Violencia anarco previa al Mundial

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ERIC NEPOMUCENO| Las escenas de destrucción a mano de enmascarados ahora forman parte de cualquier protesta pública en los últimos tiempos en Brasil. Y en la última, la Policía Militar usó armas de fuego. Un muchacho de 18 años tuvo los dos brazos traspasados por tiros. La verdad es que nada nuevo ocurrió, es decir: nada que no se hubiese previsto antes. TOPSHOTS-BRAZIL-TEACHERS-PROTESTAl atardecer del martes, Día del Maestro, los profesores de la red pública de Río –tanto la municipal como la provincial– se reunieron en una marcha en el centro de la ciudad. Había unos cien mil, acorde al sindicato de la clase. O siete mil, según los cálculos de la Policía Militar. O, como quiso la prensa, unos veinte mil. Sea como fuere: había mucha gente. No tanto como cien mil, no tan poco como siete.

En primera fila, abriendo la marcha, unos 200 enmascarados, los “black blocs”. Otros 200, divididos en grupos de diez o quince, ocupaban espacio en la delantera de la manifestación. Un dirigente del sindicato de maestros les pidió que abandonasen la marcha. Hubo cierta tensión, y cuando quedó claro que los “black blocs” no pensaban retroceder de aquel lugar de destaque, otro miembro del sindicato les pidió que no recurriesen a la violencia para no manchar “la imagen de nuestro gremio, que quiere reivindicar pacíficamente”.

Palabras al viento, como se vería un par de horas después. La marcha siguió sin otros trastornos, más allá de colapsar de una vez el caótico tránsito del centro de la ciudad. Al llegar a la inmensa plaza de la Cinelandia, donde están la cámara legislativa municipal, la Biblioteca Nacional, el imponente y majestuoso Teatro Municipal (nuestra versión modesta, pero mucho más hermosa, del Colón porteño), los profesores empezaron a dispersarse, mientras los “black blocs” empezaban a concentrarse. Y entonces se desató la batalla callejera tan esperada.

A unos 480 kilómetros de distancia, en San Pablo, la más rica ciudad latinoamericana, la marcha ha sido mucho menor: la cantidad de manifestantes no superó a los 300 profesores, estudiantes y funcionarios de la universidad provincial. Entre ellos, unos 40 enmascarados vestidos, como sus congéneres de Río, de negro. Todo corrió sin mayores incidentes hasta que la marcha encontró un cordón de la Policía Militar cerrando su paso. Los manifestantes intentaron negociar. Y en eso estaban cuando los enmascarados empezaron a actuar.

En San Pablo, fueron detenidas al menos 56 personas, y hay registro de cuatro policías militares heridos por piedras. En Río, fueron detenidas 45, entre ellas muchos menores de edad y al menos un profesor. Es curioso el caso de ese profesor: él estaba junto a los “black blocs” no para enfrentar a la policía, sino para observarlos. Prepara un estudio académico sobre la violencia urbana desorganizada y extremamente agresiva. Le tocó ser agraciado con un par de golpes de bastón, además de unos piñazos, pero al llegar a la comisaría fue inmediatamente liberado y volvió a casa con el orgullo magullado y varios hematomas bien distribuidos por el cuerpo.

A la violencia de los “black blocs” de Río se sumó, el pasado martes, una característica hasta ahora apenas insinuada: la osadía a la hora de enfrentarse a la tropa de elite de la Policía Militar. Escenas transmitidas en directo por la televisión y que ayer circularon ampliamente por las redes sociales muestran a grupos de enmascarados acosando y acorralando a la policía militar, que no tuvo más remedio que retroceder. Las placas de acero levantadas por bancos y comercios para proteger sus instalaciones fueron fácilmente arrancadas y transformadas en escudos para los “black blocs” en sus embestidas contra la tropa de elite. De paso, claro, comercios y agencias bancarias fueron otra vez destrozados. El mismo McDonald’s, saqueado hace unos días, volvió a ser blanco de los vándalos. Las mismas tiendas de operadoras de telefonía móvil y otra vez el Consulado de Angola. Esos ataques reiterados no son más que el anuncio de lo que podrá ocurrir en la próxima marcha.

La novedad preocupante, vale repetir, ha sido la osadía con que los manifestantes avanzaronbr violencia policia contra la Policía Militar. Un patrullero fue incendiado, un micro utilizado en el transporte de la tropa fue destrozado. A cierta altura, al verse acorralados por manifestantes que disparaban morteros y lanzaban piedras, algunos policías hicieron disparos de pistola al aire. Fue la primera vez que se registraron imágenes de armas de fuego siendo disparadas. Manifestantes dijeron luego que hubo disparos también en otras partes del centro, lejos de los “black blocs”. Un muchacho de 18 años fue herido en ambos brazos y fue necesario operarlo. Dice que no tiene idea de quién le disparó. La sospecha inicial es que fueron custodios privados de algunos comercios. Lo que nadie explica es por qué oficiales de la Policía Militar aparecieron, poco antes de la medianoche, en el hospital privado para interrogarlo. No es misión de la PM interrogar a nadie: esa tarea le toca a la Policía Civil, que es la policía judicial en Brasil.

Queda claro que los “black blocs” vinieron para quedarse. Las escenas de destrucción y violencia ahora son parte del guión de cualquier manifestación pública. En junio y julio, en las grandes marchas que colmaron las calles brasileñas, hubo actos de extrema violencia, pero nadie venía enmascarado y en uniformes como ahora. Es como si los “black blocs” hubiesen asumido el control de las protestas.

La gran pregunta es la siguiente: ¿cómo serán las manifestaciones dentro de algunos meses, cuando se realice el Mundial en Brasil?