¿Seguir en esta Unión Europea vale la pena?
Después de darse una prórroga de 48 horas, el Eurogrupo ha aprobado las tres medidas que estaban sobre su mesa el martes pasado, ahora con algunos matices que no sirven para ocultar que el el acuerdo es tardío, insuficiente e inadecuado. Lo acordado por los ministros de economía y finanzas en esta última reunión es lo siguiente:
– Utilizar un fondo de garantías del Banco Europeo de Inversiones por valor de 200.000 millones de euros para facilitar que se le concedan créditos puente (provisionales) y otros tipos de ayudas crediticias a las empresas.
– Dedicar hasta 240.000 millones de euros a préstamos concedidos por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) con el único requisito de que se dediquen a «apoyar la financiación nacional de los costos relacionados con la atención médica, la cura y la prevención directa e indirecta debidas a la crisis del COVID 19» y por una cuantía máxima del 2% del PIB del país solicitante.
Una vez que termine esta crisis, los préstamos que se soliciten estarán sujetos a las estrictas condiciones habituales de ajuste y estabilidad presupuestaria.
– Conceder hasta 100.000 millones de euros, aprovechando el presupuesto de la UE en la mayor medida posible, en préstamos de asistencia financiera de carácter temporal para «proteger el empleo en las circunstancias específicas de emergencia de la crisis COVID-19».
Me cuesta trabajo ser cansino y tener que repetir otra vez lo mismo que vengo diciendo sobre las decisiones de los líderes europeos. Pero si le dedico tiempo de un Viernes Santo a criticarlos es porque tengo la convicción de que se están equivocando.
Parece que no se dan cuenta de la gravedad de lo que está pasando y de que están poniendo en peligro el futuro de Europa cuando están dispuestos a que Italia y España entre irremediablemente en una gravísima crisis de deuda en los próximos meses. El acuerdo de ayer me parece, como he dicho, tardío, insuficiente e inadecuado por las siguientes razones.
– Además de llegar con varias semanas de retraso debido a las diferencias entre los gobiernos, va a proporcionar demasiado tarde las ayudas porque no se establecen de forma directa a quienes las están necesitando en este momento (los gobiernos, las empresas y los hogares).
Se concederán a través del Banco Europeo de Inversiones, al que deberán recurrir los gobiernos, del MEDE, quien al menos necesitará dos semanas para tener disponibles los fondos que luego deberán llegar a los gobiernos, y porque las ayudas al empleo ni siquiera se sabe cómo van a disponerse.
Se puede justificar en mayor o menor medida este retraso pero lo cierto es que se trata de una falta de diligencia como la que se produjo en la anterior crisis que termina afectando muy negativamente a la recuperación de las economías. Mucho más, teniendo en cuenta la máxima gravedad de la situación económica en la que estamos.
– Las tres medidas implican proporcionar crédito y, por tanto, aumentar la deuda en lugar de aliviar la que necesariamente se está generando cuando los gobiernos hacen frente a un desastre natural como es la pandemia del Covid 19.
Lo que las economías afectadas por la paralización de la actividad necesitan es ayuda directa, líquida, y no préstamos. Unos préstamos, además, que no sólo llegan con retraso y si se es capaz de superar una dificultad tras otra en las oficinas bancarias, sino que, a la postre, van a suponer una sobrecarga más a empresas que ya están en bastantes dificultades y en peligro de cerrar.
– El acuerdo sobre los préstamos del MEDE supone violar la letra del Tratado que lo creó, el cual establece claramente que esos préstamos se dan, no con carácter preventivo y sin condiciones como dicen que se van a dar ahora, sino cuando los países solicitantes se encuentran en graves condiciones macroeconómicas y a cambio de compromisos de ajuste muy rígidos.
Una vez más, como cuando los resultados de los referéndum no convienen o cuando el Banco Central Europeo usa la puerta de atrás para financiar a los gobiernos, los dirigentes de la Unión Europea se saltan a la torera, según les convenga o no, las normas comunitarias. Pero qué casualidad, dicen que no se las pueden saltar -ni siquiera en situación de emergencia sanitaria- cuando se trata de limitar el privilegio bancario como señalaré más abajo.
– El acuerdo moviliza una cantidad de fondos claramente insuficiente. Básicamente, porque la ayuda que podría ir más directamente dirigida a los gobiernos (la del MEDE) se contempla para hacer frente tan sólo a los costes sanitarios, cuando es evidente que el Covid 19 produce otros, quizá mucho mayores, si se quiere evitar que cierren miles de empresas, se multiplique el desempleo y millones de personas se queden sin ingresos.
Al dejar fuera los costes de salvación de las economías y limitarse a los sanitarios, se va a dar lugar a que algunos países, en estos momentos sobre todo Italia y España, se sitúen en una posición de gran riesgo macroeconómico en los próximos meses y, entonces, lo que recibirán no serán ayudas generosas sino un rescate muy oneroso, sobre todo, para la población de menor renta.
Incluso al margen de esta consideración, el volumen de ayuda es claramente limitado si se compara no ya con las que están movilizando otras potencias como Estados Unidos o el Reino Unido sino incluso algunos países miembros de la UE, como Alemania.
