En nombre de la libertad y la democracia: así torturaba EEUU en Abu Ghraib

Observatorio en Comunicación y Democracia

Las revelaciones de documentos secretos permitieron conocer distintos, numerosos y abominables crímenes cometidos por el invasor Ejército estadounidense en Afganistán e Irak. También arrojaron luz sobre las vulneraciones registradas en los campos de concentración estadounidenses en Guantánamo y Abu Ghraib, de la mano de Wikileaks y su fundador, Julian Assange.

El 5 de abril de 2010, el mundo conoció un video grabado en julio de 2007 en el que se apreciaba a soldados de Estados Unidos acribillando a gente desarmada en un suburbio de Bagdad. Los disparos realizados desde un helicóptero AH-64 Apache de la Fuerza Aérea estadounidense provocaron la muerte de doce civiles. Entre ellos se encontraban los colaboradores de la agencia Reuters Namir Noor-Eldeen y Saeed Chmagh.20 years later, Abu Ghraib detainees get their day in US court | WJTV

El siguiente hito informativo llegó el 25 de julio de 2010, cuando Wikileaks puso a disposición de la opinión pública internacional la friolera de 90.000 documentos desclasificados sobre la guerra en Afganistán, en los que se recogían 100 categorías de archivos con distintos casos que demostraban las innumerables y graves violaciones a los derechos humanos cometidas en el marco de la intervención militar en ese país.

Tres meses después el mundo conoció las atrocidades ocultas en Irak, otro territorio invadido y saqueado por tropas estadounidenses, donde se develó que el gobierno de Washington cometió –y escondió– crímenes contra civiles y ejecuciones sumarias “en nombre de la democracia”. En aquella filtración de 400.000 documentos del 22 de octubre de 2010, Wikileaks también dio a conocer un escandaloso recuento de víctimas realizado por EEUU, en el que se admitía que el 60% de laos muertos en Irak entre 2003 y 2009 eran civiles.

Y el  28 de noviembre de 2010, cuando la organización dirigida por Assange lanzó el denominado “Cablegate”: Julian Assange deja de dirigir WikiLeaks, pero seguirá implicadonada más y nada menos que 250.000 documentos del Departamento de Estado de EEUU en los que se recogían comunicaciones del gobierno con sus delegaciones diplomáticas en distintas partes del mundo.

El campo de concentración estadounidense en territorio cubano, Guantánamo, tuvo un protagonismo central en la revelación de documentos del 25 de abril de 2011 cuando Wikileaks difundió fotografías y detalles inéditos sobre los interrogatorios en la cárcel de Guantánamo, que revelaban que 150 personas afganas y pakistaníes habían sido detenidas sin ningún tipo de juicio: el preso más joven tenía 14 años y el mayor 89.

En 2007, Wikileaks había dado a conocer un manual del Ejército de EEUU para los soldados en Guantánamo donde se ya se establecía la utilización de perros para amedrentar a los presos, así como órdenes para restringir el acceso de la Cruz Roja a ese siniestro lugar. El legado de Wikileaks también está marcado por revelaciones sobre la cárcel iraquí de Abu Ghraib, donde se violaban los derechos humanos bajo absoluta impunidad. Entre los documentos difundidos entonces figuraban los denominados “Procedimientos Operativos Habituales” de Abu Ghraib, Bucca (otro campo de detención en suelo de Irak) y Guantánamo.

Así se torturaba en Abu Ghraib

Las fotografías que muestran las torturas cometidas por militares estadounidenses en la prisión iraquí de Abu Ghraib no lo explican todo: detrás de ellas existen circunstancias e historias sorprendentes de víctimas y verdugos

El cineasta Errol Morris las plasmó en el documental Standard operating procedure, ganador del Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín 2008 El relato de Salah Al-Ejaili, experiodista de Al-Jazeera, exrecluso por más de un mes en la prisión de Abu Ghraib, describió ante un jurado de Alexandria (Virginia, EEUU) el tipo de maltratos que vuelven a atraer la atención sobre el escándalo que surgió en esa cárcel estadunidense hace 20 años: golpizas, ser desnudados y amenazados con perros, posiciones estresantes con el objetivo de inducir agotamiento y dolor. Dos déacadas después, finalmente la prensa hegemónica prestaba atención a estos horrores.

