Especial: Hace 55 años asesinaban al Che: no pudieron matar su ejemplo ni sus ideas

Con 39 años, el 9 de octubre de 1967, en una escuelita del pueblo boliviano de La Higuera, Ernesto Guevara,  el “Che”, sería cobardemente fusilado por militares bolivianos y asesores estadounidenses, y sus restos desaparecidos. Lo que no lograron desaparecer fueron sus ideas revolucionarias, su lucha, su ejemplo.

 

Mayor entre cinco hermanos, hijo de una familia tradicional y adinerada, Ernesto Guevara fue una de esas personas que no se pueden definir por sus ocupaciones o profesiones, tal como se hace habitualmente: es profesor, político, abogado, etc. No se puede comenzar por otro lado sino por el de definir al “Che” como un revolucionario, dedicado a tiempo completo a transformar las realidades injustas del mundo. Ningún debate actual acerca de los métodos revolucionarios de los años 60 y 70, los acuerdos o desacuerdos, las añoranzas o revulsiones, puede opacar el profundo humanismo que fundaba el andar de Guevara.

Nacido en Rosario, a mediados de 1928, Ernestito pasó su infancia en Buenos Aires y San Isidro, hasta que a raíz del asma que le detectaron, la familia se mudó a Alta Gracia, en Córdoba. Esta enfermedad determinaría en gran parte su carácter, obligándolo a sobreponerse a cada paso y a redoblar esfuerzos para realizar actividades a la par de sus amigos y compañeros.

De carácter rebelde y seguro, su adolescencia no le despertó ningún activismo político ni social, pero ya a finales de los años de secundario, en tiempos de ocaso de la Segunda Guerra Mundial y comienzos del peronismo, ya se vislumbraba en él una marcada posición anti-norteamericana. Entonces, sobrevienen los intensos y más conocidos años de quien se iba convirtiendo en el “Che”.

Trasladado a Buenos Aires por razones familiares, Ernesto se inscribió en la carrera de Medicina en la UBA, recibiéndose de médico años más tarde. Por aquellos años de fines de los ’40 y comienzos de los ’50, se haría cada vez más intenso su interés por la filosofía, especialmente la existencialista, y por las obras de pensadores radicales, entre ellos, Carlos Marx. Enseguida sobrevendrían los primeros viajes audaces, a dedo, en bicicleta, en moto y en buque, a lo largo del país y a distintos puntos de América Latina. Ernesto cambiaría para siempre: nacía el “Che”.

La experiencia guatemalteca (una dictadura proestadounidense) y los años en México, donde conocería a Fidel Castro y al grupo de exiliados cubanos del Movimiento 26 de Julio y a quien sería su primera esposa, lo convencieron de lanzarse a la actividad radical. En poco tiempo más, estaría embarcado en el proyecto revolucionario cubano, formando parte del puñado de hombres que desembarcaría hacia fines de 1956 en el sur de la isla gobernada por el dictador Fulgencio Batista, con el objetivo de transformar el país que entonces era conocido como el prostíbulo y casino de los millonarios norteamericanos.

La inicial experiencia guerrillera resultó adversa, pero una decena de hombres alcanzó a instalar un foco en la Sierra Maestra. Desde allí, principalmente, se organizaría la revolución cubana. Como médico, luego como soldado y finalmente como comandante, el “Che” se convertiría en uno de los hombres más destacados del ejército popular que lograría la huida de Batista y la toma de La Habana, al comenzar el año 1959. El gobierno de coalición formado tomó medidas radicales, pero sólo se trasladó bajo la órbita de la URSS, sin poder tampoco ser dirigido por el gigante ruso, cuando Estados Unidos se mostró decidido a intervenir directa y violentamente en la nueva realidad cubana.

En aquellos años, el “Che” se transformó en una de las figuras más admirables y respetadas de la revolución, llegó a ocupar importantes cargos de gobierno y a representar en varias ocasiones a Cuba en el exterior. Pero pronto entendió que su rol estaba fuera de la isla, en la necesidad de extender la transformación social a todo país que estuviera sometido al imperialismo. Se trataba de aplicar la experiencia foquista en los países subdesarrollados. La fracasada experiencia del Congo, la estadía en Praga y la revisión crítica de varios de los postulados de la experiencia soviética, serían parte del itinerario que lo llevaría a Bolivia, a fines de 1966. Aquel país revolucionado hacía poco, pero dirigido entonces por el dictador Hugo Barrientos, era pensado como el punto de expansión hacia todo el continente.El asesino que escapó a la maldición del Che

La experiencia boliviana pondría fin a la vida de Ernesto Guevara. Aislado, perdido, asediado por las fuerzas bolivianas y de la CIA, el grupo guerrillero sería desmembrado y finalmente vencido. Con 39 años, el 9 de octubre de 1967, en una escuelita del pueblo boliviano de La Higuera, el “Che” sería cobardemente fusilado y sus restos desaparecidos. Tan amplia fue la repercusión de su caída, que el mismo Juan Perón, desde Madrid, escribiría pocos días más tarde: “Su muerte me desgarra el alma porque era uno de los nuestros, quizás el mejor: un ejemplo de conducta, desprendimiento, espíritu de sacrificio, renunciamiento. La profunda convicción en la justicia de la causa que abrazó, le dio la fuerza, el valor, el coraje que hoy lo eleva a la categoría de héroe y mártir.”

En oportunidad de un nuevo aniversario de su asesinato, recordamos algunos fragmentos de las extensas palabras que pronunciara Fidel Castro, ante una acongojada multitud reunida en la Plaza de la Revolución de La Habana. Entonces, entre sentidos reproches por su pérdida, Fidel dejaba uno de los más emotivos perfiles de Ernesto Guevara.

Una diálogo de Eduardo Galeano y el Che

Esta entrevista de Eduardo Galeano al Che tuvo lugar el 21de agosto de 1964, día en el que Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Cuba bajo las presiones de Wáshington en su política de aislar a la Isla del resto de la América Latina. Galeano entregó el texto a los editores de la revista cubana Pensamiento Crítico, tan crítico que no la publicó, como reconoció José Bell Lara, miembro del consejo de dirección de la misma. El diálogo con el Che fue publicado en el semanario Mondo Nuovo, de Roma, y en el diario Época, de Montevideo, a principios de octubre de 1964. La versión posterior apareció, tres años después, en Monthly Review, de Nueva York, y en el semanario Marcha de Montevideo.

Eduardo Galeano

La imagen del Che guerrillero en Santa Clara lo presentía batiéndose en la inhóspita jungla boliviana, y se me mezclaba en la cabeza con el recuerdo del Che en la conferencia de Punta del Este, estadista brillante, economista, sombrío profeta; aquel intelectual refinado que leía antologías de Aguilar en la Sierra Maestra, se sabía de memoria buena parte del Canto general, hablaba con admiración de las novelas de Carpentier y se reía del realismo socialista.

