¿Y qué esperábamos?
IRENE FARIA | Quejas. El caso de un psicoanalista porque sus analizantes van a su consultorio a quejarse. Una profesional de la oncología porque el 99% de sus pacientes tiene algún cáncer en desarrollo. Un médico otorrinolaringólogo porque debe ver narices y gargantas todos los días. Una arquitecta o arquitecto que tiene que diseñar bocetos para sus clientes. Si usted conoce a alguna persona con alguna situación similar, con quejas reiterativas de ese tipo, cabe la pregunta ¿Qué espera encontrarse un psicoanalista, arquitecta, oncólogo, otorrino en sus prácticas cotidianas?
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En la cotidianidad de quiénes hemos elegido la construcción del Socialismo son inevitables las contradicciones, tensiones, problemas, corrupción moral e intelectual, indolencia, justificaciones, traslado de responsabilidades, desmotivación, pesimismo… Si estamos cansados, aturdidos, dudosos cada vez que en nuestras caras vivimos estas situaciones, cabe la pregunta ¿Y qué esperábamos? ¿Encontrar disponibles los cargos, los proyectos, las iniciativas solamente esperando de nuestra probidad y buena voluntad para producir fluidamente los productos y resultados previstos teóricamente? La mayor negación al proyecto político socialista es evaluarlo con los mismos conceptos, indicadores y síntomas del capitalismo: fragmentación del ser humano, adebacle de angustias, división del trabajo, el malestar perenne por la incertidumbre… Viendo estas cosas pudiéramos decir que el socialismo es inviable. Pero allí lo que está expresándose es el capitalismo.
Ante esas situaciones estamos viviendo lo que hay que vivir para dar lugar a algo nuevo. Y tal pretensión, es una osadía a contracorriente de la hegemonía del discurso capitalista que no puede estar al margen de las contradicciones, tensiones y malestares. No sólo las de los demás, sino las propias. Las que nos muestran como sujetos, a veces como objetos, del capitalismo. Si, ese sistema del que aun sin quererlo o elegirlo conscientemente, sabemos bastante porque toda nuestra socialización ha sido en capitalismo. Pero cuando ya nos hemos dado cuenta que ese sistema, es el responsable de la miseria, el hambre, la mercantilización hasta de las semillas, entonces, ya no hay marcha atrás. Eso que no tiene revés es la fortaleza que hay que cuidar y alimentar. Sin dudarlo.
Es más fácil descansar la construcción del socialismo en el Presidente Nicolás Maduro y en cuanto ministro veamos. Ellos tienes sus responsabilidades y sus decisiones son relevantes. Pero en el día a día, lo que no hemos hecho, lo que no resistimos de las realidades, habla más de un tránsito personal y colectivo, la subjetivación de la posición política, no ante un partido, sino ante la vida. La queja como lógica, el pesimismo como tonalidad y corporalidad y la criticadera como ejercicio intelectual en las conversaciones, no expresan a un socialista preocupado, crítico; sino a alguien aturdido por los síntomas propios del capitalismo. Un sistema cuyo discurso ha prometido el progreso y la evolución del ser humano, sin decirnos, que si lo hace pero solo para algunos, unos pocos seres humanos, a costas de todos los demás. Construir un lazo social con lógicas distintas al capital es el reto. De eso saben mucho más los Movimientos Sociales, sustentados en una lógica de Lo Común, que los que estamos desde la academia, instituciones públicas, alcaldías, gobernaciones y otras instancias que son brazos, piernas y cuerpo del capitalismo. Podemos aprender de ese saber, ilocalizable en disciplina alguna. Construir una especie de arte anímico de la vida cotidiana que pueda acompañar la puesta en práctica de nuestros modelos teóricos con lo que eso significa a nivel personal, familiar, comunitario y laboral. Más nos vale, ir consumando la caída de los ideales, para dar lugar a las realidades, vivirlas, pensarlas y poder hacer con ellas, cara a cara, como podamos, con disciplina y rigurosidad anímica. Jamás en solitario, siempre en colectivo. Esa es la fuerza que pone a temblar los cimientos capitalistas.
Irene Faría es psicóloga social