Las elecciones parlamentarias y la compleja crisis de los partidos políticos en Venezuela

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Franco Vielma |

El panorama electoral venezolano atraviesa un momento crucial. Se encuentra en un contexto de suma complejidad, a la sombra de las crisis más importantes que se hayan conocido en el país en muchos años.

Para empezar, el desarrollo de la agenda estadounidense contra Venezuela, que ha consistido en la instrumentación de formas de desestabilización de espectro total.

Esta hoja de ruta para el desmantelamiento del chavismo ha alineado de manera inédita recursos y mecanismos, dentro y fuera de Venezuela, para anular políticamente a la nación y bloquearla económicamente de manera formidable y contundente, desencadenando pesares sociales sin precedentes.

La crisis integral del país y los intentos de sedimentar la República detonaron un complejo cuadro donde confluyen diversas tonalidades. Una de ellas es la pretendida fragmentación institucional que sobrevino luego de las elecciones parlamentarias de 2015 y que desemboca hoy en el rol de la Asamblea Nacional (AN) en la componenda de un “gobierno paralelo”, en el desplazamiento al extranjero de la oposición, en su subordinación plena a los estadounidenses, en golpes fallidos, en guerras mercenarias frustradas y en el bloqueo económico.

Uno de los resultados esperados, consumados de esta agenda, es que parte de la política nacional se ha vuelto un fango, un atolladero, de posiciones inamovibles sostenidas sobre una agenda fallida de golpe: “Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, sin cambio en el orden de los factores y como pretexto para que varios partidos antichavistas declaren no querer ir a elecciones.

Pero el cuadro es mucho más complejo, pues hasta dentro del chavismo algunos partidos están imbuidos en una nueva crisis de representatividad. Veamos.

El antichavismo y sus intentos de asesinato de la política nacional

Los antichavistas, o al menos algunos dirigentes del llamado “G4” y acólitos de Juan Guaidó, entienden que ir a elecciones supone una ruptura de las condiciones (anti)políticas que dentro de Venezuela sustentan el bloqueo estadounidense y la asfixia a la nación desde el Norte.Image for post

Entienden que, para ellos, es mucho más “rentable” perpetuar el ciclo de actual estancamiento, pues gracias a ello se sirven de recursos congelados y retenidos a la República que llegan a sus manos debido a la gracia estadounidense.

En estos momentos, para ellos, la democracia no es negocio. Hay que decirlo así. Esa ha sido su naturaleza siempre. La oposición venezolana ha sido una gendarmería de partidos fundados en intereses de poder y dinero; a falta de lo primero, nunca les faltó lo segundo, gracias a los ingentes apoyos que recibieron de la elite económica venezolana y mayamera durante 20 años.

Ahora se afiliaron hacia una nueva fuente de recursos: las donaciones del Departamento de Estado, CITGO, Monómeros, los dineros públicos en Citybank ahora en la Reserva Federal estadounidense, entre otros.

La naturaleza empresarial de la oposición venezolana necesita la prolongación de la crisis política, pues ella les permite su desplazamiento al “exilio”, donde están las fuentes de recursos saqueados al país.

Su posición fuera de su espacio natural, y en nulidad en la política interna, les prescribe y coloca en posición de operadores de los estadounidenses, y eso también se enmarca dentro de su lógica servil.

La crisis de los partidos del G4 desembocó en una estampida interna. La “rebelión de las regiones” o de los suplentes en la AN fue un hito político opositor, el colmo de sus divisiones intestinas. Un signo inconfundible de una crisis de representatividad signada por las cuotas clientelares que dieron forma a dichas organizaciones.

Pero, por otro lado, en la Mesa de Diálogo Nacional otros opositores han entendido como oportunidad política asumir los espacios que algunos dejaron cautivos. Tratan de consolidar un lugar propio dentro de la política nacional, pero no tienen el aval o el reconocimiento de las sacrosantas instituciones y gobiernos de la llamada “comunidad internacional”, cuestión trágica para cualquier partido o dirigente antichavista.