Pero por sobre todas las imágenes, o sumándolas, una surgía: era el Che contestando, en conferencia de prensa, la pregunta de un idiota interesado en saber si él era argentino, cubano o qué: –Yo soy ciudadano de América, señor –había dicho. Cuando conversamos en La Habana, le comenté:Desconocido - Che Guevara, 1959 - Catawiki

-El destino de Cuba está íntimamente entrabado con el destino de la revolución latinoamericana. Cuba no puede ser coagulada dentro de fronteras; funciona como motor de la revolución continental. ¿O no? Y me contestó:

-Podría haber posibilidades de que no. Pero nosotros hemos eliminado las posibilidades de que no. La posibilidad de que los movimientos revolucionarios latinoamericanos no estuvieran directamente ligados a Cuba, hubiera podido concretarse si Cuba accedía a dejar de ser ejemplo para la revolución latinoamericana. Por el solo y simple hecho de estar viva, no es un ejemplo.

-¿De qué modo es un ejemplo?

Del modo como la revolución encara las relaciones con los Estados Unidos y el espíritu de lucha contra los Estados Unidos. Cuba se podía transformar en un ejemplo puramente económico, digamos.

-Una especie de vitrina del socialismo.

-Una vitrina. Esa sería una fórmula que hasta cierto punto garantizaría a Cuba, pero que la divorciaría de la revolución latinoamericana. No somos vitrina.

-¿Y cómo se irradia una fuerza de ejemplo que no termine en la contemplación? ¿A través de la solidaridad? ¿Pero hasta dónde puede llegar, cuáles son sus límites? ¿Cómo definiría usted la
necesaria solidaridad entre Cuba y los movimientos de liberación en América Latina?

-El problema de la solidaridad (sí, sí; claro que esto se puede escribir) consiste en hacer por la revolución latinoamericana todo lo que sea factible dentro de una situación de derecho, y una situación de derecho es una relación entre distintos países que llegan a un equilibrio en sus intercambios ideológicos o políticos, sobre la base de convenciones
mutuamente acatadas.

-Situación que se da, solamente, con tres países.

-Con dos. Bolivia rompió relaciones esta tarde.

-Descontaba que el Uruguay no demoraría en hacer otro tanto. Tengo la impresión [le dije] de que la ruptura del gobierno chileno sorprendió a los cubanos.

-¿Cómo que nos sorprendió? No nos sorprendió en absoluto.

-Sin embargo, la gente, en la calle, parecía realmente asombrada.

– La gente, puede ser. El gobierno, no. Nosotros sabíamos lo que se venía.

1959 Che Guevara, Cuban press photograph. at Whyte's Auctions | Whyte's - Irish Art & CollectiblesLe pregunté qué opinaba de ciertas declaraciones del FRAP chileno sobre Cuba, poco antes del triunfo de Frei.
-Pues nos pareció terrible.

Sugerí que podía ser el fruto de las circunstancias: los imprescindibles zigzags en la ruta hacia el poder a través de las relaciones. Afirmó:

-El poder, en Latinoamérica, se toma por las armas o no se toma.

Movió la cabeza y agregó: -Ponga: en líneas generales.

-Digamos entonces la ruta hacia el gobierno, ya que no el poder. Confundir una cosa con la otra puede resultar grave, ¿verdad? Eso pasó en Brasil, ¿no? Pero entonces el Che recordó que estaba delante de un periodista: la espontaneidad y la cautela se robaban el sitio a lo largo de las tres horas de conversación. En el supuesto caso de que nuevas revoluciones estallaran en América Latina, ¿no se produciría un cambio de calidad en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos? Se ha hablado de la posibilidad de un acuerdo de coexistencia, sobre determinadas bases. Pero si el incendio se propaga, y el imperialismo se ve obligado a echar agua al fuego, ¿cuál será entonces la situación de Cuba, es decir, de la chispa?

-Nosotros definimos la relación entre Cuba y los Estados Unidos, en la época actual, como un automóvil y un tren que van corriendo más o menos a la misma velocidad, y el automóvil tiene que cruzar el paso a nivel. A medida que se acerca al paso a nivel, se acerca la posibilidad de confrontación y de choque. Si el automóvil –que sería Cuba– cruza antes que el tren, es decir, si la revolución latinoamericana adquiere cierto grado de profundización, ya se ha pasado al otro: ya Cuba no tiene significación. Porque a Cuba no se le ataca por despecho
del imperialismo, sino que se la ataca por la significación que tiene.

Quiero decir que si se profundiza la situación revolucionaria en Latinoamérica, hasta un punto tal que obligue a un empleo grande de las fuerzas norteamericanas, una serie de territorios ya no tendrían significación. Ya se habría atravesado el paso a nivel. Nosotros vamos agravando nuestras confrontaciones con los Estados Unidos, día a día, objetiva y fatalmente, a medida que se agrava la situación en Latinoamérica –y lo mejor que tiene es lo mal que está. Ahora, si la situación se agrava tan convulsivamente que obliga a los Estados Unidos, en gran escala, a utilizar fuerzas y recursos grandes, por su propio peso la significación de Cuba desaparece. Ya el problema fundamental no es Cuba, como catalizadora, porque ya se ha producido la reacción química. La incógnita es: si cruzaremos o no antes que el tren. Podríamos frenar, pero es difícil que frenemos.

El verdadero Che Guevara, un homófobo que encerró a cientos de homosexuales en campos de trabajoCon tales perspectivas, ¿hasta qué punto es posible la coexistencia?

-No se trata de Cuba, sino de los Estados Unidos. No le interesa Cuba a los Estados Unidos, si la revolución no cuaja en Latinoamérica. Si los Estados Unidos dominaran la situación, ¿qué les importaría Cuba?

-Y en el supuesto caso de que la revolución latinoamericana no estallara, ¿es posible que Cuba siga adelante?

-Claro que es posible.

-¿A largo plazo?

-A largo plazo. Ya pasó el período peor del bloqueo.

-No me refiero solo a la subsistencia física. Quiero decir si el aislamiento de Cuba de sus fuentes nutricias latinoamericanas no podría producir problemas de otro orden: deformaciones internas, rigidez ideológica, lazos cada vez más fuertes de dependencia. Una revolución latinoamericana enriquecería, sin duda, al marxismo: permitiría aplicar mejor los esquemas a nuestra realidad peculiar. Y si la revolución se latinoamericanizara, ¿permitiría que Cuba recobrara su marco natural de existencia? No es una afirmación: es una pregunta.

-Me parece un poco idealista la cosa. Uno no puede hablar de fuentes nutricias. Las fuentes nutricias son la realidad cubana, cualquiera que ella sea, y la aplicación correcta del marxismo-leninismo al modo de ser del pueblo cubano en determinadas condiciones. El aislamiento puede provocar muchas cosas. Por ejemplo, que nos equivoquemos en la forma de apreciar la situación política en Brasil; pero distorsiones en la marcha de la revolución, no. Claro que es más fácil para nosotros hablar con un venezolano que con un congolés, pero en definitiva nos entenderemos perfectamente con los revolucionarios congoleses, aunque no hemos hablado todavía con ellos.

