Verdades falsas a un mes del plebiscito en Chile
Leonel Yáñez Uribe |
El contexto electoral una vez más se va configurando a través de la construcción mediática que los canales de televisión, radioemisoras y prensa escrita realizan del actual escenario político, marcado por el inicio de la “Franja Electoral”, dispositivo de publicidad y propaganda política que por ley se establece ante todo evento electoral, esta vez, para el Plebiscito de Salida del 4 de septiembre, en Chile.
Particularmente, como nunca, la crónica roja con que se abastece la televisión de sensaciones, vincula una carencia de “Políticas Públicas” con el crecimiento de la delincuencia, cada vez más violenta, y la falta de medidas para el resguardo de la seguridad de las personas y las familias. Voces que alimentan la idea de que la nueva constitución no va a cambiar el día a día del chileno medio, se infiltra en los sentidos comunes. Deslegitimar el esfuerzo por más democracia que nace de la revuelta de octubre del 2019, ya no fue solo misión de la derecha, sino de una centro izquierda, que en tanto elite apartada de las decisiones, parece ser caldo de cultivo para dejar las cosas como estaban, es decir “el oasis chileno”, un somnífero efectivo que permita mantener los privilegio de una casta transversal que manejando el poder, no tiene colores, ni ideologías, salvo la del dinero.
El malestar social con visos insurreccionales, que hicieron arder múltiples locaciones hace ya casi tres años, con marchas y concentraciones jamás vistas en el país de los poetas, permitió entrar en un proceso de profundización de la democracia representativa, que tuvo como corolario la decisión popular de terminar la nefasta constitución de Pinochet, esa del año 80, de los miedos y la represión selectiva y masiva, sin oposición ni menos franjas electorales que pudieran emitir una opinión crítica al engendro neoliberal que se estructuraba tras sus páginas: el 4 de julio de 2021, un 80 % de quienes acudieron a votar como nunca, dijo Sí al procesos constituyente a través del “Plebiscito de Entrada”, para luego elegir a 154 constituyentes que integrarían la Convención Constituyente, primer órgano absolutamente democrático de la historia de Chile, integrada por miembros de partidos, independientes, con escaños reservados para los representantes electos de pueblos originarios y paritaria. En este contexto, las fuerzas de la derecha chilena no alcanzó el tercio, que les hubiera permitido vetar cuanta norma y artículo se propusiera. Finalmente, tenemos una propuesta de constitución que este 4 de septiembre, el día en que los chilenos celebrábamos la democracia, tendrá que aceptarse o rechazarse a través de un Plebiscito de Salida.
El clima de opinión ex ante
La opinión pública mediática, por sobre la opinión del chileno de la calle, crea una sensación, un clima de opinión, que para ciertos sectores, tiene valor de verdad. En estos días, a través de las encuestas telefónicas se describe un cuadro donde pareciera que Chile, habría entrado en una siesta, y el anuncio del Nuevo Chile, tendría un recular que para un psicólogo social pudiera diagnosticar un estado bipolar o cierta esquizofrenia. La opción ciudadana por los cambios democráticos estaría naufragando toda vez que la opción por el Rechazo a marcado hasta 10 puntos de diferencia sobre la opción Apruebo a la nueva constitución. El espacio de la comunicación pública, está lleno de tales dichos, y en las redes sociales constituye una suerte de peste comunicacional que no hace otra cosa que demostrar que la “teta”, se defiende a través de todas las formas de luchas lingüísticas-comunicacionales, lo que habla de una precarización de los argumentos, donde la acción deliberante se muestra en franco deterioro y una vez más la miseria de la política, en sus formas más escandalosas, se hace presente: el argumento cliché de que la política solo sirve para mantener los privilegios, con el triunfo del Rechazo, se estaría confirmando. Como ejemplo, consignar que la derecha chilena a través de la franja electoral que se transmiten en dos horarios durante 15 minutos (12:45 y 20:45) ha escondido sus rostros más insignes (dirigentes de partidos, diputados y senadores), privilegiando rostros desconocidos y, como si fuera poco, usando la gráfica de campañas anteriores, en que sus adversarios han resultado triunfadores.
