La Italia que se asoma al mundo/ El enigma Salvini

Federico Larsen |

La posición disonante del gobierno italiano sobre la situación en Venezuela, y la crisis diplomática desatada con Francia en las últimas semanas, pusieron de relieve una estrategia internacional de Roma que parece, por lo menos, poco clara. Los motivos que llevaron a tales posicionamientos, probablemente de los más destacados desde la asunción del gobierno bicéfalo entre La Lega y el Movimento 5 Stelle en

mayo de 2017, son múltiples y no responden, aparentemente, a una estrategia orgánica. Y si la posición nacionalista y anti-migrantes ya había posicionado a Italia entre los países más “problemáticos” del sistema internacional, estos nuevos factores merecen aunque sea un mínimo desglose, un pequeño análisis de su nueva política exterior como el que nos proponemos esbozar aquí.

¿Cambió la política italiana hacia el mundo?

Los ejes fundamentales de la política exterior italiana desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy han sido tres: el sostenimiento de su posición de potencia media en la política europea primero, y en la Unión Europea (UE) después; su relación privilegiada con los EEUU y el bloque Atlántico –el Partido Comunista Italiano fue el más grande del mundo Occidental durante la Guerra Fría–; y el mantenimiento de una posición hegemónica en el Mediterráneo oriental, con la respectiva influencia en los Balcanes y el Magreb. Los gobiernos democristianos primero, y los liberales de centro-derecha o centro-izquierda a partir de los años 90, han mantenido esos tres ejes rectores del perfil internacional italiano.

La irrupción de fuerzas “anti-sistema” en el panorama político italiano, como el Movimento 5 Stelle (M5S), y el crecimiento de otras como La Lega, han significado un desafío al discurso tradicional del sistema político italiano. Las críticas también abarcaron el ámbito de la política exterior. Modernización tecnológica, diversificación en la producción energética, atención prioritaria a las PyME, fueron algunos de los ejes del M5S que inspiraban un cambio en el rol de Italia en el escenario global.

Pero si hay algo que caracteriza a las construcciones políticas “ciudadanas” y “anti-establishment” es la falta de una visión orgánica de la gestión pública en varios ámbitos, una dirección ideológica o pragmática que marque el rumbo de la acción de gobierno. Y la política exterior no es una excepción. Cuando el M5S llegó al gobierno, parte de ese déficit ideológico fue colmado por su aliado circunstancial, La Lega, que con su posición xenófoba, anti-inmigración y soberanista en el ámbito europeo supo establecer algunos ejes claros en una política exterior que aún hoy carece de una dirección precisa o formulaciones oficiales.

Si analizamos la actual política exterior italiana en función de sus tres ejes históricos, podemos ver una serie de cambios más bien coyunturales, con una clara falta de previsión a largo plazo, y profundamente influenciados por el pensamiento de la extrema derecha europea y el “euroescepticismo” desencantado de la política tradicional.

Euroescepticismo como estrategiaEn el marco de la UE, el eje que guía a la posición italiana es la defensa del interés nacional por encima de la injerencia que pueda tener la UE sobre sus decisiones. Esto significa inclusive la revisión de los compromisos ya asumidos en temas como migraciones y asilo, derecho del mar, estabilidad financiera, fronteras, entre otros. Esto supone, según los planes de los vice-premier Salvini y Di Maio, un debilitamiento de los grupos dirigentes tradicionales de la Unión, principales culpables de los problemas económicos y sociales de su país. Esas élites tienen nombre y apellido, pero son más fácilmente identificables con el eje franco-alemán que hoy tracciona las decisiones de Bruselas –recientemente renovado en el simbólico Tratado de Aquisgrán firmado entre Merkel y Macron en enero de este año–.

Merkel representa la disciplina política y fiscal de Europa, eje de la recuperación europea tras la crisis de 2008. Pero también es la expresión de una clase dirigente europea en retirada, representante de aquellos partidos liberal-conservadores que rigieron los destinos del continente de principios de siglo. Macron, en cambio, se presentó desde un principio como la renovación de esa clase política, cumpliendo con dos características fundamentales: la no pertenencia a los partidos y círculos políticos que habían defraudado y decepcionado al electorado francés y europeo en los últimos años, y una posición moderada, liberal, que no pusiera en entredicho las líneas fundamentales del proyecto europeo. Es decir, el blanco predilecto del eje soberanista que representa el gobierno italiano.