Hay una identidad en la lucha y en los fines. Una revolución en Zanzíbar nos puede dar también cosas nuevas, experiencias nuevas; la unión de Tangañica y Zanzíbar; la lucha de Argelia; la lucha en Vietnam. Tenemos el delantal indígena de nuestra madre americana, decía Martí, y está bien, pero nuestra madre americana desde hace tiempo ha pasado por sucesivas cruzas. Y cada vez más los sistemas son mundiales: un sistema mundial del capitalismo y un sistema mundial del socialismo.Prensa Comunitaria - Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara en La Habana, en agosto de 1959 | FacebookEl hecho de que Argelia sea libre fortalece a Cuba; la existencia de Guinea la fortalece; la del Congo, también. Nosotros siempre  mantenemos muy clara esa idea: la identidad de Cuba con todos los movimientos revolucionarios. A pesar de los parentescos raciales, religiosos, históricos, Argelia está más cerca de Cuba que de Marruecos.

¿Y más cerca de la URSS que de Marruecos?

– Eso tendrían que contestarlo los argelinos.

-Cuando usted habla de «sistema mundial del socialismo», menciona países que no integran el bloque socialista. En esos países,  movimientos de carácter nacionalista, canalizándose hacia el socialismo, le han impreso un fuerte sello propio.

-El resultado final, necesariamente, es que siempre se va hacia una integración marxista, o se regresa hacia el campo capitalista. El Tercer Mundo es un mundo de transición. Existe porque, dialécticamente, existe siempre, entre los contrarios, un campo donde se profundizan las contradicciones. Pero no se puede mantener aislado ahí. La propia Argelia, a medida que avanza en la profundización del sistema socialista, deja paulatinamente el Tercer Mundo.

-¿No se puede hablar de un Tercer Mundo transversal al propio bloque socialista? El conflicto, ya no sordo, entre chinos y soviéticos, fue analizado por algunos pensadores marxistas, como Paul Baran, como una consecuencia de las contradicciones internas entre los países socialistas, con diferentes niveles de desarrollo y diferentes grados de confrontación con el imperialismo.

-La muerte de Paul Baran me produjo una profunda impresión. Yo lo estimaba mucho; él había estado aquí, con nosotros.

Imperturbable, movía su habano, en silencio; miraba mi lápiz bic como a un intruso protagonista del diálogo; decidí guardarlo. En adelante, el Che Guevara respondió a un bombardeo de preguntas sobre temas económicos. De la Conferencia de Ginebra («la razón la tienen unos, pero las cosas las tienen otros») a los errores cometidos en el proceso económico interno, el Che Guevara habló largo y tendido.

Hasta que un enemigo irrumpió en la habitación para recordar al ministro de Industrias que su rival le aguardaba desde hacía veinte minutos ante el tablero de ajedrez, en el piso de abajo. Y no era cosa de perderse el campeonato así como así.

 

 

 

 

 

 

 

El alucinante viaje del yo al nosotros

(Usted es un traidor)

Esta nota de Galeano fue publicada el 7 de octubre de 1987 por el diario español El País, en epóca de las sangrientas dictaduras en nuestros países

Eduardo Galeano

“Traidor”, le dije. “Usted es un traidor”. Le mostré el recorte de un diario cubano: él aparecía vestido de pitcher, jugando béisbol. Recuerdo que se rió, nos reímos; si me contestó algo, no sé. La conversación saltaba, como una pelotita de pimpón, de un tema al otro, de un país al otro, de uno a otro recuerdo, añoranza, de su lejana comarca y experiencias de su vida muy vivida.Solo Galeano le dijo traidor y vivió para contarlo | El Equipo Deportea

-¿Qué pasa con mi mano?

-Está maldita.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.

-¿Maldita?

-Saludó a Frondizi y Frondizi cayó. Saludó a Janio Quadras y Janio Quadros cayó. Suerte que no tengo de dónde caer comentaba yo, poniendo cara de preocupado, y él se reía, fruncía el ceño, se sentaba, se paraba, caminaba por la sala, dejaba caer la ceniza de su habana cazador y me apuntaba con él al pecho. Con ánimo discutidor, no magisterial, recurría a veces a un pizarrón para explicar una idea compleja, y a golpes de tiza dibujaba la polémica en torno del cálculo económico y de la vigencia o caducidad de la ley del valor en la sociedad socialista, o con signos y nuneritos bosquejaba el sistema de retribución por normas de producción. Era cáustico como buen argentino, fervoroso como buen cubano: generoso con su verdad, pero en guardia, dispuesto a mostrar los dientes po – ella. Una fuerza profunda y hermosa le nacía, sin cesar, de adentro. Se delataba, como todo; por los ojos. Tenía, recuerdo una mirada limpia, como recién amanecida: esa manera de mirar de los hombres que creen.

Más allá del egoísmo

Creía, sí, en la revolución de América Latina, en su doloroso proceso, en su destino, y tenía fe en una nueva condición humana, nacida de una sociedad centrada en la solidaridad y no en la codicia.

Han pasado ya 23 años desde aquella entrevista en Cuba y han pasado 20 desde que él fue atrapado vivo y asesinado en Bolivia. Y no viene mal recordar ahora su mensaje esencial: ahora que la moda venera los espejismos de la tecnocracia y los desencantos de los intelectuales, ahora que la buena educación manda identificar la libertad de los negocios con la libertad de las personas y algún prestigioso novelista confunde a los usureros con ángeles custodios de la democracia. No viene mal recordar, digo, que el Che Guevara fue presidente de un banco, el Banco Central de Cuba, no dedicado a la especulación sino al socialismo, y que en tal carácter firmaba los billetes: no los firmaba Ernesto Guevara, sino Che, así nomás, para burlarse del dinero. Porque él no creía que el desarrollo económico fuera un fin en sí: el desarrollo de una sociedad tiene sentido si sirve para transformar al hombre, si le multiplica la capacidad creadora, si lo lanza más allá del egoísmo. El tránsito desde el reino de la necesidad hasta el reino de la libertad es un alucinante viaje del yo al nosotros. Y este viaje no puede realizarlo el capitalismo, porque sacrifica al derecho de propiedad los demás derechos y organiza la vida como una carrera de lobos.

Contra el veneno de la codicia, el más mortal, el que mata por dentro, el Che dijo cuanto dijo y escribió cuanto escribió, y vivió como vivió y murió como murió. Y éste es el sapo vivo que la civilización del consumo no puede tragarse, aunque ella reduzca la historia latinoamericana a un western de colores y convierta a este héroe de nuestro tiempo en un mero tiratiros de gatillo alegre, cuya imagen puede venderse impunemente en los supermercados.

