Un juicio político a Bolsonaro sólo solucionaría un problema a la derecha
Juraima Almeida
Comienza a difundirse en los medios políticos y en las redes sociales brasileños la idea del juicio político al presidente Jair Bolsonaro, lo que, según algunos analistas sería un pésimo negocio para quienes desean cambiar de ruta en el terreno económico, político y social, ya que sólo solucionará un problema de la derecha.
La agencia financiera estadounidense Bloomberg señaló que “en los pasillos de Brasilia se habla de renuncia o incluso de juicio político, un proceso que derrocó a Dilma Rousseff hace apenas tres años, pero esto no es una señal de conspiración activa, sino más bien de frustración con un presidente que no quiere o no puede participar en política.”
Kim Kataguiri, diputado del Partido Demócrata de Brasil, señaló que “existe la posibilidad de votar por una destitución, es una palabra que debe ser considerada”. Mientras, el analista y académico Gilberto Maringoni señala que Bolsonaro superó todos los límites del civismo y la convivencia democrática, después de sus declaraciones sobre el asesinato de Fernando Santa Cruz. “Su gobierno significa la propagación de la barbarie y la brutalidad en la vida social”, añadió.
Bolsonaro se ha convertido en una carga para la derecha tradicional, que si bien tiene el mismo proyecto económico,difiere en la acción política. Cree posible dar curso a la agenda privatizante de desmonte, entrega y desnacionalización del Estado y de las riquezas nacionales actuando de forma más civilizada en la mies institucional.
La secuencia de falsedades, perjuicios y sarcasmo de Bolsonaro explotó el lunes, cuando arremetió contra el periodista Glenn Greenwald y luego contra Felipe Santa Cruz, presidente nacional de la Orden de los Abogados de Brasil.
Agresivamente, recordó que se trata del hijo de Fernando Santa Cruz, militante de la resistencia a la dictadura, desaparecido tras ser detenido en 1974, en pleno auge de la dictadura. ‘Si él quiere, le cuento lo que ocurrió con el padre. Cuento la verdad sobre su padre. Él no querrá oír, pero cuento’.
Las reacciones a lo dicho por el presidente fueron inmediatas, y todas absolutamente negativas. Por la tarde Bolsonaro suspendió un encuentro con el ministro francés de Relaciones Exteriores y prefirió aparecer vía redes sociales con su peluquero cortándole el pelo en el despacho presidencial. y contó, entonces, que fue muertos por sus compañeros de organización: “Lo supe de militares que sabían”, dijo.
Bolsonaro se va aislando de parcelas de su base política. Incluso Juan Dória y Miguel Reale, militantes de la extrema derecha, se manifestaron duramente contra el presidente. Con ellos están todos los grandes medios de comunicación y los representantes del gran capital (alta finanzas, agroindustria y lo que queda del sector productivo).
Buscan preservar la reforma previsional, el desarmado general del Estado con la privatización de varias empresas estatales y de las universidades públicas y el vaciamiento de los servicios públicos en favor de la especulación financiera
El desgaste de Bolsonaro y de Sergio Moro y sus cómplices y seguidores puede crear ruidos en las negociaciones en el Congreso para el progreso de esta agenda destructiva y, entonces, quitar al presidente de la escena, a través del juicio, es una maniobra que entra también en el radar del conservadurismo ultraliberal, indica Maringoni.
El analista advierte que no hay la menor posibilidad de que el juicio cambie la correlación de fuerzas en favor de los sectores populares o sirva de obstáculo al progreso de la agenda ultraliberal. Cae el capitán Bolsonaro y es sustituido por su vice, el general Hamilton Mourão.
Es necesario no trivializar la institución del juicio. Su uso en situaciones dudosas tiende a ponerlo como solución mágica para todo. En esta situación, ningún gobierno de izquierda sobrevivirá más de seis meses, en caso de que contraríe los intereses de las clases dominantes.
La izquierda debería centrar su fuego en lo que importa, la agenda reaccionaria, y valerse del desgaste de Bolsonaro y de su ministro de Justicia para tratar de impedir la continuidad de la hecatombe en su aspecto principal. Es hora es de radicalizar y movilizar para lo que es esencial en esta guerra asimétrica y no dispersar fuerzas en lo que es accesorio, sostiene Maringoni.
