Grecia podría cambiar el futuro de Europa

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Mark Weisbrot

La importante victoria del partido Syriza en las elecciones legislativas  fue un punto de giro en la lucha política por la frustrada recuperación de Europa tras la crisis financiera y la recesión mundial de 2008-2009.

Se trata de un hito para la comunidad europea, la cual ha sido golpeada por el desempleo y el estancamiento económico, pero aún está por verse hasta qué punto esta elección va a acelerar el desmonte de las políticas destructivas que la llevaron a su estado actual.

“La democracia volverá a Grecia” declaró mientras votaba Alexis Tsipras, el carismático líder de Syriza, quien a los cuarenta años se convertirá en el primer ministro más joven que Grecia haya tenido en los últimos 150 años. “El mensaje es que nuestro futuro común con la Unión Europea no va a ser un futuro de austeridad”.

Sus declaraciones son un manifesto político dirigido al núcleo del principal problema que afecta a Grecia y Europa. Basta con contrastar la recuperación de los Estados Unidos, epicentro del terremoto que sacudió a las finanzas globales en 2008 y 2009, con la recuperación europea para darse cuenta de la diferencia que hace la democracia.

Aún en su versión libre de responsabilidades y dominada por Wall Street, la democracia estadounidense ha demostrado ser muy superior a la autocracia económica de la eurozona. A pesar de que la Gran Recesión ha sido el revés más duro que haya tenido que soportar Estados Unidos desde la Gran Depresión, sólo 18 meses pasaron antes de comenzar la recuperación. La eurozona tuvo una recesión de la misma duración, luego otra en 2011 y solo hasta hace poco empezó una lentísima recuperación. El resultado es un desempleo del 11.5%, lo cual es más del doble que en los Estados Unidos, donde el desempleo está en el 5.6%.

La diferencia radica en las políticas económicas. Estados Unidos recibió un pequeño estímulo; las economías más débiles de Europa recibieron un ajuste presupuestal. La Reserva Federal compró bonos del Gobierno bajo un programa de “alivio cuantitativo” que comenzó en 2008, mientras que el Banco Central Europeo no anunció un programa similar hasta la semana pasada.

Los funcionarios que diseñan políticas públicas en Estados Unidos tenían alguna responsabilidad ante el electorado. Los votantes europeos sacaron a más de veinte gobiernos del poder, pero las políticas destructivas impuestas por autoridades europeas que no están sujetas a elección (la Comisión Europea, el Banco Central de Europa y el Fondo Monetario Internacional) han estado vigentes por años, lo cual ha marginado al pueblo de su derecho a manifestarse a través del voto. Quizás en ningún lugar estas políticas han fracasado tan miserablemente como en Grecia.

La elección de Syriza es el avance más grande en el dolorosamente lento proceso de reivindicación de los votantes europeos que están reclamando su derecho a ser tenidos en cuenta a la hora de definir políticas económicas. Una reacción antiausteridad fue la que llevó al socialista francés François Hollande al poder en 2012, pero no respondió con el alivio económico prometido. Ahora es turno de Tsipras.gr syriza gana

El paso del tiempo le da ciertas ventajas a Syriza. Primero, la austeridad fiscal a la que se acogió Grecia; una combinación entre el aumento de impuestos y el recorte del gasto para reducir el déficit presupuestal, ya está casi completa. El ajuste presupuestal en 2014 fue de solo un 0.3% del producto interno bruto, comparado con el 3.2%, 3.8% y 5% de los años anteriores respectivamente. Esto explica por qué la economía finalmente volvió a crecer en un 0.6% del producto interno bruto durante 2014. Esto no se debe a la austeridad como han afirmado muchos oportunistas, fue gracias al fin de la misma.

Hay muchos factores que afectan al crecimiento, pero el efecto de las medidas de austeridad en Grecia fue tan severo que, en términos de la contabilidad del ingreso nacional, es claro que la austeridad fiscal empeoró y prolongó la recesión del país.

Grecia también ha cumplido el ajuste económico que sus acreedores han exigido como objetivo principal de la austeridad. El gasto en importaciones se ha reducido en un 36% (uno de los ajustes más grandes del mundo) y su contabilidad y balance presupuestal actual se encuentran en superávit. En este momento nadie podría argumentar razonablemente que el país está gastando por encima de sus posibilidades.

Pero la recuperación sigue siendo demasiado débil, lenta y frágil como para sacar al país del desempleo masivo que las autoridades europeas le han infligido innecesariamente. Actualmente el desempleo es del 25,8% y casi el doble para los jóvenes. Según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (que en los últimos cinco años han sido excesivamente optimistas) el desempleo será de un 16% para el año 2018.

Para conducir al país hasta niveles razonables de empleo, el nuevo Gobierno tendrá que implementar un estímulo fiscal. Tsipras propone revertir algunos de los cambios regresivos implementados en los últimos años, como el recorte del salario mínimo y el veto a los derechos de negociación colectiva. También quiere renegociar la excesiva deuda externa del país, superior al 170% del producto interno bruto. Ha empeorado mucho comparada con el 115% del PIB al que equivalía en mayo de 2010, cuando se firmaron los primeros acuerdos con el Fondo Monetario Internacional y muchos advertimos que la austeridad era el camino a la ruina.

El pueblo griego ya se ha pronunciado, un Gobierno se ha conformado y ahora es el turno de las autoridades europeas. Serán ellos quienes tendrán que decidir si ya se ha conseguido lo suficiente para poder reestructurar la comunidad europea a punta de recortar el estado benefactor, reducir el poder de negociación de los gremios, reducir el gasto en salud (en el caso griego en un 40%) y, en general, construyendo una sociedad más desigual. Hace ya varios años que la autoridades europeas han venido usando la crisis para obligar a los gobiernos de países en apuros a aceptar cambios económicos que los electorados en estos países nunca hubieran apoyado con su voto.

Es un dilema para los promotores de la austeridad, ya que si ceden ante Syriza, España podría seguir el mismo rumbo. El partido de izquierda Podemos, que se materializó de la nada para liderar la encuestas de opinión en 2014 con un programa similar al de Syriza, podría beneficiarse inmensamente de una administración exitosa del mismo. La economía española es seis veces más grande que la griega.

Si las autoridades europeas se rehusan a negociar con Syriza, existe el riesgo de que Grecia entre en default (cese de pagos) y resulte dejando la moneda y abandonando la Unión Europea.

europa austeridadContrario a la creencia popular, las autoridades no temen que la salida de Grecia pueda causar una grave crisis financiera del euro. El Banco Central Europeo puede emitir dinero como la Reserva Federal de Estados Unidos, y tiene todas las armas necesarias para asegurar que la salida de Grecia no cause un daño serio al sistema financiero de la comunidad europea. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ya lo demostró en julio de 2012 cuando puso fin a la crisis financiera de la eurozona y a las dudas acerca de la supervivencia del euro mismo con solo declarar que estaba dispuesto a hacer “lo que fuera necesario” para defender al euro.

El verdadero temor es que Grecia abandone la moneda y, tras sortear una invasión de capitales y una crisis inicial, se recupere mucho más rápido que el resto de Europa, incitando a otros países a hacer lo mismo. Todo el bloque monetario se vería amenazado. El blofeo y la fanfarronería llenan las páginas de la prensa financiera en este momento, pero gente más inteligente en Bruselas y Frankfurt entienden esta realidad y querrán hacer algunas concesiones con el nuevo gobierno griego.

De cualquier forma, este es el principio del fin de la larga pesadilla de la comunidad europea.