Irán: ocho notas sobre la muerte de Ebrahim Raisi
Nazanín Armanian
“El pueblo de Irán no debe preocuparse: no habrá ninguna alteración en el funcionamiento del país”, aseguró Ali Jamenei, el caudillo de la Teocracia Chiíta de Irán (TCHI), dirigiéndose, no a los ciudadanos iraníes que están celebrando la desaparición de Ebrahim Raisi -el Carnicero de Teherán- uno de los infames verdugos de sus mejores hijos, sino a las facciones que componen su régimen, para comunicarles, a su manera, la noticia de su muerte y también la del Ministro de Asuntos Exteriores -Hossein Abdullahian- y sus acompañantes tras estrellarse el helicóptero en el que viajaban -un Bell 212 de fabricación estadounidense- en los bosques de Dizmar, Patrimonio de la Humanidad.
Su tono recordaba a Calígula cuando nombró cónsul a su caballo preferido, Incitato, insinuando que aquel imperio podía seguir su curso al margen de los personajes que él mismo designaba y quitaba. Pues, el presidente en esta teocracia, dirigida por un califa totalitario (lo llaman «Velayate Faqih», Estado dirigido por un juez islámico), además de ser designado por él mismo – bajo el manto de una pantomima de «elecciones», con todos los partidos políticos no islamistas prohibidos-, es un cargo simbólico y carente de poder alguno.
El domingo pasado, Raisi, Abdolahian, y varios altos cargos de la TCHI regresaban del encuentro con Elham Aliyev, el presidente de la República de Azerbaiyán, que había asistido a la inauguración de la presa Qiz Qalasi, construida conjuntamente sobre el río fronterizo de Aras, en el Caspio. Azerbaiyán está acusada por los halcones belicistas de la TCHI de albergar instalaciones militares de Israel en la frontera con Irán. Tras el ataque de Israel al consulado de Irán en Damasco, los ultras islamistas, que proponían atentar contra alguna representación diplomática de Israel, propusieron la sede del país judío en esta ex república soviética. Ya en 2023 hubo un asalto, calificado por Bakú de “terrorista”, a la embajada de Azerbaiyán en Teherán.
No se descarta la posibilidad de un atentado. Uno de los comandantes de los Guardianes Islámicos que escoltaba desde otro helicóptero la aeronave de Raisi, dijo que, antes de estrellarse, del aparato salía humo negro. Podrá ser de un fallo técnico pero también una bomba colocada en su interior.
Un posible atentado podrá tener dos orígenes:
1) interno, por las facciones rivales del presidente, en un sistema absolutamente corrompido y bajo el control del crimen organizado. El último escándalo del fraude y malversación de nada menos que 3.700 millones de dólares fue en la importación de té por parte del ya exministro de agricultura Javad Sadatinejad, mientras el 85% de los iraníes vive en el umbral de la pobreza, y la inquisición islámica bate su propio récord en ahorcar a los iraníes acusados de robagallinas.
2) externo: el Mossad israelí que ha campado a sus anchas por todo Irán de forma horizontal y también vertical. Dijo el expresidente Mahmud Ahmadineyad que hasta “el responsable de la lucha antisraelí de los servicios de inteligencia de Irán ha sido un agente del Mossad”. Teniendo en cuenta que, técnicamente, Israel e Irán están en guerra, y en caso de que se tratase de un sabotaje, los autores dispondrían de información precisa sobre la ruta del viaje. Además, ¿cómo es que dos altas personalidades de la TCHI, el presidente y el canciller, viajaban en el mismo helicóptero, ignorando las medidas de seguridad de parvulario? El ataque con misiles contra un cuartel militar de Isfahán, acompañados por drones manejados desde el propio suelo iraní, fue una de las últimas acciones del Mossad en este país.
Irán es uno de los principales asuntos en el choque entre Benjamín Netanyahu y el presidente de EEUU, Joe Biden. El israelí considera que la invasión a Gaza y el polvo que ha levantado han creado la ocasión perfecta para destruir las instalaciones nucleares y militares de Irán, a costa de una guerra total en la región, cuando lo que le preocupa a Biden es tanto el avance ruso en Ucrania como el caos en un país grande y estratégico como Irán si se produce la caída de la TCHI y en la víspera de las elecciones presidenciales de noviembre.
Lo que podrá traer, entre otras consecuencias nefastas para EEUU, disparar el precio del petróleo, derivando los votos hacia los republicanos. Y es eso lo que busca, justamente, el actual gabinete de extrema derecha israelí: expulsar a Biden de la Casa Blanca. Tel Aviv pretende actuar contra Irán, antes de que los ayatolás consigan fabricar su primera bomba nuclear. Según el diario francés Le Monde, el gobierno militar de Níger está intentando vender 300 toneladas de uranio refinado o «torta amarilla» a Irán, por el valor de 56 millones de dólares.
La Fiscalía de Teherán ha amenazado con duros castigos a los ciudadanos iraníes que han inundado las redes sociales con sus comentarios sobre el «asesinato» que no el «accidente» del clérigo y otros cargos de la dictadura religiosa.
Fiel a su estilo de desinformación, (igual que en el caso del atentado contra el vuelo 752 de Ukraine International Airlines en el aeropuerto de Teherán), el vicepresidente ejecutivo de la TCHI, Mohsen Mansouri primero afirmó que las víctimas habían sufrido «un accidente leve» y que se encontraban bien; horas después aseguró que los accidentados habían continuado su viaje en coche, para acudir a un acto oficial en una refinería de la zona. Al pasar horas y no ver imágenes en dichas instalaciones, de un presidente adicto a hacerse fotos, las autoridades se vieron obligadas a confesar que no habían tenido ningún contacto con el aparato desparecido ni con el jefe del ejecutivo. El mensaje de Jamenei ponía fin a la confusión creada adrede.
La gestión de Raisi, como presidente, estuvo marcada por numerosos escándalos de corrupción, masivas ejecuciones de los iraníes por decenas de delitos y pecados, y dos determinantes acontecimientos políticos: la revolución Mujer, Vida, Libertad que dijo un NO rotundo a la teocracia capitalista, misógina, y medieval, y las elecciones parlamentarias de Teherán del marzo pasado, en las que a pesar de los habituales fraudes electorales consistentes en llenar las urnas de papeletas en los sótanos de las mezquitas antes de la votación, sólo habían participado el 7% del electorado.
No se trata sólo de un rechazo en toda regla de los ciudadanos del país hacia el despotismo clerical-militar sino de demostrar que este régimen carece de una capital para su Estado despojado de toda legitimidad. Según la Constitución islámica, el gobierno debe celebrar elecciones presidenciales en un plazo de 50 días en caso de la muerte del presidente. ¿Cuántos iraníes creen que van a molestarse a votar a otro mulá, que seguramente ya ha sido designado en la cabeza de Jamenei?
La muerte de Raisi y Abdolahian es un golpe duro al cuerpo sin vida de la teocracia putrefacta: ha agotado su tiempo, y ya ni podrá gestar nuevos monstruos.
*Periodista iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario español Público.