La “diáspora” engañosa
Aldemaro Barrios Romero
En un informe titulado “Migración desde Venezuela a Colombia” financiado por el Banco Mundial emitido en octubre de 2018 sus autores señalan que “Esta migración sin precedentes está teniendo impactos significativos en las áreas receptoras, particularmente pronunciados por las difíciles condiciones socioeconómicas de los migrantes.
Aun cuando la mayoría de personas que ha dejado Venezuela lo hace por razones económicas, los movimientos actuales comparten características claves con las crisis de refugiados que se han presentado en otros países”.[1]
Resulta evidente el silencio sobre una complejidad económica y geohistórica que explica la movilidad “migratoria” reciente que se encuentran en asuntos causales y no en las consecuencias como diariamente nos muestran algunos informes, voceros políticos y agencias internacionales de noticias sin considerar los protocolos establecidos por la ONU que caracterizan una crisis humanitaria.
A decir del internacionalista, historiador y miembro de la Red de Historia Memoria y Patrimonio de Táchira Pedro Fressel “en estos territorios no era común usar la palabra “migración”. La dinámica de tránsito humano de ambos lados era como cruzar la acera para visitar a un familiar y aun lo sigue siendo, y que la afectación actual deriva de fenómenos políticos y económicos ajenos a esa dinámica tradicional que ha impactado negativamente a ambas sociedades
Una de las causas está ubicada en vectores asociados al asedio económico y financiero que afecta a Venezuela y que rebota a Colombia por la frontera, en la dependencia económica y falta de previsión de las algunas autoridades venezolanas al confiarse en la “buena voluntad” de gestores del comercio internacional que cuando fueron presionados por los centros de poder político en Washington en la concreción del bloqueo económico contra Venezuela, ya era tarde y hubo que cargar con las consecuencias.
Basta solo el ejemplo de la presión ejercida a las compañías navieras transnacionales de cabotaje que hacían las cargas de gasolina desde las refinerías venezolanas, 7 u 8 buques que hacían este transporte abandonaron los puertos venezolanos, así se afectó a la región Zulia y los Andes y de allí a sus vecinos colombianos, solo dos buques nacionales averiados están soportando la inmensa responsabilidad de la distribución de la gasolina que motoriza la economía de frontera.
Por otro lado sabemos que en los años 70, 80 y 90 cuando recrudecieron los eventos violentos de la guerra en Colombia hubo una importante dinámica migratoria hacia Venezuela y esas familias colombianas encontraron en las últimas décadas del siglo XX y especialmente en los primeros años del siglo XXI espacios de paz en Venezuela favorecida por una bonanza económica y las posibilidades de reivindicaciones sociales expresados en educación, vivienda y empleo, sin embargo esas familias siempre guardaron el deseo de regresar a su lar natural, al sitio que los vio crecer con sentido cultural de pertenencia, donde dejaron sus casas, espacios de producción y sobre todo sus familias.
El trabajo de los profesores Miguel Ángel Morffe Peraza (UCAT) y Neida Albornoz Arias de Universidad Simón Bolívar (Colombia) titulado “Nuevas dinámicas de la violencia en la frontera colombo venezolana” da cuenta de otra visión sobre la movilidad fronteriza y va a las raíces y razones del asunto migratorio en esa frontera al señalar como el Tratado de Paz firmado en 2016 disminuyó los índices de enfrentamiento bélicos entre la FARC-ELP y la Fuerza Armada de Colombia:
“Para finales de 2017, la violencia en Colombia continuaba disminuyendo sostenidamente como viene sucediendo desde 2012, en la cantidad de víctimas fatales en la que se destaca que la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes se redujo de 34 a 24 casos, tal como lo reseña el Informe ¿Cómo va la paz? de la Fundación Paz y Reconciliación (PARES) de 2018,en el que también se muestra que los desplazamientos que habían llegado a las 272.000 personas en 2012 afectaron en 2017 a 75.000.”[2].
Con la salvedad de que aún persisten focos de violencia que derivan del intento por controlar zonas de desarme en la complejidad de los territorios donde el narcotráfico y el paramilitarismo intenta dominar los espacios.
Algunos autores y voceros señalan que las cifras de colombianos en Venezuela están cerca de los 5 millones de seres humanos que fueron desplazados al vecino país producto de la guerra, otros voceros dicen de estadísticas que llegan a los 3 millones de personas. Lo cierto es que no hay un venezolano o venezolana que no tenga vínculos o relaciones familiares dígase de consanguinidad o amistad con familias colombinas cuyos hijos nacieron o crecieron en Venezuela y que visto el nuevo mapa político en Colombia han regresado al reencuentro con sus familiares especialmente en zonas que fueron de conflicto bélico o donde se desarrollaron violaciones a los derechos humanos como consecuencia de la guerra, pero que ahora son zonas de pronósticos de paz.
