Macron sacrifica la democracia en el altar de las ganancias corporativas

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Maxime Doucrot

 Miles de manifestantes de izquierda salieron ayer a las calles en toda Francia para protestar contra el nombramiento del centroderechista Michel Barnier, de 73 años, como primer ministro, reemplazando a Gabriel Attal, de 34,  y denunciar un golpe de fuerza del presidente Emmanuel Macron. El partido de Barnier, Los Republicanos (LR), sólo obtuvo el 6% de los votos en las elecciones legislativas anticipadas del 30 de junio y el 7 de julio.

La alianza izquierdista, vencedora de las elecciones, quería que Lucie Castets, una economista de 37 años, se convirtiera en primera ministra, pero el mandatario francés desechó la idea bajo el argumento de que no sobreviviría a una votación de confianza en el Parlamento dividido.

La primera vuelta de las elecciones parlamentarias francesas del 30 de junio, puso al país ante el abismo por el triunfo del neofascista Reagrupamiento Nacional (RN). Como en ocasiones anteriores en que dicho partido pasó a la segunda vuelta, el resto de las formaciones implementó un cordón sanitario a fin de evitar que la ultraderecha llegara al gobierno y cada organismo retiró a sus candidatos en las circunscripciones en las que uno de sus rivales tenía mayores oportunidades de vencer a RN.

En la segunda vuelta resultó triunfadora la amplia alianza de izquierdas y centristas encabezada por Jean-Luc Mélenchon, Nuevo Frente Popular (NFP). El bloque del presidente Emmanuel Macron quedó en segundo lugar y RN en tercero en cuanto a número de escaños, pero ninguna fuerza obtuvo la mayoría absoluta que le permitiera formar gobierno solo, por lo que se abrió la necesidad de un gabinete de coalición.

Lo lógico sería que la nueva administración estuviera dirigida por la izquierda, sin dejar de lado a la derecha tradicional y a los fundamentalistas neoliberales del presidente, pero éste volvió a demostrar que su compromiso con los grandes capitales está por encima de las instituciones francesas y de la voluntad popular.

Tras casi dos meses de parálisis política, Macron designó como primer ministro a Michel Barnier. Ante su nombramiento, 74 por ciento de los franceses considera que Macron ignoró el resultado de las elecciones legislativas y al apartar a la coalición triunfadora, dio paso un gobierno que sólo puede sostenerse con la aquiescencia de los legisladores neofascistas, que ya suscitó una oleada de protestas en todo el país.

Barnier manifestó  que su política “no será sólo de derechas“, que tiene intención de “escuchar a todo el mundo” y que en su experiencia en las instituciones europeas ha aprendido “la cultura del compromiso”, un día después de que miles de personas secundaran las 150 convocatorias de manifestación en toda Francia para protestar por su nombramiento r como primer ministro, a pesar de la victoria de la izquierda en las elecciones legislativas.

Cabe recordar que Macron sigue en la presidencia pese a que su coalición recogió un magro 23 por ciento de los votos. Se ha caracterizado por la imposición de medidas que atentan contra el bienestar de las mayorías, desmantelan el pacto social que fue fundamento del Estado francés durante décadas, y que favorecen de manera desproporcionada a los dueños de grandes capitales, medidas rechazadas por la inmensa mayoría de la población.

Ya en 2018, había eliminado el impuesto de solidaridad sobre la fortuna que afectaba solo a los poseedores de un patrimonio neto superior a 1.3 millones de euros y que era respaldado por 77 por ciento de los franceses. Asimismo, trasladó el costo del agujero fiscal a los sectores medios y bajos mediante un alza en el precio de los combustibles y el primer intento de reformar el sistema de pensiones, el cual concretó en 2023.

Dicha regresión en los derechos sociales, repudiada por dos de cada tres ciudadanos, se impuso invocando el artículo 49.3 de la Constitución, el cual permite al Ejecutivo pasar leyes sin contar con la aprobación de la Asamblea Nacional. Ese recurso, considerado excepcional, fue empleado más de 10 veces en un solo año bajo sus instrucciones, lo cual ilustra con qué ligereza pisotea la democracia y la división de poderes.

Para los analistas,  en su empeño de continuar su programa económico de transferencia de la riqueza desde abajo hacia arriba, apoyado apenas por menos de una cuarta parte de los votantes, entregó el poder de facto al neofascismo.

Protestas general

La democracia no es sólo el arte de saber aceptar la victoria, sino la humildad de aceptar la derrota, expresó a los manifestantes Jean-Luc Mélenchon, jefe del partido La Francia Insumisa (LFI), al inicio de la marcha en París, cuado instó a sus seguidores a prepararse para la batalla: “No habrá pausa”, prometió.

La Quinta República, el sistema republicano en vigor desde 1958 en Francia, está colapsando.¡Macron, vete; Macron raidor, ¡renuncia; ¡Detengamos la toma del poder por Macron, Macron es la antidemocracia, fueron las consignas que se escucharon de quienes marcharon de la Plaza de la Bastilla a la Plaza de la Nación,

Desde la extrema derecha, Jordan Bardella, presidente de la Agrupación Nacional (AN) advirtió a Barnier que el nuevo gobierno correrá el riesgo de ser censurado si no toma en cuenta las demandas de su partido: Creo que a partir de hoy, Barnier es un primer ministro bajo vigilancia (…) de un partido político que es ahora una parte ineludible en el juego parlamentario, insistió.

Lo que le queda claro a los franceses es que, como todo tecnócrata neoliberal, Macron decidió sacrificar a la democracia en el altar de las ganancias corporativas.

*Analista  francesa, asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)