La muerte de Mujica y el inicio de una nueva etapa política en Uruguay

Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican)

La muerte de José “Pepe” Mujica significa el cierre definitivo de una generación política y la apertura de un nuevo ciclo de conducción y liderazgos en Uruguay. Mujica se convirtió en un símbolo y una leyenda en la izquierda: su sepelio marcó el inicio de una nueva etapa política en Uruguay, por ahora llena de interrogantes.

El historiador Gerardo Caetano señala que los elogios ditirámbicos de la prensa internacional (en especial, de los medios latinoamericanos) sobre la calidad democrática del país vuelven a exponer a los uruguayos a la tentación de creerse «excepcionales»; en especial, frente al espejo distorsionado de los sistemas políticos del continente. Pero, lo primero a resaltar frente a los elogios externos es que Uruguay no es una isla.

El Frente Amplio está de nuevo en el gobierno, pero no tiene ya los líderes de los últimos años: fallecieron (el dos veces presidente) Tabaré Vázquez (1940-2020), Danilo Astori (1940-2023) y José Mujica (1935-2025), y aún no pudo generar un reemplazo para esta hora.50ª ANIVERSARIO DEL FRENTE AMPLIO URUGUAY. Frente Amplio: una contra  crónica sobre sus orígenes

Ya antes había muerto el general Líber Seregni, que fue el primer líder común del Frente Amplio (1916-2004), los líderes comunistas y socialistas Rodney Arismendi y José Pedro Cardoso, y también el senador Zelmar Michelini, que provenía del Partido Colorado, asesinado durante su exilio en Buenos Aires (1976) por los militares argentinos, junto al dirigente nacionalista (blanco) Héctor Gutiérrez Ruiz.

Desde el nacimiento del Estado moderno (sobre 1916) hasta 1966, los partidos tradicionales –Nacional y Colorado- como conjunto representaron de manera estable las nueve décimas del electorado. A partir de entonces comenzó el proceso de traslación del voto al conjunto desafiante de los dos partidos tradicionales (Nacional o blanco y Colorado), que confluye en el actual Frente Amplio, de persistente e ininterrumpido ascenso, en paralelo al decaimiento de los tradicionales.

Para los analistas es entonces cuando se rompió la reproducción intrafamiliar e intergeneracional del voto: de los hogares blancos o colorados comienzan a surgir votantes frenteamplistas.

Hasta 2004, los partidos tradicionales tienen clara preponderancia en el electorado mayor (donde se sitúan casi en el 56%), son minoría (apenas por encima del 40%) en el nivel intermedio y una fuerza claramente minoritaria entre los jóvenes, claramente por debajo del 40%. Viéndolo a la inversa, la izquierda arranca con menos del 40% entre los mayores, obtiene la mayoría absoluta en el nivel intermedio y la consolida entre los jóvenes.

La diferencia entre la “izquierda” y los partidos tradicionales es negativa en 16.4 puntos entre los mayores, positiva en 9.4 puntos en el nivel intermedio y altamente positiva en 17.6 puntos entre los jóvenes, según el estudio actual de Factum, que señala que todo partido o conjunto de partidos minoritarios necesitan para devenir en mayoritarios que se produzca el desvío de votos de una parte hacia la otra, provocar un swing.

La batalla histórica está en la captación de los jóvenes en general, pero en particular entre los que están en proceso de socialización política, de elegir su opción electoral por primera vez.Uruguay: El cerrojo progresista - Ernesto Herrera | Sin Permiso

Obviamente, el Frente Amplio, coalición política progresista, democrática, popular, anti oligárquica y antiimperialista, requiere, ahora, una renovación (no sólo de nombres sino un aggiornamiento programático) y eso nunca es sencillo. Cuando se fundó el Frente Amplio en febrero de 1971, Mujica estaba preso.

«Estamos ante un cambio biológico, un cambio generacional fuerte», según el politólogo Oscar Bottinelli, quien hace hincapié en el impacto estructural que tiene la muerte de Mujica dentro del ecosistema frenteamplista. Será un relevo que no encuentra al Frente Amplio desprevenido, sino que se produce en un momento donde hay una sucesión muy ordenada, particularmente en el sector que representa el Movimiento de Participación Popular (MPP) –que Mujica lideró- y sus aliados.

