¡Madrid obrero saluda a los mineros!

MARIO AMORÓS | Madrid ha vuelto a ser esta noche, esta madrugada, “la capital de la gloria”. Desde las inmediaciones de la Ciudad Universitaria hasta la Puerta del Sol decenas de miles de personas han acompañado y abrazado a los mineros de Asturias, León, Palencia y Aragón que desde el 22 de junio han marchado en dos columnas hacia la capital del Estado.

 

Mario Amorós – Rebelión

Foto: Borja del Valle

Sus compañeros y ellos ya llevan en huelga indefinida casi seis semanas y han hecho frente a la brutal represión policial con ejemplar unidad y combatividad.

Caída ya la noche, cerca de las once y media, las decenas de trabajadores de la minería con sus banderas y sus puños, con sus cascos con las luces encendidas y con sus monos azules de faena, llegaban desde la Universidad Complutense a la calle Princesa, por el estrecho pasillo abierto entre quienes con el puño alzado coreaban consignas como: “¡Viva la lucha de la clase obrera!”, “¡Madrid obrero saluda a los mineros!”, “¡La lucha es el único camino!”, “¡Crear, crear, poder popular!”, “¡Sí se puede!”, “¡No son recortes, es lucha de clases!” o “¡El pueblo unido jamás será vencido!”.

Todos los colores del rojo y del negro se fundieron anoche en Madrid en un crisol que debiera cuajar en algo nuevo. Militantes de Izquierda Unida y del Partido Comunista de España, sindicalistas de CCOO, UGT, CGT y de distintos colectivos obreros de base, banderas del PCPE y de Izquierda Anticapitalista, enseñas republicanas, jóvenes de la UJCE y de los CJC, ciudadanos de todas las mareas, trabajadores de la sanidad con sus batas blancas, jubilados combativos y combatientes, activistas del 15-M, inmigrantes de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, luchadores de todas las batallas perdidas y por ganar, confluyeron desde mediada la tarde en torno a la plaza de Moncloa y a lo largo de todo el recorrido hasta el centro mismo de la ciudad que quiso ser “la tumba del fascismo”. Jamás se vieron tantas banderas revolucionarias junto al “arco de la victoria” erigido por el general que reprimió a sangre y fuego el Octubre asturiano de 1934, por el tirano que tuvo que hacer frente a la valentía de los luchadores de la “huelgona” de la primavera de 1962.

Fueron unas horas de impaciente espera para recibir a quienes laboran en las entrañas de la tierra jugándose la vida, a quienes durante una historia ya centenaria han tejido ahí abajo, en la oscuridad, unos vínculos indestructibles de fraternidad y de orgullosa solidaridad de clase que han sabido transmitir de padres a hijos.

La calle Princesa, la plaza de España, la Gran Vía, la plaza de Callao, la calle Preciados y la Puerta del Sol se han llenado de personas que a lo largo de la madrugada han acompañado a los mineros por todo el corazón de Madrid, que han vuelto a cantar esa hermosa canción que tantos y tantas que jamás hemos bajado a los pozos hemos hecho nuestra en innumerables ocasiones: “En el Pozo María Luisa”.

Hay días que nos acompañan para siempre, que quedan grabados en la historia y en la memoria de las gentes de abajo. Los mineros, con sus rostros demacrados después de 400 kilómetros a pie, con su agradecimiento por el caluroso recibimiento y, sobre todo, con su lucha nos han regalado uno de esos días inmensos, algunos de esos instantes, algunas de esas miradas que sirven para alimentar la esperanza de que aún podemos construir la alternativa necesaria, imprescindible ya, a la barbarie del capitalismo y el inmenso sufrimiento que provoca entre los millones de parados, entre los trabajadores precarizados hasta lo inimaginable, entre quienes les arrebatan su hogar, entre quienes pierden su derecho a la sanidad o a una educación de calidad.

Hoy miércoles, a partir de las 11 de la mañana, recorrerán el centro de Madrid, desde la plaza de Colón hasta el Ministerio de Industria, para advertir a la derecha de que no se van a rendir, para recordarles que la derrota de octubre de 1934 alumbró pese a todo la consigna “Uníos, hermanos proletarios” y abrió paso al Frente Popular, que las huelgas de 1962 impulsaron las Comisiones Obreras y fueron decisivas para la vigorización de la lucha antifascista y para señalarles que junto a ellos caminamos la inmensa mayoría de los trabajadores de un país hundido por un modelo económico y social (asumido por el PP y también –no lo olvidemos nunca- por el PSOE), que ahora amenaza con destruir para siempre las cuencas mineras.

Como han repetido hasta la saciedad, sólo exigen al Ejecutivo que cumpla los compromisos suscritos con el sector, que anule los recortes anunciados porque supondrían el cierre definitivo de las minas y la negación de un futuro de trabajo y dignidad a varias comarcas. Ayer por la tarde, a su paso ante el Palacio de La Moncloa advirtieron al presidente del Gobierno: “Si esto no se arregla: ¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra!”.