Cabe recordar que la ciudadanía se pronunció por una nueva carta magna en un porcentaje de 80/20; súmele que Boric, en segunda vuelta, superó al contrincante de ultra derecha por un cómodo 55 contra un 44 %. Si bien, el proceso constituyente tuvo permanente crítica mediática por su forma alejada del ritus parlamentario representativo, con acaloradas discusiones, muchas veces donde la descalificación primó, lo que más dolió a la clase política desprestigiada, fue que el simple ciudadano tuvieran la posibilidad de pensar e imaginar un Chile futuro, lo que hizo reaccionar a las voces del estatus, aquellas del privilegio político, económico y cultural, la que hoy se ha unido -como a ellos le gusta- de manera transversal.
Por el Rechazo a la Nueva Constitución, no solo está la derecha conservadora pro pinochetista, y aquella que pudiera pensarse más renovada, sino también una lista de ex dirigentes de la Concertación Democrática, coalición que gobernará los primeros 20 años y luego alternara el poder con la derecha. Estos, autodenominado “Amarillos” (ironizando con el color de aquellos que no se comprometen con los cambios profundos), han llamado a Rechazar para reformar lo escrito por la Constituyente. Es decir, buscar el modo que, a través de un acuerdo parlamentario, desde ese espacio representativo pero cuestionado, se escriba luego, una constitución que les satisfaga: la elite se ha pronunciado y tiene ya los procedimientos.
Cabe señalar que el Presidente Boric, a propósito de la posibilidad del Rechazo, ha dejado claro de que si esa alternativa ganara, el proceso debería realizarse nuevamente a partir de elegir una Convención Constitucional, tal como se realizó hace un año atrás.
La desilusión como argumento
El único argumento de la derecha y de algunos ex concertacionista de centro izquierda para decidirse por la opción Rechazo es “la desilusión”: desilusión sería la pérdida de la esperanza, especialmente de conseguir una cosa que se desea, o de la ilusión al saber que algo o alguien no es como se creía, informa Google. Allí está la estrategia, puesto que no se atreven a decir que están por mantener la constitución Pinochetista, mil veces reformadas por los gobierno de la Concertación Democrática, al modo de “manito de gato”. Solamente el segundo gobierno de Michelle Bachelet reemplazó el sistema binominal por uno proporcional, ley promulgada en abril de 2015; se creaba las condiciones electorales para que los dos grandes conglomerados (derecha y centro izquierda), dejaran de repartirse el poder político, en el contexto de la transición democrática post dictadura, y se permitieran el concurso de sectores de izquierda, ecologistas y de otras sensibilidades.
La desilusión, como argumento en voz de la elite, ha ido creando un clima de opinión cuya articulación comunicacional se apoya insistentemente en resaltan “los errores no forzados”, o “el fuego amigo”, con el que convive el actual gobierno de Gabriel Boric, alianza de izquierdas de los partidos pertenecientes al Frente Amplio (varios liderados por jóvenes políticos) y una izquierda tradicional hegemonizada por el Partido Comunista. El tratamiento de las cuestiones públicas, de las promesas electorales, se generaliza y exagera, poniendo como frase prototípica “esto es más de lo mismo”, para jugar al empate respecto de lo realizado por gobiernos anteriores, incluso igualándolo a la desastrosa administración de Piñera, que le costará el adjetivo de ser “el peor gobierno de la historia”.
