Filinto Durán, la dignidad como emblema

 Jorge Valero|

Desde sus tiempos de estudiante Filinto Durán abrazó las mejores causas de la especie humana. Un soñador impenitente, a la manera del gran poeta de la barba blanca, Walt Whitman, dado que su YO albergaba multitudes. Albergaba en su corazón—he de subrayarlo—a todos dentro de su YO.

Hasta los últimos días de su existencia, Filinto dirigía su mirada hacia lo alto. Y mirar hacia ese horizonte es pensar y actuar para que se haga más humana la humanidad. Me comuniqué con este noble y entrañable amigo en numerosas ocasiones, y, especialmente, en los últimos días, cuando falencias de salud azotaban su existencia. Y me impresiona que estuviera siempre esgrimiendo la Saeta de Montero de la justicia social.

Fue Filinto un luchador a toda prueba por la redención humana; trataba de aportar su granito de arena para que se superaran las dicotomías existentes en sociedades conformadas por opulentos depredadores y pobres excluidos.

Sus tempranos afanes políticos le llevaron a convertirse en fundador de la Izquierda Cristiana, en la Universidad de Carabobo, en 1982. Integró la Dirección Regional del MIR, y fue posteriormente dirigente de la Nueva Alternativa, coordinando la campaña presidencial de José Vicente Rangel en el estado Carabobo. Desde 1998, militó en el Movimiento V República, integrando la Comisión de Educación Ideológica. Igualmente formó parte de la Comisión de Asuntos Internacionales de ese movimiento. Acompañando siempre el ideario del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías, se sumó a las filas del PSUV.

Aquilatada y trascendente su desempeño como parlamentario. Planificó y organizó Cumbres Sociales por la unión latinoamericana y caribeña. Al ser presidente de la Comisión de Asuntos Económicos, Deuda Social y Desarrollo Regional del Parlamento Latinoamericano, dio una contribución fundamental para que en la OEA se aprobara la Carta Social de las Américas, instrumento que procuraba reivindicar los derechos económicos, sociales y culturales de los pueblos latinoamericanos para superar la pobreza y la inequidad social. Instrumento que ha sido archivado por los gobiernos neoliberales y el indigno Secretario General de esa moribunda organización.

Filinto enarbolaba un verbo pedagógico de profundas connotaciones éticas. Un verdadero profesante de la esperanza. Observaba una fidelidad espartana a los principios humanistas que inspiran al auténtico revolucionario. Tiempos pretéritos en los que, siendo embajador ante la OEA, me tocó compartir con él sus afanes para impulsar un parlamentarismo de calle que auscultara la opinión de numerosos movimientos sociales y populares de nuestro suelo.

Pero no menos importante fue su despliegue en los ámbitos de la producción teórica y su labor como pedagogo de sobresalientes méritos. Profesor titular de la Escuela de Educación y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Proponente y creador de la Facultad de Ciencias de la Educación de esa Universidad. Creó y puso en marcha la Universidad Latinoamericana y del Caribe. Fundó revistas culturales, políticas e ideológicas.

Y Filinto fue, también, un diplomático de excepción pues fue Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Venezuela en Honduras.

Filinto es, en consecuencia, una síntesis de virtudes patrióticas y ciudadanas, cualidades intelectuales, y consagración revolucionaria. Su vida reflejó prístinamente un quehacer que trascendía las fronteras patrias.

Mi querido amigo y camarada, Filinto: En este infausto momento mi tristeza me hace evocar la lírica de Jorge Manrique, tras la muerte de su padre Don Rodrigo: “Partimos cuando nacemos, / andamos mientras vivimos, / y llegamos / al tiempo que fenecemos, / así que cuando morimos, / descansamos.” Vaya contigo hacia la eternidad el recuerdo de tu amigo Jorge Valero.

Mis condolencias más sentidas a sus hijas, hijos y familiares.

*Mora en la eternidad desde el 27 de marzo de 2021. Su cuerpo y su alma han sido sembrados por sus familiares y amigos en la ciudad de Valencia, Venezuela.