Ciento doce

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Reinaldo Iturriza López

¿Las viudas de la “democracia” adeco-copeyana nos van a venir a hablar de burócratas y corruptos?

Si incluso ahora, cuando vuelven bajo la forma de ciento doce, regresan como lo viejo. Como una angustiosa advertencia. Como un aviso de tormenta.

Apenas asomaron las fauces comenzamos a escuchar los lamentos. Ya se habla del síndrome del chavismo arrepentido.

¿Qué se puede decir de una especie política que sólo es capaz de triunfar disimulando sus verdaderas intenciones? No hay que negarlo: triunfar electoralmente sin haber hecho campaña tiene su mérito. Pero es que no hizo falta. Su campaña consistió en suscitar exasperación en la población. ¿Qué se puede esperar de una especie política que no simplemente capitaliza, sino que suscita el malestar popular para poder prevalecer?

No espere la población exasperada que esta especie política le rinda cuentas. Ella tira la piedra y esconde la mano. Ella nunca mira a los ojos.

No es sólo que su tiempo ha pasado. Es que su tiempo ha pasado porque fueron una enorme equivocación. Y lo siguen siendo.

No condenan el crimen. Se lamentan porque no son ellos los perpetradores. Quieren más y más y más. Son insaciables. Lo quieren todo. Lo que es de todos.

Los más cínicos seguirán afirmando que no hay ninguna diferencia entre el hoy y el ayer. Que todo es más de lo mismo. No importa si los millones de invisibles de ayer están aquí hoy para desmentirlo.

Son cipayos hasta en la manera de señalar las debilidades del adversario: por eso les encanta hablar de la “boliburguesía”. Adversarios, sí. Enemigo a muerte sólo uno: el pueblo venezolano, que acusa a la “nueva” clase por traidora de las causas populares. Por su alianza con la vieja burguesía. En cambio ellos, aunque lo disimulen, son cipayos y burgueses, y se entienden. El odio a Bolívar los hermana.

Los publicistas del antichavismo han hecho un denodado esfuerzo por asimilar al chavismo con las figuras clásicas y más contemporáneas de la villanía: banquero corrupto, narcotraficante, terrorista, etc. Vulgar ejercicio de invisibilización del sujeto chavista. Publicistas servirles, mandaderos de las oligarquías.

Sí, con la muerte de Chávez perdimos a nuestro principal referente ético. Y lo lamentamos profundamente . Pero si en el amplio espectro del antichavismo no aparece una figura de su talla, no se nos acuse. No es nuestra responsabilidad si el antichavista común debe conformarse con el “liderazgo” que tiene.

¿Cómo fue posible que nos derrotara tal “liderazgo”? Más importante que desoír a quienes no tienen nada que decirnos, es escuchar a quienes hoy nos dicen, fuerte y claro, que jamás se resignarán a un remedo de revolución.

* Reinaldo Iturriza López Ministro del Poder Popular para la Cultura y ex-Ministro del Poder Popular para las Comunas y Protección Social de la República Bolivariana de Venezuela