La “justicia” de Lynch en los EEUU

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JOSÉ ANTONIO GUTIÉRREZ D. | Parece que Obama nos quisiera tomar el pelo. A todos. Sin siquiera sonrojarse, se ha “comprometido”, en una carta enviada al gobierno de Rusia, que no torturarán ni condenarán a muerte a Edward Snowden, actualmente asilado en ese país.

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¡Qué generoso el sátrapa de Washington! Por fin ha hecho una concesión, vaya, después de perseguir ferozmente al ex agente de la CIA y de la NSA por revelar el proyecto PRISM de espionaje global de EEUU (con el beneplácito de sus socios europeos), después de amenazar a todo el mundo si le dan asilo –un deber internacional con los perseguidos-, después de ordenar a sus cachorros en Portugal, España, Francia e Italia de no permitir el vuelo del presidente boliviano Evo Morales por su espacio aéreo sospechando que Snowden podría estar en su avión (violando todos los acuerdos internacionales sobre la materia y pese al hecho de que no hay una orden de Interpol en su contra)… orden que fue servilmente obedecida por estos países que, unos años antes, habían autorizado los vuelos ilegales de la CIA con detenidos para ser llevados al campo de concentración en Guantánamo y a otros centros de la red internacional de tortura de EEUU.

Linchamiento Jurídico: todos tras Snowden

Lo tragicómico del caso es que esta triste maniobra por aparecer como el bueno de la película, solamente demuestra lo podrido de la “democracia yanqui” y el hecho de que lo que impera en los EEUU es una versión algo modificada de la justicia de “Lynch”. Se conocía así a la práctica muy común hasta la década del ’60 en este país, que se cree paladín de los derechos humanos, en la cual una muchedumbre (por lo general blancos, protestantes, conservadores, derechistas, racistas) secuestraban a alguien acusado de un crimen cualquiera, real o ficticio (por lo general negros, inmigrantes, sindicalistas o izquierdistas), torturándolo hasta matarlo en la vía pública o en una plaza. Luego el cuerpo era abandonado a vista de todo el mundo, como una advertencia para los “desviados” y los que no aceptan su condición “inferior”; partes del cadáver eran por lo general mutiladas para ser vendidas como souvenirs y se tomaban fotografías que luego eran vendidas como postales. El linchamiento es, ante todo, un espectáculo público de disciplinamiento, que mezcla el macabro entretenimiento del circo romano con un mensaje de supremacía racial y conformismo político. El acusado estaba condenado de antemano y se convertía en la víctima propiciatoria de una masa cobarde, fanática e irreflexible al servicio de un orden jerárquico rígido e incuestionable.

Es verdad que ya no se cuelga a negros o subversivos de puentes ni se les quema en plazas públicas. Pero el principio básico de disciplinamiento social en la ‘justicia’ en contra de quienes EEUU considera traidores y apátridas, sigue siendo el principio básico que rige el ejercicio jurídico en ese país. Ahí está el juicio a Bradley Manning, quien denunció las masacres y asesinatos perpetrados por tropas norteamericanas en Irak y Afganistán, muchas de las cuales fueron realizadas por puro entretenimiento sicopático, como lo revelan las conversaciones que se escuchan en los videos por él revelados. Mientras los asesinos denunciados no han recibido castigo, o en el mejor de los casos, han recibido sentencias irrisorias, Manning enfrenta 136 años de prisión. Lo cual es una advertencia a todas las fuerzas militares y de seguridad de los EEUU: sean cómplices del asesinato y la tortura… si no, miren lo que les puede pasar. La muchedumbre que está detrás de estos linchamientos jurídicos son las instituciones públicas, los medios, el gobierno, el propio presidente, que ya han juzgado de antemano, ya han encontrado un culpable y están sedientos de castigarle de manera ejemplarizante. Esto no es sino que una forma más sutil, menos bruta, de linchamiento en una parodia de juicio.

Obama lo admite: pena de muerte y tortura en ‘democracia’

Las promesas patéticas de Obama de no torturar y de no asesinar a Snowden, nos recuerdan que éste es uno de los países en el mundo donde la pena de muerte se aplica con la mayor ligereza (21 casos en lo que va del año, 1340 casos desde 1977) y donde, como él mismo lo admite tácitamente, se tortura. Y no estamos solamente hablando de subcontratar la tortura enviando a presos a Egipto, Libia, Marruecos, Rumania, Polonia, Israel, Jordania, Tailandia, Yemen, etc. No, de lo que estamos hablando es de torturas en territorio norteamericano, practicadas por personal norteamericano, con el consentimiento de las autoridades norteamericanas, que incluso han pautado estas prácticas en manuales oficiales de la CIA. Volviendo a Manning, el informe del relator especial de la ONU sobre tortura, Juan Mendez, ya había denunciado que el soldado había sido sometido a torturas.

Más allá de lo difícil que es creer en nada de lo que EEUU promete, lo cierto es que Obama no puede prometer siquiera verbalmente eso que es lo único que realmente importa en el proceso de asilo: las garantías para un juicio justo. Snowden ya ha sido sentenciado por esa chusma en la Casa Blanca y recibirá un castigo lo suficientemente duro como para amedrentar a cualquier potencial soplón que denuncie las acciones cada vez más ilegales, violentas y totalitarias de EEUU. No exagera Noam Chomsky cuando afirma que “EE.UU. está llevando a cabo la campaña terrorista internacional más impresionante jamás vista […], la de los drones y la campaña de las fuerzas especiales”. Obama no está dispuesto a permitir que nadie se interponga en estos planes que implementa mientras acaricia su Premio Nóbel de la Paz. El caso Snowden no tiene nada que ver con la justicia, sino con infundir terror y sumisión en la ciudadanía. Por ello es imperativo exigir el asilo político para Snowden, quien hizo un gran servicio a la humanidad revelando estos programas de control monstruosos por parte de quienes se han autoproclamado gendarmes del mundo, los cuales nos recuerdan una vez más la moral que se esconde detrás de los elevados principios y derechos del capitalismo y de sus gobiernos. Como dijera hace más de siglo y medio el socialista francés Pierre Joseph Proudhon:
“Ser gobernado significa ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, regulado, inscrito, adoctrinado, sermoneado, controlado, medido, sopesado, censurado e instruido por hombres que no tienen el derecho, los conocimientos, ni la virtud necesarios para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, controlado, grabado, sellado, medido, evaluado, sopesado, apuntado, patentado, autorizado, licenciado, aprobado, aumentado, obstaculizado, reformado, reprendido y detenido.

Es, con el pretexto del interés general, ser abrumado, disciplinado, puesto en rescate, explotado, monopolizado, extorsionado, oprimido, falseado y desvalijado, para ser luego, al menor movimiento de resistencia, a la menor palabra de protesta: reprimido, multado, objeto de abusos, hostigado, seguido, intimidado a voces, golpeado, desarmado, estrangulado por el garrote, encarcelado, fusilado, juzgado, condenado, deportado, flagelado, vendido, traicionado y por último, sometido a escarnio, ridiculizado, insultado y deshonrado.

¡Eso es el gobierno, esa es su justicia, esa es su moral!”

Después de lo que hemos visto en torno al caso Snowden, ¿a alguien le quedan dudas de la justeza de estas apreciaciones?