OPEP: Una ineludible solución de compromiso
Carlos Mendoza Pottellá
La decisión de la OPEP de mantener inalterada su meta de producción para el próximo año puede ser evaluada desde distintas posiciones, de manera abiertamente interesada y contradictoria; unos, evaluándola como una derrota de la voluntad de defender los precios y prediciendo una prolongación en el mediano plazo de las actuales circunstancias de precio, con catastróficas consecuencias para Venezuela y otros, considerando que mantener esa meta en 30 millones de barriles diarios, que de por si implica una reducción de los niveles actuales de la producción conjunta, que se encuentra por encima de los 31 millones, puede convertirse en una señal de que los miembros de la Organización están apostando por una disciplina que les permita estar en mejores posiciones en el mediano plazo. Ambas predicciones puede estar preñadas de los deseos de los predictores y por ello es indispensable intentar un análisis que evalúe, con el menor sesgo posible, todos los factores involucrados
Lo cierto del caso es que esa decisión está enmarcada en una realidad muy compleja, resultado de la confluencia de factores contradictorios que han producido una sobreoferta de crudos desde 2012 y acentuada en lo que va de 2014, llegando a finales de noviembre a una brecha de 1 millón 200 mil barriles diarios. Consecuentemente, los países consumidores han acumulado inventarios que alcanzaron recientemente la cota de los 8.000 millones de barriles, equivalentes a más casi 90 días del consumo global.
Todo ello es el resultado de la creciente producción del petróleo de lutitas de los Estados Unidos, casi 4 millones en los últimos tres años, la recuperación de la producción Libia, que ha incorporado más de 600 mil barriles diarios en el último año y el incremento de la producción saudita desde 11,3 millones de b/d en 2012 a más de 12 a mediados de noviembre de este año. Y esto, frente a lo que la AIE considera factor principal de la caída de los precios: una demanda más débil que la esperada, generada por un también débil crecimiento económico.
Ya para finales de noviembre, en medio del impacto generado por la decisión de la OPEP el 27 de ese mes, las cotizaciones de los principales marcadores se desplomaron aún más, al perforar, en el caso del WTI la barrera de los 70 dólares.
Con todo, los factores generadores de esta evolución no se encuentran solamente en el ámbito de los fundamentos del mercado, una mera relación volumétrica entre oferta, demanda e inventarios. Por el contrario, los rumbos de la especulación financiera, las motivaciones geopolíticas y las perspectivas energéticas globales, son campos donde hay que hurgar para conseguir una mayor fundamentación del fenómeno precio.
La geopolítica, por ejemplo, es la fuerza que mueve a la industria petrolera desde su emergencia como combustible del aparato militar de las grandes potencias desde la Primera Guerra Mundial y la que determinó la imposición de los hidrocarburos líquidos ultra baratos como base de la civilización automovilístico petrolera surgida con el fin de la Segunda. A mediados de los años 70 de Siglo pasado, la “seguridad energética” se convirtió en consigna de los países agrupados en la OCDE, la cual los llevó a constituir un organismo (la Agencia Internacional de Energía) para la defensa de los intereses de los grandes consumidores frente a decisiones de los exportadores agrupados en la OPEP, con políticas de estímulo al ahorro energético, vía eficiencia y la búsqueda de petróleo en cualquier parte del mundo fuera del área de esa Organización..
Desde esa década, los precios del petróleo se mantuvieron en una banda que, salvo oscilaciones ocasionales, vinculadas con incidencias bélicas, no superaron los 30 dólares del barril. Durante todo este proceso se determinó la existencia de crudos que, dados tales niveles de precios, se consideraban “marginales” y, en algunos casos, económicamente no explotables a cabalidad: las arenas petrolíferas de Canadá, los esquistos bituminosos de Colorado, la Faja petrolífera del Orinoco y los petróleos de aguas profundas.
Sólo hace diez años, en 2004, se percibió que la emergencia de dos gigantescos nuevos consumidores, China y la India, hacía insuficiente la producción disponible, porque la persistencia de bajos precios no había estimulado a la inversión para el desarrollo de nuevas áreas y calidades de petróleo. Tal fue uno de los agentes generadores del paulatino y creciente incremento que condujo a la variable que estudiamos a los niveles de prevalecientes hasta junio de este año de cien y más dólares el barril.
Junto con ese movimiento de los precios se produjo la incorporación de los mencionados nuevos petróleos, que desde entonces dejaron de ser marginales y comenzaron a formar parte de la oferta normal del mercado. Uno de esos crudos, el originado en las rocas madres, o lutitas de las áreas sedimentarias norteamericanas, está jugando un destacado papel, por cuanto ha permitido revertir la tendencia a la declinación de la producción de los Estados Unidos, la cual había caído hasta 6 millones de barriles diarios en 2008 y que hoy alcanza una cifra cercana a los 10 millones.
Como ya dijimos, todo ese proceso está mediado por las manipulaciones de distinta índole y sentido de los grandes casinos especulativos de opciones y futuros y las movidas tácticas y estratégicas de los grandes poderes mundiales, en donde no podemos dejar de mencionar la beligerancia de la política norteamericana contra Siria, Irán, Rusia y Venezuela.
Simultáneamente, los conflictos internos en el Medio Oriente, depositario de casi el cincuenta por ciento del petróleo del mundo, tienen una gran diversidad de desencadenantes que se agregan, combinan y contraponen con las políticas de los poderes foráneos, en donde se pueden destacar los enfrentamientos sectarios entre sunitas y shiitas, con su telón de fondo árabe-israelí y la pugna por el liderazgo regional e islámico entre Arabia Saudita e Irán.