2015, año clave en Venezuela

Marcos Salgado desde Caracas – Miradas al Sur

La postal de la Venezuela hoy, extendida y multiplicada por medios internacionales hegemónicos, son las “colas”. Las largas y repetidas filas para conseguir alimentos de primera necesidad y enseres básicos a precios regulados, a salvo de la inflación galopante que golpea a los asalariados.

Imagen de un desabastecimiento recurrente que viene creciendo desde 2013, que se extendió en 2014, situación que llevó al chavismo a denunciar una “guerra económica” contra el gobierno. Leche, pañales, harina para las tradicionales “arepas” venezolanas, aceite, arroz, azúcar, café, papel higiénico, carne vacuna, pollo y productos de aseo personal (todos con precios fijados por el Estado) figuran al tope de los productos faltantes.

Un desabastecimiento que tiene dos causas fundamentales: las maniobras de grandes distribuidores privados para ocultar los productos y el contrabando de extracción hacia países vecinos (especialmente Colombia). A esto se suman otros dos fenómenos que complican aún más el panorama: el surgimiento de “los profesionales de las colas” y el microacaparamiento en los hogares.

Buena parte de aquellos que están en las colas lo hacen para obtener ganancias revendiendo lo que puedan obtener a precios regulados a valores mucho mayores (entre 5 y 10 veces o incluso más). Así, quien dedica por ejemplo todas las mañana a esperar en las colas puede completar a fin de mes un ingreso de dos veces o más un salario mínimo. Con estos “profesionales” conviven en las colas aquellos que buscan los alimentos básicos ante la incertidumbre de que éstos puedan desaparecer.

La psicóloga social Fátima Dos Santos escribe en un diario económico de Caracas: “La ansiedad, que aumenta y se masifica, incentiva la extraña conducta de hacer colas sin saber qué estamos esperando”. En su opinión, la ausencia de productos básicos en los anaqueles “ha empeorado en los últimos días, por lo cual los nervios se perfilan cada vez como el aliciente fundamental a la conducta de hacer cola”.

Colas nerviosas, aglomeraciones de consumidores que esperan obtener lo que –temen– se agote en sus reservas hogareñas. Un caldo de cultivo para hechos violentos que –añoran en la oposición– se conviertan en las nuevas “guarimbas”, como se conoce aquí a las acciones callejeras violentas. Las últimas, entre febrero y mayo del años pasado, dejaron 43 muertos. El grueso de las víctimas fatales eran militantes del chavismo, personas que no participaban de los hechos y hasta una decena de efectivos policiales y de seguridad afectados al control de las protestas.

El 24 de enero, la oposición volvió a la calles de Caracas mostrando una convocatoria menor a la de 2014, con la marcha de las “cacerolas vacías”. Sus variopintos referentes azuzaron la convocatoria denunciando que en Venezuela hay “hambre”. Una denuncia alejada de la realidad. Por el contrario, la gigantesca redistribución de la riqueza (que en Venezuela es lo mismo que decir la renta petrolera) operada por Hugo Chávez, ya fue reconocida por organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

En suma, en Venezuela no hay hambre, y tampoco hay escasez de alimentos. Lo que sí hay es un profundo desorden en la distribución, cuya cara visible, las “colas” son aprovechadas por la oposición para azuzar la incertidumbre. Un nudo cada vez más complejo, que el gobierno no logra desatar y se ha convertido en la prioridad del presidente Maduro, quien anunció que durante este año delegará las cuestiones políticas en sus vicepresidentes y sólo se dedicará a enfrentar el “golpe económico”.

Las amenazas internas y externas. El escritor alemán Heinz Dieterich aseguró hace una semana que Nicolás Maduro no podrá conjurar las amenazas y “saldrá a más tardar en 2016 del poder, ya sea por referéndum revocatorio, renuncia o intervención militar”. Aunque los vaticinios sobre Venezuela de este intelectual que alguna vez acuñó la idea de Socialismo del Siglo XXI están devaluados (en 2013 dijo que Maduro caía en abril de 2014), resumen el sueño de la oposición de derecha.

El sociólogo Antonio González Plessmann advierte en un estudio de coyuntura titulado “¿Fracasó el modelo?”, que la oposición busca “generar divisiones, saltos de talanquera y debilitamientos internos que faciliten la retoma del poder político por parte de los sectores que lo tuvieron desde el nacimiento de la República hasta 1998”.

Una estrategia de retoma del poder, una vuelta atrás, que no se percibe inminente, pero que, a la vez, la compleja situación económica instala en el imaginario colectivo como nunca antes durante los tres lustros de la Revolución Bolivariana en el gobierno. Para que esto sea así confluyen varios factores, a la antedicha crisis en la distribución de alimentos a precios regulados se suma la caída en picada de los precios del petróleo, que en pocos meses redujo a menos de la mitad los ingresos en divisas, indispensables en una economía que en quince años de chavismo no logró desarmar el modelo rentista.

Dice González Plessmann: “La Revolución no ha logrado desmontar el rentismo, que existe desde que el petróleo empezó a brotar de las venas de nuestra tierra y la burguesía consideró más rentable vivir del Estado que producir”.

El gobierno aseguró que la caída de los precios del petróleo no afectará las “misiones”, los extendidos planes sociales instaurados por Hugo Chávez que atienden en diferentes ámbitos a millones de personas y anunció una serie de medidas económicas entre las que se destaca la liberación parcial del control de cambios, con una cotización del dólar en tres bandas: una fija a 6,30 bolívares por dólar sólo para la importación de alimentos; otra que podría oscilar en unos 50 bolívares por dólar para los viajes al exterior y otros tipos de importaciones no esenciales y otra cotización “libre” con la participación de personas y empresas privadas y públicas.

Si estas medidas ayudarán o no a campear la crisis, está por verse. Mientras tanto, las presiones externas siguen en pleno desarrollo. También en el plano político. La visita a Caracas de los ex presidentes derechistas Sebastián Piñera de Chile, Felipe Calderón de México y Andrés Pastrana de Colombia para apoyar a la oposición se coronó con un insólito comunicado de la cancillería de Juan Manuel Santos pidiendo la pronta libertad de Leopoldo López. El conflicto diplomático está abierto, aunque el presidente Nicolás Maduro se mostró comedido sobre el tema en la cumbre de la Celac en Costa Rica, que la sangre no llegue al río.

A esto se sumó en las últimas horas otro frente. Un ex oficial de seguridad del comandante Chávez primero y del presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello después apareció en Washington asegurando que Cabello es un capo del narcotráfico. El secretario de Estado adjunto de Estados Unidos para Narcóticos y Seguridad Internacional, William Brownfield, dijo no poder “confirmar ni negar” la versión aunque convenientemente agregó que es “consistente” con el análisis de su gobierno sobre la penetración de los carteles en Venezuela.

Otro frente de tormenta en una batalla de fondo por el poder en Venezuela, que tiene a 2015 –año con elecciones parlamentarias en el último trimestre– como momento clave.

Fuente: http://sur.infonews.com/nota/10446/2015-ano-clave-en-venezuela