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Estas facciones opositoras de pequeños partidos, diputados opositores disidentes y el chavismo postularon un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE). Intentaron hacerlo con los diputados del ala de Guaidó en el parlamento, pero aquello fue fallido pues el autoproclamado y sus acólitos sabían lo que hacían al obstaculizar las postulaciones

Con los chavistas y los opositores disidentes no bastaba para la mayoría calificada. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) tuvo que declarar la omisión del parlamento para destrabar la situación, que tenía meses congelada, y nombró al nuevo CNE acorde a las postulaciones de chavistas y opositores en la Mesa de Diálogo Nacional.

No bastó que reconocidas caras antichavistas aparecieran en el nuevo CNE. No basta que el actual periodo parlamentario, por norma constitucional, habrá de vencerse dentro de unos pocos meses. No basta que el país requiera una solución política. Para varios dirigentes opositores, su solución política es “no ir a elecciones” porque necesitan que la crisis se mantenga, porque esa es la orden que les han dado.

Puertas adentro del chavismo y la izquierda venezolana

Al gobierno venezolano se le intenta flanquear desde todos los ángulos; ahora han irrumpido partidos dentro del chavismo para proponer una “Alternativa Popular Revolucionaria”, para hacer tienda aparte con miras a las elecciones. Hay demasiada tela que cortar.

Algunos partidos de la izquierda tradicional venezolana pretenden reeditar, como si fuera una genial ocurrencia, los repetidos errores históricos de la izquierda latinoamericana. Al existir una fuerza unitaria electoralmente sólida, pretenden deslindarse en favor de cuotas electorales y agendas partidistas y particulares, pero con un posible y triste desenlace de la derrota.

Mucho se sabe de números electorales en Venezuela; es sabido que solo los partidos de la oposición son capaces de disputarle cargos al chavismo. Esas son las reglas de la polarización.

Permitámonos ser crudos, pues esa matemática elemental pone en entredicho los intereses de quien se lance a candidato fuera de la fórmula polarizada. O es iluso creyendo que va a ganar, o pretende dividir los votos.

Las nuevas disposiciones del nuevo CNE vienen con el aumento de los cargos a 277 escaños en la AN, mediante la adjudicación de más cargos vía voto lista. Esta enorme reforma fue diseñada para favorecer las oportunidades de los pequeños partidos. Es esa una nueva condición creada para los partidos que integran la Mesa de Diálogo Nacional, e incluso para los propios partidos del G4, para que vayan a las elecciones, en un contexto en el que probablemente acudan sin fórmula unitaria por sus divisiones internas.

Admitamos que esa nueva modalidad fue la que estimuló que el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y Patria Para Todos (PPT) irrumpieran ahora en su propuesta de tienda aparte. Es decir, van por sus fueros por cuotas, a expensas de su insatisfacción por que puedan conseguirlas mediante negociaciones con el principal partido del país, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Estas fuerzas políticas sostienen una agenda pre-electoral, sobre denuncias que son legítimas, que son en muchos ítems plenamente congruentes con el ideario de la izquierda venezolana y sus denuncias históricas que han tomado cuerpo en la era chavista.

Sin embargo, hay que subrayar una bifurcación histórica indispensable: la izquierda venezolana, o mejor dicho, las fuerzas partidistas tradicionales de la izquierda venezolana nunca fueron mayoría política nacional.

El chavismo se consolidó como bloque políticamente heterogéneo y, en consecuencia, fue el que se constituyó como imaginario y fuerza política mayoritaria, creando nuevas gravitaciones en las que estos partidos se sumaron.

De ahí que hay que saber diferenciar entre la sinergia política chavista originaria y los viejos partidos de izquierda (aunque PPT sea una derivación de La Causa R anterior al chavismo). No son exactamente lo mismo; sus procedencias, imaginarios y naturalezas políticas son diferentes.

Chávez dispuso una alianza con esos partidos, precisamente por el carácter heterogéneo y pluralista de esa fuerza mayoritaria a la cual logró darle forma, que hoy llamamos como un todo “chavismo”.

Sin embargo, es preocupante cómo los viejos resabios de los partidos de izquierda reaparecen. Y aunque sus aspiraciones puedan parecer nobles, el resultado podría ser la construcción de un “peronismo”; hacer del chavismo un “peronismo” a la venezolana, que inicie en lo electoral, pero que luego se decante en lo programático y lo táctico. Quienes conocen un poco la historia política de Argentina reconocen la dimensión de esa tragedia.

