Preguntas que el Pachamamismo debería responder

ANDRÉS SOLIZ RADA| Raúl Prada Alcoreza (RPA), uno de los voceros del pachamamismo, no pudo explicar la forma en que, después de 500 años, serán delimitados los territorios ancestrales de las 36 naciones precolombinas, reconocidas por la Nueva Constitución Política del Estado (NCPE), como advertí en mi nota “Pachamamismo Eurocéntrico” (Bolpress, 15-11-11).

La respuesta de RPA, titulada “Recreación Anacrónica del Imaginario Desarrollista” (Bolpress, 16-11-11), elude este punto crucial. Recordemos que en sus territorios ancestrales, las naciones indígenas trazarán sus límites y ejercerán su libre determinación, su derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, a su justicia comunitaria y al reconocimiento de sus instituciones, así como su derecho a la gestión autónoma y al uso y aprovechamiento exclusivo de los recursos naturales renovables. Al no existir esa delimitación, Bolivia sufre centenares de conflictos limítrofes entre comunidades, pueblos indígenas, tierras comunitarias de origen, municipios, provincias y departamentos.

El 17-II-10, RPA fue posesionado como Viceministro de Planificación Estratégica del Estado. ¿Cómo concilió su cargo con su propuesta de retorno al Tawantinsuyo, ya que, según sus palabras, los límites geográficos actuales, que deslindan a los nueve departamentos, son una herencia colonial? ¿Plantear el retorno al Tawantinsuyo no implica un andino centrismo absoluto, que desconoce la diversidad geográfica, cultural y poblacional del país? ¿Cómo defender el retorno al Tawantinsuyo y afirmar, al mismo tiempo, que, a su juicio, “la antigüedad de las sociedades andinas se halla enterrada en el olvido”, de manera que el esclarecimiento del tema debe quedar a cargo de la imaginación de los antropólogos?

En su nota, “La Recreación Anacrónica…”, RPA distingue “los actos heroicos de los nacionalismos de la mitad del Siglo XX, entre los que rescata los liderados por Lázaro Cárdenas en México, Perón en la Argentina, Getulio Vargas en Brasil y Ovando en Bolivia, de los nacionalismos del Siglo XXI, “que lo único que hacen es apoderarse de las imágenes de esos procesos soberanos…, sin llevar a cabo las medidas de expropiación de las empresas transnacionales”. Si se rescatan los actos heroicos de los nacionalismos del Siglo XX, ¿no es correcto valorar también a los pensadores nacionales que los impulsaron, como Carlos Montenegro, Augusto Céspedes, Sergio Almaraz, José Ortiz Mercado, René Zavaleta y Marcelo Quiroga Santa Cruz?

A su vez, poner de relieve el aporte de estos y otros pensadores nacionales, ¿no implica, al mismo tiempo, destacar los hechos positivos y negativos de nuestra historia y los esfuerzos por desarrollar la inter subjetividad de los bolivianos a fin de construir el país? ¿No es esta una actitud diferente a la del pachamamismo (del que RPA se aparta en este punto), que condena todo el acontecer histórico nacional, incluyendo el heroísmo de nuestros guerrilleros indo mestizos de la guerra de la independencia? El aporte de nuestros pensadores, ¿no significa, además, que estamos y estuvimos presentes en la formación de bloques regionales, como la Comunidad Andina de Naciones, el MERCOSUR, el UNASUR y el ALBA, cuya estructuración es impensable sin las expresiones nacionales del Siglo XX latinoamericano? ¿Cómo puede ignorarse, por ejemplo, que Perón hubiera sido el primer geopolítico de la América morena, de donde ha emergido el MERCOSUR?

Pero el pensamiento nacional también se siente parte de la contribución a la raza cósmica, que el mexicano José Vasconcelos desarrollara, en 1925, en los siguientes términos: “La raza cósmica es el mestizaje latinoamericano. Es la mayor contribución filosófica de América Latina a la humanidad desde su propia originalidad. Es la matriz de una nueva era civilizadora y esperanza de acabar con las guerras fratricidas, razón por la que debería convertirse en el deber ser de los seres humanos. Es la raza síntesis o raza integral, hecha con el genio y la sangre de todos los pueblos”. La voz de Vasconcelos enfrentaba a la del Conde de Gobineau, que pretendía prolongar la guerra de las razas superiores contra las inferiores (al igual que Huntington, hoy en día), en tanto que el también francés Gustavo Le Bon afirmaba que las mezclas raciales provocan degeneraciones. Gobineau y Le Bon están entre los inspiradores del nazismo.

Latinoamérica ha incorporado, felizmente, las reflexiones del indigenismo, que rescatan la importancia de culturas ancestrales y cuidados ecológicos, en un planeta acosado por la irracionalidad del capitalismo, al que el socialismo latinoamericano anhela también reemplazar, con visión endógena. Esa visión pasa por obligar a las ONG euro céntricas, herederas de Gobineau y Le Bon, a que rindan cuentas de los dineros que reciben de los paraísos fiscales y de transnacionales extractivistas.

El pensamiento nacional y el indigenismo endógeno deberían tener una primera meta común: Conquistar nuestra auto estima como país, como pueblo y como seres humanos. Deberíamos ser capaces de terminar con los donativos de ambulancias, computadoras o carros bomberos ONG o de centros de poder mundial, pero también de convencer a los dirigentes de los ayllus del norte de Potosí de poner fin a las campañas de mendicidad que llevan adelante mujeres y niños de la región, en varias ciudades de Bolivia (Guisela Derpic: “590 Días de Travesía Prefectural”, 2011). La construcción de la identidad nacional es tarea pendiente, que debería nutrirse con los mejores aportes del indigenismo y del socialismo latinoamericano, basado en el nacionalismo defensivo. De esa conjunción depende que Bolivia continúe existiendo.