Venezuela no beligerante

Leopoldo Puchi|

En la confrontación mundial en curso, Venezuela ha adoptado una posición no beligerante. Ciertamente, hubo expresiones iniciales de apoyo a la actuación de Rusia en Ucrania que se alineaban en una orientación diferente, pero la declaración oficial de la Cancillería del 24 de febrero corrige y ajusta la postura venezolana y la centra en la la resolución pacífica de la situación: “Venezuela hace un llamado a retomar el camino del entendimiento diplomático mediante el diálogo efectivo entre las partes involucradas en el conflicto para evitar un escalamiento”.

“Llamamos a la búsqueda de soluciones pacíficas para dirimir las diferencias entre las partes. El diálogo y la no injerencia son garantías de paz”, escribió Nicolás Maduro al publicar el comunicado.
LA GUERRA
Este es un ángulo adecuado para situarse ante los actuales acontecimientos de Ucrania. Al adoptar esta posición, Venezuela no se involucra ni en los eventos bélicos que estremecen a Europa ni en la guerra económica que se libra entre las grandes potencias, pero se mantienen los lazos diplomáticos y comerciales con Rusia, así como una cooperación técnica militar que no está comprometida en las hostilidades existentes entre los beligerantes propiamente dichos.
Siendo Rusia el principal aliado del gobierno venezolano en el pulso que libran Washington y Caracas, es natural que esos lazos se mantengan. Pero Venezuela no es parte de ningún pacto de seguridad o defensa mutua. Al contrario, en los últimos lustros se separó del dispositivo geopolítico estadounidenses sin ingresar a otro tratado seguridad mutua.
DIPLOMACIA
Estamos en presencia de un acelerado redimensionamiento del orden internacional y en el tránsito de un esquema unipolar hacia otro, un sistema multipolar, con distintos actores, aunque no equivalentes en peso y poder. Como polos emergentes resaltan, sin duda, China y Rusia.
Sin embargo, el nacimiento de ese nuevo orden no ha sido encauzado de manera negociada, por medio del diálogo y de acuerdos. A la emergencia de China, Donald Trump respondió con una guerra comercial. La debilidad de Rusia, luego de ser vencida la Unión Soviética en la Guerra Fría, fue aprovechada para la expansión de la de la OTAN. Ahora en Europa retumban los cañones, sin que los civilizados países europeos actuaran para que se aplicaran los acuerdos de Minsk de 2014.
MULTIPOLARIDAD
Ahora bien, una posición de no beligerancia ante la coyuntura, inmediata, es insuficiente sino se perfila en una perspectiva de futuro, de ubicación en el nuevo orden mundial que está naciendo. ¿Dónde se situará América Latina? ¿Cómo se visualiza Venezuela?.
Sin multipolaridad, sin varios centros de poder en el mundo que se hagan contrapeso, es muy difícil una América Latina o una Venezuela independiente. De allí se desprende que el primer interés de los países de la región es que pueda abrirse paso plenamente y de forma pacífica la multipolaridad.
PETRÓLEO
Altos funcionarios estadounidenses viajaron a Venezuela para mantener conversaciones con el Gobierno. De acuerdo a la información, el punto central que motivó la gira fue el petróleo, en un momento en el que Estados Unidos sopesaba prohibir las importaciones de Rusia.
La condición no beligerante de Venezuela permite que comercie con todos los países. En 2019, la venta de petróleo a EEUU fue detenida por Washington y no por Caracas. Durante todo este tiempo que han durado las sanciones a Venezuela, EEUU incrementó la compra de petróleo a Rusia, para sustituir el petróleo pesado venezolano. Ahora se plantea una fórmula inversa.
“FINLANDIZACIÓN”
Este planteamiento coyuntural ilustra, traza la silueta de una inédita modalidad de inserción de Venezuela en ese mundo multipolar que está naciendo. Venezuela independiente, con lazos con Rusia, al mismo tiempo se conecta comercialmente con Estados Unidos, sin ser parte de su estructura geopolítica.
No es, por supuesto, lo que tiene en mente Washington para el largo plazo, que aspira a reinsertar a Venezuela en su órbita. Pero el mundo ya no es el de antes, y esta es la ocasión para plantear un nuevo tipo de entendimiento pacífico y ajustado a la nueva realidad.
Se trataría de un acuerdo de cooperación petrolera que respete nuestra independencia económica, política y a la FANB. Tal vez pudiera llamársele una “finlandización” en el Caribe. ¿No es aceptable? En todo caso, las viejas configuraciones no son viables y lo acertado es explorar nuevas formas de relacionarse en un mundo multipolar.