Pero la desilusión tiene peso hasta que se aterriza al país de la indignidad, donde el precio por vivir se parece a una enorme deuda bancaria, sea por el pago mensual por obtener una enseñanza de calidad, la casa propia, y/o el consumo cotidiano, como estilo de vida propio a este tipo de sociedades en que el Mall aparece en el imaginario colectivo como el lugar de la felicidad. Si nos situamos entonces en el Chile “que despertó”, las lineas que argumentan que la nueva constitución no viene a resolver los problemas del diario vivir, caen por su propio peso, toda vez que lo que se plantea por la nueva constitución, en rigor, es la restitución de los derechos sociales que fueron conculcados sistemáticamente desde septiembre de 1973, proceso que decanta con el fraudulento plebiscito de 1980 donde se consagra una constitución de corte neoliberal, cuyo texto atraviesa el conjunto de los ámbitos de la vida social: lo político, lo económico, lo social y cultural. En cambio, esta nueva constitución pone las cosas en su lugar, en su primer artículo: “Chile es un Estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural, regional y ecológico”; así también seriamos una república solidaria con una democracia inclusiva y paritaria en una relación indisoluble con la naturaleza; se protegen y se garantizan los derechos humanos, y es deber de Estado “generar las condiciones necesarias y proveer los bienes y servicios para asegurar el igual goce de los derechos y la integración de las personas en la vida política, económica, social y cultural para su pleno desarrollo”(1).
Sin argumentos, el terreno para las noticias falsas, es fecundo. Una operación donde se intenta reescribir desde la manipulación mediática un nuevo texto constitucional, con enunciados inexistentes o formas mañosas de interpretar los derechos sociales consensuados y escritos en la propuesta constitucional. Como ejemplo, se comenta que las personas tendrán una vivienda que no será de su propiedad, sino estatal, es decir, apelan al anticomunismo, tan propio de posiciones cuya legitimidad se ha perdido. Por decir lo menos, una estrategia ramplona que en el actual contexto de campaña electoral televisiva (por ley) han ocupado los signos, colores y hasta el No, que la oposición a Pinochet ocupara en el plebiscito de 1988, que valió la derrota del dictador.
Resultados posibles
Como cualquier antesala a una elección, a un menos de un mes del Plebiscito de Salida, la industria de la encuesta, aliada al fenómeno de la comunicación política, en maridaje, vocea que sería difícil que el Apruebo remontara los casi 10 puntos de diferencia. Uno de los así llamados expertos electorales, viejo cuadro del concertacionismo, por varias décadas parlamentario, ha dicho que “tendría que pasar un evento telúrico para que el Apruebo gane”; dicho eso, en estos días, un fuerte sismo sacudió la población de la zona central del país, con epicentro cerca de Santiago, cuestión que no pasó desapercibida en las redes sociales, transformándose en viral a los pocos segundos del temblor: el evento telúrico ocurrió por lo que el Apruebo ganará.
Lo cierto, si se trata de cálculos, es que las encuestas más serias, en el sentido de tener muestras más representativas, dan cuenta de una mejora del Apruebo, la brecha se acorta, y como dice el dicho “caballo alcanzado, caballo pasado”. Esta mejora tiene correlación con la valoración positiva al gobierno, números muy parecido, nos dice un experto. Por otro lado, están los sectores que votaron por Boric y que hoy desaprueban su gestión, con afán crítico o porque se han desilusionado, es decir, aquello sectores más ilustrados con aspiraciones de mayor democracia, y por otro, los sectores menos conscientes, más del día a día: “Cuando tu preguntas si son opositores o partidarios al gobierno, sistemáticamente son más los partidarios que los opositores, pero consideremos que hay partidarios que desaprueban el gobierno”, pero estos aprueban la nueva constitución.
