Sobre el Estado y el poder, a propósito del libro de Aharonian

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Néstor Francia|

En una muy buena entrevista que le hiciera Ernesto J. Navarro para RT en español al conocido periodista e investigador Aram Aharonian, sobre las argumentaciones que este expone en su libro “El progresismo en su laberinto”, recientemente publicado en Argentina, podemos leer muy interesantes opiniones, que atañen a la situación y al destino de la Revolución Latinoamericana.

Según Aharonian, el objetivo era “la construcción de nuevas sociedades, pero no se logró avanzar en eso… la anterior fue una década desesperada en muchos países latinoamericanos, porque en lugar de las nuevas sociedades, nos quedamos solo en una redistribución del bienestar”.

Esto es claro para nosotros desde hace mucho tiempo. No solo es el hecho de que sobre todo nos hemos quedado en esa redistribución del bienestar, sino que al colocar simbólicamente tal logro como fin último de la revolución, y al actuar a menudo solo en función de ello, hemos generado el fenómeno del clientelismo y limitado la concientización político-ideológica de amplias capas del pueblo.

A veces la excesiva ponderación de los beneficios materiales, sin acompañarla de contenidos profundos de carácter estratégico, ha dado como resultado que muchos hombres y mujeres que nos granjean su apoyo, nos den la espalda apenas asoma en el horizonte una época de vacas flacas. Aharonian opina, al referirse a los gobiernos que se asumen de izquierda en Latinoamérica, que estos “no han sabido vender esperanza” y que cuando hacen promesas, en un marco electoral, se quedan en exponer “lo que les dimos en estos cinco, diez o quince años, y no hay mensajes de esperanza para construir un futuro mejor, sobre todo para las nuevas generaciones”.

Nosotros opinamos que esto tiene que ver con el hecho de que hay tendencias conservadoras, en el seno de la izquierda, que son muy fuertes e influyentes en el aparato del poder político, y que no se trata solo del carácter del mensaje, sino sobre todo del ritmo que se da en los avances hacia la construcción de estructuras realmente revolucionarias al nivel del Estado.

A esto último se refiere también Aharonian cuando afirma que “lo más grave es un dilema sobre si nuestros países transitan hacia el fortalecimiento del sistema republicano, o si deben ayudar a que se derrumbe”. Para él, tal sistema republicano (que también podríamos llamar “democracia” representativa, régimen burgués o Estado burgués) “oculta un poder fáctico que está mucho más allá del gobierno formal… la izquierda llega al gobierno y generalmente no consigue el poder”.

El problema, en nuestra opinión, es que algunos, en el campo revolucionario, son tímidos (o interesados por conveniencia) a la hora de considerar la posibilidad de verdaderos cambios revolucionarios, radicales, en la estructura del Estado burgués que contribuyan a su transformación en Estado comunal, popular, y al objetivo estratégico de la extinción del viejo Estado, meta que fue fijada expresamente por Chávez. Finalmente estas posiciones conservadoras terminan reforzando y prolongando el dominio del Estado burgués, acaso el más pesado fardo que arrastra la Revolución.

¿Cuál era el planeamiento estratégico original de Chávez con relación al carácter del Estado y sobre el tema del poder? Citemos, relativamente en extenso: “Determinar quién ejerce el poder y como lo ejerce es el principal problema político en toda sociedad…la relación entre la masa y los órganos del poder constituye la clave para la instauración y conservación, sin degeneraciones ni engaños, de un régimen donde el pueblo en todo momento sea la fuerza dirigente. En los niveles primarios, el barrio, el municipio, la ciudad, los órganos del poder serán creados por la propia masa. La masa solo podrá crear órganos de poder de abajo a arriba, con facultad soberana, cuando una crisis, que la sacuda y al mismo tiempo pulverice las estructuras hoy existentes, haga ineludible la insurgencia de civiles y militares concertados para la salvación de la patria.

Este camino juntara a campesinos, obreros, estudiantes, medianos y pequeños empresarios, intelectuales, la masa de la nación, para ejercer ella, sin intermediarios y bajo su vigilancia, las potestades soberanas del Estado. Tendremos un Estado Popular, sometido hasta en sus órganos más altos a la fiscalización de la masa…tendríamos una democracia directa en la que la masa escrutará al poder para hacer efectivo su control sobre él y asegurar el curso fidedigno al interés popular de toda la política nacional” (Proyecto de Declaración Programática MBR-200, publicado por MINCI, 2007).

Nosotros nos comprometimos, en nuestra campaña electoral, a presentar ante la Asamblea Nacional Constituyente propuestas radicales que apunten hacia ese concepto original de Chávez, con elementos novedosísimos, como la eliminación de la figura antiquísima del Alcalde y los cabildos, y su sustitución por el Concejo Municipal Popular, construido de abajo hacia arriba. Así lo hemos difundido y lo seguiremos haciendo, aunque nuestra expectativa de que se aprueben ideas de este tenor radical no es alta.

Pero al menos trataremos que entren en el debate, para ir confrontándonos con las posiciones conservadoras que actúan en el campo revolucionario. Seguiremos promoviendo esas ideas sin prisa pero sin pausa. La auténtica transformación revolucionaria del Estado no puede ser sino producto de una lucha que recorrerá un largo y sinuoso camino. Aharonian toca en la entrevista otros temas de gran interés, como el comunicacional, el cultural y la importancia de la defensa de la Revolución Bolivariana.

Acaso los abordaremos en otros Análisis. Por lo pronto trataremos de ponerle mano, lo más pronto posible, a esta publicación con la firma de Aharonian, que promete una lectura aleccionadora.