (a los ataques del enemigo, siguiendo la agenda de ellos) y no proactiva, marcando la agenda propia.
Las muchas muertes
Con Hugo Chávez ya ocurrió la primera muerte hace cinco años, en la tarde del 5 de marzo de 2013, momento desde el cual el uso y abuso de la imagen del presidente fallecido ha dejado su cuota negativa en la percepción pública. Para muchos la muerte de Chávez también fue el fin de la democracia participativa dentro del Psuv, y los candidatos fueron escogidos dedocráticamente mediante el consenso de la cúpula que heredó el poder.
Los críticos insisten en que la revolución bolivariana está suicidada. El sueño del socialismo del siglo XXI parece quedar sepultado mientras los miembros de la élite chavista usan relojes Cartier, trajes Ives Saint Laurent y esconden sus ojos de lo que acontece con lentes Dior.
Hablamos mucho de socialismo, pero en realidad en nuestra economía se sigue imponiendo la dictadura del capitalismo, que controla la mayor parte de la producción de las mercancías de uso diario, las cadenas de distribución y los precios, dice Néstor Francia.
El analista Guillermo Almeyra señala que el gobierno de Maduro, a diferencia del de Chávez, utiliza el apoyo de los trabajadores para mantener el statu quo, es decir, el régimen capitalista y su propia administración, no para intentar construir las bases del poder popular. El PSUV –agrega- es sólo un aparato burocrático ultracentralizado y sirve apenas para la lucha meramente electoral contra una oposición cuyos diversos aparatos partidarios son igualmente electoralistas.
Hay sectores que plantean una necesaria revisión interna en el PSUV, revisionista del madurismo, reivindicatoria del chavismo, que trate de reconectar a la gente con otra figura distinta a Maduro que represente el legado de Chávez, quien mantiene todavía niveles de respaldo popular muy relevantes, pese a los esfuerzos hechos por los asesores extranjeros del gobierno para sepultar su imagen y echarle la culpa de los desaguisados actuales a la herencia dejada por su gobierno.
Muchos, muchos de los que defienden al gobierno, manifiestan que lo hacen en respeto al último designio de Chávez, mientras parte de ese mismo pueblo está indignado y desesperado por la agobiante situación del país, y resisten como pueden, con más sabiduría popular que ideología, el embate para achacarle al Comandante la responsabilidad por lo que está ocurriendo.
En esta segunda muerte, también se trata de enterrar el pensamiento bolivariano. Chávez citaba con frecuencia fragmentos de los escritos y discursos de Bolívar, por ejemplo el célebre discurso de Angostura: “El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, la mayor de seguridad social, y la mayor suma de estabilidad política”.
¿Es éste el entierro de todo un ideario político, de las luchas y conquistas sociales de un líder junto a su pueblo, del sentimiento de igualdad y justicia social que se expandió alrededor del mundo?
Chávez aupaba la búsqueda de conciencias, pero hoy lo importante es la búsqueda de los votos. Se desmoviliza todo el movimiento popular, y se lo utiliza solo como parte imprescindible de la aceitada maquinaria electoral.
En Venezuela proliferan mafias corruptas que han desangrado las finanzas públicas, teniendo como blancos preferidos las importaciones, y los dólares a precios preferenciales, y donde –todos saben- están involucrados altos funcionarios, banqueros, empresas de maletín y militares-funcionarios prófugos y hoy al servicio de EEUU. Pero la Fiscalía no los ha acusado, quizá porque hay sobradas pruebas.
La Fiscalía pareciera tener como única meta allanar el camino para la reelección de Maduro, ensuciando y mancillando el nombre (bajo la genérica acusación de corruptos) a quien pudiera ser un escollo no solo para la reelección sino para los planes que parecieran estar acordados con empresas trasnacionales sobre el futuro del petróleo venezolano.
Por ejemplo, Maduro arremetió contra Rafael Ramírez, exministro de Energía y presidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) cuando Chávez, luego de que este lo acusara de no haber implementado a tiempo las medidas necesarias para solventar la crisis financiera que atraviesa la estatal petrolera. Ramírez era el embajador ante Naciones Unidas y el presidente lo destituyó.
Mientras se acusa livianamente a exfuncionarios de Pdvsa y se los encarcela, y muere el exembajador en Washington Bernardo Álvarez, se produce la caída abrupta de la producción petrolera, motivada principalmente por la falta de inversión y mantenimiento en la industria. La entrega de los principales recursos del estado a las trasnacionales rusas y chinas se usa para cubrir los cráteres dejados por la mala administración.
Y es muy grave, asimismo, que el gobierno haya mancillado la figura de Bernard Mommer quien, entre otras cosas, manejó la estrategia legal que derrotó a los despachos de abogados de la Exxon Mobil. Esas victorias para el Estado venezolano se convirtieron en sentencia de muerte para la mafia de los cárteles petroleros, que intentaron apropiarse de los activos físicos y financieros de Pdvsa.
Hoy hay mucha gente, incluso dentro del gobierno, interesada en olvidarse de la defensa de la soberanía nacional, de que el Estado es dueño de los recursos naturales y accionista único de Pdvsa y, que se ha tardado una eternidad –bueno, 18 años- en definir un nuevo rol para el sector privado, nacional y extranjero.
¿Y Chávez?
Hoy por hoy en Venezuela, parece que las palabras de Chávez: “unidad, lucha, batalla y victoria”, se traducen como “votas lo que te digo o te trato como enemigo”.
Muchos discrepan de las decisiones de la cúpula partidista: unos apenas exigen que haya más democracia interna, menos candidaturas impuestas desde arriba, pero muchos otros cuestionan el rumbo económico asumido o reclaman acciones más contundentes contra la corrupción en sus niveles más elevados, y no mero diversionismo para liberarse de adversarios internos o potenciales candidatos.
Haber hecho de lado a Chávez ha resultado de una torpeza que sólo se explica desde los abismos de una personalidad insegura, inestable, manipulable y de la acción sistemática e influencia muy poderosa de sectores de poder, que siempre estuvieron allí, agazapados para truncar la experiencia revolucionaria, explica Rafael Ramírez, desde un diario regional.
Lo único que queda es salvar a Chávez de su segunda muerte.
*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)