Una nueva masacre
La masacre de la cárcel paraense de Altamira, muestra el fracaso del Estado policial que intenta construir el gobierno de Jair Bolsonaro. Al menos 57 presos fueron asesinados, 16 de ellos decapitados, tras la rebelión ocurrida en un reclusorio de Altamira, en el norteño estado de Pará, en el episodio más violento en las cárceles de Brasil en lo que va del gobierno de Jair Bolsonaro, tras el ocurrido en mayo, que dejó 55 víctimas en Manaus, capital de Amazonas.
El lunes 29 de julio, en el Centro de Recuperación de Altamira, en el extremo oriental de la Amazonia –convertido en corredor de drogas colombianas destinadas al mercado europeo y estadounidense-, fue el campo de disputa de entre facciones que devino en una masacre de la cual salió “victoriosa” el autodenominado Comando Clase A, una organización que, según los medios, cuenta con la presencia y/o connivencia del paramilitarismo de Pará.
Cinco horas después del motín, se viralizó un video grabado en celular, donde unos hombres festejaban la carnicería pateando lo que al parecer eran las cabezas de sus enemigos, los del Comando Vrmelho, banda rival con la que disputan las rutas de cocaína en esa región amazónica.
Los ejes del gobierno
.El sociólogo Emir Sader señaló los ejes sobre los que gira el gobierno de Bolsonaro: la construcción del estado policial que lideriza el juez y hoy ministro de Justicia Sergio Moro, el ultraneoliberalismo del ministro de Economía Paulo Guedes (que garantiza el apoyo del gran empresariado y de los voceros del neoliberalismo, incluida la prensa hegemónica), y el apoyo de los militares, que cuentan con cargos importantes en su gobierno, a falta de un partido.
Transversalmente, Sergio Moro se encargó de ubicar la Operación (supuestamente anticorrupción) Lava Jato como política de Estado, para afianzar el estado policial, criminalizando y acusando de “terroristas” a los movimientos sociales, a los partidos de izquierda, a asociaciones del campo popular, a personalidades de izquierda, que según el discurso oficial atentarían contra la sacrosanta propiedad privada, con el único objetivo de impedir el retorno al gobierno del Partido de los Trabajadores.
Mientras, el gobierno neoliberal avanza en la destrucción de la democracia, la judicialización de lo político, la privatización del patrimonio público, la liquidación de los derechos de los trabajadores y el congelamiento de los recursos para políticas sociales, atendiendo a los intereses del capital financiero, añade Sader..
El debilitamiento por las denuncias del portal The Intercept menoscaba el proyecto de Moro, que tras un nuevo viaje a Estados Unidos presentó al Congreso un paquete de duras medidas represivas que difícilmente sea aprobado, y decretó la expulsión del país del periodista de The Intercept, Glenn Greenwald, que había revelado las conversaciones delincuenciales entre fiscales y jueces del Lava Jato.
Jair, el bárbaro
El periodista y escritor Eric Nepomuceno recopiló algunois disparates de Jair Bolsonaro en la presidencia, arrancando con su aseveración que “el periodo militar (nunca habla de la dictadura que duró de 1964 a 1985) cometió algunos errores. Torturar fue un equívoco: deberían haber fusilado a por lo menos unos treinta mil, empezando por (el expresidente) Fernando Henrique Cardoso’.
O cuando se dirigió a una diputada, diciendo “‘no te estupro porque no lo mereces”, o al confesar que utilizaba el auxilio vivienda a que todo diputado tiene derecho ‘para comer gente’, en referencia a pagar prostitutas. O cuando dijo que prefería un hijo muerto a un hijo gay. La lista de ejemplos sigue y es casi infinita, dice Nepomuceno.
“En todos esos días no hizo más que dejar en evidencia lo que los mínimamente informados sabían: Jair Bolsonaro es un descerebrado que no tiene absoluta idea no solo de lo que es presidir a una nación, como tampoco las reglas que determinan la liturgia del cargo que ocupa” ni de lo que es la convivencia social, e ignora cualquiera de las bases más elementales de educación.
Por si fuera poco, sus relaciones con la realidad son prácticamente inexistentes. De ahí que ahora se hable de juicio político, una forma –quizá- para que la derecha se atornille al poder.
* Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)