Al-Ejaili y otras dos personas que estuvieron detenidas en Abu Ghraib presentaron una demanda contra el contratista militar CACI, con sede en Virginia, al que acusan de contribuir a su tortura al enviar a interrogadores civiles como parte de un contrato con el Ejército. La denuncia menciona evidencia en investigaciones gubernamentales de que contratistas de CACI alentaron a la policía militar a “ablandar” a los detenidos antes de ser interrogados.

El abogado de CACI, John O’Connor, reconoció que algunos de los detenidos en Abu Ghraib sufrieron abusos horrendos, pero ofreció una defensa en tres vertientes para la compañía durante sus argumentos de apertura, pero deslindó responsabilidades de la contratista: “Eran policías militares sádicos, que lo hicieron por iniciativa propia, y sin que nadie los alentara”, declaró O’Connor.

Primero, cuestionó si los tres detenidos que interpusieron la demanda pueden realmente demostrar que fueron víctimas de abusos. El jurado recibió una declaración escrita de parte del gobierno de Estados Unidos que confirma que no existen registros de un interrogatorio formal, pero dicha declaración también señala vagamente que existe “otra información” que podría mostrar que un miembro de CACI interrogó a Al-Ejaili en un momento dado.

Asimismo dijo que, incluso si los empleados de CACI participaron en acciones ilegales, fueron las fuerzas armadas de Estados Unidos, y no la compañía, los responsables de supervisar el comportamiento de los interrogadores. Rechazó la idea de que civiles de CACI tomaran por sí mismos la decisión de maltratar a los detenidos. “El Ejército es bastante celoso sobre quién tiene el control de las operaciones en una zona deguerra”, argumentó.

El abogado de los demandantes, Baher Azmy, dijo que es irrelevante si los interrogadores de CACI infligieron directamente malos tratos a sus clientes. La empresa es responsable, dijo, porque los interrogadores de CACI se coludieron con la policía militar al instarlos a maltratar a los detenidos antes de interrogarlos.

El periodista y escritor Philip Gourevitch escribió La balada de Abu Ghraib, libro del que la revista mexicana Proceso reprodujo algunos fragmentos

A la policía militar Sabrina Harman le daba la impresión de estar insensibilizándose en Abu Ghraib y al mismo tiempo la sorprendía su capacidad para seguir conmoviéndose “Al principio, dijo, veías a alguien desnudo y con ropa interior en la cabeza, y pensabas: ¿Eso está mal, no puedo creerme que acabe de ver eso? Y entonces te ibas a la cama y volvías el día siguiente, y te encontrabas con algo peor. Bueno, parecía que lo del día anterior no había sido tan malo”

Harman no tenía un puesto fijo dentro del turno de noche en el emplazamiento duro, sino que ayudaba donde hiciera falta personal. Empezó en uno de los bloques de celdas de criminales iraquíes: “Creo que lo primero que vi fue a una persona con ropa interior en la cabeza. Estaba esposado de espaldas a una ventana y le hacían preguntas. Esa fue la primera vez que me puse a sacar fotos”

Se trataba del prisionero al que los policías militares llamaban El Taxista. Estaba desnudo, salvo por unos calzoncillos que llevaba en la cabeza. La postura en que lo tenían, con las manos atadas detrás de la espalda y levantadas por encima de los hombros, forzándolo a doblarse hacia delante con la cabeza inclinada y todo el peso suspendido de sus muñecas, se conocía como “horca palestina” por su utilización en las cárceles israelíes

Más tarde movieron a El Taxista a una cama y Harman le sacó otra fotografía allí. Después vio a otro preso acostado en su cama con toda la ropa puesta y también lo fotografió. Por lo que sabía Harman en aquel momento, nadie más había tomado fotografías en la sección lA.