Estos partidos y sus dirigentes no lograron consolidar espacios reales y reductos de ejercicio genuino de poder dentro de la política nacional, aún siendo parte del gobierno. De hecho, los nombramientos de sus dirigentes en cargos políticos vinieron de acuerdos con el PSUV, en favor de su alianza, y llegaron a cargos gracias a la maquinaria “pesuveca”, como le llaman.

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Ahora, en estas instancias, a la luz de un agotamiento de la gestión de gobierno, descontento social legítimo y crisis política transversal, asumen como oportunidad política ir por sus fueros. Debemos preguntarnos: ¿a qué costo?

Otros factores más destemplados dentro de la izquierda histórica creen que lo indispensable para el país es que, justo ahora, surja una “oposición roja”, una oposición “chavista”, como si nos hicieran falta las oposiciones.

Asumen que si la oposición de derecha no va a las elecciones, ellos pueden tomar el lugar de ese espacio cautivo, tal como ocurrió en 2005 luego de que el antichavismo no se midiera y partidos como Podemos decidieron cambiar de bando. Ahora, la oposición sería “dentro del chavismo”.

Entiéndase con ello la transversalidad de la crisis de representatividad que hay, pues todo ello es propuesto por algunos pendencieros y atizadores sin sopesar los riesgos de las atomizaciones políticas, electorales y programáticas entre las fuerzas chavistas. Por fortuna, no es la posición declarada de líderes en el PCV y PPT.

También queda al relieve con esta crisis la necesidad de que el PSUV construya mejores puentes de diálogo político permanente con estas fuerzas, no solo para atender críticas o demandas, sino para construir una agenda permanente de trabajo político y social mucho más allá de lo electoral.

La encrucijada y un punto sin retorno

La perplejidad que deja la crisis multidimensional de los partidos políticos en Venezuela deja un mensaje claro: la profundización de estos claros procesos de sedimentación política amenazan profundamente al tejido social y la estabilidad del país. Es ese un componente altamente peligroso para la vida nacional, justo en el peor momento de la vida nacional.

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A la institucionalidad venezolana nunca antes se le amenazó de la manera en que ha ocurrido durante estos años. Nunca hubo tantos factores alineados para desmantelar al gobierno venezolano y para avasallar al estado-nación como hoy.

La agenda estadounidense y sus factores aliados dentro y fuera de Venezuela nunca tuvieron una presentación tan agresiva y tan dolorosa contra la población como hoy. Es, entonces, precisamente ahora, cuando varios partidos políticos en la derecha y en la izquierda flaquean; en las horas de más urgencia, flaquean.

Los opositores flaquean en la política porque para ellos la orden es mantenerse fuera de la política. Los de la izquierda flaquean en la unidad porque la crisis toda es un río revuelto. Flaquean todos los que flaquean en el estertor del drama histórico de una republiqueta repleta de partidos que, por diversas razones e intereses, no se alinean (aun desde su enfoque programático) con las aspiraciones nacionales. ¿Nos permitiremos repetir esa tragedia?

¿Cuál es la consigna? ¿Que al país se lo coma el bloqueo perpetuo? ¿Que las instituciones caigan por desestabilización y por intervención extranjera? ¿Que solo importan los intereses de los partidos y al carajo la República?

Esta encrucijada es, también, un punto sin retorno, un punto inexorable en el que las elecciones parlamentarias pasan de ser unas simples elecciones a convertirse en la resolución del “nudo gordiano” de la crisis actual.

El nefasto ciclo político que dejó el resultado electoral de 2015, sabemos, ha sido el desencadenante de la peor tragedia política y económica lidiada por nuestro país. ¿Tendrán los partidos políticos su lógica puesta en el bien común? ¿En el resguardo de la República? ¿En la felicidad de nuestra gente?

La solución política a la crisis de la representatividad supone también acudir a elecciones, hacer un punto de honor de las instituciones venezolanas ante el mundo y promover con ello la ruptura de los bloqueos contra Venezuela, condición inapelable para la recuperación de la estabilidad económica y social del país.

Sin el chavismo en el poder no hay República, entendámoslo. Proteger este país, hecho hoy una trinchera, ha sido doloroso y complejo, precisamente porque no ha habido entrega al enemigo real. Pero así son estos caminos y así tenemos que caminarlos.