Un sin embargo (a “la concordia y el perdón” a la derecha delincuencial)
J:M.Rodríguez
La derecha golpista va a las elecciones. El gobierno celebra tal cosa. Lo considera un triunfo político. El presidente Maduro felicita a estos extremistas por su regreso la normalidad democrática y el ministro que representa al gobierno en el diálogo con esta banda delincuencial, manifestó que su participación en las próximas elecciones da un gran reconocimiento a todas las garantías electorales que están consagradas en la Constitución… ¡Vaya pal´ carajo!
Esta absurdidad es lo que llaman “realpolítik”, es decir la política pragmática. No hay mejor manera de explicar tal cosa que repitiendo lo que escribió el intelectual revolucionario Pedro Duno, cuando en 1989 nos hablaba sobre el qué hacer político de Alfredo Maneiro, nos decía entonces: aquellos trazos determinados por las circunstancias nunca tenían el depravado y destructor rostro del oportunismo, de ninguno y menos todavía de este que hoy se ha dado en llamar “política política” y que nunca pasa de ser palos de ciego, un agarrar aunque sea fallo, un subir de escalones para luego bajarlos, un andar sin ton ni son, sin norte ni brújula…
Celebrar tal cosa deja al desnudo como un equipo de gobierno, en nombre de la razón de Estado, un eufemismo de aquel “el Estado soy yo”, termina enajenándose de la sociedad. Así lo explicaba Marx: al enajenarnos de nuestro ser social, nos enajenamos también lógicamente de la sociedad, es decir, de los demás seres humanos… Esa forma de entender la política explica que se haya dejado actuar libremente, apostando a su inevitable agotamiento, a los extremistas de derecha que cometieron todo tipo de fechorías y que, como agentes de gobiernos enemigos, lograron que se bloqueara nuestro país.
El costo que ha tenido que pagar la sociedad venezolana ha sido enorme, potenciado terriblemente por la pandemia. Así se dejó de lado, no sólo el avance al socialismo, también el simple y normal funcionamiento del país. Resultaba obvia la debacle de una política económica que sigue apoyada en la yunta imposible del empresariado privado y el poder estatal. Igualmente pasó con el sector salud, cuenta el propio gobierno que han sido más de 40 mil los fallecidos por ausencia de medios para salvarlos.
Peor ha sido con la educación, que es el verdadero motor del desarrollo, se dio un cierre virtual a las universidades nacionales que, sin profesores quedó en manos de la voluntad de un funcionariado interno frustrado y mal pagado, de igual manera en los niveles primarios y de bachillerato.
Y como si fuera poco, el Estado de Derecho y de Justicia dejó de funcionar. Se guardó en el limbo las responsabilidades que acarrean los delitos penales cometidos por esa derecha extremista: asesinatos, magnicidios frustrados, invasiones armadas, robo de bienes nacionales, y aún peor, traición a la patria al aliarse con gobiernos extranjeros para doblegar por hambre al pueblo venezolano. ¿Cómo podemos celebrar nada?
Es por eso que hablo de enajenación. No me refiero sólo a aquellos que están en los altos cargos del Estado, también hablo de los que han sido compelidos a rendirle culto a esa política. Todos ellos, embargados de un narcisismo estúpido se ven a sí mismos como la excelsa vanguardia de una imaginada revolución que marcha de triunfo en triunfo. Son además tan capaces y autosuficientes, que se rotan en cualquier cargo sin importar experiencias y competencias. Lo llaman también disociación sicótica.