Los últimos acontecimientos en la relación ítalo-francesa demuestran esta premisa. La cercanía de las elecciones europeas del 23-26 de mayo de este año son el telón de fondo de una disputa que los italianos han convertido en el principal eje de la campaña electoral soberanista en Europa. Roma acusó a París de neo-colonialismo, reflotando la cuestión del Franco CFA, emitido por el Banco Central Francés y en circulación en 14 países africanos.

También elevó protestas por la restitución de unos 30 mil migrantes en la frontera entre Francia e Italia, cerrada en el marco de las leyes de seguridad emanadas tras los atentados de 2015. Y la gota que rebalsó el vaso fue el reciente encuentro entre el vice primer ministro Luigi Di Maio, líder del M5S, y Christophe Chalençon, uno de los referentes de los chalecos amarillos que pusieron en jaque a la gobernabilidad de Macron en diciembre pasado. Cabe destacar que Chalençon representa el sector más a la derecha del movimiento, famoso por comentarios islamófobos y un llamado a las Fuerzas Armadas a dar un golpe al gobierno de Macron.

La hostilidad entre Francia e Italia ha llegado al más alto nivel desde 1940. Hay que Resultado de imagen para macron y salviniremontarse a esa fecha para encontrar otro momento en que París haya llamado a consulta a su embajador en Roma, y en ese caso fue por la declaración de guerra que Mussolini anunció desde el balcón de Piazza Venezia. Según un sondeo publicado por el Istituto per gli Studi in Politica Internazionale (ISPI), Francia es considerado por los italianos el país más hostil, seguido por Alemania y Reino Unido.

El clima pre-electoral es clave para entender este momento en la relación bilateral. Los dos partidos de gobierno están jugando sus cartas en la plaza continental, a sabiendas de que los partidos soberanistas, euroescépticos, xenófobos o “populistas de derecha” van a tener a todas luces la posibilidad de hacer una gran elección. La Lega de Salvini ya estableció fuertes vínculos con la ultra-derecha de Le Pen en Francia, AfD en Alemania y Geert Wilders en los Países Bajos, además de entablar relaciones con los gobiernos de Polonia y Hungría, verdadera amenaza filo-fascista para la Europa liberal.

El M5S está intentando generar su propio bloque en el Parlamento Europeo –luego de haber abandonado el de la ultra-derecha en 2017 tras las protestas de sus propios votantes–, y para hacerlo necesita juntar 25 eurodiputados de al menos siete países de la UE. Para ello, Di Maio lanzó ya su gira europea para seducir formaciones pequeñas, como la del ex cantante, actor polaco y ferviente antiabortista Pawel Kukiz, los izquierdistas croatas de Živi zid, o los ultra-liberales y conservadores finlandeses de Liike Nyt. Lo único que acomuna a todos estos partidos es su rechazo a la leadership enquistada en Bruselas desde hace décadas, que por primera vez ve en las elecciones de mayo la posibilidad de perder buena parte de su poder.

La cuestión Venezuela

En clave europea también se puede analizar la posición del gobierno italiano frente a los acontecimientos en Venezuela. Italia lideró el grupo de países que impidieron la salida de un reconocimiento comunitario al autoproclamado presidente Juan Guaidó –aunque tampoco reconocieron abiertamente a Maduro–, criticó ferozmente el injerencismo norteamericano y propuso una salida negociada entre los propios venezolanos de la crisis. Lejos de tratarse de un arrebato bolivariano del gobierno italiano, esta ambigua posición –que le ha causado serios problemas al ejecutivo– es el fruto de una negociación doméstica y una necesidad internacional.

Es necesario aclarar que las dos almas del partido están divididas sobre este punto. La Lega rechaza todo acercamiento a Maduro y sostiene que se trata de una dictadura; sin embargo, quedó en evidencia su decisión de ceder al M5S la iniciativa sobre el asunto, quizás para balancear una evidentísima asimetría de poder y de capacidad. Y el Movimento cuenta con un sector de sus bases, arrebatado a la izquierda en su disgregación, que ve con cierta simpatía el proceso bolivariano y los gobiernos progresistas latinoamericanos.

