Las infancias latinoamericanas, diversas y plurales

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INFORME| La Fundación Benjamin, dirigida por Alicia Entel, produjo el libro Infancias de Latinoamérica. Un cuadro de situación, donde se representa mediante fotos, pinturas, poesías, la diversidad de culturas entre niños y niñas de Latinoamérica.
Cuenta el semiólogo Roland Barthes que un día encontró una foto de Jerónimo, el último hermano de Napoleón, y se dijo, asombrado y admirado: “Veo los ojos que han visto al emperador”. Pocas personas parecían compartir e incluso comprender su asombro. Buscando despejarlo es que más tarde escribió un libro sobre la fotografía (La cámara lúcida). Esa docena de niños y niñas que corren hacia la cámara con la sonrisa achinándole los ojos en la tapa del libro Infancias de Latinoamérica. Un cuadro de situación parece contener y provocar esa misma intriga.

También lo logra una niña que come de una olla sucia, chupándose los dedos y mirando fuera de foco; o aquella otra, jovencita ya, que está recostada sobre el pasto con las manos detrás de la nuca y los ojos en fuga hacia el horizonte, rodeada de ropa que también parece tostarse al sol. ¿Qué estarán mirando cada día las niñas y niños de América latina? ¿Qué estarán viviendo, sintiendo, llorando, imaginando? Tratando de recuperar algo de esas vidas tan diversas que muchas veces incluso no son vidas de niños, es que Alicia Entel llevó adelante un libro que busca sensibilizar sobre la situación de las infancias de la región.

A raíz de la crisis de 2001 surge para Entel –doctora en Filosofía por la Universidad de Paris VIII, investigadora en Comunicación, Conocimiento y Culturas pero cuya área de trabajo específica es la imagen y el conocimiento– la necesidad de dar cuenta de la situación de la infancia a través del registro fotográfico.

Así empezó el proyecto en la Fundación Benjamin, con el apoyo de la Fundación Arcor, que sigue hasta hoy, siete libros más tarde. En el 2005 aparece el primer libro sobre la inequidad de la infancia en Argentina. “Se ven en este primero fotos más dramáticas”, apunta Entel mientras pasa las hojas.

Este año ampliaron el trabajo convocando a países de toda Latinoamérica y han recibido materiales de Colombia, Brasil, Perú, Chile, Bolivia, México, Ecuador y Venezuela, además de Argentina.

–¿Por qué hablar de las infancias y no de la infancia?

–Durante mucho tiempo se trabajó la infancia como abstracción, según un modelo burgués hegemónico. Pensar la infancia en plural no remite sólo a una suerte de diversidad cultural, sino a la inequidad. Hay infancias que no se viven como infancias. Cuando un chico es sometido a la explotación laboral no podemos compararlo con otro chico al que sí se le permite vivir su infancia. Los niños y niñas son sujetos de derecho, pero esto no es algo común en toda América latina, si bien se han dado avances interesantes.

–En tu artículo decís que en las primeras fotografías en un pueblo indígena de México “los blancos” fotografiaban a la comunidad sólo cuando reflejaba tristeza o indigencia, ¿cómo es eso?

–Sarah Corona hizo muchas investigaciones con aborígenes mexicanos y ella marca cuándo las comunidades se sacan fotos a sí mismas y cuándo se las sacan otros. Incluso investigadores que se sienten solidarios solamente ven en ellos la veta trágica. Esto está bien para denunciar, pero no nos permite conocerlos.

–¿Esto persiste?

–Sí, persiste aún hoy en sectores progresistas. Entonces eso me motivó a ver cómo distintas comunidades fueron registradas desde el siglo XIX.

Guido Boggiani hace fotos en comunidades del Gran Chaco, por ejemplo, y los hace posar, pero no como los que los fotografiaban con sentido antropométrico, como uno que los llevó a vivir al Museo de La Plata. Esa impronta del no reconocimiento del otro cultural es muy fuerte en el sistema educativo argentino.

Estos libros son el resultado de un concurso fotográfico y el aporte de artículos de especialistas. Además trabajan con documentos de organismos internacionales. Reciben unas 300 fotos de mucha calidad y otras casi familiares (a decir de Barthes: “Frente a ciertas fotos yo deseaba ser salvaje, inculto”), de las cuales se publican unas 30 o 40. El libro se distribuye en organizaciones sociales, escuelas y efectores de política pública porque, en definitiva, es una tarea de sensibilización. Cada libro tiene además un apartado de historia de la infancia. Se recuerda por ejemplo la típica foto del “angelito”, el bebé fallecido, al que había que retratar para tener una imagen de él. Pero en la que la madre no puede llorar y al hermanito lo visten de adulto.