Era agosto de 1964 y estábamos con Reina Reyes y Julio Villegas en su despacho del Ministerio de Industria. El Che hablaba y uno tenía la impresión de que le subía la temperatura de la sangre, pero manejaba a rienda corta su entusiasmo no bien yo me ponía a tomar anotaciones de lo que decía. Entonces, los ojos fijos en la lapicera que bailaba sobre el papel, prefería el comentario pícaro y cortante, que dejaba escapar después de echar, sonriendo, dos o tres densas bocanadas de humo azul entre los espesos bigotes y la barba raleada. Ser periodista era una lástima: no porque uno se hubiera puesto a trabajar después de tantos días y noches de vértigo sin sueño ni razón ni por lo nervioso que eso lo ponía a uno, sino porque la fluida comunicación que espontáneamente nacía se cortaba a cada rato por culpa de mi oficio. “Estamos conversando entre cubanos y uruguayos”, mentía entonces el Che para eludir alguna pregunta indiscreta. Todo hacía evidente, sin embargo, que aquella pasión que en él vibraba tan a flor de piel había roto las fronteras que otros habían inventado para América Latina. Escuchándolo, no podía uno olvidar que aquel hombre había llegado a Cuba después de una larga peregrinación latinoamericana: que había estado, y no como turista, en el torbellino de la naciente revolución boliviana y en la convulsiva agonía de la revolución guatemalteca; que había cargado bananas en Centroamérica y que había sacado fotos y vendido estampitas en las plazas de México para ganarse la vida, y que, para jugársela, se había lanzado a la aventura del Granma.

Un hombre de todo o nada

Celia de la Serna me dijo hace años, en Montevideo, que su hijo había vivido siempre demostrándose a sí mismo que podía hacer todo lo que no podía hacer, y que así había ido puliendo su asombrosa voluntad. Los continuos ataques de asma le habían interrumpido la escuela en cuarto año, pero siguió dando exámenes por su cuenta, y luego fue brillante estudiante de Medicina. A los 17 años se ganaba la vida trabajando, escribía poemas (bastante malos) y practicaba, a su manera, el álgebra y la arqueología. Entonces empezó a redactar un diccionario filosófico. A los 18 años, el Ejército argentino lo declaró absolutamente inepto para la vida militar.Che, el nacedor (fragmentos de Eduardo Galeano) - Question Digital

Celia, que tanto se le parecía, le tomaba el pelo por intolerante y fanático. Ella me dijo que él actuaba movido por una tremenda necesidad de totalidad y pureza. Así se convirtió en el más puritano de los dirigentes revolucionarios occidentales. En Cuba era el jacobino de la revolución. “Cuidado, que viene el Che”, advertían los cubanos, bromeando pero en serio. Todo o nada: agotadoras batallas ha de haber librado este refinado intelectual contra su propia conciencia tentada por la duda: con rigor de monje o de guerrero iba conquistando certidumbres de hierro.

Con la capacidad de sacrificio de un cristiano de las catacumbas, el Che había elegido un puesto en la primera línea de fuego, y lo había elegido para siempre, sin concederse a sí mismo el beneficio de la duda ni el derecho al cansancio: éste es el insólito caso de un hombre que abandona una revolución ya hecha por el y un puñado de locos para lanzarse, con otro puñado de locos, a empezar otra. Porque no vivió para el triunfo, sino para la pelea, la pelea de nunca acabar contra la indignidad y el hambre, y ni siquiera se hizo el obsequio de volver la cabeza hacia atrás para mirar el hermoso fuego que levantaban sus propias naves quemadas.

El Che no era hombre de escritorio: era un creador de revoluciones, y se le notaba; no era, o era a pesar suyo, un administrador. Tenía que estallar de alguna manera aquella tensión de león enjaulado que su calma aparente delataba.

Le faltaba la sierra. Y con eso no quiere, decir que no se haya entregado entero, en cuerpo y alma y sombrero, a las tareas de alta responsabilidad que cumplió en el Gobierno de Cuba. Se sospechaba que no dormía nunca., y los domingos cortaba caña como obrero voluntario. Nadie sabe de dónde sacaba tiempo para leer, escribir, polemizar. Y para pelear con su asma, implacable, que ya había llevado a cuestas en los tiempos de la guerrilla (“La orden de partida -me contó llegó de golpe, y todos tuvimos que salir de México tal como estábamos., en grupos de a dos o tres. Teníamos un traidor entre nosotros, y Fidel había ordenado la salida súbita para evitar que el traidor pudiera avisar a la policía. Aquel traidor… todavía no sabemos quién era.. Y así fue que me tuve que ir sin el inhalador, y durante la travesía me vino un ataque de asma tan espantoso que no sé cómo hice para llegar”).

Los tres caballosSusy on Twitter: "Magistral escrito de Eduardo Galeano. Sólo Él pudo definir a la perfección en pocas palabras,quien fue y será siempre el CHE.❤️🙌 https://t.co/iKyCh7Imij" / Twitter

El Che hacía lo que decía, decía lo que pensaba y pensaba. como vivía. Todos los cubanos lo sabían, todos lo veían.

Candela, el chófer que nos acompañó a todo lo largo de Cuba, al volante de un lujoso Cadillac recién expropiado, solía. llamarlo caballo. Este supremo elogio a la cubana sólo se aplicaba, en su boca, a tres personas: Fidel, el Che y Shakespeare. La divulgación popular del teatro estaba dando frutos de esta manera más bien imprevista: cada dos por tres, Candela entraba en trance y se ponía a hablar torrencialmente del dramaturgo isabelino (“Se pronuncia de varias maneras; los yanquis le dicen Chéspir”) y de sus obras, que bien conocía: “Qué va. Ése sí que era un caballo, chico. Un caballo: muy filósofo en la escritura, y muy didáctico, sí señó”.

El Che tenía varias obsesiones, y una obsesión en el centro de todas las demás: la mística del socialismo en marcha, la fe del pueblo en el mundo nuevo que nace, debe ser el motor del desarrollo. Él desconfiaba de los estímulos materiales, y en la entrevista me lo dijo así, con todas las letras:

-Hay, sistemas de retríbución que pueden darle a. cada cual la esperanza de llegar a ser Rockefeller.

También renegó del sistma de cálculo económico y negó la vigencia de la ley del valor en el trIánsito al socialismo:

-Éste es un período decisivo para Cuba -me dijo- Y no podemos, no debemos olvidar que existe un peligro de retorno al capitalismo. Otros casos lo demuestran.

Este tema lo indignaba. Durante nuestra conversación no llamó “compañeros”, sino “señores”, a quienes querían llevar adelante una línea opuesta a la suya en el proceso económico de la revolución.

Con el mismo estilo, filoso, peleón, atacaba sus propios errores:

-Fue un disparate apurarse tanto con la industrialización. Quisimos sustituir todas las importaciones de golpe, por la vía de la fabricación de productos terminados. Queríamos acabar de una vez con la dictadura del azúcar. Y sí, es verdad que el monocultivo es subdesarrollo, pero no vimos las complicaciones enormes que trae la importación de los productos intermedios.

Sobre la coca-cola fabricada en Cuba me repitió lo que poco antes había dicho por televisión.

Sabe a jarabe de pecho.

