Las socialdemocracias y las izquierdas alternativas en Europa
María G. Zornoza-Publico
En estos momentos, la Unión Europea cuenta con siete gobiernos liderados por socialdemócratas: Alemania, Malta, Portugal, Dinamarca, España, Finlandia y Suecia, aunque solo los dos primeros lo hacen con mayoría absoluta.
Hubo sorpresa en Portugal, donde el gobierno socialdemócrata logró mayoría absoluta en el Parlamento y el primer ministro Antonio Costa recibió un cheque en blanco mientras que la izquierda fue castigada en las urnas tras haber forzado elecciones anticipadas. Costa culminó una victoria histórica, que apuntala el ascenso de la socialdemocracia en Europa, en elecciones que muestran un batacazo de los partidos de izquierda, que buscan su lugar en un contexto polarizado y en unos tiempos convulsos.
El regreso socialdemócrata en Alemania, tras 16 años de reinado de Ángela Merkel, supuso un revulsivo para una formación que atravesaba en buena parte de Europa un mal estado de forma. La reciente victoria del Partido Socialista (PS) de Antonio Costa, a través de una mayoría absoluta histórica, confirma esta tendencia alcista del centroizquierda.
Los ejecutivos socialdemócratas representan al 36% de la población del bloque comunitario, muy por delante del 11% de ciudadanos gobernados por los populares. Pero estos reajustes y últimas victorias no se han traducido en un mayor poder de la formación de la rosa en las instituciones europeas.
La reciente elección de la maltesa Roberta Metsola, del Partido Popular Europeo, como nueva presidenta del Parlamento Europeo deja a la socialdemocracia huérfana de liderazgo europeo. A excepción de Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores, la familia socialdemócrata no lidera ninguna de las instituciones europeas: los conservadores dirigen la Comisión y de la Eurocámara; y los liberales del Consejo.
Pero este tachón no termina en Bruselas. El mapa socialista tiene sus claroscuros en países de peso como Francia. El pulmón de la UE junto a Alemania celebra comicios electorales en abril. Y con una socialdemocracia herida de muerte y desaparecida en combate, todo apunta a que el duelo final será protagonizado por el centro-derecha y la extrema derecha, como ocurrió en 2017.
La socialdemocracia gala no ha podido recomponerse de la desilusión Hollande y su espacio político para el nuevo curso de anticipa residual.
En las húngaras, las otras elecciones marcadas con fuego en el calendario europeo, las fuerzas de centroizquierda tampoco son una alternativa al Gobierno del ultraconservador Víktor Orbán. La oposición ha cerrado filas en torno a una candidatura liderada por el candidato de centroderecha Peter Marki-Zay, que representa a un frente que aúna una cacofonía de partidos que va desde la izquierda hasta la extrema derecha.
En otros Estados miembros como Países Bajos, por ejemplo, la izquierda nunca ha gobernado en solitario.
La antesala del “artilugio” de la izquierda
Costa rompió un tabú en la izquierda europea cuando en 2015 consumó una coalición de gobierno junto al Partido Comunista y el Bloque de Izquierdas. Cuatro años después de este caso sui generis en el país vecino, España siguió el camino ibérico formando su primer gobierno de coalición con el pacto del PSOE y Unidas Podemos. La conocida como geringonça –artilugio en castellano– supuso toda una revolución en suelo europeo.
Y pese a las diferencias internas, este Ejecutivo que muchos calificaron como ‘Frankestein’ se mantuvo vivo seis años. Pero el idilio se rompió cuando el Bloco y el Partido Comunista votaron en contra de los presupuestos de Costa, a los que no consideraban suficientemente ambiciosos y progresistas en un momento marcado por la pandemia, por la gestión de los fondos europeos y por la herida aún abierta de las medidas de austeridad provocadas por la crisis financiera de 2008.
Con su triunfo incontestable, el primer ministro ha hecho estallar todas las quinielas, que apuntaban a un resultado mucho más ajustado con el centro-derecha. Su contundente triunfo ha sido una sorpresa tras encuestas poco optimistas. La mayoría absoluta le permite ahora soltar la mano de las formaciones de izquierda, que han encajado un fuerte batacazo.
Tanto el Bloque como el PC formaciones han reconocido que la del domingo fue una noche sombría. Gobernar les ha pasado factura electoral. El primero desciende hasta la quinta fuerza y el PC se desploma al sexto puesto del Parlamento siendo sorpassados por una extrema derecha que es por primera vez la tercera fuerza más votada.
Además, Los Verdes no acusan el momento de fiebre climática que sí experimentan otros países del norte de Europa. La agrupación ecologista no alcanza el umbral mínimo para tener la representación y es un espejo en el que también se mira España. Los partidos políticos verdes no terminan, en la Península Ibérica, de encontrar su lugar y electorado. Mientras que en países como Alemania son pieza clave del Ejecutivo.
En un momento de fisuras en el Partido Popular de Pablo Casado, de tensión por la reforma laboral o de choques dentro del seno del Ejecutivo que lidera Sánchez por la crisis en Ucrania, la centroizquierda española mira muy de cerca el nuevo contexto político luso. Algunos analistas anticipan que el propio Sánchez podría utilizarlo como un aviso a navegantes a sus socios de Podemos.
Ahora, con la marcha de los izquierdistas lusos, el español se consolida como el único Gobierno puramente de izquierdas en la UE.
Desplome de la izquierda
El Parlamento Europeo cuenta durante esta legislatura con 39 eurodiputados –de 705– del grupo de La Izquierda, principalmente formado por las delegaciones de la francesa Francia Insumisa, la griega Syriza, la alemana Die Linke y la española de Unidas Podemos. Durante los comicios europeos de 2014 tenían 52 escaños.
El momento de apogeo político para la formación fue el aterrizaje del Gobierno de Syriza liderado por Alexis Tsipras en Grecia. La ilusión ante el pulso de la izquierda contra la austeridad impuesta por Bruselas y por los hombres de negro de la troika acabó pocos años después con el líder heleno claudicando y provocando un contexto generalizado entre la población. Hace tres años, la derecha puso fin a este hito y regresó al Gobierno griego con una agenda de marcado corte liberal en el terreno económico.
El contexto global, marcado por el fin de los bipartidismos, por nuevos desafíos como la transición tecnológica y climática, por las tradicionales divisiones internas de las fuerzas más progresistas o por la universalización de la defensa de valores básicos por cada vez más partidos ha dejado a las formaciones de izquierda en una suerte de deriva en mares tan convulsos.
La debacle en Portugal es la continuación del ya sufrido en las pasadas elecciones alemanas, cuando Die Linke estuvo muy cerca de no alcanzar el umbral electoral del 5% y desaparecer del Bundestag.
La división de la izquierda cuenta con su máxima expresión en Francia. En las últimas horas, Christiane Taubira se ha impuesto en una consulta popular como la líder al frente de una candidatura unida verde y de izquierdas de cara a las elecciones de abril. Las decisivas elecciones cuentan con dos partidos de extrema derecha pisando con fuerza y con el todavía interrogante de si Emmanuel Macron repetirá candidatura al Elíseo.
Ni Hollande ni Jean-Luc Melenchon, líder de Francia Insumisa han dado su aval a esta consulta. Y las siete candidaturas de izquierda parecen ir encaminadas a otro debacle. En una entrevista reciente, Melenchon ha descrito su apuesta electoral como una en la que busca hacer de su país una “Francia soberana, independiente y no alienada”.