“En el siglo XIX si hay algo que vemos es que esta niñita no es representada como niña”, dice Entel señalando otra foto. O las familias patriarcales en pose. “El hombre sentado y la mujer atrás, esto era muy claro. Le he preguntado a gente para que busque fotos y lo encuentro. La mujer al servicio del hombre y el niño como producto de la procreación, para extender la estirpe y como fuerza de trabajo. En algunos sectores todavía pasa mucho”, dice Entel y cómo no recordar La cámara oscura, el cuento donde Angélica Gorodischer, narra la vida de una mujer sometida que logra salir del modelo al servicio de su esposo cuando llega un fotógrafo a retratar a la familia. Este hombre, que es el primero que la ve, la descubre, la revela, es el que le muestra que otra vida es posible.

“¿Qué es lo que se obtiene con las representaciones visuales? Que dicen lo que a veces no se dice con las palabras. Remiten a situaciones para analizar y para que las políticas sociales lo tomen”, explicará Entel, que también es docente de la Universidad de Buenos Aires.

Entel tiene muchas respuestas al porqué del libro. Se pregunta: “¿Cómo hacer el caleidoscopio latinoamericano? ¿Qué es importante para comprender la política? No podemos entender América latina si no entendemos el realismo mágico, la estadística, la idea no peyorativa de los populismos y la dependencia. ¿Cómo hacer para ponerlo en un libro? Material fotográfico, material pictórico, trocitos de poesía”. Así en este libro se encuentran desde “Canción Patriótica” (1824) o “Versos Sencillos”, de José Martí hasta Gabriela Mistral y Armando Tejada Gómez con “Hay un niño en la calle”. Además está Maria Elena Walsh y “Que se vengan los chicos”, así como las cifras de la pobreza (en 2007 en América latina había alrededor de 84,5 millones de niños en hogares pobres, el 47 por ciento de la población infantil de la región) y las infancias de pueblos originarios o las diferencias entre las infancias del campo y de la ciudad.

Y aparecen algunos conceptos críticos como que “la estetización de la pobreza es una consecuencia peligrosa que hay que vigilar”.

–En el libro se habla de hiperpedagogización de la infancia, ¿puede explicar el concepto?

–Cuando en proyectos con la infancia lo que predomina es ser normativos (esto se debe hacer, esto no). Si bien para algunos proyectos educativos puede ser interesante, en general hay que ser cuidadosos porque quitan libertad a las posibilidades creativas. La hiperpedagogización no es buena en ninguna manifestación. Lo mismo el didactismo (¿no puede hacer algo sólo para divertirse?). Hay que evitar lo maniqueo, los buenos-los malos. Entonces, ¿Pakapaka es el cielo y lo demás una porquería? No, tenemos sentido crítico en relación con las más diversas manifestaciones de la infancia.

–También hay un espacio para hablar de las políticas sociales destinadas a la niñez en la región, ¿cómo ve a la Argentina en este sentido?

–No tenemos conciencia de la importancia que tiene la Asignación Universal por Hijo, su masividad. Los programas vinculados con políticas sociales tienen larga trayectoria, pero durante años estaban focalizados en poblaciones indigentes y eso no colaboró para mejorar. En ese sentido son importantes los programas universales y hoy por hoy se necesita mezclar programas localizados y masivos. La Asignación Universal por Hijo es uno de los mejores de América latina pero esto no lo digo yo, es dicho por los demás países.

–¿Cree que no se lo valora lo suficiente?

–En Argentina tenemos una alta capacidad de naturalización de las cosas. Entonces, la Asignación ya está: Y no, es muy importante y hay que ver los resultados a corto y largo plazo. La recuperación que hubo de chicos que volvieron a escolarizarse. Estoy cansada de que se aluda a la Asignación en términos de clientelismo o de que las mujeres se van a embarazar más. Si pensamos que con la Asignación van a ser millonarios realmente. Lo peor que podemos hacer es entablar luchas entre iguales.

*Publicado en Página 12 de Argentina