¿Está Venezuela en crisis?
Temir Porras Ponceleón – notiminuto.com
¿Está Venezuela en crisis? Esta pregunta que pudiera parecer retórica es uno de los mejores puntos de partida para pensar en cómo dar respuestas adecuadas a los desafíos que enfrenta nuestro país a corto y mediano plazo.
Si apartamos el ruido y la contaminación del debate político cotidiano para mirar más en profundidad, podríamos darnos cuenta de que Venezuela atraviesa dos crisis mayores.
La primera, la más conocida y mencionada, es la crisis de la economía de renta. Por supuesto que no se trata de un evento nuevo, ni tiene nada de original señalarlo, pues los límites de la economía de renta han sido identificados desde el nacimiento mismo del fenómeno rentístico hace casi un siglo. Lo que sí resulta interesante señalar para el debate político actual, es que el pensamiento económico rentístico no es, al contrario de lo que pretende la derecha venezolana, un atributo exclusivo del chavismo. Parte del discurso de la derecha consiste en decir que el rentismo es un defecto económico del chavismo, y que las dificultades económicas actuales demuestran que el “modelo chavista” es inviable pues requiere más riquezas de las que la renta puede crear. El problema es que la visión económica de la derecha es tan o más rentista que la del chavismo. Con la emergencia de la Revolución Bolivariana y la aparición, tras décadas de represión, de un importante polo de izquierda política en Venezuela, ha quedado claro que lo que estructura la división derecha-izquierda en nuestro país son las diferencias en cuanto a la gestión y movilización de la riqueza fundamental que es la renta petrolera. La izquierda tiene un programa nacionalista distributivo, la derecha una visión cosmopolita corporativa, pero ninguno de los dos polos ha pensado de manera satisfactoria la economía más allá de la renta.
Por aquello de que la cultura popular refleja de manera perfecta la visión que tienen las sociedades de sí mismas, tuve que llegar a adulto para entender el sentido profundo de aquella canción infantil que dice que “con real y medio” compre tal cosa y luego tal cosa “y siempre me queda mi real y medio”. Y en realidad es una metáfora del rentismo petrolero. Una metáfora optimista porque no tiene en cuenta la fuga de capitales, gracias a lo cual “siempre me queda mi real y medio”. Pero efectivamente describe el circuito económico venezolano en el cual hay una riqueza primaria determinada, nuestro real y medio, que luego los actores económicos se van quitando unos a otros, vendiéndolo y comprándolo con criterio especulativo. Al final del ciclo hay dos ganadores: los que tienen acceso directo a la renta y se la apropian directamente, y los que son más eficientes especulando para quitarle a todos los demás el pedazo de renta que logró permearles. Pero al final del ciclo nadie creó riquezas, y siempre queda el mismo real y medio, en diferentes manos por supuesto. Ciertamente la llegada de la izquierda al poder incrementó de manera exponencial la parte de renta que se distribuye en la sociedad, y cortó el acceso directo de las élites económicas tradicionales a la renta. Y sin duda que si la derecha llegara al poder, restablecería el acceso directo de las élites tradicionales a la renta, y reprivatizaría la riqueza petrolera contenida en los activos públicos, pero lo cierto es que esa derecha no ha formulado una visión seria de cómo producir riquezas. Y su problema más grave, es que ya la izquierda, el chavismo, pasó por ahí, y que un restablecimiento puro y simple de los privilegios de las élites para el acceso directo a la renta constituiría una declaración de guerra a las mayorías populares del país, que hoy en día no son las mayorías atomizadas de años atrás.