Hasta 2009, Ecuador había sido citado permanentemente por algunos líderes del M5S por su política de revisión de los Tratados Bilaterales de Inversiones. Y, en general, todos los gobiernos y movimientos que rechacen el orden mundial establecido por las grandes finanzas, tengan el tinte ideológico que tengan, ejercen un fuerte atractivo sobre las bases del movimiento, muy críticas a todo tipo de injerencia exterior en los asuntos nacionales. En segundo lugar, el tándem Salvini-Di Maio vio en la cuestión venezolana una nueva posibilidad de ser la piedra en el zapato en la política exterior europea.

Como tercer factor, no menor, está la posición rusa. Sería descabellado tildar al gobierno de Roma como un posible aliado del Kremlin, por varias razones. Pero no se puede negar que la visión de Lega y M5S en política exterior muchas veces coincide con los intereses de Putin. Esta asociación ya había explotado en la campaña electoral de 2016, cuando Di Maio se opuso con fuerza a las sanciones contra Rusia tras la anexión de Crimea por considerar que afectaba principalmente a la mediana empresa italiana por el aumento de los costos de energía. Llevar la contra en el seno de la UE lleva, generalmente, a acercarse “involuntariamente” a la posición de Moscú, como es el caso de Venezuela.

Entre EEUU y el Mediterráneo

Resultado de imagen para salvini y trumpDurante la segunda mitad del siglo XX, Italia fue considerada “la Bulgaria de la OTAN”. Es decir que, así como Bulgaria obedecía sin chistar a cualquier exigencia soviética en el marco del Pacto de Varsovia, Italia se sometía a las voluntades de Washington en el seno del Pacto Atlántico. Una asimetría histórica, cuyas huellas pueden rastrearse aun hoy hasta en el habla de los italianos, pero que en términos macro ha tenido alguna que otra modificación. Italia cuenta hoy con un superávit comercial con los EEUU de 26 mil millones de euros. Un dato que para la administración Trump, obstinada en reducir todo déficit comercial de su país, no deja pasar desapercibido.

Al mismo tiempo, los aportes de Roma a la OTAN previstos para 2019 rondan el 1,13 % de su PBI, bastante menos del 2 % que exige el gobierno norteamericano a sus aliados. Dos cuestiones que son balanceadas por la cercanía en algunos ejes políticos, como el de la mano dura en el ámbito de la inmigración, y la reticencia a ceder soberanía o independencia en favor del multilateralismo y las organizaciones internacionales. En este sentido, Italia se convierte en un aliado en la contención de la política europea. Si bien aún no haya habido claros ejemplos de ello, para EEUU resultan positivos los palos en la rueda puestos por Roma en la discusión de posicionamientos comunes de la UE en temas como el comercio internacional y los organismos multilaterales.

En los 80, también se decía que Italia tenía “esposa americana y amante libia”. En realidad, su relación profunda con el norte de África se puede remontar al siglo XIX –su entrada en la Triple Alianza en 1882 se debió justamente a la rivalidad con Francia por el control de Túnez–, pero es a partir de los años 50 que se consolida alrededor de un eje rector: la energía. Italia es estructuralmente dependiente de la importación de energía. A pesar de un alto nivel de producción de energías renovables (19 % en 2018), aun las previsiones más optimistas excluyen la posibilidad de que el país pueda producir siquiera un cuarto de la energía que consume.

Es este uno de los temas cruciales en sus relaciones con el exterior. Italia es el séptimo importador de petróleo a nivel mundial y el quinto importador de gas. El gas es, desde hace dos décadas, el principal problema para la política exterior, al tener la urgencia de diversificar los proveedores, porque el 40 % del gas que consume el país proviene de Rusia y las tensiones con la UE ponen en riesgo su abastecimiento energético. Por eso, Roma ha implementado una política que le permitió acrecentar la cantidad de gas importado de Libia y Argelia, que suman otro 40 % en total. Y al mismo tiempo apostó enérgicamente a la construcción del Gasoducto Trans Adriático (TAP, en inglés), que conecta el país a una red de abastecimiento directa desde Azerbaiyán, pasando por Georgia, Turquía, Grecia y Albania hasta las costas de la Puglia en el sur de Italia. Un proyecto considerado de primera importancia para toda la UE, que permitiría moderar la dependencia energética de Rusia.