La irreverencia del Che no perdonaba a nadie. A los dirigentes comunistas que acudían a Cuba en incesante peregrinación solía recordarles que las revoluciones se hacen y no se dicen, que la misión de los partidos comunistas es estar a la vanguardia de la revolución (sonrisas satisfechas)… pero que lamentablemente ocurre que en casi toda América Latina están a la retaguardia (silencios rencorosos).

Pero, quizá por nostalgia, por defenderse de los tirones del terruño perdido, mitad venganza, mitad homenaje, los argentinos eran el blanco predilecto de sus más ácidos comentarios. Suya era la malvada iniciativa de financiar la revolución latinoamericana comprando a ciertos argentinos de Buenos Aires por lo que valen y vendiéndolos por lo que creen que valen.

-El destino de Cuba parece íntimamente ligado al destino de la revolución latinoamericana -le comenté- Cuba no puede ser coagulada dentro de fronteras. Funciona como motor de la revolución continental. ¿O no?

-Podría haber  posibilidades de que no. Pero nosotros hemos eliminado esas posibilidades. La posibilidad de que los movimientos revolucionarios latinoamericanos no estuvieran directamente ligados a Cuba hubiera podido concretarse si Cuba accediera a dejar de ser ejemplo para la revolución latinoamericana. Por el solo y simple hecho de estar viva, no es ejemplo. ¿De qué modo es ejemplo? Del modo como la revolución cubana encara las relaciones con Estados Unidos, y de nuestro espíritu de lucha contra el imperialismo. Cuba se podría limitar a ser un ejemplo puramente económico, digamos.

-Una especie de vitrina del socialismo…

-Una vitrina. Ésa sería una fórmula que hasta cierto punto garantizaría a Cuba, pero que la divorciaría de la revolución latinoamericana. No somos vitrina.

Un automóvil y un tren

-En el supuesto caso de que nuevas revoluciones estallaran en América Latina, ¿no se produciría un cambio de calidad en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos? Se habla de la posibilidad de un acuerdo de coexistencia sobre determinadas bases. Pero, si el incendio se propaga y el imperialismo se ve obligado a echar agua al fuego, ¿cuál sería entonces la situación de Cuba, es decir, de la chispa?

-Nosotros definimos la relación entre Cuba y Estados Unidos en la época actual como un automóvil y un tren que van corriendo más o menos a la misma velocidad, y el automóvil tiene que cruzar el paso a nivel. A medida que se acerca al paso a nivel se acerca la posibilidad de confrontación y de choque. Si el automóvil -que sería Cuba- cruza antes que el tren, es decir, si la revolución latinoamericana adquiere cierto grado de profundización, ya se ha pasado al otro lado, ya se ha atravesado el paso a nivel: ya Cuba no tiene significación. Porque a Cuba no se la ataca por despecho del imperialismo, sino que se la ataca por la significación que tiene. Nosotros vamos agravando nuestras confrontaciones con Estados Unidos día a día, objetiva y fatalmente, a medida que se agrava la situación en América Latina -y lo mejor que tiene es lo mal que está- Y si la situación se agrava tan convulsivamente que obliga al imperialismo a emplearse en gran escala, ya el problema fundamental deja de ser Cuba como catalizadora porque se ha producido la reacción química. La incógnita es: si cruzaremos, o no, antes que el tren. Podríamos frenar. Es difícil que frenemos.

-Pero, entonces, ¿hasta qué punto es posible la coexistencia?

-No se trata de Cuba, sino de Estados Unidos. No interesa Cuba a Estados Unidos si la revolución no cuaja en América Latina. Si Estados Unidos dominara la situación, qué les importaría Cuba.

-Y en el supuesto caso de que la revolución latinoamericana no estallara, ¿es posible que Cuba siga adelante?

-Claro que es posible.

-¿A largo plazo?

-A largo plazo. Ya pasó el período peor del bloqueo.

-Quiero decir: si el aislamiento de Cuba de sus fuentes nutricias latinoamericanas no podría producir deformaciones internas, rigidez ideológica y lazos de dependencia cada vez más agobiantes.

Me parece un poco idealista la cosa. Uno no puede hablar de fuentes nutricias. Las fuentes nutricias son la realidad cubana, cualquiera que ella sea, y la aplicación correcta del marxismo-leninismo a las condiciones de este país y al modo de ser del pueblo cubano. El aislamiento puede provocar muchas cosas. Por ejemplo, que nos equivoquemos en la forma de apreciar la situación política en Brasil. Pero distorsiones en la marcha de la revolución, no.

Ya era entrada la noche cuando alguien, un enemigo, irrumpió en la habitación para recordar al Che que su rival le aguardaba desde hacía media hora, ante el tablero de ajedrez, en el piso de abajo.

Lo siento -me dijo el Che-, pero el deber me llama.

El Che por Fidel

Discurso de Fidel Castro en la Plaza de la Revolución, el 18 de octubre de 1967

Fidel Castro vs Che Guevara: la verdad tras una turbia ...

Fidel Castro

Fue un día del mes de julio o agosto de 1955 cuando conocimos al Che. Y en una noche -como él cuenta en sus narraciones- se convirtió en un futuro expedicionario del “Granma”. Pero en aquel entonces aquella expedición no tenía ni barco, ni armas, ni tropas. Y fue así cómo, junto con Raúl, el Che integró el grupo de los dos primeros de la lista del “Granma”.

(…)

Y en esta noche nos reunimos, ustedes y nosotros, para tratar de expresar de algún modo esos sentimientos con relación a quien fue uno de los más familiares, uno de los más admirados, uno de los más queridos y, sin duda alguna, el más extraordinario de nuestros compañeros de Revolución (…).

Che era una de esas personas a quien todos le tomaban afecto inmediatamente, por su sencillez, por su carácter, por su naturalidad, por su compañerismo, por su personalidad, por su originalidad, aun cuando todavía no se le conocían las demás singulares virtudes que lo caracterizaron.

(…)

De este modo, un día, a fines de noviembre de 1956, con nosotros emprendió la marcha hacia Cuba. Recuerdo que aquella travesía fue muy dura para él puesto que, dadas las circunstancias en que fue necesario organizar la partida, no pudo siquiera proveerse de las medicinas que necesitaba y toda la travesía la pasó bajo un fuerte ataque de asma, sin un solo alivio pero también sin una sola queja.

(…)

Sobrevino el primer combate victorioso y Che fue soldado ya de nuestra tropa, y, a la vez, era todavía el médico; sobrevino el segundo combate victorioso y el Che ya no sólo fue soldado, sino que fue el más distinguido entre los soldados en ese combate, realizando por primera vez una de aquellas proezas singulares que lo caracterizaban en todas las acciones;  (…)

Esa era una de sus características esenciales: la disposición inmediata, instantánea, a ofrecerse a realizar la misión más peligrosa. Y aquello, naturalmente, suscitaba la admiración, la doble admiración, la doble admiración hacia aquel compañero que luchaba junto a nosotros, que no había nacido en esta tierra, que era un hombre de ideas profundas, que era un hombre en cuya mente bullían sueños de lucha en otras partes del continente, y, sin embargo, aquel altruismo, aquel desinterés, aquella disposición a hacer siempre lo más difícil, a arriesgar su vida constantemente.

