La corrupción en PDVSA arribó con las petroleras
Werther Sandoval |
Desde la compra fraudulenta de concesiones hasta sobornos de políticos, desde manipular precios hasta quebrar contratos colectivos, desde formar carteles hasta destruir el ambiente, desde sobreexplotar yacimientos hasta encadenar empresas para eludir impuestos, desde falsear la producción hasta cimentar una cultura corporativa meritocrática supraterrenal, desde sobrefacturar y subfacturar hasta pagar comisiones, desde adulterar técnicas contables hasta dar solo instrucciones orales, desde “dejar pasar” crudo con agua hasta dilatar órdenes claves, desde violar normas licitatorias hasta favorecer familiares y amantes, desde financiar ONGs hasta manipular medios de comunicación, desde más hasta mucho más y faltaría incluso más.
O mejor digámoslo en las palabras edulcoradas del Fondo Monetario Internacional: “El 70% de los habitantes más pobres del mundo viven en países ricos en petróleo, gas natural o minerales…Nos llama la atención que algunas de las primeras multinacionales del mundo hayan sido empresas extractivas, como Standard Oil o Royal Dutch Shell. Todas las técnicas de elusión fiscal vinculadas a las actividades de las multinacionales tienen su origen en las industrias extractivas”.
Y el FMI se atreve a más: “…el uso de cadenas de empresas para lograr ganancias de capital en un país en las que serán poco gravadas, en lugar del país en donde está el activo generador de ganancias. Las sumas en juego son astronómicas: en Mauritania, por ejemplo, una ganancia potencial de USD 4.000 millones por una transacción de oro no fue gravada en ese país”.
Pero regresemos. Salvador de la Plaza, en su libro Historia y Retos del Petróleo en Venezuela, identifica y plasma sobre quienes las grandes corporaciones petroleras inglesas y estadounidenses lograron edificar la (anti)cultura de la corrupción: “Los trust petroleros, valiéndose de profesionales criollos, se apoderaron de los más ricos yacimientos mediante la captación de concesiones en las que establecieron la más irrisoria participación del Estado en la explotación del petróleo”.
“Los agentes de los consorcios lograban siempre, con abundantes obsequios en dinero en efectivo a los abogados y funcionarios, obtener las mejores ventajas para sus representantes. El primer gran Trust que operó en Venezuela fue el anglo holandés Royal Dutch Shell, al que bajo el nombre de Caribbean Petroleum Co. y haciéndose pasar por compañía estadounidense, obtuvo, en 1912, por interpuesta persona del Dr Valladares, una concesión por diez años de gran parte del territorio nacional”.
De la Plaza destaca incluso concesiones en las cuales se establecían que las petroleras no pagaban impuesto alguno a la Nación, como fue la Vigas. Era tal la burla y despojo fiscal, que en la historia están escritos los tragos amargos del médico falconiano Gumersindo Torres, quien fuera designado ministro de Fomento en 1917 por el dictador Juan Vicente Gómez (1908-1935). Torres dictó una Ley que redujo las concesiones a 30 años, con reversión de las tierras a los tres años si la empresa transnacional no explotaba los yacimientos, y la entrega de 50% de las áreas que pasaban a reservas nacionales del Estado.
“Torres también procedió a plantear la anulación de las concesiones otorgadas a la Caribbean Oil Company y a la Venezuela Oil Concession. Una verdadera herejía. Las empresas petroleras reaccionaron de inmediato, presionando y provocando la sustitución de Torres. Un ejemplo muy ilustrativo del grado extremo de sometimiento de la dictadura a los mandatos de las compañías”, recuerda Ali Rodríguez Araque, en la entrevista dada a la periodista Rosa Mirian Elizalde, plasmada en el libro Antes de que se me olvide.
Aún cuando Gómez lo volvió a llamar en 1930, “Las acciones nacionalistas de Torres desataron la ira de las compañías petroleras y esta vez fue expulsado del gobierno para siempre”, añade Araque. Es decir, la dictadura acató el orden normado con sanciones impuesto por las petroleras.
Otro echado el foso fue Carlos Andrés Pérez, quien no sólo fue derribado por la descomposición del agotado modelo de reparto político de gobierno pactado por Acción Democrática y Copei en la Quinta PuntoFijo, si no también por la estrategia fijada por la alta gerencia de PDVSA de reducir al mínimo su obligación de entregar recursos fiscales, pagar impuestos, al Estado.