Sin embargo, para lograr semejante proyecto –tanto la provisión desde el Cáucaso como desde África– es necesario para Italia consolidar su rol en el Mediterráneo, garantizarse los canales de acceso a los ductos y garantizar una relativa estabilidad y buenas relaciones con los países afectados. Este último punto es justamente de lo más controversiales. La puja con Francia incluye también la primacía sobre las relaciones con el norte de África: cuál de los dos países es el referente para Europa en su relación con el Magreb, es uno de los puntos de mayor conflicto transalpino. A esto se le suman las tensiones generadas en la región por la política anti-migratoria de la Lega, la oposición de sectores ambientalistas del M5S al TAP, y las difíciles relaciones con gobiernos como el de Turquía.

Para todos estos desafíos, el actual gobierno bicéfalo no ha logrado establecer un rumbo claro y una agenda determinada a largo plazo. Por el contrario, parece actuar conforme se vayan desarrollando los eventos, con cierto grado de improvisación. Incluso, los subsecretarios del Ministerio de Asuntos Exteriores hacen públicos posicionamientos diametralmente opuestos, como sucedió con respecto a la crisis venezolana. Solo parece regir como fundamento de la acción exterior la defensa irrestricta del soberanismo y la reducción de atribuciones al multilateralismo y las organizaciones internacionales, con la UE en primer lugar, hasta por encima de ciertos intereses estratégicos nacionales.

*Periodista especializado en política internacional. Conductor de L’Ombelico del Mondo en Radionauta FM de La Plata y colaborador en varios medios argentinos y extranjeros. Profesor de historia y cultura italiana en el Instituto de Cultura Itálica de La Plata, y miembro del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata.
Anexo

El enigma Salvini

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El polémico ministro del Interior y vice primer ministro de Italia ha construido un personaje político insondable y temible en las urnas que se dispone a liderar la corriente ultra en Europa

Matteo Salvini (Milán, 1973) subió a la habitación de su hotel en Lyon, se quitó la camisa y se anudó una corbata verde sobre el pecho desnudo. Era 30 de noviembre de 2014 y acababa de participar en el congreso del Frente Nacional, donde Marine Le Pen entró en éxtasis al verlo en el estrado con una camiseta antieuro.

No hacía falta más aquel día. Pero su consejero de comunicación, la persona en la que más confía, le había pedido que se fotografiase de aquella guisa para la portada de una revista de chismes y famosos. Luca Morisi, un introvertido experto en informática, quería que el algoritmo de Facebook ampliase la visibilidad de su jefe más allá del filtro político en el que estaba encasillado. El plan era colonizar el flujo de información del timeline de millones de usuarios que todavía no le prestaban atención. Pero el manual desaconsejaba entonces a un aspirante a primer ministro comportarse como un concursante de Gran Hermano. Cinco años después, las reglas han cambiado para todos.

El líder de la Liga —antiguo partido secesionista lombardo transformado hoy en cóctel de trumpismo mediterráneo y lepenismo de baja intensidad— ha liquidado el equilibrio de fuerzas de la política italiana y ha sumido al país en un temporal de ruido y furia en el que nadie se maneja mejor que él. El Ministerio del Interior que lidera se ha convertido en una suerte de reality show desde donde retransmite su vida, sus meriendas con Nutella, su decepción por una derrota del AC Milan, las rupturas con sus novias o las imputaciones judiciales. Todo puede contarse en Facebook, donde tiene más seguidores que ningún político en Europa. Manda el algoritmo.

Dispara La Bestia, el software en el que se apoya para escuchar el zumbido de la web y cabalgar el estado de ánimo de cada momento con el comentario adecuado. El verdadero motor, sin embargo, es un instinto depredador que durante años subestimaron sus rivales. La estrategia está clara, buscar un enemigo y atacarlo: la inmigración, Emmanuel Macron, Bruselas, Roberto Saviano, las ONG, Pamela Anderson. No importa.

—¿Está contra Alemania? —preguntó preocupada la canciller Angela Merkel al primer ministro Giuseppe Conte en una conversación que captaron las cámaras en la última cumbre de Davos.

—Está contra todos —respondió él para tranquilizarla.