Fue así como se ganó los grados de Comandante y de Jefe de la Segunda Columna que se organizara en la Sierra Maestra; fue así como comenzó a crecer su prestigio, como comenzó a adquirir su fama de magnífico combatiente que hubo de llevar a los grados más altos en el transcurso de la guerra.

(…)

Somos capaces de apreciar todo el valor de su ejemplo y tenemos la más absoluta convicción de que ese ejemplo servirá de emulación y servirá para que del seno de los pueblos surjan hombres parecidos a él.

No es fácil conjugar en una persona todas las virtudes que se conjugaban en él. No es fácil que una persona de manera espontánea sea capaz de desarrollar una personalidad como la suya. Diría que es de esos tipos de hombres difíciles de igualar y prácticamente imposibles de superar. Pero diremos también que hombres como él son capaces, con su ejemplo, de ayudar a que surjan hombres como él.

Es que en Che no sólo admiramos al guerrero, al hombre capaz de grandes proezas. Y lo que él hizo, y lo que él estaba haciendo, ese hecho en sí mismo de enfrentarse solo con un puñado de hombres a todo un ejército oligárquico, instruido por los asesores yanquis suministrados por el imperialismo yanqui, apoyado por las oligarquías de todos los países vecinos, ese hecho en sí mismo constituye una proeza extraordinaria.

Y si se busca en las páginas de la historia, no se encontrará posiblemente ningún caso en que alguien con un número tan reducido de hombres haya emprendido una tarea de más envergadura, en que alguien con un número tan reducido de hombres haya emprendido la lucha contra fuerzas tan considerables. (…)

Los enemigos creen haber derrotado sus ideas, (…).

Pero se equivocan los que cantan victoria. Se equivocan los que creen que su muerte es la derrota de sus ideas, la derrota de sus tácticas, la derrota de sus concepciones guerrilleras, la derrota de sus tesis. Porque aquel hombre que cayó como hombre mortal, como hombre que se exponía muchas veces a las balas, como militar, como jefe, es mil veces más capaz que aquellos que con un golpe de suerte lo mataron.

Sin embargo, ¿cómo tienen los revolucionarios que afrontar ese golpe adverso? ¿Cómo tienen que afrontar esa pérdida?Imagen: Fidel Castro con el Ernesto Guevara, el Che, en la Sierra Maestra en 1957. - Multimedia › Granma - Órgano oficial del PCC

¿Cuál sería la opinión del Che si tuviese que emitir un juicio sobre este particular? Esa opinión la dijo, esa opinión la expresó con toda claridad, cuando escribió en su Mensaje a la Conferencia de Solidaridad Latinoamericana que si en cualquier parte le sorprendía la muerte, bienvenida fuera siempre que ese su grito de guerra haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se extienda para empuñar el arma.

Y ese, su grito de guerra llegará no a un oído receptivo ¡llegará a millones de oídos receptivos!, y no una mano, sino que ¡millones de manos, inspiradas en su ejemplo, se extenderán para empuñar las armas!

(…)

No es que consideremos que en el orden práctico de la lucha revolucionaria su muerte haya de tener una inmediata repercusión, que en el orden práctico del desarrollo de la lucha su muerte pueda tener una repercusión inmediata. Pero es que el Che, cuando empuñó de nuevo las armas, no estaba pensando en una victoria inmediata, no estaba pensando en un triunfo rápido frente a las fuerzas de las oligarquías y del imperialismo. Su mente de combatiente experimentado estaba preparada para una lucha prolongada de cinco, de diez, de quince, de veinte años si fuera necesario. ¡Él estaba dispuesto a luchar cinco, diez, quince, veinte años, toda la vida si fuese necesario!

Y es con esa perspectiva en el tiempo en que su muerte, en que su ejemplo -que es lo que debemos decir- tendrá una repercusión tremenda, tendrá una fuerza invencible.

Su capacidad como jefe y su experiencia en vano tratan de negarlas quienes se aferran al golpe de fortuna. Che era un jefe militar extraordinariamente capaz, pero cuando nosotros recordamos al Che, cuando nosotros pensamos en el Che, no estamos pensando fundamentalmente en sus virtudes militares. ¡No! La guerra es un medio y no un fin, la guerra es un instrumento de los revolucionarios. ¡Lo importante es la Revolución, lo importante es la causa revolucionaria, los sentimientos revolucionarios, las virtudes revolucionarias!

Y es en ese campo, en el campo de las ideas, en el campo de los sentimientos, en el campo de las virtudes revolucionarias, en el campo de la inteligencia, aparte de sus virtudes militares, donde nosotros sentimos la tremenda pérdida que para el movimiento revolucionario ha significado su muerte.

Porque Che reunía, en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas. Él descolló como hombre de acción insuperable, pero Che no sólo era un hombre de acción insuperable; Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia visionaria, un hombre de profunda cultura. Es decir, que reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción.

Pero no es que reuniera esa doble característica de ser hombre de ideas, y de ideas profundas, la de ser hombre de acción, sino que Che reunía como revolucionario las virtudes que pueden definirse como la más cabal expresión de las virtudes de un revolucionario; hombre íntegro a carta cabal, hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta, hombre de vida estoica y espartana, hombre a quien prácticamente en su conducta no se le puede encontrar una sola mancha. Constituyó por sus virtudes lo que puede llamarse un verdadero modelo de revolucionario.

(…)

Pero además añadía otra cualidad, que no es una cualidad del intelecto, que no es una cualidad de la voluntad, que no es una cualidad derivada de la experiencia, de la lucha, sino una cualidad del corazón, ¡porque era un hombre extraordinariamente humano, extraordinariamente sensible! (…)

Y por eso le ha legado a las generaciones futuras no sólo su experiencia, sus conocimientos como soldado destacado, sino que a la vez las obras de su inteligencia. Escribía con la virtuosidad de un clásico de la lengua. Sus narraciones de la guerra son insuperables. La profundidad de su pensamiento es impresionante. Nunca escribió sobre nada absolutamente que no lo hiciese con extraordinaria seriedad, con extraordinaria profundidad; y algunos de sus escritos no dudamos de que pasarán a la posteridad como documentos clásicos del pensamiento revolucionario.

(…)

Trabajador infatigable, en los años que estuvo al servicio de nuestra patria no conoció un solo día de descanso. Fueron muchas las responsabilidades que se le asignaron: como presidente del Banco Nacional, como Director de la Junta de Planificación, como Ministro de Industrias, como Comandante de regiones militares, como Jefe de Delegaciones de tipo político, o de tipo económico, o de tipo fraternal.

