Los zapatos nuevos de la poesía: El naufragio de la humanidad, de Kintto Lucas
Este libro que hoy presentamos se inicia con dos citas, una de la Divina Comedia y otra de Fausto. Me detendré un momento en la primera, es un terceto de los versos que Dante encuentra inscriptos en la puerta del infierno: Por mí se va a la ciudad doliente/por mí se ingresa al eterno dolor/por mí se va la perdida gente.
El autor de El Naufragio de la humanidad omite citar la sentencia de los versos finales de la inscripción, cosa en la que nos detendremos hacia el final de esta presentación. Por ahora solo diré que esta cita funciona para nosotros del mismo modo que las palabras de la puerta del infierno funcionaron para Dante, como un adelanto de lo que vería una vez traspasado el umbral.
El primer poema de este libro está dedicado a Aylan Kurdi, el niño kurdo que fue econtrado ahogado en una playa de Turquía y cuya imagen dio la vuelta al mundo (¿del espectáculo?)
Un niño no se pone los mejores zapatos / para morir en el mar…pero los niños no deciden naufragar. Aquella fotografía vista por la humanidad es aquí otra imagen que el ojo del poeta mira y describe, cobra otra dimensión al pasar por el tamiz de la poesía. Ya no es ese pequeño cuerpo en la orilla, ahora es esos zapatos nuevos, esa muerte nueva surgida de guerras sin ataúdes/ esos atuendos innecesarios de la muerte, ese niño es todos los niños que no deciden morir en el mar miles de luces en el mar dice el poeta, luces que están ahí para que nos demos cuenta de que la humanidad ya ha naufragado.
En la Divina Comedia las almas de los pecadores son trasladadas por Carón, el barquero, a la otra orilla del Aqueronte donde comienza el infierno. Muchedumbres apiladas esperan subir a la barca. Aquí en este libro, en este mundo, hay miles de africanos apilados en barcazas pero ahora no hay el otro lado del río, aquí el mismo mar es el infierno que se tragará los cuerpos africanos, no hay barquero que los cruce.
En medio de la tragedia el poeta denuncia: los cuerpos flotando son africanos/ pero los papeles que no tienen, ni tendrán, son europeos. La ironía se concentra en estos versos. La denuncia del absurdo más absurdo. Ironía que se irá intensificando a lo largo de los textos, como en el poema Botes donde leemos: Qué bueno que Europa/ restrinja la exportación/ de botes y motores fuera de borda/ a Libia./Qué bueno que Europa sea tan humanitaria/ y combata de una forma/ comprometida/ el tráfico de migrantes/ y qué bueno que los europeos/ no sean migrantes, para finalizar redoblando la carga irónica: qué bueno que todavía existan playas/ aunque los tambores de la muerte/ se escuchen desde la orilla.
Qué bueno, agrego, que estamos a salvo, no somos ellos, los que habrán de naufragar. El mundo se divide entre nosotros y los otros, sí, pero los que no somos los otros ¿estamos a salvo?
Así como Dante ingresa al infierno para mostrárselo a la humanidad y despertarla del adormecimiento del pecado, aquí el poeta parece cumplir la misma función: muestra, exhibe (no como un espectáculo) ese mundo que pertenece a los otros para que lo veamos, no como algo que sucede allá lejos sino para hacernos ver que ese mundo también nos pertenece; también somos los otros porque hay un pueblo, detrás de quienes caen en el mar.
¿Cuál es el pueblo del mar? / ¿Sobre qué ola se sostiene ese pueblo del mar?/ ¿Cuál es la llave del mar? se pregunta el poeta para concluir: Este poema no es llave/ ni ala, ni ola/ este poema no sirve para nada/ ni siquiera llega a ser una botella en el mar….
Y es cierto, un poema no puede evitar la tragedia, la masacre, la injusticia. Un poema no sirve como barca que evite los naufragios, ni siquiera como tabla de salvación. Un poema no puede hacer nada, pero puede hacerlo todo. Porque la poesía no es solo detenerse en el perfume de las flores, en la puesta de sol tras las colinas, no. Un poema puede llevar la muerte en sí como la llevan estas olas del mar movidas por los vientos de la indiferencia. La poesía está ahí para decir lo que no se dice, para mostrar lo que no se ve o no se quiere ver. Y una vez dicho, expuesto, señalado ¿quién será capaz de olvidarlo, de mirar hacia otro lado? ¿Quién ha dejado de ver los círculos del infierno, las sufrientes almas de los pecadores? Aunque no hayamos leído la Divina Comedia, sabemos que hay un cono invertido en alguna parte del centro de la tierra.