Para no quedarme en la descripción de la crisis y dejar algunas pistas acerca de sus superación, insisto en que estas condiciones peculiares de la economía venezolana hacen que una política muy favorable a los productores, que en otras latitudes se asimilaría a una política pro empresarial de derecha, en Venezuela sea de izquierda. Porque los únicos que tienen un interés objetivo en la producción y creación de nuevas riquezas son los trabajadores. Como se ha demostrado en estos últimos dos años de desórdenes macroeconómicos, quienes disponen de capital prefieren invertirlo en perfeccionar su capacidad de especulación comercial y financiera que en buscar una fuente alternativa de riquezas a la renta petrolera. Y se ha demostrado también, que sin un programa económico serio más allá del rentismo, la derecha venezolana no tiene nada que ofrecer políticamente, que no sea inestabilidad y confrontación social. La crisis del rentismo petrolero venezolano es una crisis de todos.
La segunda crisis es la de la coexistencia política. La política no es más que una formalización institucional de las contradicciones que atraviesan a la sociedad. De manera tal que nuestras organizaciones y vocerías de izquierda y de derecha, son de alguna manera el reflejo de sensibilidades genuinas que existen en la sociedad. Por más que me cueste entenderlo, hay sectores sociales que se reconocen en la acción política de María Corina Machado, Lilian Tintori, Leopoldo López o Daniel Ceballos. Y más allá de esas personalidades, por supuesto que hay sectores que no se reconocen en la ideología ni la acción del gobierno bolivariano y del chavismo en general. Pero hasta ese punto, nada de lo señalado es anormal en un sistema democrático de confrontación abierta de visiones políticas de la sociedad. El problema comienza cuando lo que nuclea a alguno de los polos políticos es la negación de sus adversarios. La izquierda venezolana tuvo que luchar duramente durante décadas para finalmente emerger como un polo político legítimo en forma de chavismo. La profunda crisis de los años 90 del siglo pasado le abrió una ventana de oportunidad para ingresar en la vida institucional y conformarse incluso en fuerza política dominante. El problema es que no fue la institucionalidad sino la fuerza lo que la protegió de la derecha, pues la derecha en estos últimos 16 años nunca se ha terminado de comprometer plenamente con la institucionalidad. A diferencia de la izquierda, la derecha venezolana siempre ha tenido existencia institucional, y a pesar de ello ha implementado una estrategia malsana de cuestionamiento de las instituciones que la sitúa por momentos en el plano de la acción política subversiva. Y siempre a diferencia de la izquierda, la estrategia subversiva de la derecha se ha desplegado en contra de un marco institucional que tiene una sólida legitimidad democrática, y en el cual ella misma tiene una muy amplia participación política.
A pesar de todo eso, lo más importante no es atribuir responsabilidades sino pensar en qué podemos hacer para superar esta situación, pues los venezolanos jamás podremos realizar todo nuestro potencial democrático mientras pervivan corrientes de corte subversivo y anticonstitucional con peso importante en nuestra sociedad. Y esto convierte el problema en algo que el chavismo debe integrar en su visión política del país. En cada iniciativa política, en cada elemento de retórica, en cada política pública desplegada, debemos introducir la variable de desarticulación de este polo. Eso no implica capitular ante la irresponsabilidad y el extremismo de su dirigencia, que ha demostrado estar dispuesta a incendiar al país si es necesario para alcanzar sus objetivos, pero sí atraer a su base social, fundamentalmente constituida de pequeñas capas medias aspiracionales, que viven la realidad de la clase trabajadora pero que no se identifican con ella. Esas capas medias que hoy están libradas a la especulación comercial y financiera voraz de los grandes capitales venezolanos.
Paradójicamente, las pistas para la solución de estas dos crisis apuntan en la misma dirección, y es que la Revolución debe imaginar un conjunto importante de políticas orientadas a darle un nuevo protagonismo a los sectores medios trabajadores que ha hecho crecer con sus políticas de distribución de renta, pero cuyas nuevas aspiraciones la renta es incapaz de suplir. El mayor potencial de creación de riquezas subyace en esos sectores trabajadores que, si no hiciéramos nada, continuarán engrosando la base social de la derecha extrema.
Venezuela atraviesa dos crisis, pero la solución está al alcance de nuestras manos.
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