– Estas medidas requerirán, en mayor o menor medida según los casos o los países, la intermediación de la banca. Sin embargo, los hechos están demostrando que el sector no está siendo capaz de actuar con agilidad, de adelantarse a las demandas y de satisfacerlas como sería necesario.
A pesar de que es urgentísimo que las empresas reciban las ayudas y el apoyo financiero y a pesar de los incentivos que los bancos europeos están recibiendo del Banco Central Europeo y de los gobiernos, el 3 de abril mantenían inmovilizados 250.850 millones de euros que podrían estar sirviendo para ayudar a miles de empresas.
Y cualquiera que conozca la realidad de las oficinas bancarias sabe los problemas de todo tipo con los que se están enfrentando muchas empresas y trabajadores autónomos cuando solicitan los préstamos.
– Esto último que acabo de señalar es una prueba más de que el canal utilizado por la Unión Europea para proporcionar la ayuda común y los recursos imprescindibles que necesitan sus estados miembros para salvar sus economías no es el adecuado.
En cuanto comenzó a extenderse la epidemia y a manifestarse su magnitud, los dirigentes de la Unión y del Banco Central Europeo coincidieron en que era imprescindible una gran intervención fiscal de los gobiernos para hacer frente al gasto sanitario inmediato y al que era necesario realizar si se quería evitar el cierre de miles de empresas o ir a una larga depresión económica si no se las protegía. Y llevaban razón.
Sin embargo, ha bastado muy poco tiempo para comprobar que esa intervención tendría que ser mucho más cuantiosa de lo que inicialmente se pudiera haber previsto y que los gobiernos van a tener que endeudarse en una gran cuantía para poder financiarla.
Y ahí es donde se está produciendo el gran error de la Unión Europea. Las medidas que está adoptando o aumentan la deuda de las empresas o la de los gobiernos o la de ambos. En cualquiera de los casos, en beneficio de la banca privada. No ayudan sin aliviarla, como habría que hacer y como se podría hacer si se quisiera.
Algunos gobiernos europeos se han opuesto a adoptar medidas mancomunadas para hacer frente a la situación porque no desean asumir la deuda que generen los demás y eso es comprensible, pero es que no se trata de eso. Se trata de gestionar mancomunadamente toda la deuda que es inevitable que se produzca a causa de la pandemia, asumiendo cada uno su cuota parte, mas tratando de reducir sus costes globales. No ya por el ahorro que eso suponga sino porque una crisis de deuda en Italia o España (y mucho más si es de los dos al mismo tiempo) no sería como la de Grecia sino algo mucho más peligroso para la estabilidad de todos los países miembros y para la Unión Europea en su conjunto.
Esta estrategia inteligente, consistente en asumir cada país su responsabilidad pero gestionando la deuda de todos los países miembros conjuntamente, puede llevarse a cabo a través de dos posibles vías. Una más cara y lenta y otra mucho más barata y efectiva.
La primera fórmula es emitiendo cualquier tipo de bonos mancomunados que, como he dicho y en contra de lo que se puede creer, no tienen por qué suponer una misma carga ni responsabilidad para todos los países. Otra (que incluso podría ser complementaria de la anterior) es que el Banco Central Europeo financie directamente la deuda, es decir que proporcione el dinero que necesitan los gobiernos, naturalmente bajo el control y el seguimiento necesarios para evitar cualquier efecto colateral adverso.
Es cierto que esto último podría producir alguna subida de precios, pero también se va a provocar inflación y quizá en mayor medida si se cierran miles de empresas y se rompen las cadenas de suministro por no actuar rápidamente y con suficientes recursos. Y, en todo caso, el coste de esa posible inflación sería mucho menor que el que llevará consigo la mala y retardada actuación que hasta ahora están llevando a cabo las autoridades europeas.
La conveniencia de que los bancos centrales, en nuestro caso el BCE, intervengan directamente para proporcionar ayuda directa a los gobiernos (o incluso a las empresas y familias) la defienden cada vez más economistas de todas las tendencias. Ayer se anunció que el Banco de Inglaterra va a financiar directamente al gobierno.
El gobernador del Banco de Francia y miembro del Consejo de Gobierno del BCE, François Villeroy de Galhau, ha reconocido que se puede contemplar la posibilidad de que éste último financie directamente a las empresas. Y muchos otros economistas bastante ortodoxos, como Nouriel Rubini o Gregory Mankiw por citar sólo a dos, están defendiendo que se haga igual con las personas.
De hacer esto (financiar directamente a empresas y hogares) el Banco Central Europeo no sólo estaría salvándo a miles o millones de ellos y evitando la depresión que vendrá con toda seguridad después si eso no se hace, sino que estaría sorteando la prohibición de financiar directamente a los gobiernos, que se fijó en el Tratado de Maastricht para que la banca privada llevara a cabo el que quizá esté siendo el negocio más rentable de la historia.
La Unión Europea no puede correr el riesgo de equivocarse gestionando una crisis sanitaria de la envergadura que tiene la que ha provocado el coronavirus. Se está equivocando y está dando lugar a que cada día más europeos nos preguntemos si realmente vale la pena seguir en una Europa tan torpe y con unas prioridades políticas y económicas tan inmorales. Luego nos dirán que somos populistas.
*Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’