En el poema Zaatari la ironía de la que hablábamos antes alcanza un punto altísimo mediante las menciones a los cajeros automáticos, los smartphones, la energía solar alimentando los campos de los refugiados donde la mecánica del capitalismo sigue su marcha inquebrantable y ante la cual se expresa: Eso no es poético, pero es la verdad. Para reflexionar enseguida: ¿qué importa la poesía/ en estos descaminos del desierto. El poema niega su carga poética a la vez que la enuncia porque ¿acaso no es poético el verso: eso no es poético, pero es la verdad? Como si poesía y verdad no pudieran convivir, como si se excluyeran, como si sus caminos fueran opuestos. Sin embargo, a mi entender, aquí se unen, se yuxtaponen y forman un camino único e indivisible porque el poeta elige hacer poesía con la verdad, con su verdad en la que cree y echa andar en quienes lo leen.
Una de las características de la poesía es hacer posible lo imposible, juntar lo que en la lógica del mundo cotidiano no podría juntarse.
En este libro, la elección o la necesidad del autor es hacer poesía con esa verdad evidente que ha visto y está allí para él. La poesía tiene la capacidad de enrarecer las cosas, de quitarle el velo a lo que existe oculto, de desautomatizar a los lectores, de mirar desde otro lado lo que, por mirado siempre, ha dejado de verse o nunca ha sido visto.
La poesía y el poeta echan luz sobre eso que está ahí y de tanto verlo ya no se ve. Y allí radica, según creo, la verdad poética, una verdad que al contrario de lo que podría suponerse aparece más desnuda porque la cubren imágenes y metáforas que lo que hacen es sacer a la luz lo más crudo de ella.
Podría argumentarse que el poeta disfraza con recursos literarios la realidad, pero yo entiendo que se trata de lo contrario. Estos versos son más potentes en cuanto a denuncia que una fotografía. La muerte de un niño en la orilla del mar cabe toda en sus zapatos nuevos, esos zapatos metáfora de una vida que se inicia (mejor dicho, que debería iniciarse) no se ven en la foto, solo el ojo del poeta puede advertirlos y mostrárnoslos, solo a través del poema vemos esos zapatos nuevos y todo lo que ellos connotan y no solo denotan.
Por lo tanto el verso eso no es poético, pero es verdad es, desde mi punto de vista, un hondísimo hallazgo poético. Todo es poético y todo es verdad en tanto es la verdad que el poeta decide ver y mostrar, enrareciéndola, sí, pero haciéndola de ese modo más cierta todavía.
Los sueños se rompen se afirma en este libro casi de un modo sentencioso. ¿Quién rompe el sueño? ¿La realidad? ¿La poesía? El sueño se rompe porque detrás late lo que está oculto tras un velo que la poesía descorre para ver lo que hay allí.
Acaso sea este uno de los motivos por los cuales la poesía es uno de los géneros menos leído, menos atractivo en este mundo que nos incita a la permanente diversión. ¿No supone un riesgo leerla? Sí, porque abismarse a ella es un modo del desencanto, un modo de ver y ya no dejar de ver eso que, como dije antes, de tan visto no se ve. Descorrer los velos es peligroso pero el poema está ahí para acompañarnos en ese des-velamiento, no estamos solos en la poesía. Nos da un golpe y nos derriba, pero es ella también quien nos tiende la mano para levantarnos.
En El naufragio de la humanidad lo crudo se esconde entre los escombros de Dios. Somos como Guadalupe, la misionera cristiana del poema titulado Los escombros de Dios, que todavía no entiende/ cómo surgió la guerra y no alcanza a comprender/ en qué lugar de los escombros está Dios.
Yo creo que este libro no nos convoca, únicamente, para comprender sino para ver y tomar conciencia de este mundo ajeno al que pertenecemos y no nos damos cuenta. No importa ahora cómo surgió la guerra porque la guerra está y eso es lo único cierto. El asombro no es por la causa, solamente, de lo que existe sino por lo que existe en sí. Y aunque conocer las causas siempre es necesario, antes se hace imprescindible ver las cosas, mirarlas para después recorrer el camino que las trazaron. Lo primero es saber que existen y estos poemas nos conducen a un saber que no es el frío y racional de las estadísticas, no, es un saber otro que solo puede emerger de la poesía como un mar que salva y no devora.
