El adiós a Jorge Botero, y la leyenda de Telesur

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Aram Aharonian

Cuenta la leyenda que un día se encontraron Fidel Castro y Hugo Chávez y que nueve meses después parió Telesur. Alguna vez prometí narrar la génesis de Telesur, a la que le salieron tantas madres y padres…que aquello de que mater sempre certa est parecía una broma. Telesur sólo existía en los primeros años el siglo, en las calenturientas mentes de unos pocos soñadores, entre ellos mi amigo colombiano Jorge Enrique Botero.

En una multitudinaria asamblea de apenas 450 periodistas latinoamericanos en el Palacio de las Convenciones de La Habana, casi todos recitamos sobre la necesidad de la integración comunicacional de la región. Los desayunos del hotel Palco –y las sesiones y conversaciones de pasillos–, sirvieron para que reanudáramos viejas amistades y complicidades.

La verdad es que casi todos estábamos reventados: cansados y semidormidos, cuando sin consideración ninguna, Fidel nos despertó con una frase que yo recuerdo que sonaba así: “ustedes se pasaron tres días haciendo diagnósticos sobre nuestra realidad a nivel comunicacional, hablando de revolución. De ese tema, compañeros, nosotros sabemos casi todo… Pero ninguno de ustedes hizo alguna propuesta… a nadie se le ocurrió, por ejemplo, crear una CNN latinoamericana…” Obviamente, a esa hora (eran como las tres de la mañana o por lo menos a mí me parecía así), todos largamos una larga carcajada colectiva: ¡qué ocurrencias tiene este Fidel!

Y en semanas posteriores comenzamos a analizar la provocación de Fidel. Anita de Skalom, Miguel Bonasso, Marcelo Larrea, Quique Pezoa, Beto Almeida, Jorge Enrique Botero.  Muchos creían que había sido una estratagema de Fidel para hacernos reaccionar, y nada más. Pocos creímos que era un puntapié que nos daba a aquellos que seguíamos creyendo en la necesidad de una integración comunicacional, en darle voz a quienes nunca tuvieron voz, en la necesidad de asaltar los medios masivos.

Lo de la televisora recién comenzamos a hablarlo con Chávez en 2003, cuando en la Cumbre del Grupo de los 15 manifestó a sus pares la necesidad de contar con medios de comunicación del Sur e instó a formar televisoras en Sudamérica y en otros países latinoamericanos. Había picado: el golpe de Estado (de 47 horas de duración) del 2002 le demostró la necesidad de contar con soberanía comunicacional. Lo primero que atacaron fue el canal oficial, donde estaba la única antena satelital.

Desde allí se sucedieron algunas reuniones con Chávez, fuimos buscando “cuadros” para el proyecto y, por ejemplo, creímos en que era acertado ofrecerle la dirección de Información a un joven que se había formado profesionalmente en Alemania y Estados Unidos, Andrés Izarra, recomendado por ser hijo de un militar autocalificado como izquierdista, exproductor de CNN y desempleado del canal 2. Craso error.

En el primer directorio de La Nueva Televisión del Sur estuvieron aquellos que comenzamos esta historia: Ana de Skalom, Ricardo Font, Beto Almeida, Jorge Enrique Botero, y se sumó el veterano Ovidio Cabrera, en representación del Instituto Cubano de Radio y Televisión.

Botero, un experimentado y agudo periodista y escritor colombiano, viejo amigo, tuvo como tarea poner en marcha el departamento de Información. Para eso se necesitaba contar con redactores, editores, presentadores: hasta entonces lo único que teníamos eran ideas y proyectos. Recuerdo cuando periodista de Prensa Latina en La Habana, la agencia le había dado un “polaquito”, un miniauto parecido a una máquina de coser, que le servía para movilizarse (y movilizarnos).

Con Jorge Enrique caminamos (más bien volamos) media América, de México a Chile,  buscando cuadros para la televisora, sumando opiniones, criterios, recorriendo universidades, medios, sindicatos, gobernaciones… “inventando” casas para recibirlos y alojarlos en Caracas, esbozando los criterios y las normas de redacción y producción.

A veces hacíamos alguna parada en su apartamento de la avenida 19 de Bogotá, otras en el mío de la avenida La Salle de Caracas, para discutir no sólo de programación y enfoques, sino también sobre cuál era el mejor ron: el cubano, el panameño, el nica, el dominicano, el portorriqueño, el colombiano, el guatemalteco o el venezolano. Fue una tarea titánica decidir cuál ron era el mejor, y también construir una redacción informativa y las pautas correspondientes. Pero el 25 de mayo de 2005, ya lo habíamos logrado.

Moraleja: el corrupto Andrés Izarra, impuesto como presidente del canal,  lo despidió el primer día de transmisión: era demasiada competencia para su mediocridad.

Luego nos vimos varias veces, en Bogotá, en Buenos Aires, pero lo nuestro ya era un festival de recuerdos: “La de Telesur fue la experiencia periodística más hermosa de mi vida”, me dijo. Luego, bajando el tono de su voz, agregó “bueno, no. La verdad es que se la disputa Prensa Latina”. La última vez que estuve en Bogotá, no nos vimos: los compañeros me dijeron que estaba mal de salud.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)