Más adelante vio una, tomada varios días antes, de un hombre desnudo en el pasillo, esposado a los barrotes de una celda; no se sorprendió. El sargento Frederick tenía una cámara y también el cabo primero Charles Graner, sustituto de Javal Davis como oficial al mando del turno de noche en el bloque de Inteligencia Militar, y al terminar la primera noche de Harman habían sacado más de 25 fotografías.

La mayor parte de ellas mostraba a prisioneros sin ropa y aislados en posturas en tensión, atados a los barrotes de sus celdas o estirados e inclinados hacia delante y hacia atrás sobre las literas, con las manos sujetas a las barras metálicas del fondo Algunos presos llevaban sacos de arena a modo de capucha, otros tenían calzoncillos en la cabeza Existe una de un hombre desnudo tendido boca abajo, con los brazos sin atar, sobre un suelo de hormigón.

Cartas a casa

Torture documentaries, p. 5La policía militar Sabrina Harman afirmó haber empezado a tomar fotografías de lo que veía porque lo encontraba difícil de creer.  “Si yo me acercara a usted y le dijera: Está ocurriendo ésto, posiblemente no me creería a no ser que tuviera algo que enseñarle…Pero si le digo: Está ocurriendo ésto, mire, tengo las pruebas, usted no podrá negarlo, supongo”. La  noche en que comenzó a tomar fotografías en el emplazamiento duro, Harman escribió una carta a casa:

“Kelly: he sacado fotos, ¡tienes que verlas! Les pusieron un saco de arena en la cabeza, estaba empapado de salsa picante Sé que está mal, pero es que estas personas tienen información, estamos intentando que hablen, eso es todo, no hacemos esas cosas a todos los prisioneros, sólo a los pocos que tenemos nosotros, que son unos 30 o 40, no muchos”

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Y más tarde aquel mismo día, en su siguiente turno de noche, Harman escribió: 20 de octubre de 2003,10:40 pm Kelly: Esto ya no me gusta Al principio era gracioso, pero esta gente se está pasando. Dejé de escribirte anoche porque era hora de despertar a los presos de Inteligencia y “tocarles las narices”, pero la cosa se salió de control que ni yo podía soportar lo que pasaba. No puedo quitármelo de la cabeza. Bajé por las escaleras después de soplar el silbato y dar golpes en las celdas con una porra telescópica, y me encontré a El Taxista  esposado por detrás a su ventana, desnudo y :con la ropa interior en la cabeza y la cara. Parecía Jesucristo ”

A medida que describe sus reacciones ante la degradación de los presos y su papel en ella , que oscila entre la burla infantil, el ocasional pavoneo, la compasión, la crueldad, la emoción, la autoexcusa, la duda, la indignación, la desesperación, se las ingenia para sustraerse gradualmente de las escenas que bosqueja. Pero vio o participó sin protestar en muchas escenas tan penosas como los apuros de un prisionero que posó colgado. Harman se refugiaba en la negación: “Era la única forma de llegar al final del día, empezar a bloquear cosas. Olvidarte de lo que había pasado Te ibas a la cama y entonces te preocupabas del día siguiente”

La chica de la correa

Además de la graduación y categoría, todo el personal del ejército está clasificado según lo que se conoce como Estructura Ocupacional Militar (EOM), un código alfanumérico que indica su nivel de entrenamiento, calificación y autorización para realizar trabajos específicos El código EOM del cabo primero Charles Graner era 71L, un valor bajo, que significaba que carecía de la acreditación de seguridad básica para llevar el brazalete con las siglas “PM” y servir como policía militar en la custodia de prisioneros.

Pero cuando el sargento Frederick lo puso al mando del turno de la noche en las secciones lA y lB, nadie se quejó Por supuesto, nadie llevaba brazaletes ni tampoco insignia alguna dentro del bloque de Inteligencia Lo normal era vestir uniformes asépticos, despojados de toda identificación (?) Graner aprendía rápido En uno de sus primeros turnos en la sección llevaron a un preso de Inteligencia desde el campamento Vigilant Sus responsables dijeron que volverían a recogerlo por la mañana para el interrogatorio, así que Graner no se molestó en asignarle una celda.