Otro elemento a considerar tienen como base el análisis del improbable 100 % de asistencia a las urnas el 4 de septiembre. Todos y todas quienes están en el padrón electoral (inscripción automática a los 18 años), tienen la obligación por ley de acudir a las urnas, lo que significaría que aumentará si o sí el número de participantes en el plebiscito. En la medida que disminuye ese universo, la distancia entre las dos opciones, se estrecha dramáticamente, por lo que se puede pensar en un repunte fuerte del Apruebo. Pero si seguimos lo anterior, en principio sobre base 100, pasando un 70 %, tiende a ganar el Rechazo. El factor del nuevo universo de electores, al ser una elección con obligatoriedad de votar, provocaria se manifestara una población que “no está ni ahí” con la política. Si aumenta la población sufragante, estaría indicando que acudirán aquello que en contexto de voto voluntario, se restaban de participar, el mundo que está desafectado de la política, obligados a votar, rechazarían; es más, voto negativo como lógica anti partido, anti elecciones representativas, lo que da cuenta de una cuestión más profunda vinculado con una cultura individualista, cuyo lema es “mi propio esfuerzo es lo que me da de comer”, por lo que están por rechazar lo que venga.
La llamada “campana” (en estadística), estaría funcionando: “Imagina una montaña, que parte en el 40 %. En la medida que se incrementa la participación, se incremente el mundo del Apruebo, pero hasta el rango entre el 75 y 80 %. El incremento por sobre ese porcentaje, favorece al Rechazo”, nos relata un asesor de gobierno.
¿Cuál es ese mundo que tiende al Rechazo?
“Hay un margen entre el 75 al 100 % con menor probabilidad de ir a votar, un espacio sociológico completamente desafectado, que si lo obligan a votar, va a votar Rechazo”. Desaprueban todo: Marx diría que es el lumpenproletariado. Pertenecen a segmentos populares, estarían lejos de la revolución, no buscan transformaciones en el sentido de cambiar el modelo. Cuestión que se ha visto en estudios cualitativos, donde los segmentos populares se mueven entre un arribismo propio de la cultura del consumo, los efectos del descrédito de las instituciones, particularmente los partidos políticos, el congreso y los gobiernos (a lo menos las últimas dos décadas); tanto como los efectos del empobrecimiento económico y cultural, así como la devaluación de lo que alguna vez fue la cultura popular. Súmelo, la franja de sectores desclasados, aquello que no quieren saber de dónde vienen y solo quieren parecerse a esa imagen idílica de quien lo somete.
Pero quizá, el punto fundamental de desacuerdo, donde no hay grises, se puede consignar como de racismo contra los pueblos originarios, particularmente contra el pueblo mapuche, que es capaz hoy, desde las formas constituyentes, proponen un conjunto de políticas que se orientan hacia la restitución y reparación de la vida y los derechos humanos de un pueblo exaltado por el conquistador, y humillado por el criollo. La sola idea de platear lo plurinacional, enardece al conservadurismo, con visos de fascismo, es decir, discriminación pura y dura. La representación política de los constituyentes mapuches, es un ejemplo importante de que el momento constituyente chileno ha significado un avance de las formas democráticas indesmentibles.
Diagnóstico reservado
Por lo que si se trata de predecir, para la mayoría de los analistas, en este momento y según las encuestas telefónicas y de panel, aún el Rechazo se muestra a la punta, pero con una brecha menor a la de hace un mes, ahora a no mas de 4.5 puntos de diferencia. En este escenario donde el triunfalismo de la derecha parece haber tocado techo, levantan la hipótesis del fraude electoral, es decir, aquello que han practicado por siglos, se lo consignan a los sectores del Apruebo. ¿No será que sus datos están informando que la carrera está más estrecha, y la realidad comienza a tomar forma dando cuenta de cierta coherencia con el imaginario y la acción política social que impulsó, precisamente, el proceso por el término de la constitución pinochetista y con ello, del modelo que consagró?
Si los resultaron dejarán a las fuerzas democráticas en un nuevo fracasado, como dijo el psicoanalista, sufrimos el síndrome del bipolar, o padecemos algún tipo de esquizofrenia colectiva!
Cita
(1) Propuesta Constitución Política de la República de Chile. LOM Ediciones. 4 julio, 2022. Santiago de Chile.