La verdadera personalidad del “lobo solitario”, según le define un compañero que le conoce desde hace 25 años, sigue siendo un enigma. También para los que le rodearon hace tiempo. Una fe sobrevenida, por ejemplo, le permite ahora exhibir un rosario y una Biblia en los mítines y completar el puzle de su exitosa política de nichos. Aunque al otro lado del Tíber y en la Conferencia Episcopal Italiana cause perplejidad. “¿Religioso? Yo no recuerdo que lo fuese… Pero ahora tiene la casa llena de vírgenes que le regalan sus fans”, cuenta un viejo conocido.

Una voz con fuerte acento lombardo improvisa al otro lado del teléfono una teoría para definir al camaleónico personaje. “Algunos animales perciben cuando se acerca una tormenta. La mayoría se agita y corre a refugiarse. Otros aprovechan el caos para arrasar con todo: él es una de esas bestias”, señala este viejo compañero de partido y uno de sus mentores antes de que rompiera las cadenas definitivamente.

El fundador del M5S, Beppe Grillo, abraza al candidato de la formación, Luigi di Maio, en el acto de cierre de campañaSalvini es vice primer ministro de Italia gracias al acuerdo de Gobierno que firmó con el Movimiento 5 Estrellas (M5S) en junio. Entonces se presentó a la mesa de negociación con la mitad de votos que su interlocutor. Hoy, en cambio, se divierte desquiciando a su socio mientras los sondeos proclaman a la Liga como la fuerza con más apoyos en Italia (31,7%, según la media de encuestas de YouTrend, frente al 25,8% del M5S). Los grillinos subestimaron un apetito político que primero devoró a Umberto Bossi y a Roberto Maroni, sus padres políticos. El mismo instinto que luego trituró a Silvio Berlusconi, que le trató como una comparsa hasta las elecciones del pasado 4 de marzo.

Pero en Forza Italia ya nadie oculta el drama. “El objetivo era llevarse nuestros votos y lo ha cumplido. No queda nada. Hemos propuesto durante 24 años el mismo liderazgo y la gente se harta. El cambio que él propone era ganador”, señala uno de los hombres que aspiró un día a suceder a Berlusconi. El centroderecha italiano es suyo. La única incógnita ahora es cuándo decidirá tumbar el Gobierno y asaltar el palacio Chigi.

La líder francesa Marine Le Pen entró en éxtasis al verlo en el estrado con una camiseta antieuro. No hacía falta más

El líder Salvini, afable y educado en las distancias cortas, divorciado y padre de dos hijos, se curtió como activista de la Liga Norte en las calles de Milán en los años noventa. Jamás terminó sus estudios de Ciencias Políticas, ni de Historia. “Antes llegará la independencia que mi licenciatura”, se burlaba. Tampoco la necesitaba. Criatura de entretiempos, siempre supo cuándo la música política iba a cambiar. En 1993, por ejemplo, entró con 20 años como concejal en el Ayuntamiento de la capital lombarda.

Italia se descomponía por los escándalos de corrupción de Mani Pulite, un proceso que dirigió en la fiscalía de Milán Antonio Di Pietro y que dejó 1.233 condenas. La democracia cristiana perdía el monopolio de 40 años, emergía la figura de Silvio Berlusconi y comenzaba la llamada Segunda República. Un gran momento para militar en un partido fundado solo dos años antes, dispuesto a asaltar las instituciones al grito de “Roma ladrona”. “Salvini ya estaba ahí. Siempre fue un ídolo para los suyos, muy carismático dentro del partido. Luego se convirtió en el símbolo de los jóvenes padanos, la sección juvenil del partido. Ya tenía esta imagen de hombre fuerte”, señala un amigo de la época.Resultado de imagen para berlusconi y renzi

Il Capitano, como le bautizó Morisi, su jefe de comunicación, flirteaba entonces con algunas ideas de izquierdas que le permitieron construir un relato propio sobre la idea del pueblo. Uno de sus primeros discursos como concejal lo dedicó a defender del desalojo el centro Leoncavallo, una casa ocupada en Milán, símbolo de los movimientos sociales. “No es que fuera de izquierdas, pero no era la derecha de hoy. Tampoco era un racista o un xenófobo, y eso que en la Liga Norte había unos cuantos que sí lo eran en aquella época”, señala un viejo militante. Y si lo era, en todo caso, solo desde el río Po hacia abajo. Una cámara le inmortalizó en 2009 en el encuentro anual de la Liga en Pontida cantando con una jarra de cerveza en la mano un coro de los ultras del AC Milan, a quienes todavía frecuenta. “Siente el hedor, huyen los perros, ya llegan los napolitanos…”. El sur, como a todas las huestes de la Liga Norte, le parecía otro país. Diez años después, Salvini es senador por Calabria y solo el M5S es capaz de reunir mayor consenso en las regiones meridionales.

