¿Y la guarimba de los precios qué?

15 y Último | 

En medio de la coyuntura que atravesamos, los dos sectores políticos principales han polarizado las cosas con consignas absolutamente divergentes: de un lado tenemos al oposicionismo envuelto y queriendo envolver al país todo en un espiral de fascismo, destrucción y muerte, que tiene como única consigna “salir de Maduro”, como antes era “salir de Chávez”, al precio que sea y sin importarles el método ni las consecuencias.

Se trata de una consigna por lo demás hueca en cuanto a contenido programático de mediano y largo plazo, pues como revelan las encuestas y como se comentaba en este mismo portal en días pasados, la mayoría de los venezolanos y venezolanas –incluyendo opositores– les preocupa que nada dice la dirigencia de derecha sobre cuál sería el modelo “pos-chavista”, siendo que lo poco que dicen asusta más que gusta.

Mientras que del otro lado tenemos al chavismo, que debajo de la manga se sacó una carta constituyente riesgosa y polémica, pero que ha tenido la virtud de reposicionar las coordenadas del debate político nacional, ayudarle a retomar la iniciativa, e inclusive, recuperar el imaginario del cambio dentro de un escenario de paz y diálogo, como el que reclama la mayoría.

Sin embargo, mientras todo esto acontece, en el país en el que confluimos todos y todas (o al menos la mayor parte), debemos vérnosla con otro problema. Ya no las muertes, atrocidades, daños a bienes públicos y privados y demás males causados por el llamado insurreccional de la derecha. Ni tampoco el devenir de una propuesta constituyente todavía abstracta para las mayorías, por más esfuerzos que hace el gobierno y el chavismo militante en aterrizarla. No es el de “Maduro se va” o “Maduro se queda”, o si pasamos a la Sexta República o nos quedamos a la Quinta o volvemos a la Cuarta. Se trata de uno más cotidiano y que ha venido agravándose –por más que no acapare los titulares– frente a la impotencia del gobierno y la irresponsabilidad del oposicionismo: los precios.

Diríamos incluso que allí es donde está la más dañina de las guarimbas. O la peor de las “candelitas a apagar”, para utilizar la terminología oficial.

A este respecto, lo primero por aclarar es que no estamos de acuerdo con lo que de manera irresponsable afirmó la fiscal Luisa Ortega Díaz, en cuanto a que la gente está protestando porque existe una crisis económica expresada en inflación y desabastecimiento. Y es que, entre otras cosas, esto equivale no solo a hacerse cómplice de todos los actos de salvajismo cometidos estos días y validarlos, si no suspender el estado de derecho, pues entonces bajo ese criterio todo el que robe, asalte saquee, mate y linche de aquí en adelante y argumente en su defensa la existencia de una crisis económica, debe ser exculpado. Pero lo que sí es verdad es que no puede obviarse que el malestar causado por la guarimba de los precios alimenta la llama de las otras guarimbas, bien por la vía de la manipulación –es obvio que le sirve de excusa a la derecha– o bien porque hay quienes se unen a ellas o las apoyan desesperados ante sus efectos sobre el poder adquisitivo familiar.

Todos y todas sabemos que el gobierno es plenamente consciente de esta situación, pues en reiteradas ocasiones ha denunciado que la guerra económica tiene como propósito generar las condiciones objetivas sobre las cuales despertar el malestar que, vía una revuelta popular o guerra civil, legitime salidas de fuerza y hasta una invasión. El mismo día del anuncio constituyente –nada menos que el primero de mayo, en el marco de los actos del Día del Trabajador y la Trabajadora– el presidente Maduro anunció la creación de una comisión cuyo propósito era estudiar la viabilidad de un congelamiento de precios, planteamiento surgido de la exigencia que en esa dirección hacían los militantes del chavismo asistentes a la marcha. No obstante, al menos de manera pública, nada ha sucedido, siendo que lo único observado desde entonces es que los precios se han multiplicado tanto en respuesta especulativa al aumento salarial, como por resultado de las distorsiones generadas a partir de la insurrección oposicionista.

A propósito de esto, valga recordar que a finales de 2013, el primer año de Nicolás Maduro en la presidencia, su gobierno logró controlar la especulación a través de las medidas excepcionales contempladas en la primera solicitud de poderes habilitantes. Fueron los meses del célebre dakaso, del cual podrá decirse cualquier cosa, pero lo cierto es que ha sido la única política exitosa y con resultados concretos en materia de lucha contra la especulación, logrando bajar el índice de precios de 5,1% en octubre, a 2,2% en diciembre de dicho año. En medio de eso vinieron las elecciones municipales, las cuales el chavismo ganó de manera holgada. Y un llamado a diálogo el cual fue roto por el oposicionismo en febrero de 2014, con el plan La Salida. De aquí en adelante, si a los números nos vamos, pareciera evidente que se perdió gobernabilidad sobre los precios, pérdida cuya consecuencia más notable fue la merma electoral de diciembre de 2015, lo que en buena medida nos tiene en el cuadro conflictivo actual.

En la medida que la tendencia de la política económica, desde entonces hasta la fecha, profundiza en la vía de la flexibilización de los controles, lo que lejos de ser interpretado como señales de confianza por los empresarios y actores político-económicos lo toman como muestras de debilidad, no está decir que nada puede sorprendernos las respuestas de estos sectores ante el nuevo Dicom. Por un lado, acusan que se trata de una “escandalosa devaluación” que terminará provocando mayor inflación; mientras por el otro, aseguran que pese a lo escandalosa no ofrece una tasa atractiva aún y que debería ser mayor. Lo que están anunciando, en dos platos, es la profundización de la misma receta: mayor especulación (con la excusa del aumento del tipo de cambio) y mayor escasez (con la excusa de que el aumento del tipo de cambio no es lo suficientemente atractiva para los empresarios). Suena contradictorio porque es contradictorio, pero recuerden que estamos en tiempos de posverdad y lo que importa es que se trata de una contradicción que les rinde fruto a la hora de conspirar. Entre tanto y como para que no queden dudas, la respuesta del dólar today al nuevo Dicom fue subir, no bajar.

En resumen: anuncian que la guarimba de los precios pica y se extiende, ¿está el gobierno consciente y preparado?