Evo llama a profundizar el poder del pueblo

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HUGO MOLDIZ MERCADO| Darle más poder al pueblo, para que ejerza sus derechos pero también asuma responsabilidades, en el ámbito que le toca, en la perspectiva de la construcción de un nuevo tipo de poder, parece sintetizar la resolución no escrita que explica el horizonte de visibilidad del Primer Encuentro Plurinacional, cuya etapa inicial arrancó en la central ciudad de Cochabamba entre el 12 y 14 de diciembre y que, tras un paso por los departamentos, culminará en enero.

El portador del mensaje no fue otro que el Presidente del Estado Plurinacional, Evo Morales, quien en los hechos hizo una intervención que es una virtual convocatoria a que la participación del pueblo pase a otro nivel superior del que se ha tenido hasta ahora para profundizar el proceso de cambio.

“…con las disculpas de las asambleas nacionales y departamentales, una cosa es la Asamblea Legislativa Plurinacional departamental y nacional, pero siento que ésta es la verdadera asamblea del pueblo boliviano, una asamblea que pueda aportar a los intereses económicos, políticos, sociales que busca, que se proyecta nuestra querida Bolivia”.

Palabras mayores las que dijo Evo Morales: Asamblea del Pueblo. Claro, no es la que se instaló en 1970, en el gobierno del militar nacionalista Juan José Torres, como expresión de Poder Popular, paralelo al poder de las clases dominantes defensoras del sistema capitalista.

No, no podría serlo. Ahora existe en Bolivia un proceso de cambio que ha modificado sustancialmente las relaciones de poder. El viejo bloque en el poder ha sido desplazado por otro, indígena-campesino y popular y existe una transición de ese Estado monocultural del capitalismo colonial hacia el Estado Plurinacional del Socialismo Comunitario del Vivir Bien.

Bolivia ya no es la misma. Se ha producido un quiebre en la historia larga de una caricatura republicana que simplemente vistió con distintos ropajes la colonialidad del poder, pero también se ha registrado una ruptura con dos décadas de neoliberalismo. Y la condición de posibilidad de organizar la vida social de una manera radicalmente distinta a las lógicas del capital encuentra su fuente productiva y revolucionaria en la capacidad de despliegue estratégico de “los de abajo”, quienes han superado uno de los principios de la modernidad al fusionar la lucha política y la lucha social.

Pero como todo proceso, hay avances y retrocesos, además de la tentación de reproducir una de las lógicas del capital que conducen a que estados y gobiernos surgidos de la sociedad, se vayan separando cada vez más de ella, según nos decía acertadamente Carlos Marx al advertir los riesgos que acechan a toda revolución. Bolivia no puede ser una excepción.

Por eso el jefe del Estado Plurinacional sabe que el destino de la revolución depende del grado de participación del pueblo y del establecimiento de un tipo de relación de correspondencia entre el Estado y la sociedad.

Lo que hizo Evo Morales en dos momentos de su discurso de inauguración es lanzar el reto a los distintos sectores de la población para construir juntos el nuevo tipo de poder que se requiere, como condición fundamental, para transitar en un camino largo rumbo a una sociedad poscapitalista que brinde de manera plena igualdad de derechos y oportunidades para todos, así como establezca una relación de correspondencia entre el desarrollo y la preservación de la naturaleza.

Las bases materiales para la participación protagónica del pueblo están establecidas en la Constitución Política del Estado. De un lado, cuando reconoce la democracia directa-participativa y la democracia comunitaria, además de la democracia representativa. De otro, por disponer explícitamente el derecho de la población a la participación y el control social.

De hecho, en cinco años de intensa resistencia al neoliberalismo en el período 2000-2005, la capacidad organizativa del pueblo convirtió a las asambleas, las protestas, las marchas y el bloqueo de caminos como “los lugares” donde se producía política real y efectiva, lo cual sería determinante para derrotar a Gonzalo Sánchez de Lozada, el representante emblemático del neoliberalismo. Sin ese grado de sublevación democrática de “los de abajo” la crisis estatal -la cuarta de nuestra historia- no se hubiese resuelto, por primera vez de vida republicana, a favor de una posibilidad de emancipación.

