Una transición verde que no deje a nadie atrás: propuesta de líderes mundiales
Estamos trabajando en forma urgente para combatir la pobreza y las desigualdades. Se calcula que en los últimos tres años unos 120 millones de personas han sido arrojadas a la pobreza extrema (https://bit.ly/3Jwtqm2), y todavía estamos lejos de alcanzar (https://bit.ly/3JtGatw) los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas en 2030. Por eso, tenemos que poner a la gente en el centro de nuestra estrategia para aumentar el bienestar humano en cada lugar del planeta.
Queremos un sistema que responda mejor a las vulnerabilidades y necesidades en materia de desarrollo (agravadas ahora por los riesgos climáticos) que pueden debilitar todavía más la capacidad de los países para eliminar la pobreza y lograr un crecimiento económico inclusivo. El cambio climático generará desastres cada vez mayores y más frecuentes, con impacto desproporcionado (https://bit.ly/3pt5KIh) sobre las poblaciones más pobres y vulnerables del planeta. Estos desafíos atraviesan fronteras y plantean riesgos existenciales a las sociedades y a las economías.
Queremos un sistema que haga más por el planeta. La transición a un mundo de emisión neta cero
y los objetivos del Acuerdo de París (https://bit.ly/3CNFT0V) sobre el cambio climático ofrecen a esta generación una oportunidad para destrabar una nueva era de crecimiento económico sostenible en todo el mundo. Creemos que una transición ecológica justa que no deje a nadie atrás puede ser una poderosa fuerza para aliviar la pobreza y sostener un desarrollo inclusivo y sostenible. Para que todos los países puedan aprovechar esta oportunidad, se necesitan inversiones a largo plazo en cada lugar. Y tomando como inspiración el histórico marco mundial Kunming-Montreal de la diversidad biológica (https://bit.ly/3Jqd1PN), también necesitamos nuevos modelos económicos que reconozcan el inmenso valor de la naturaleza para la humanidad.
Estamos convencidos de que la reducción de la pobreza y la protección del planeta son objetivos convergentes. Debemos priorizar una transición justa e inclusiva para que las personas más pobres y vulnerables puedan acceder a todos los beneficios de esta oportunidad, en vez de tener que enfrentar la mayor parte de los costos. Sabemos que los países tal vez deberán seguir sendas de transición diferentes, compatibles con el límite de 1.5 °C, según sus circunstancias nacionales. No habrá transición sin solidaridad, oportunidades económicas o crecimiento sostenible para financiarla.
Nosotros, líderes de economías muy diversas de cada rincón del planeta, estamos unidos en nuestra determinación de forjar un nuevo consenso global. Usaremos la Cumbre de París para un nuevo pacto financiero mundial (https://bit.ly/3JuqVRe), como un momento político decisivo para recuperar los avances en materia de desarrollo perdidos en los últimos años y para acelerar el progreso hacia los ODS (incluido el logro de transiciones justas). Tenemos una estrategia clara: hay que cumplir los compromisos climáticos y con el desarrollo. Para reducir la pobreza, fortalecer la salud, la educación y la seguridad alimentaria, y enfrentar el cambio climático y la pérdida de diversidad biológica, hay que priorizar el uso de donaciones y préstamos a tasas preferenciales (a menudo denominados fondos concesionarios
).
Luego hay que poner préstamos a largo plazo a disposición de los países de ingresos medios para promover la inversión sostenible en la resiliencia económica, social y física. En línea con la Agenda para la Acción de Adís Abeba (https://bit.ly/3NIwb66), sabemos que hay que aprovechar todas las fuentes de financiación, lo que incluye las ayudas oficiales al desarrollo, los recursos locales y la inversión privada.
El primer paso para poner en práctica ese consenso es cumplir los compromisos financieros ya existentes. Hay que alcanzar las metas colectivas de financiación para el clima en 2023. También hay que hacer realidad nuestro deseo global compartido de alcanzar 100 mil millones de dólares en aportes voluntarios para los países que más lo necesitan, mediante una recanalización de derechos especiales de giro o aportes presupuestarios equivalentes.
Ningún país tendría que esperar años a que se le conceda un alivio de deuda. En esta cuestión, necesitamos más cooperación, y cooperación más ágil, para los países de ingresos bajos y medios por igual. El primer paso es concluir lo antes posible el logro de soluciones para los países con problemas de sobrendeudamiento.
Es alta prioridad continuar una ambiciosa reforma del sistema de bancos multilaterales de desarrollo, aprovechando el impulso actual que existe en tal sentido. Estamos pidiendo a los bancos de desarrollo que tomen medidas responsables para potenciar el uso de los recursos que ya tienen a su disposición y para aumentar la capacidad de financiación y la movilización de capital privado, usando metas y estrategias claras en lo referido a los aportes financieros privados y a la movilización de recursos locales. Pero aunque estos recursos financieros son esenciales, la reforma no es sólo una cuestión de dinero: también tiene que producir un modelo operativo más eficaz en el que los países tengan un papel rector.