Cuando estaba preparando esta presentación, a medida que avanzaba en la lectura de los textos sentía la necesidad de citar versos de cada uno de los poemas, porque acá no hay ningún poema que nos sea indiferente, que no nos apele a pensar y detenernos en sus versos. Por ejemplo en estos: ¿Por qué a los policías de Europa no les gustan los sirios?/ ¿Por qué? Esta pregunta, ingenua en su formulación, es de una profundidad filosófica que nos interpela a pensarla junto al yo que la pronuncia. Es una toma de conciencia del absurdo del que hablaba antes, tan sencilla en su construcción que da miedo. ¿Por qué? Y esa sencillez que acompaña los textos de este libro, que no caen en ornamentos ni juegos ingeniosos de palabras, hace que estos poemas sean profundamente claros y conmovedores. Aquí no está el artificio del poeta en un primer plano mostrando sus destrezas y sus abalorios, no. Aquí hay una voz que enuncia, que expresa y convoca a la reflexión.
Esa pregunta “¿Por qué?” subyace a todo el libro ya inscripta, para mí, en el título. Pero para acercarse a ella, como decía anteriormente, es necesario primero reconocer que hay un qué. Reconocer por ejemplo a Hiroshima: ¿Dónde queda Hiroshima?/ En Manhattan, en París, en Londres, en Kabul, en Alepo, en Bruselas, en Berlín, en Estambul? para enterarnos que Hiroshima puede estar en cualquier lado y acá me pregunto yo ¿esto es poético y no es verdad?
En el poema Agua sobre México encontramos este verso: Sin ojos se va quedando México, por eso el poeta le presta sus ojos y nos los presta a todos para que podamos ver a través del ojo de la aguja de la poesía.
En este libro está Europa, está América Latina con Ayotzinapa y con las favelas donde dicen que Dios olvidó su propia ciudad, están los refugiados, los muertos en la guerra, los que, indemnes, toman sol debajo de las sombrillas a la vera de un mar de muerte; está Dios que se ha ido o se ha escondido en los escombros. Están Obama y Henry Miller a quien el primero no leyó/ solo mira la televisión y se esconde/ pero los ojos están detrás de él… ese Obama que mira la televisión ¿quién es? ¿quién somos? ¿y los ojos detrás?. Acaso el poeta nos pone esos ojos detrás, nos mira y al mirarnos nos hacer ver(nos) aunque como Obama a Henry Miller no lo hayamos leído nunca.
Este es también un libro habitado por muros y alambrados, por mares que se tragan a la gente, por campos de refugiados y por el dinero, los bancos, las murallas de Wall Street: Si quieres cruzar el muro/ tienes que quitarte los zapatos/ llevar algunas monedas en el bolsillo como antes los muertos llevaban monedas para que un barquero los cruzara por el río de la muerte. Y está también el muro caído que antes, y sepan perdonarme la obviedad pero en la obviedad suelen estar los detalles más importantes, fue levantado. Pero las piedras son muy débiles dice el autor y los muros siempre caen porque los muros pueden estar en los ojos, los puentes en la mirada.
Anteriormente hablé de la ironía que transita mucho de estos textos, una ironía que a veces alcanza sesgos humorísticos como en el poema En síntesis que comienza con este verso: En síntesis: se murió el capitalismo y finaliza con estos otros: Bueno, en realidad no se murió/ se murieron unos cruzando la frontera mexicana/ para ver si el capitalismo se había muerto. ¿Crudo, verdad? porque el humor, la ironía no son nunca inocentes, aquí se los utiliza para mostrar una realidad terrible, ¿de qué otro modo puede decirse si no? porque no se trata de enunciarla solamente, sino también de denunciarla.
Como en el poema La redota que inicia una breve serie sobre el Uruguay y en el que en un juego entre el tango y la derrota el poeta reflexiona. A quién se le puede ocurrir repartir la tierra /en 1815 o doscientos años después/ si no a un tanguero derrotado que ni siquiera adivinó el parpadeo de las luces a lo lejos/ ni las estrellas indiferentes lo vieron volver. Poema que dialoga con otro donde leemos desde que Don José se fue al exilio/ hay una historia contada que nunca fue.
¿Qué hay después? se pregunta el poeta en el poema Una pregunta para Pessoa donde al preguntarle al poeta portugués nos interroga a nosotros: el sol es una sombra que se mira a sí misma como el poema se mira a sí mismo con todos nuestros ojos que al mirarlo, nos miran.
