Los botijas revaluaron el fútbol uruguayo para que un país triste pueda festejar
Luvis Hochimín Pareja
En el estadio Diego Armando Maradona de La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina, los “botijas” uruguayos no lograban asimilar lo que habían conseguido, y se filmaban entre ellos mismos arriba del escenario de premiación, enfundados en banderas uruguayas y de sus clubes, y cubiertos de los papeles de colores, lloraban emocionados ante la presencia de sus padres, que se encontraban en las tribunas.
A las 20.33 de la noche dominguera, Fabricio Díaz levantó la Copa del Mundo. El capitán celeste la miró, la besó y la compartió enseguida con sus compañeros. No lo pueden creer. Ninguno. No son conscientes que este título representa un hito:es la primera vez que la selección juvenil se corona en una cita mundialista. En España, Inglaterra, Italia, festejan y mandan mensajes los futbolistas uruguayos que también pasaron por la juvenil celeste.
La Selección Sub 20 logró unir a todos bajo un mismo color, sin diferencias de ningún tipo con un único grito: ¡Uruguay nomá! ¡Uruguay pa’ todo el mundo! ¡Uruguay! ¡Uruguay! ¡Uruguay!¡Vamo la celeste!
Pese al intenso frío, apenas sonó el pitazo final en La Plata, el pueblo de Montevideo y cada ciudad , pueblo y rancherío del interior, salió a las calles, a los caminos vecinales, a las carreteras a gritar su euforia por el campeonato Mundial que les regalaron los gurises de la Sub 20.
Envueltos en banderas uruguayas, con bufandas, gorros y camisetas celestes hasta en las mascotas, familias enteras desafiaron los 8°C de la noche casi invernal para celebrar el triunfo. El borocotó chás-chás- de los tamboriles candomberos daban música de fondo, a sabiendas que el carnaval se olvida pero la miseria no.
Pero la verdadera alegría comenzó este lunes pasadas las 12.30 del mediodía cuando los jugadores y Marcelo Broli cruzaron la puerta automática del aeropuerto de Carrasco y se toparon de frente con el bus que los llevaría a recorrer las pletóricas calles de un Montevideo helado. Nuevamente los coros, como en 1924, 1928, 1930, 1950: Uruguayos campeones de América y del Mundo…
Luis Suárez, una de las últimas glorias del fútbol celeste, se escapó de Brasil para subirse al ómnibus de los campeones.
Todos los uruguayos festejaron (festejamos), menos Cuquito. Perdón, el señor presidente Luis Lacalle Pou, a quien casi nadie extrañó. “Uruguay campeón que no ni no!!! Felicitaciones a los jugadores, al cuerpo técnico y a todos los que hicieron este sueño posible”, tuiteó desde Estados Unidos, donde al final logró que lo invitaran para recibir el Gold Insigne, el máximo galardón de la organización derechista Americas Society, creada por David Rockefeller en 1965.
Transcurridos ya más de tres años de gobierno, Lacalle observa impávido cómo todas las jugadas le salieron mal, al punto que a esta altura es el primer presidente en décadas que no ha logrado viajar ni a Europa ni China . Una vez lo recibió el impresentable Boris Johnson, cuando Inglaterra ya se había ido de la Unión Europea, en un viaje inolvidable donde alcanzó la cima del ridículo cuando en la BBC fue duramente criticado por su posición sobre China y el estado de la libertad de expresión en Uruguay.
Casi un siglo
Noventa y nueve años y dos días atrás, otros botijas, que habían llegado a París en barco, y que eran tildados de “indios” por la prensa, dieron el primer batacazo, llevando el nombre de Uruguay a las primeras planas: primeros campeones olímpicos y mundiales de fútbol. Cuatro años más tarde lo repitieron en Amsterdam. En 1930 ganaron la copa del mundo en casa, en el estadio Centenario de Montevideo, venciendo a su archirrival (y vecino) Argentina, ante la mirada de Carlos Gardel.
Y recién en 1950 lograron soñar otra vez: campeones del mundo en el mítico Maracaná de Rio de Janeiro, batiendo a Brasil. Pero de allí hasta ahora, la gloria se había olvidado de la botijada, que proyectan un futuro para la selección de mayores, que estará a cargo del tan experiente como polémico entrenador argentino Marcelo Bielsa
Gritamos, lloramos, y casi nos caemos por las escaleras abrazándonos, llorando de una emoción única que nos dominaba y nos pegaba, narraba por radio uno de los 40 mil uruguayos que cruzaron el Rio de la Plata para acompañar el sueño de los gurises.
Van 40 minutos del segundo tiempo, faltan cinco para el final, y los gurises uruguayos se vuelven locos Luciano Rodríguez, con un exquisito cabezazo de pique al piso abrió el marcador. Se miran, no lo entienden; se golpean, no lo entienden; lloran, siguen sin entender. Son campeones del mundo.
La tensión aumentó en los minutos finales, sobre todo cuando el árbitro europeo Glenn Nyberg se hace el sueco y adiciona 11 minutos más para que Italia busque el empate, pero Uruguay defiende con uñas y dientes su ventaja. Pura garra charrúa, explica un veterano que entiende que eso viene en la sangre.
Uruguay hasta las lágrimas, hasta la conmoción de alegría, y ahí están, entre la multitud que los vitorea, una veintena de humildes muchachitos de barrio, que en una exhibición única y sin fisuras se consagraron campeones del mundo, e hicieron a los tres millones de sus compatriotas, campeones del mundo, pese a los esfuerzos de los mandamás del balompié mundial para que la copa se la llevaron los italianos.
La noche helada y la crisis económica, invitaban a los orientales-uruguayos a guardarse en las casas. Pero ello no fue obstáculo para una auténtica fiesta. El fútbol, una vez más, era motivo de un enorme festejo. Uruguay es Campéon del Mundo y la alegría de un pueblo que ama el fútbol dejará en la historia la noche del 11 de junio. Los gurises de la Sub 20 lo hicieron posible.
El entrenador de los juveniles de Uruguay, Marcelo Broli, habló en conferencia de prensa luego de coronarse campeón del mundo. “Es tiempo de acordarse de todos, en el fútbol de formativas hay muchas carencias. Somos campeones del mundo pero tenemos que cubrir las carencias y las necesidades que hay en los clubes”, comenzó diciendo.
Si 40.000 uruguayos salieron del país para ver una final juvenil, es una cifra enorme en un país de tres millones de habitantes y una crisis galopante. Muchos de ellos viajaron en Buquebus (ferry) desde Colonia o Montevideo, otros durante horas en micros de larga distancia.
A veces es mejor callarse: Killian Mbapé, extrella mundial del fútbol francés, dijo que en Sudamérica no hay nivel futbolístico. O aprender a leer: Argentina es campeón del mundo en mayores; Uruguay campeón del mundo sub 20, Brasil es campeón mundial sub 17 y también campeón olímpico.
Y Uruguay fue el mejor del torneo que Argentina organizó esperando adjudicárselo. Festejen, botijas, festejen. Se lo merecen. Y el sufrido pueblo charrúa, también.
*Periodista uruguayo, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)