Turquía y los kurdos: un posible acuerdo
Immanuel Wallerstein
Parece que existe ahora una posibilidad real de llegar a un acuerdo entre el gobierno turco y el Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo), que pondría fin a la fiera lucha que data cuando menos del momento en que se estableciera la República Turca en 1923.
El punto ha sido bastante directo desde un principio. En la ola del colapso del imperio otomano, un grupo de nacionalistas turcos, encabezados por Mustafá Kemal (Ataturk), tomó el poder y estableció una república laica, cuyas fronteras incluían esencialmente las áreas conocidas como Anatolia y Tracia. Como la mayoría de los nacionalistas, al asumir el poder el grupo era jacobino en su ideología. Habían establecido una república de los turcos y básicamente sólo para los turcos.
Los conflictos étnicos con los armenios son bien conocidos y, por supuesto, están sujetos a un debate interminable acerca de lo que en realidad ocurrió. Hoy, casi todos los analistas en el mundo piensan que la versión armenia de esta historia es más cercana a lo ocurrido y consideran que en efecto tuvo lugar un proceso de limpieza étnica.
Las poblaciones hablantes de kurdo se encuentran hoy en cuatro Estados diferentes –Turquía, Siria, Irak e Irán. Los nacionalistas kurdos han buscado conseguir durante mucho tiempo alguna suerte de Estado kurdo combinando los grupos existentes en los cuatro Estados. Hasta ahora, este intento no ha tenido éxito y los nacionalistas kurdos en los cuatro países han reorientado sus objetivos hacia lograr una autonomía significativa al interior de cada uno de los cuatro Estados.
En el caso de Turquía, los hablantes del kurdo se concentraron en la esquina sudeste del Estado turco. En 1976, la bandera del nacionalismo kurdo la asumió el PKK, que se presentaba así mismo como un movimiento marxista-leninista listo a involucrarse en una insurrección contra el gobierno turco, que no estaba dispuesto a otorgar ningún derecho político, cultural o lingüístico a los hablantes del kurdo. De hecho, el gobierno turco se negó a reconocer la mera existencia de los kurdos, nombrándolos turcos de las montañas. Se desató una lucha militar continuada entre el gobierno turco y el PKK.
En 1999, el líder del PKK, Abdallah Ocalan, fue capturado por el gobierno turco con la ayuda de la CIA. Se le sometió a juicio por traición y terrorismo, y se le condenó a muerte. La sentencia se conmutó después a cadena perpetua y aislamiento total en una prisión isleña. Desde entonces, la visión del mundo que tenía Ocalan evolucionó. Dejó de creer que el marxismo-leninismo debería organizar la ideología del PKK. Durante ese mismo tiempo, varios grupos del PKK continuaron la lucha armada.
En 2002, un partido político islamita, hoy conocido como AKP, llegó al poder en Turquía, derrocó a los nacionalistas laicos que habían dominado por largo tiempo el Parlamento y hostigó a los líderes militares que estaban comprometidos con un estricto secularismo. El líder del AKP, Recep Erdogan, ha logrado ganar tres veces consecutivas las elecciones, con lo que el AKP parece ahora seguro en el control político del Estado.
Para sorpresa de todo mundo, en 2012 Erdogan comenzó negociaciones (en un inicio secretas) con el PKK y, por tanto, con Ocalan. Ambos bandos han estado debatiendo lo que podría ser una resolución aceptable del conflicto y de las diferencias mantenidas por largo tiempo en torno a los derechos kurdos y su autonomía. Lo que parece haber impelido este intento por arribar a un arreglo político es la sensación que ambos lados comenzaron a tener de que ninguno era capaz de ganar la lucha armada claramente. Como en otras guerras civiles, el elemento del cansancio comenzó a impulsar a las fuerzas rivales a considerar algún tipo de arreglo.
Los compromisos siempre son dolorosos y siempre hay militantes que los encuentran inaceptables. Las preguntas estándar son qué es lo que cada bando obtendría en el acuerdo en perspectiva y el grado en que podrán contar con el respaldo de su base política.
Con el fin de avanzar, Turquía debe adoptar una nueva Constitución. El AKP está ansioso de expandir considerablemente el poder del presidente, a lo que los otros partidos se oponen.
El PKK está ansioso de incluir en esa nueva Constitución varias cláusulas que reconozcan a los kurdos como un pueblo con derechos iguales a los de los turcos. El PKK quiere alguna formulación en la Constitución que reconozca a los kurdos como pueblo cofundador de la moderna Turquía.
Un punto difícil de resolver en detalle es el cese de las hostilidades. El gobierno turco y el PKK han accedido a la retirada de las fuerzas armadas del PKK hacia la región autónoma kurda en Irak. Esta retirada ya comenzó. Pero no existe aún un desarme, y las unidades del PKK no intentan desarmarse hasta no ver que se logre un progreso más concreto. La posibilidad de que a Ocalan se le permita remitir su custodia actual a su propio hogar en Turquía está en discusión y parece probable.
Lo urgente para el PKK, y un logro significativo, sería el reconocimiento de los derechos kurdos, aunque el término autonomía no quedara incluido. Lo urgente para el AKP es que si adoptar una nueva Constitución tiene que alcanzar el 75 por ciento necesario en el Parlamento y para ello podría requerir los votos del miembros kurdos del Parlamento.
Así que, entre tanta precaución y sospechas mutuas que no han cesado, ambos bandos se acercan significativamente a un arreglo. Con alguna dificultad, Ocalan podría pactar con sus bases los arreglos en perspectiva. Si el arreglo sigue avante, los kurdos lograrán derechos culturales y lingüísticos. Seguirá por verse qué tanto mejora la situación económica de los kurdos ordinarios.
Traducción para La Jornda, de Ramón Vera Herrera