Está situación de creciente confianza política en Colombia y el asedio económico que ha sufrido Venezuela en los últimos cinco años son solo dos causales que ha generado una nueva ola de migrantes identificados en el informe del Banco Mundial como los “retornados” a pesar que ellos destacan de manera superficial las causas de la crisis económica venezolana como única razón de esta dinámica migratoria. Sin embargo, el desafío es continuar investigando esa realidad que día a día cambia y que nos coloca en el reto de actualizarnos en el tema, para ir avanzando hacia una zona de paz y de integración binacional.
Estamos en un nuevo tiempo histórico en el que tenemos que observar este fenómeno de la migración desde una mirada científica y no desde el prisma de la estridencia mediática o politiquera, o de fuentes secundarias no confiables, que busquemos las causas de ese dolor que afecta a miles de familias en las fuentes estructurales, tanto por las razones históricas de una guerra y de la violencia política como por componentes de una complejidad económica y social injusta donde gravitan los orígenes de los desequilibrios económicos que generan la crisis social.
Ver la situación de fronteras desde Caracas o Bogotá genera imprecisiones y por eso los actores regionales juegan un papel de primer orden en la generación de información acuciosa sobre la realidad de esa frontera que debe ser cotejada de manera rigurosa para aportar soluciones para el desarrollo de espacios productivos de paz.
Debemos hacer una revisión de las investigaciones pasadas y actuales sobre la violación de los derechos políticos que cohabitan en ambas fronteras, tenemos que considerar con atención la conducta ética de organizaciones o defensores de DDHH o instituciones que hacen filas con una sola mirada del asunto migratorio y que son sensibles a apreciaciones subjetivas aplicando metodologías de investigación que generan dudas sobre los resultados de la situación fronteriza, sobre la violencia, los derechos humanos y la migración entre Colombia y Venezuela. Esta frontera se ve muy difusa desde Caracas o desde Bogotá, por eso la responsabilidad ética de las universidades de estas regiones para generar conocimientos sobre el asunto, descontaminados de los ruidos políticos que observamos en algunos sectores y medios de comunicación.
Entendemos que es necesario un discurso político de diálogo y entendimiento, si de lo que se trata es de sumar elementos para el desafío de mejorar los sistemas de participación y de fortalecer el tejido social, para vivir en democracia, para reducir los índices de violencia, hay que garantizar los derechos ciudadanos a la población, entonces la tarea es de mayor significación y por tanto de responsabilidad social y ética.
En una democracia siempre existirán posiciones encontradas, diversas, de manera que la quimera de una sociedad única, homogénea, sin debates como lo han sugerido algunos académicos y voceros políticos para “recordarnos que antes vivíamos mejor” es una engañosa oferta política. El tema de la violencia es y debe ser controlado, primero desde el accionar político de la sindéresis y de la racionalidad política y luego atendiendo a lo instruido en el contrato social valga decir lo que la civilización humana ha formulado en las leyes fundamentales para operar democráticamente en una sociedad regida por una constitución y un cuerpo de leyes que deben ser reconocidas y aplicadas por todos y para todos.
Este tiempo y las circunstancias nos precisa a ser creativos y asertivos por eso la propuesta de generar nuevos espacios de análisis como los observatorios para la paz, el fomento de la investigación y divulgación sobre la movilidad social en nuestras fronteras, la promoción de coloquios, seminarios u otras dinámicas de grupos sobre la violencia política desde la universidad hacia las comunidades y viceversa.
Para concluir, Theodor Ludwig Wiesengrund Adorno, un filósofo alemán contemporáneo y uno de los más destacados representantes de la Escuela de Frankfort sintetizó una idea que hoy nos sigue llamando a reflexionar: “Los hombres hacen todo de un modo mucho más terrible que los animales, pero la idea de que podría ser distinto se les ocurrió solo a los humanos”.
Notas
[1]Migración desde Venezuela a Colombia: impactos y estrategia de respuesta en el corto y mediano plazo. (2018) por Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento/Banco Mundial Washington, D.C. Estados Unidos de América.
[2]Morffe Peraza Miguel Angel, Albornoz-Arias Neida (2018) Nuevas dinámicas de violencia en la frontera colombo venezolana.Aldea Mundo Revista sobre Fronteras e Integración Regional. Año 23, No. 46 / Julio-Diciembre 2018.