¿Condenados al conflicto?

En artículo previo abordamos “La oposición en su laberinto”,  análisis que suscitó diversos comentarios, señalando que el Gobierno estaría igualmente atrapado.  Sobre el Gobierno pesa, con la complicidad de cierta oposición,  un poderoso cerco geopolítico que debe enfrentar, sortear y resistir la ciudadanía con miras a vivir y sobrevivir.

Confluyen múltiples variables y diversas circunstancias tanto internas como externas que lo mantienen atrapado en un escenario profundamente conflictivo y de altísima complejidad. Conflicto de carácter transnacional, por cuanto no está limitado a nuestras fronteras, dado el rol que juegan en el mismo potencias extranjeras, interesadas en alimentarlo y mantenerlo.

El país estaría atrapado en una situación conflictiva que trasciende los dos bloques políticos.  Permean el ámbito político, contaminan  y se  refleja en nuestra cotidianidad, en la percepción de la misma, en la atribución de causalidad y en las contradicciones  internas que nos impiden entendernos y dialogar.  El conflicto político emerge en cualquier momento, en lo que escribimos, en la interpretación que de ello hacen nuestros lectores y lectoras.  Siempre está allí, así sea  soterrado, medio despierto,  abierto o en erupción cual volcán.

Un ejemplo de ello es el improvisado llamado de la oposición a recoger firmas para un revocatorio y la posterior orden de no participar “por considerar que las condiciones fijadas hacían imposible la consulta”. Demostración fehaciente de la incapacidad de cohesionarse, llegar a acuerdos previos y solventar los conflictos internos.

Dada las fracturas de la oposición, más la situación beligerante entre las dos fuerzas políticas, tal convocatoria no resuelve los conflictos y menos aún los propios de la dividida oposición.  Por el contrario los alimentan, inflan la supuesta superioridad del Gobierno, desnudan las debilidades de la oposición y nos distancian aún más. Menos aún constituyen la vía para  el entendimiento, dialogo, acuerdos y la ansiada estabilidad política.

El conflicto no es negativo ni positivo en sí mismo, depende de los mecanismos de regulación que usemos para normarlo o solucionarlo. ¿Hay interés en resolverlo?  ¿La solución está en nuestras manos o allende los mares?