También necesitamos que los bancos de desarrollo trabajen juntos como un ecosistema, en estrecha cooperación con otras agencias públicas y fuentes de financiación verticales optimizadas, y donde corresponda, con filántropos, fondos soberanos, financistas privados y la sociedad civil, para producir el mayor impacto. Una vez logrado esto, podremos considerar aumentos de capital allí donde podamos generar el mayor impacto y fortalecer la capacidad institucional de cada organización.
La tecnología, la capacitación, la sostenibilidad y la inversión pública y privada tendrán un lugar central en nuestras alianzas tendientes a promover la transferencia de tecnología y el libre flujo de talentos científicos y tecnológicos y contribuir a una economía inclusiva, abierta, justa y no discriminatoria. Promoveremos una agenda de inversión sostenible e inclusiva en las economías en desarrollo y emergentes, sobre la base de la creación local de valor económico agregado y la transformación local, por ejemplo en las cadenas de valor de los fertilizantes. Este enfoque integral demandará la incorporación de nuevas métricas a los instrumentos de rendición de cuentas actuales.
En la búsqueda de nuestros objetivos, la financiación pública seguirá siendo esencial. Debemos comenzar por fortalecer los instrumentos con que contamos (la Asociación Internacional para el Desarrollo, los fondos fiduciarios del FMI para el crecimiento y la lucha contra la pobreza y para la resiliencia y la sostenibilidad, el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, el Fondo Verde para el Clima y otros canales de financiación concesionaria de nuestros bancos, así como el Escudo Global contra los Riesgos Climáticos). Pero reconocemos que para lograr nuestros objetivos climáticos y de desarrollo (incluido en esto la lucha contra el hambre, la pobreza y la desigualdad), adaptarnos al cambio climático y evitar, minimizar y enfrentar pérdidas y daños, se necesitarán nuevas fuentes de financiación innovadoras y sostenibles, por ejemplo la recompra de deuda, el compromiso de los sectores que prosperan gracias a la globalización y mercados más fiables para el intercambio de créditos de emisiones de carbono y diversidad biológica.
Es prioritario aumentar la resiliencia por medio de un conjunto integral de instrumentos financieros. Necesitamos una red de seguridad global más fuerte, basada en soluciones acordadas de antemano, para adaptarnos a los impactos del cambio climático y mitigarlos, sobre todo una vez producidos los desastres. Esto implica mecanismos de prórroga para la resiliencia frente a desastres y en relación con el clima, redes de aseguramiento y financiación para respuesta a emergencias (incluido un modelo de ayuda humanitaria más estable).
Para lograr nuestros objetivos de desarrollo (incluida la mitigación climática) también es necesario aumentar la escala de los flujos de capital privado. Esto exige mejorar la movilización del sector privado, con sus recursos financieros y su poder para la innovación, como promueve el Pacto del G-20 con África (https://bit.ly/46kdiO6). También es necesario mejorar el entorno de negocios, poner en práctica estándares comunes y una adecuada creación de capacidades, y reducir los riesgos percibidos, por ejemplo en los mercados de divisas y de crédito, para lo cual tal vez sea necesario el apoyo público, además del uso compartido de datos fiables. En términos generales, el sistema debe reducir el costo del acceso a capital para el desarrollo sostenible, incluida la transición verde en las economías en desarrollo y emergentes.
Nuestro trabajo conjunto es una cuestión de solidaridad y de acción colectiva, con el objetivo de reducir los desafíos a los que se enfrentan los países en desarrollo y cumplir nuestra agenda global. No dejaremos de buscar avances, y en esto aprovecharemos otros eventos importantes futuros como las cumbres del G-20 en la India y en Brasil, la Cumbre de los ODS y las conferencias de Naciones Unidas sobre el cambio climático (comenzando por la COP28 de este año en los Emiratos Árabes Unidos). En todas nuestras futuras actuaciones y negociaciones internacionales, buscaremos promover acciones concretas que hagan realidad la promesa de los ODS, por nuestra prosperidad, por nuestra gente y por el planeta.
*Emmanuel Macron es el presidente de Francia, Mia Mottley es la primera ministra de Barbados, Luiz Inácio Lula da Silva es el presidente de Brasil, Charles Michel es el presidente del Consejo Europeo, Olaf Scholz es el canciller de Alemania, Fumio Kishida es el primer ministro de Japón, William Ruto es el presidente de Kenia, Macky Sall es el presidente de Senegal, Cyril Ramaphosa es el presidente de Sudáfrica, Mohamed bin Zayed Al Nahyan es el presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Rishi Sunak es el primer ministro de Reino Unido, Ursula von der Leyen es presidenta de la Comisión Europea y Joe Biden es el presidente de Estados Unidos. Publicado en La Jornada