Renzi, Macri y la integración internacional
Federico Larsen |
El primer ministro italiano visitó Buenos Aires en los últimos dos días fortaleciendo el plan de inserción internacional del macrismo. El interés de las grandes potencias por el nuevo gobierno tiene sus costos.
Matteo Renzi y Mauricio Macri parecen hablar el mismo idioma. Si bien los chistes del primero suelen tener más éxito, ambos comparten aquella retórica posmoderna que funda su discurso en principios generalísimos y políticamente correctos, como “la amistad”, “la confianza” o “la integración”. Una suerte de slang juvenil forjado entre copas en los encuentros de los nuevos dirigentes y funcionarios a nivel global, que en los últimos dos días quiso seducir Buenos Aires, durante la visita del primer ministro italiano.
Pero en cuanto a definiciones claras y sustanciales, o gestos de mutuo apoyo en cuestiones sensibles, hubo poco y nada. Por lo menos no públicamente. Motivos sobran. Desde el pre-acuerdo con los bonistas italianos que no aceptaron los canjes de 2005 y 2010, pasando por la negociación del Tratado de Libre Comercio entre Unión Europea y Mercosur, existen una gran cantidad de factores que requerían de una definición pública de los mandatarios, y justamente por eso es que se concretó el tan ansiado encuentro.
La mira puesta en América Latina
Si bien las relaciones diplomáticas entre los dos países han sido históricamente fuertes, desde el punto de vista económico el intercambio en los últimos años ha sido relativamente flaco. Italia explica tan solo el 2,3% del total de las importaciones argentinas, valor que no ha tenido significativas variaciones en la última década, teniendo en cuenta que en 2004 los productos italianos representaban el 2,8% del total ingresado al país. Los bienes de capital para la industria son los de mayor importación desde Italia (alrededor del 80% del total), y justamente con estos empresarios es que se reunió Renzi el lunes pasado.
En cuanto a las exportaciones, a Italia sólo viajan el 1,4% del total de los bienes argentinos, en su mayoría productos agroindustriales. Sin embargo, el premier italiano entiende que la Casa Rosada puede ser la puerta de acceso para incrementar la relación comercial con el resto del Mercosur, en el cual las empresas con casa matriz radicada en el “Bel Paese” facturan 46 mil millones de euros al año.
En los últimos años el kirchnerismo ha sido uno de los principales obstáculos para la firma de un Tratado de Libre Comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. El gobierno argentino, y en menor medida el de Brasil, se opusieron sistemáticamente a las propuestas europeas para eliminar los impuestos a las importaciones del 87% de los productos de países europeos, que además insisten en llegar como mínimo al 91%. Esto se debe a la falta de competitividad de los pequeños productores sudamericanos frente a la llegada de bienes más baratos desde Europa, subvencionados por la misma UE.
La llegada de Macri al poder en Argentina representó para los líderes europeos una oportunidad para avanzar en este acuerdo que les abre un mercado de más 250 millones de habitantes. Ya en Davos el presidente argentino demostró saber hablar su mismo idioma.
En octubre del año pasado, Renzi visitó Chile, Perú y Colombia. Su antecesor, Enrico Letta, había estado en México en enero de 2014. El primer ministro italiano completó así el acercamiento del país europeo a los integrantes de la Alianza del Pacífico, antes de emprender su gira por los países del Mercosur, que arranca justamente en Buenos Aires. Esto se explica en función de la necesidad de Roma de entablar mayores relaciones con gobiernos proclives a establecer reglas de libre comercio, característica que hoy también incluye al gobierno argentino.
Si bien los negociadores del viejo continente están hoy más concentrados en los términos de un tratado similar pero con Estados Unidos, la visita de Renzi sirvió para acercar el gobierno que era la clave para destrabar la negociación con el Sur de América, como quedó demostrado en la cumbre del Mercosur de diciembre. Y además, profundizar una relación bilateral largamente postergada.
Saldando las deudas
Una de las medidas que mejor cayó en la comunidad italiana en Argentina, fue la suspensión de la pesificación de las jubilaciones que Roma paga a 30 mil trabajadores italianos en nuestro país. Con la llegada de Renzi luego de 18 años de ausencia de un primer ministro italiano en Argentina, muchos italianos residentes terminaron de convencerse del eslogan macrista de “apertura al mundo”, y demonizar la “cerrazón” kirchnerista.
Algo muy parecido sucede en el resto del mundo. La diplomacia internacional mira hoy con ojos atentos el cambio en Argentina, y el macrismo debe dar cuenta de que ese cambio está realmente ocurriendo.
El conflicto con los fondos buitre fue la vitrina elegida. No es casual que la visita de Renzi se concrete a pocos días del pre-acuerdo logrado con la Task Force Argentina que reúne unos 50 mil italianos tenedores de bonos caídos en default. A estos bonistas -en su mayoría estafados por bancos italianos que vendían “tango bond” a precio de remate como inversión segura- Argentina se comprometió a pagar 1.350 millones de dólares, ni bien el congreso derogue la Ley Cerrojo y apruebe la operación.
Hoy es justamente el premier italiano el que pide apostar nuevamente por Argentina. Una Argentina endeudada pero integrada al mundo, que en diez días recibirá a presidente francés Francoise Hollande, y en unos meses el mismísimo Barack Obama. Renzi también prometió una aluvión de funcionarios y emprendedores italianos en los próximos meses, negociaciones bilaterales en los rubros alimentares ferrocarriles e infraestructura -una de las grandes apuestas del macrismo-, además de trabajar más juntos en Naciones Unidas.
Argentina le apuesta entonces a su integración internacional. Aprende otro idioma. Aunque el compás parece marcado por otros.