La calle curtió al activista. Pero Radio Padania, la emisora del partido que dirigió y presentó de 2009 a 2013, configuró al parlamentario, al explosivo comunicador. El politólogo Giovanni Orsina, autor de La democracia del narcisismo, subraya ese periodo para entender al personaje. “Los oyentes eran gente muy dura, muy directa, sin refinamiento… No era fácil ponerse ahí delante. Eso le dio una gran habilidad mediática. Hoy es rápido, brillante. Conviene recordar, sin embargo, que es una capacidad comunicativa desarrollada en una estructura política tradicional. La Liga es hoy el partido más antiguo de Italia. Esto confirma un viejo discurso: si quieres seleccionar talento político necesitas estructuras. Y el partido tradicional es el mejor sitio para encontrarlo”. Pero la vieja Liga Norte necesitaba un lifting.

Repubblica: “Governo dà soldi a Radio Padania”. Di Maio: “Glieli ha dati il Pd. Relativi a bando 2017”El partido colapsó tras una era de éxitos como escuderos de Forza Italia y llegó a sus cotas más bajas. Explotaron los escándalos de financiación, chanchullos, abusos de poder, compra de diamantes en África… El grupo no tenía más de un 4% de apoyo electoral y bordeaba una larga travesía fuera del Parlamento. Roberto Maroni, varias veces ministro en los Gobiernos de Berlusconi, renunció a la secretaría en 2013 y apostó por un joven Salvini. La vieja Liga Norte celebró en diciembre su congreso para encumbrarle.

Y en la primera fila, el nuevo líder sentó a Víktor Zubarev, un parlamentario ruso que representaba al Gobierno de Vladímir Putin, a un miembro del Frente Nacional de Marine Le Pen y al mismo Geert Wilders, presidente del xenófobo Partido por la Libertad holandés. Nadie en un partido acostumbrado al dialecto lombardo entendió nada. Pero aquella puesta en escena adelantó la estrategia internacional de Salvini y el inicio de un nuevo esquema político en Europa que hoy también pasa por Hungría y Polonia. Lo mejor es que el plan, en parte, lo financió Bruselas.

El líder de la Liga fue eurodiputado durante dos largos periodos (2004-2006 y 2009-2018) en los que nadie le recuerda algo relevante. “No le interesaba o no entendía absolutamente nada, que también puede ser”, explica un senador de Forza Italia que le trata desde hace 20 años. Aquella larga experiencia en las instituciones europeas le permitió asistir a algunos cortocircuitos de la burocracia comunitaria y al florecimiento de los movimientos nacionalistas: tras meses de intensos contactos y el consejo del exasesor estratégico de Donald Trump, Steve Bannon, aspira ahora a conquistar un tercio de los asientos en las elecciones de mayo y cambiar el equilibrio de fuerzas de la UE.

Pero el largo periplo internacional también contribuyó a desarrollar un mecanismo sencillo y directo para conectar con el malestar que recorría Europa. En 2013 llegaron a las costas italianas 40.000 migrantes. Al año siguiente aumentaron hasta 180.000 y hasta 2018 desembarcaron otros 620.000. Salvini decidió empezar a correr en la misma dirección que la bola de fuego. Y todavía funciona.