En su análisis, Bottinelli, quien fuera secretario político del primer presidente del Frente Amplio, el general Líber Seregni, detalló la arquitectura interna del Frente Amplio actual, donde un bloque dominante -una ampliación del espacio del MPP- reúne desde el núcleo político del Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros) hasta grupos más moderadas como el astorismo que representa el hoy electo intendente de Montevideo, Mario Bergara.

Esta configuración concentra entre 30 y 40 diputados de los 48 frenteamplistas y cerca de 12 de los 16 senadores, un dominio muy fuerte, tanto en estructura como en votos.

Más allá de los nombres, el legado de Mujica, definido como «el jefe de Estado más humilde del mundo» por su estilo de vida austero y la donación del 90 % de su salario a organizaciones benéficas en pro de los pobres y a los pequeños empresarios, dejó un capital intangible que Bottinelli define como «una cultura política»: un estilo, una sensibilidad y una forma de conectar con una parte profunda del Uruguay, aunque su durabilidad histórica aún está por verse. Pero su impronta ya está sembrada.

El plan de gobierno, que aún se está delineando en centenares de páginas del proyecto de Presupuesto Nacional, cuenta con el aval previo de Mujica, porque implica reformas polémicas para el pensamiento de izquierda tradicional, como desregular y reformar la burocracia, para dar espacio a la inversión privada, lejos de desmantelar el sistema capitalista.

Los politólogos se preguntan cómo será la izquierda uruguaya sin el liderazgo de personalidades fuertes, con experiencia y lecturas acumuladas. La realidad les irá respondiendo.

José «Pepe» Mujica dejó en el MPP y sus alrededores una juventud que lo quiere y admira, que lo seguía incondicionalmente, y que es parte de un movimiento con la mayor red de activistas, lo que tiene un peso fuerte en la actividad política y en épocas electorales.

Son tiempos cuando no es fácil que los jóvenes asuman compromisos de militancia política, pero más allá de la figura de Mujica, el MPP se convirtió en los últimos años en un modelo de participación activa y efectiva, gracias a los dirigentes del sector, con el empuje de Mujica, personaje por demás atractivo para los jóvenes militantes.

«Una cultura política»

En este escenario de transición generacional, Mujica dejó liderazgos definidos y una sucesión ordenada. Bottinelli identificó con claridad quién asume la posta del liderazgo tras Mujica: Yamandú Orsi, actual presidente de la República, emerge como figura central de este nuevo tiempo, dadas sus raíces políticas en el importante departamento de Canelones y en el MPP.

El FA optó por una campaña de medianías y a los rasgos definitorios de su candidato presidencial: moderado y negociador, con un perfil más de gestión que de afirmación ideológica. Orsi cumplió los consejos de sus asesores de campaña, administrando cuidadosamente las apariciones mediáticas y a guionar lo más posible sus intervenciones, en procura de atenuar las exigencias programáticas de los militantes de izquierda, y a pensar más en la «gente común» que en la base frenteamplista.

Se suponía que la elección más difícil que tenía Orsi era la interna del Frente con su rival Carolina Cosse, con quien debía disputar el voto más militante e ideológico. Orsi ganó con amplitud, con el apoyo de la popularidad de Mujica y del MPP, eludió los debates con sus contrincantes de la coalición y cualquier referencia a temas polémicos, mostrándose como es: cercano al decir y a las costumbres del interior del país

Hoy Orsi representa la síntesis de distintas corrientes frenteamplistas y cuenta con la legitimidad de haber sido electo para gobernar hasta 2030.

Junto a él aparece Alejandro «Pacha» Sánchez, designado como número dos del gobierno (Secretario General de la Presidencia), quien completa este binomio de liderazgos post-Mujica con un estilo propio y un recorrido político que también nace en la matriz del mujiquismo. Tienen «timings distintos» que aseguran una continuidad política sin improvisaciones. Y “Pacha” es un posible sucesor de Orsi.

Pero también los presidentes del Senado y de Diputados, vienen del corazón del MPP: Daniel Caggiani (de 41 años) y Sebastián Valdomir (de 46 años). “El MPP, que a veces se percibe como un espacio desordenado o anárquico, en realidad logró una de las mejores formaciones de cuadros políticos del país. Deja todo muy ordenado y prolijo”, expresó Bottinelli.

Ese es, quizás, uno de los grandes logros de Mujica: haber preparado su retirada sin dejar un vacío.

*Colectivo del Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican), Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)