Retomando el tema del humor no puedo dejar de citar los versos finales del texto Mercaderes del tiempo donde se lee: En estos tiempos y en estos templos/ Jesús no hubiera vivido para contar su historia/ tampoco hubiese transformado el agua en vino/ los mercaderes no se lo hubieran permitido. Humor y reflexión que evocan aquellos versos de Manrique: Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte. El humor como un recurso para despertarnos. Esto me trae a la memoria las palabras de Lázaro de Tormes cuando dice parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba.
El naufragio de la humanidad nos pone en el lugar del lazarillo despertando, abriendo los ojos a la verdad del mundo en el que estamos y que la televisión, la selfie y Wall Street, entre otros, pretenden ocultarnos.
Y siguiendo con Lázaro de Tormes, ya que también el poeta lo menciona en este libro, hay una anécdota en la que su hermano pequeño al ver a su padre negro se asusta y dice señalándolo: ¡Madre, coco!, porque al ver a su padre negro pero a su madre y a Lázaro blancos, se asustaba sin darse cuenta de que él también era negro. Frente a esto Lázaro reflexiona: ¡cuántos debe haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos! Cito este pasaje porque creo que El naufragio de la humanidad es una invitación y una incitación a aquella reflexión de Lázaro. Pero no con el manido slogan de “todos somos fulano” no, todos somos sí, pero también somos cada uno y en ese cada uno somos responsables cómplices y nuestra complicidad está en no ver, por eso en este sentido este libro nos rescata de la ignorancia y nos hace ver esa piel negra que tenemos, y como el hermano de Lázaro, no lo sabemos. Por eso decía antes que la poesía es un riesgo, porque lo que una vez se ve nunca más se deja de ver aunque la ilusión del olvido pretenda cubrirlo, aunque las selfies y las redes sociales, aunque las máscaras y las cavernas, porque aquí el poeta citando a Matrix nos dice: Bienvenidos al desierto de lo real.
Hace un momento mencioné a Manrique y vuelvo otra vez a él y al tópico medieval del poder igualador de la muerte: Allegados son iguales los que viven por sus manos e los ricos, decía el poeta español y aquí en este naufragio de la humanidad dice el poeta: cuando se mira el cráneo/ de una calavera/ no se sabe si es de un rico, de un mendigo/ de un sabio, de un poderoso/ de un farsante. Es decir, aquel “todos somos Fulano” adquiere aquí una profundidad que lo salva de la superficie lingüística que lo banaliza en un dicho, un slogan.
Nadie debe morir como Íbero con un poema en la mirada sentencia el poeta y con la cita de este verso me voy acercando al final de la presentación y al final del libro, que no es el final de la lectura porque estos poemas no se acaban aunque exista un verso último que cierre el libro porque hay que talar los árboles de la cabeza/ para que podamos ver el bosque nos dice, nos ruega, nos increpa el poeta.
Dios nos creó estando ebrio: Dios existe, claro que existe/ el que no existe es el ser humano/ después que Dios pasó por la tierra/ cuando iba por su tercera grappa. ¿Dios crea o extingue?
En todo caso no es a Dios sino a nosotros a quienes nos toca la tarea de recobrar la lucidez y para eso la poesía funciona como antídoto contra los efectos embriagantes de Facebook, twitter, la televisión, la selfie, en fin las cavernas de las cavernas que nos hacen crecen árboles en la cabeza ocultándonos los bosques.
Es una lástima pero los poetas/ nos equivocamos a menudo estos versos finales del poema titulado Sobre la equivocación de los poetas, entran en diálogo con el poema que le sigue en el libro En síntesis donde el yo se pregunta ¿Cómo podría decirles que la vida es bella? porque En Alepo y en Mosul, como ayer en Sirte, no hay escape hacia la esperanza y es cierto ¿cuál sería el escape? ¿dónde la esperanza? Sin embargo, en la cita inicial de la Divina Comedia que antecede a este libro, el autor, como dije al comienzo, elije no poner la sentencia final de la inscripción de la puerta del infierno que advierte abandonad toda esperanza lo que entráis. Tal vez hallemos en esto una clave de la poesía. La poesía como un modo de resistir a la miseria del mundo, el naufragio al que ninguno de nosotros escapamos. Porque todos somos nosotros, todos naufragamos. Pero para saberlo es necesario talar los árboles de la cabeza para ver el bosque.
* Uruguaya. Escritora y docente de literatura. Premio de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, 2012. Análisis realizado durante la presentación del poemario El naufragio de la Humanidad en Montevideo.