Su personalidad pública chirría con la privada. Introvertido, taciturno y muy educado, no se fía de casi nadie

La noche del  15 de agosto, la Guardia Costiera italiana rescató a 177 migrantes en el Mediterráneo central. El ministro del Interior cerró los puertos y les tuvo dos semanas en condiciones inhumanas en el mar. Avergonzó al presidente de la República, le costó una imputación por secuestro de personas (se juega 15 años de cárcel) y la denuncia de todas las organizaciones humanitarias. Pero subió en las encuestas. “Le pasa como a Berlusconi, sus enemigos le dan visibilidad sobre un tema en el que no hay nada que hacer. La mayoría del país está con él. Los italianos no quieren a los inmigrantes. Punto. Y ese continuo chantaje moral les molesta y los empuja hacia él”, apunta Orsina. Pero ¿cree realmente en lo que dice? “Sabe descifrar lo que la gente quiere oír y luego lo comunica de forma clara y sencilla. Tiene un instinto increíble para saber cUna multitud se manifestó por los derechos de los migrantesómo cambiará el viento y adaptarse”, explica Gianni Fava, compañero de partido durante 25 años y único rival en las últimas primarias.

La personalidad pública de Salvini chirría con la privada. Introvertido, algo taciturno y muy educado, señalan en su entorno, no se fía de casi nadie. Ni siquiera completamente de Giancarlo Giorgetti (subsecretario del Gobierno y cerebro estratégico de la Liga), que detesta los escarceos de su jefe con el M5S y amenaza con marcharse si se cruzan algunas líneas. Quizá por eso despolitizó el núcleo duro del partido y contrató a dos mantuanos que cambiaron el rumbo de la Liga. Luca Morisi y Andrea Paganella, socios de Sistema Intranet, una empresa informática que fabrica software para la mitad de centros de salud de Lombardía, pasaron a ser su jefe de comunicación y de Gabinete, respectivamente. Entre los dos, quizá las personas con más influencia en la torre de mando salviniana, han convertido el Ministerio del Interior en una fabulosa máquina de propaganda y deslegitimación de adversarios financiada con dinero público.

La ecuación de este ciclón electoral solo puede descifrarse acudiendo a Morisi, un tipo extremadamente discreto y entregado a su jefe. “Filósofo digital, megáfono social, me ocupo casi 24×7 de la comunicación de Il Capitano”, reza su perfil en Twitter. Él no concede apenas entrevistas y es prácticamente invisible (solicitó contestar a las preguntas de este periódico vía e-mail, pero nunca llegaron las respuestas).

Resultado de imagen para morisi mentor de salviniEs el spin doctor, el creador de La Bestia. Los contenidos son simples y directos, se distribuyen industrialmente, como apunta el experto en propaganda digital y fundador de The Fool, Matteo Flora. “Utilizan un léxico simple, cercano al público, que humaniza la figura de Salvini. Él es uno de ellos. Llegan hasta niveles grotescos para un cargo del Estado, que parece el participante de un concurso”. Pero el éxito de su fórmula en la calle no es virtual.

El pasado 7 de diciembre la Liga rompió definitivamente con su pasado y tomó la simbólica Piazza del Popolo, en el centro de Roma. Nunca antes un ministro en el cargo había convocado un acto a su mayor gloria. Llegaron autobuses de Nápoles y Calabria. Encendieron bengalas y corearon a Il Capitano. Ninguno de sus rivales, mucho más enraizados en la capital, había llenado ese espacio en las últimas manifestaciones. En Italia, donde la esperanza de vida de un primer ministro son 14 meses, nadie duda ya de que Salvini cumplirá su objetivo.

¿Cuándo? El punto de inflexión de su tirante relación con el M5S lo marcarán los resultados de las elecciones europeas, donde aspira a convertirse en el líder de la corriente nacionalpopulista. Salvini niega que tenga esto en mente. Pero si llega al 40% de los votos, temen ya sus socios, podría intentar el asalto al Gobierno. Antes de esa anunciada victoria, sin embargo, ha llegado el triunfo de su relato político. Cinco años después de fotografiarse desnudo en Lyon y convertido ya en el político mejor valorado, el mayor reconocimiento es el contagio.

Más que redes

La trinchera digital de Matteo Salvini y su exitosa fórmula van más allá de la interpretación y rápida reacción ante los temas que prenden en las redes. La estrategia diseñada por Luca Morisi, jefe de comunicación de Il Capitano, incluye cuentas radicadas en el extranjero vinculadas a lobbies como el de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) de Estados Unidos. Esta alianza fue desvelada por el periodista Sandro Routolo, a quien el Ministerio del Interior retiró la escolta que le acompañaba desde 2015 por las amenazas que había recibido de la Camorra napolitana. Una semana después, el ministerio decidió volver a ponerle escolta ante las protestas que la decisión había suscitado.