Su inteligencia multifacética era capaz de emprender con el máximo de seguridad cualquier tarea en cualquier orden, en cualquier sentido. Y así representó de manera brillante a nuestra patria en numerosas conferencias internacionales, de la misma manera que dirigió brillantemente a los soldados en el combate, de la misma manera que fue un modelo de trabajador al frente de cualesquiera de las instituciones que se le asignaron, ¡y para él no hubo días de descanso, para él no hubo horas de descanso! Y si mirábamos para las ventanas de sus oficinas, permanecían las luces encendidas hasta altas horas de la noche, estudiando, o mejor dicho, trabajando o estudiando. Porque era un estudioso de todos los problemas, era un lector infatigable. Su sed de abarcar conocimientos humanos era prácticamente insaciable; y las horas que le arrebataba al sueño las dedicaba al estudio; y los días reglamentarios de descanso los dedicaba al trabajo voluntario. (…)

Los imperialistas cantan voces de triunfo ante el hecho del guerrillero muerto en combate; los imperialistas cantan el triunfo frente al golpe de fortuna que los llevó a eliminar tan formidable hombre de acción. (…) A nosotros nos duele no sólo lo que se haya perdido como hombre de acción, nos duele lo que se ha perdido como hombre virtuoso, nos duele lo que se ha perdido como hombre de exquisita sensibilidad humana y nos duele la inteligencia que se ha perdido. Nos duele pensar que tenía sólo 39 años en el momento de su muerte, nos duele pensar cuántos frutos de esa inteligencia y de esa experiencia, que se desarrollaba cada vez más, hemos perdido la oportunidad de percibir.

Nosotros tenemos idea de la dimensión de la pérdida para el movimiento revolucionario. Pero, sin embargo, ahí es donde está el lado débil del enemigo imperialista: creer que con el hombre físico ha liquidado su pensamiento, creer que con el hombre físico ha liquidado sus ideas, creer que con el hombre físico ha liquidado sus virtudes, creer que con el hombre físico ha liquidado su ejemplo. Y lo creen de manera tan impúdica que no vacilan en publicar, como la cosa más natural del mundo, las circunstancias casi universalmente ya aceptadas en que lo ultimaron después de haber sido herido gravemente en combate. No han reparado siquiera en la repugnancia del procedimiento, no han reparado siquiera en la impudicia del reconocimiento. Y han divulgado como derecho de los esbirros, han divulgado como derecho de los oligarcas y de los mercenarios, el disparar contra un combatiente revolucionario gravemente herido.

Y lo peor es que explican además por qué lo hicieron, alegando que habría sido tremendo el proceso en que hubiesen tenido que juzgar al Che, alegando que habría sido imposible sentar en el banquillo de un tribunal a semejante revolucionario.

Y no sólo eso sino que además no han vacilado en hacer desaparecer sus restos. Y sea verdad o sea mentira, el hecho es que anuncian haber incinerado su cadáver, con lo cual empiezan a demostrar su miedo, con lo cual empiezan a demostrar que no están tan convencidos de que liquidando la vida física del combatiente liquidan sus ideas,  liquidan su ejemplo.

(…)

Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che! Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che! Si queremos decir cómo deseamos que se eduquen nuestros hijos, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se eduquen en el espíritu del Che! Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡De corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che!

Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que sean como el Che!

(…)

En su mente y en su corazón habían desaparecido las banderas, los prejuicios, los chovinismos, los egoísmos, ¡y su sangre generosa estaba dispuesto a verterla por la suerte de cualquier pueblo, por la causa de cualquier pueblo, y dispuesto a verterla espontáneamente, y dispuesto a verterla instantáneamente!

Y así, sangre suya fue vertida en esta tierra cuando lo hirieron en diversos combates; sangre suya por la redención de los explotados y los oprimidos, de los humildes y los pobres, se derramó en Bolivia. ¡Y esa sangre se derramó por todos los explotados, por todos los oprimidos; esa sangre se derramó por todos los pueblos de América y se derramó por Viet Nam, porque él allá, combatiendo contra las oligarquías, combatiendo contra el imperialismo, sabía que brindaba a Viet Nam la más alta expresión de su solidaridad!

(…)

Es por eso que nosotros, en la noche de hoy, después de este impresionante acto, después de esta increíble -por su magnitud, por su disciplina y por su devoción- muestra multitudinaria de reconocimiento, que demuestra cómo este es un pueblo sensible, que demuestra cómo este es un pueblo agradecido, que demuestra cómo este pueblo sabe honrar la memoria de los valientes que caen en el combate, que demuestra cómo este pueblo sabe reconocer a los que lo sirven, que demuestra cómo este pueblo se solidariza con la lucha revolucionaria, cómo este pueblo levanta y mantendrá siempre en alto y cada vez más en alto las banderas revolucionarias y los principios revolucionarios; hoy, en estos instantes de recuerdo, elevemos nuestro pensamiento y con optimismo en el futuro, con optimismo absoluto en la victoria definitiva de los pueblos, digamos al Che, y con él a los héroes que combatieron y cayeron junto a él: ¡Hasta la victoria siempre! ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!

La Habana, 18 de octubre de 1967.

 

 

Los nazis, el ELN y Mónika, la justiciera

(Sobre la nota de Ricardo Ragendorfer, “Monika, la mujer que hizo justicia por el Che Guevara”)

Monika Ertl: La mujer que mató al último verdugo del Che

El 9 de octubre de 1967, el Che Guevara fue asesinado en la Quebrada del Yuro, Bolivia. Tres años y medio más tarde, a diez mil kilómetros de distancia, el coronel Roberto Quintanilla -uno de los responsables de la muerte del mítico guerrillero y entonces cónsul boliviano en Hamburgo, Alemania- caía bajo las balas de una vengadora, Mónika Ertl. Con un Colt Cobra calibre 38 entre las manos, gatilló otros dos tiros. Recién entonces, el cónsul se desplomó sobre la alfombra.

A continuación hubo un pesado silencio. La victimaria, con rapidez, puso los pies en polvorosa. En el despacho quedó su peluca, los anteojos negros y, sobre el cuerpo del cónsul, un papel en el que simplemente se leía: “Victoria o muerte / ELN”.

Su padre,  Ernest Ertl  había sido amigo, amante y colaborador de Leni Riefenstahl, la cineasta favorita de Hitler, cuyas películas fueron un hito de la propaganda nazi. Ertl solía jactarse de su intervención en al menos dos: Triumph des Willens (El triunfo de la voluntad / 1935) y Olympia (1936), un documental sobre los Juegos Olímpicos de Berlín. La caída del Tercer Reich, le permitió a Ertl repetir una suerte de descargo ideológico a través del tiempo: “Yo nunca fui nazi”. Por lo pronto, en Bolivia, nadie lo molestó por ello.

En aquel contexto Ertl hizo amistad con un compatriota, al cual incluso le consiguió empleo en un aserradero de Las Yungas explotado por tres judíos austríacos que habían llegado a ese país huyendo del Holocausto.El nuevo amigo se convirtió en un asiduo visitante en el hogar paceño de Ertl, al punto de que sus hijas lo llamaban “Tío Klaus”. Tal era su nombre de pila. Su apellido: Altmann.