Tanto así, que aún cuando CAP acató la línea política del Consenso de Washington y aplicó las medidas del FMI, la alta gerencia de PDVSA formada en y por los consorcios petroleros transnacionales no aceptaba oposición alguna a su solapado objetivo, hecho eslogan, de hacer de PDVSA una empresa del primer mundo en un país del tercer mundo, y como tal tenía que remunerar a su personal, registrar ganancias y pagar impuestos en las naciones consumidoras de Petróleo, cual Transnacional cualquiera.
Es así como la PDVSA del “Primer mundo en un país del Tercer mundo” fracturó también las bases políticas de los presidentes Luis Herrera Campíns y Jaime Lusinchi y logró, con éxito, cautivar a Rafael Caldera durante su segundo mandato.
¿Sus propósitos? Restarle propiedad al Estado sobre la industria, burlar las cuotas OPEP y quebrar el régimen fiscal. ¿Cuánto logró? Casi todo. Lo más duro de tal política de eficiencia gerencial y alta producción petrolera recayó sobre la educación y la salud pública: Entre 1976 y 1992, por cada bolívar generado por la industria petrolera 66 céntimos iban para las arcas del gobierno nacional; entre 1993 y 2001, el promedio bajó, incluso pagando dividendos a partir de 1996, a 45 céntimos.
Véase entonces como desde su creación, en 1976, la otrora y ufanada tercera empresa petrolera más importante del mundo manipuló, con dulzura, hasta el saber de hoy, a Rafael Caldera (1994-1999). Al resto de los presidentes de la democracia representativa les aplicó la corrosiva escuela estadounidense del lobby, la misma que a punta de prebendas, chantajes y presiones manipula y doblega voluntades de los círculos de poder.
Basta citar que el diario El País de España, en noviembre de 1989, revela que CAP se oponía a la Internacionalización ideada y ejecutada por alta gerencia de PDVSA bajo la figura de Apertura Petrolera, la misma que para lucro de su meritocracia y para el pago de impuestos en el exterior, endeudó y empleó recursos de la industria para comprar 22 refinerías y puertos en Europa, EEUU y el Caribe, mediante la creación de un entramado de 87 empresas, muchas de ellas de maletín registradas en paraísos fiscales, según estudios del profesor de la UCV, Carlos Mendoza Potellá.
Era tal desparpajo, que el diario español cita al líder adeco cuando argumenta que eso significaba llevar el dinero venezolano al exterior y hacerlo hasta contradecía las mismas medidas fondomonetaristas, las cuales buscaban que las empresas extranjeras fueran las que invirtieran en el país. PDVSA usó su poder de manipulación sobre los medios de comunicación para corroer el piso político de Carlos Andrés Pérez. El Nacional jugó un papel estelar.
Tan de Sueño Americano es la industria petrolera, que, por supuesto, la cinematografía no ha cesado de llevarla a las pantallas. Solo dos: la escalofriante Petróleo Sangriento, que basada en el libro ¡Petróleo! de Upton Sinclair, trata sobre los inicios de la industria petrolera en Estados Unidos a través de la figura de un magnate petrolero en los primeros pasos del capitalismo, mostrando la faceta más aterradora de la ambición y el poder. La película está repleta de corrupción, decepciones y la promesa de riquezas incalculables.
Y la nunca infaltable El caso Mattei (en italiano : Il Caso Mattei), 1972 dirigida por Francesco Rosi, representa la vida y la misteriosa muerte de Enrico Mattei, un empresario italiano que tras la Segunda Guerra Mundial logró evitar la venta de la naciente industria italiana del petróleo y el hidrocarburo a compañías estadounidenses y la desarrolló en el Eni, una empresa de petróleo estatal que rivalizaba con las “siete hermanas” por los negocios de petróleo y gas en los países del norte de África y Medio Oriente.
Es sobre esa anticultura del lucro rápido y fácil, del interés individual y corporativo por encima del interés del Estado-Nación, que fue construida la industria petrolera en el país. Edificada para que todos sus sistemas, estructuras, componentes y dirigentes respondan, sin escatimar medios, a una lógica comercial, gerencial y tecnológica destinada a satisfacer el teleológico fin de la ganancia. Es allí adonde debe, principalmente, dirigirse la lucha contra la corrupción, so pena de ver corruptos libres por la elemental razón de no haber cupos en las cárceles.