Sin el ejercicio de esos dos otros tipos de democracia, el primer mandato del presidente Evo Morales no habría logrado sortear con éxito los planes que se activaron para sacarlo de Palacio Quemado. La estrategia política-militar para derrocar al proceso de cambio y el primer presidente indígena de Bolivia hubiese triunfado. La presencia del bloque indígena-campesino-popular en las calles permitió aprobar la nueva Constitución Política del Estado, salir airosos del referéndum revocatorio, convocar al referéndum constitucional y el llamado a elecciones generales de diciembre de 2009. Tan importante como lo anteriores acontecimientos ha sido la movilización social de septiembre-octubre de 2008 para derrotar el golpe cívico-prefectural que se desarrollaba en su primera fase por la vía de la toma violenta de instituciones estatales y el virtual impedimento que el Presidente y Vicepresidente de Bolivia tenían para aterrizar en aeropuertos de la llamada Media Luna (Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija).

No hay ampliación de la democracia sin el protagonismo del sujeto histórico. Y ese sujeto está a la defensiva, con tendencias corporativas y con una pérdida del sentido universal o nacional de lo que se necesita para profundizar el proceso de cambio. Pero además, esa desestructuración del sujeto se ha visto facilitado por algunos errores del gobierno, de los que se muestran como principales los siguientes: intento de nivelar el precio de los carburantes a fines de 2010 sin dar señales claras de subordinar el mercado a la planificación y del impulso de nuevas formas de protección social, y la violenta intervención que se hizo a la marcha indígena en septiembre pasado.

Entonces, varios son los pasos que se deben dar para revertir ese cuadro de situación, caracterizado por una relación de correspondencia no armoniosa entre el Estado y la sociedad, donde los movimientos sociales se presentan como los más importantes.

Un primer paso es la “desfetichización” del Estado de parte de las autoridades estatales en el gobierno nacional y los gobiernos subnacionales, pero también de parte de los movimientos sociales que han perdido el sentido de lo estratégico y han retomado ciertas tendencias cortoplacistas que siempre afectaron a la posibilidad de avanzar hacia la materialización de un proyecto emancipador.

Un segundo paso, es generar espacios de debate y participación social que sin abandonar las experiencias del primer mandato, deben ahora hacer a las organizaciones y movimientos sociales corresponsables en la construcción del Estado Plurinacional, que no es otra cosa que lograr dialécticamente un ejercicio del poder “desde arriba” y “desde abajo”

Evo Morales lo ha entendido así y con esas geniales iniciativas que tiene, quizá incluso con el desconcierto de algunos de sus colaboradores, llamó a pensar en la conformación de Consejos (político y económico-productivo por ejemplo) que tengan la capacidad, sin negar la institucionalidad que se está construyendo con la aplicación de la CPE, de ser parte de la edificación de ese poder de nuevo tipo.

“…..estaba pensando tal vez sea conclusión de este evento, no sé si es una comisión política o consejo político, un consejo político o un consejo económico al margen del gabinete para que cada día esté pensando, analizando, planificando y también para acompañar al gabinete quisiera ese consejo económico y ese consejo político, de movimientos sociales, de empresarios, de intelectuales”.

Entonces, la Asamblea del Pueblo no es un poder para anteponerse a los otros (Órganos Ejecutivo y Legislativo), es para complementarlos. Para ser más preciso, son dos manifestaciones de un solo poder. El poder del pueblo.

Se puede inferir que lo que quiere Evo, para seguir en la dirección de “mandar obedeciendo”, es fundamental para profundizar el proceso de cambio y un factor clave para derrotar al enemigo que lo quiere es desgastarlo en miras a las próximas elecciones, pero también para vencer sobre al espíritu conservador y el burocratismo que tiende, como en toda revolución, a apoderarse de la burocracia y poner freno. Ambas tendencias negativas, una externa y otra interna, son una amenaza a la revolución.