De las hijas, su favorita era Monika, de 16 años. Ella lo asistía en las tareas cinematográficas, además de compartir su pasión por la práctica de esquí y el alpinismo. En n la Navidad de 1958 se casó con Hans Harjes, de quien se divorció en 1966.

Su ex cuñado Reinhard, un estudiante de Medicina con ideas de izquierda, supo introducirla en los círculos revolucionarios de La Paz. Monika, entonces, tomó contacto con sobrevivientes del foco guevarista, agrupados en lo que quedaba del ELN. Y se unió a ellos. Sus nuevos compañeros la llamaban “Imilla”. En esa época inició un apasionado romance con el antiguo lugarteniente del Che y líder de esa organización: Guido Peredo Leigue (a) “Inti”. El 9 de septiembre de 1969, Inti Peredo cayó acribillado en La Paz durante una emboscada del ejército. El coronel Quintanilla encabezaba el operativo.Klaus Barbie y Mónica Ertl. Ella lo llamaba "El Tío", pero él la terminó delatandoMonika vivió sucesivamente en Chile y Cuba. En enero de 1972 la sorprendió en La Habana una noticia publicada en el diario Granma: la identificación en Bolivia por dos cazadores franceses de nazis, Serge y Beate Klarsfeld, del criminal de guerra alemán Klaus Barbie, apodado el “Carnicero de Lyon” debido a sus tareas como jefe de la Gestapo en dicha ciudad francesa. Entre sus “hazañas” resalta la captura y deportación de 44 niños judíos ocultos en la villa de Izieu, y el asesinato de Jean Moulin, el cuadro de la Resistencia francesa de más alto rango atrapado por los nazis. En el plano cuantitativo, se le atribuía el envío a los campos de concentración de 7.500 personas y 4.432 asesinatos.

Barbie no era otro que el “Tío Klaus”. Monika comentó el asunto con Regis Debray, quien también estaba en La Habana. Se trataba del intelectual francés que había estado en contacto con el Ché en Bolivia. Capturado por esa razón, salió en libertad a fines de 1970, durante el gobierno del general Juan José Torres. Durante la mañana del 12 de mayo de 1973, Monika salió de su refugio para reunirse con dos militantes. A ella le llamó la atención que las calles del barrio estuvieran desiertas. Y que flotara un espeso silencio. De pronto, se desató el infierno.

Desde las esquinas de la Dolorita. Donde Hans la había acogido, desde los árboles y desde los autos estacionados, incontables siluetas gatillaban al unísono. Ella murió atravesada por los primeros disparos. Al cesar el repiqueteo de las balas, Klaus Barbie se acercó a reconocer el cuerpo.

Ocho años después, tras la dictadura del general Luis García Meza, Barbie fue deportado a Francia. Allí se lo juzgó por sus crímenes durante la Segunda Guerra Mundial y fue condenado a prisión perpetua.

 

Mágica muerte para una vida mágica

Los últimos días del Che, a 50 años de su muerte - La TerceraEduardo Galeano

 Este artículo, del que no se posee archivo digital, se publicó en el semanario uruguayo Marcha N° 1375, del 20 de octubre de 1967

Mil veces dijo que morir era tan posible y, sin embargo, tan insignificante. Sabía muy bien; a propósito de sus sucesivas muertes y resurrecciones, él mismo aseguraba que tenía siete vidas.
Agotó la séptima como se lo había propuesto. Se metió en la muerte sin pedirle permiso ni disculpas: salió al encuentro de las balas en la polvorienta quebrada del Yuro, a la cabeza de sus hombres acorralados por el ejército; la metralla le deshizo las piernas y siguió peleando, sentado, un par de horas, hasta que la M-1 le saltó de las manos, rota por una ráfaga certera.

Los numerosos soldados lo atraparon todavía vivo, aunque los escasos guerrilleros tuvieron coraje para disputar el herido desde la media tarde hasta las primeras sombras del anochecer: cuerpo a cuerpo pelearon los compañeros del Che que luego serían exhibidos a su lado con las cabezas destrozadas a culatazos y los cuerpos varias veces abiertos por las bayonetas.

Después de la batalla, al cabo de una noche y un día, la espera se hizo insoportable en el campamento militar de la hondonada-de Higueras. El teniente Prado no pudo ya resistir el silencioso desafío de esa sonrisa socarrena y esa mirada invicta, ligeramente melancólica; apoyó el caño de su pistola calibre 33 en- el costado Izquierdo del Che y ie partió el corazón de un balazo.

El gobierno de Barrientos no ha dicho todavía si pagará al patriótico teniente los 5.000 dólares prometidos en recompensa. A las pocas horas, un helicóptero elevó el cadáver aún caliente, atado a las patas de aterrizaje, sobre las inhóspitas tierras rajadas por el sol donde las montañas se van abriendo hacia la cuenca del Amazonas. En el hospital “Señor de Malta” del pueblito de Valiegrande, el Che fue exhibido a un grupo de “periodistas” y fotógrafos.. Después, desapareció, al mismo tiempo que se hacía humo un gordito calvo qué daba órdenes en inglés. Hablan inyectado un litro de formol al cadáver.

Es quizás la leyenda más fascinante de Latinoamérica después de Eldorado”, escribe el Times de Londres,  Un diario falangista de Madrid lo compara con los conquista dores, por la desmesurada magnitud de su empresa, y “Azul y Blanco”, el órgano del nacionalismo de derecha en la Argentina, afirma que fue “un héroe del siglo diecinueve”. Fidel Castro dice que  nunca se podrá hablar de él en tiempo pasado y el propio general Ovando reconoce que era “un héroe en cualquier parte del mundo”.

 

El presidente Kené Barrientos, sabiamente calificado de “idiota”, por el Ché en su diario de guerra, declara que “ha muerto un idealista”. El sacerdote Hernán Benítes, que fuera confesor de Evita Perón, exalta la figura del jefe caído en estos términos: “Como los judíos del Viejo Testamento creían siempre vivo al profeta Elías, los españoles del Medioevo al Cid Campeador y los galeses a Artús, es posible — también que, en los años venideros, los soldados del Tercer Mundo crean sentir la presencia aleccionante del Che Guevara en el fragor de las luchas guerrilleras”.
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Pienso en aquella certera frase de Paul Nizan: No hay una gran obra que no sea una acusación del mundo. La vida del Che Guevara, tan perfectamente confirmada por su muerte es, como toda gran obra, una acusación contra el mundo, contra un mundo, el nuestro, que convierte a la mayoría de los hombres en bestias de carga de la minoría de los hombres y condena a la mayoría de los países a la servidumbre y la miseria en beneficio de la minoría de los países. Es, también, una acusación contra los egoístas, los cobardes y los conformistas que no se lanzan a la aventura de cambiarlo.

Porque la muerte del Che, de ahora en adelante, habrá que merecerla

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* Con la colaboración de la Asociación de Amigos de Eduardo Galeano