“Lo dejamos en el pasillo y le hicimos EF durante toda la noche”, dijo Graner, y con las siglas EF se podía referir a cualquier cosa, desde flexionar al máximo las rodillas hasta reptar desnudo arriba y abajo por el pasillo Siempre había cajas de raciones precocinadas cerca; se podía obligar a un recluso a quedarse quieto de pie encima de una de ellas hasta que se cayera, o sostener una con los brazos extendidos hasta que no pudiera soportar el peso Cualquiera que fuese el ejercicio, gritaban a los prisioneros,

En una sesión de EF intensiva es posible que también les dieran golpes y empujones Graner agotó al prisionero del campamento Vigilant y, según dijo, “Inteligencia sacó buenos resultados de él” Después de aquella vez, se convirtió en una rutina. Graner nunca informaba de lo ocurrido en la sección, o al menos no escribía informes formales. Pero siempre tenía su cámara a la mano porque pensaba que si veía algo “inusual” o “disparatado”, sería bueno disponer de fotos . “Era de los que les gusta sacar fotos”, dijo Frederick de él.

Graner explicó a la cabo Lynndie England (quien era su novia) los motivos para llevar un registro gráfico de sus hazañas: cuando se las contaba a la gente, no le gustaba que dudaran de ellas . La noche del 24 de octubre, England se encontró al llegar a la sección con que Graner y Ambuhl (de nombre Megan, mujer soldado de la PM) se estaban preparando para sacar del agujero a un prisionero apodado Gus. El agujero era una celda de hormigón con puertas gruesas, sin ventanas, sin iluminación, sin agua, sin retrete, sin muebles, en la que aislaban a los prisioneros que perdían el control, o cuyos interrogadores prescribían un período de desorientación sensorial

Era el primer día de Gus en la sección, y estaba metido allí desde que llegó. Para extraer un prisionero realmente peligroso de una celda, por lo general son necesarios dos o tres hombres que sepan conducirse en una pelea Pero Gus estaba escuchimizado y ellos no disponían de un equipo con dotes marciales, así que Graner cogió una correa de sujeción de cargas, se metió la cámara fotográfica en el bolsillo y dijo a Ambuhl y a England que lo siguieran.

Prime Video: Fantasmas De Abu Ghraib“Yo iba detrás de él y Megan me seguía”, dijo England. “Q Bajamos las escaleras Cuando abrimos la puerta, ahí estaba Gus. Iba desnudo. No quería salir de la celda, estaba tirado en el suelo Por eso se había traído Graner la correa. Entró y se la pasó por el cuello. Quería obligarlo a salir arrastrándose, y eso hizo Cuando ya había pasado medio cuerpo por la puerta, Graner se giró, me dio la correa y me dijo: Sujeta esto. Yo lo hice”

“Simplemente la cogí y él se alejó un poco y sacó una foto Gus continuaba saliendo a rastras En la primera foto está medio fuera y en las otras dos ya ha salido del todo. Había tres en total. Se arrastró por el suelo y luego se quedó allí quieto. Se ve a Megan a un lado, de pie. Yo estoy sosteniendo la correa de carga. Se ve claramente que no está tensa. Ya sé que la gente dijo que lo arrastré yo, pero no es verdad. Cuando Graner terminó de sacar las fotos, volvió a guardarse la cámara en el bolsillo, se acercó, me cogió la correa, y supongo que para entonces Gus ya quería cooperar, porque se la quitó del cuello, lo levantó y se lo llevó a su celda Ese fue el final del asunto”

Pero lo que en primer lugar se filtró a la prensa fue un recorte de la segunda fotografía en la que sólo aparecen England y Gus: la imagen dio la vuelta al mundo para transformarse, casi de la noche a la mañana, en una de las más reconocibles de nuestros tiempos y así convertir a England en el icono de la vergüenza estadounidense: la chica de la correa.

*Producido por el equipo de investigadores y analistas del Observatorio en Comunicación y Democracia (OCD) del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).