En la prensa privada los perdedores siempre ganan
NATHALI GÓMEZ | En las tres campañas presidenciales que se han realizado en Venezuela desde 1998, los medios de comunicación privados han establecido una particular proporcionalidad: a medida que crece la brecha a favor del candidato Hugo Chávez y su triunfo se hace irreversible, se incrementa la difusión de informaciones que minimizan su ventaja y que proclaman abiertamente el triunfo del candidato oponente.
Nathali Gómez – AVN
A pesar de que antes de las elecciones de 2006, casi 90% de las encuestas daban como ganador a Chávez, los medios privados preferían ocultar esas cifras y proclamar la victoria del candidato de Un Nuevo Tiempo (UNT) conforme se acercaba la fecha de los comicios.
“El hombre que echó el vainón: Dícese de Manuel Rosales: el personaje que en este momento estelar de la política sorprendió (…) y en tres meses le dio un giro inesperado a la campaña”, escribía Ibsen Martínez en el diario Tal Cual, el 30 de noviembre de 2006.
Para el columnista de El Universal, Roberto Giusti, el asunto no se medía a través de encuestas sino en la calle: “¿Lo logrará? ¿Lo está logrando? A juzgar por las impresionantes manifestaciones de apoyo popular, pareciera que sí (…) es el primer líder de la oposición que en este siglo visita los barrios)”, escribía el 24 de noviembre.
El Universal presentaba una escueta nota con el acto de cierre de campaña de Chávez, mientras que al referirse al de Rosales titulaba en primera página con: “La Avalancha”. La nota, además de una gran foto, abría con la afirmación: “Cuando llegue a Miraflores voy a resarcir todas las mentiras del otro candidato” y cerraba con: “Después del 3 de diciembre vamos a unirnos en un país tricolor”.
Se acercaban las elecciones del 3 de diciembre y los titulares seguían reforzando la idea del triunfo. Una nota de El Universal del 29 de noviembre recogía: “Rosales dice que llegará a Miraflores luchando”; por su parte, El Nacional abría su edición del 25 de noviembre con “la mamá de las marchas”, en referencia al evento de fin de campaña.
Un día después, El Nacional con grandes letras exponía otra afirmación de Rosales: “El 4D empezaré a unir al país”. Dentro, en una entrevista hecha por Milagros Socorro, se hacía referencia al recorrido de “más de 75% de los municipios del país” hecho por él, lo que confirmaba la “certeza” de que se convertiría en el próximo presidente.
El 28 de noviembre en El Universal, el candidato opositor negaba que “estuviera en campaña contra el CNE” pero le exigía al árbitro que reconociera al ganador. Las declaraciones de varios voceros de la derecha sembraban dudas sobre la imparcialidad del Poder Electoral y alertaban sobre las posibles “trampas” pese a la presencia de 187 observadores internacionales.
Pese a las “dudas” sobre la transparencia del árbitro, El Nacional del 26 de ese mes destinaba toda una página a reseñar los actos proselitistas de Rosales: “Este pueblo está decidido y no lo para nadie (…) les vamos a ganar a lo largo y ancho de toda Venezuela”.
Todos contra el CNE
En las megaelecciones del 30 de julio de 2000, la estrategia de cuestionar al árbitro electoral daba sus primeros pasos. Las medios impresos buscaban desacreditar al Consejo Nacional Electoral (CNE), asomar la posibilidad de fraude y catalogar como negativa la gestión del gobierno. A pesar de que Hugo Chávez y Francisco Arias Cárdenas eran los dos candidatos presidenciales con mayor intención de voto, según las encuestas, la prensa prefería no hablar de sus campañas.
Meses antes, el 15 de diciembre de 1999, el pueblo venezolano aprobó por referendo consultivo la nueva constitución bolivariana, donde se establecía que debían realizarse nuevos comicios para religitimar todos los cargos de elección popular
El 22 de julio El Nacional publicaba que un grupo de la “sociedad civil”, entre los que destacaba la directora del Ateneo de Caracas, Carmen Ramia, el secretario de la Conferencia Episcopal, Hernán Sánchez Porras y organizaciones como Consecomercio, Cámara Venezolana de Radiodifusión y la Confederación de Asociación Israelitas de Venezuela, le pedían al CNE que fuera “garante de un proceso transparente”.
Un día después, un titular le lanzaba una advertencia al candidato del Polo Patriótico: “Chávez se equivocó al enfrentarse con Fedecámaras”.
El 25 de julio, a solo cinco días para elecciones, El Nacional titulaba: “CNE aún no ha entrenado a 42% de los miembros de mesa”. Más adelante se leía que 17% de esos miembros no habían sido aún localizados.
La oposición asomaba la posibilidad de que los directivos del CNE estuvieran siendo presionados y “quizás estuvieran confundidos acerca de los elementos técnicos relacionados con el proceso electoral”, a pesar de la presencia de observadores internacionales en el país.
En las páginas del diario se hacía énfasis en la necesidad de que un “liderazgo político emergente saliera del sector empresarial” y en “fortalecer la participación del capital privado y extranjero” en las filiales de Petróleos de Venezuela. De igual manera se pedía la inmediata privatización de las empresas de aluminio y eléctrica.
Casi diez días antes de las megaelecciones El Universal titulaba: “Persiste la sospecha de fraude electoral” y presentaba las declaraciones de Rafael Salvatierra, de Consultores 21, quien supuestamente había conversado con “expertos técnicos” que le habían dicho que “el gobierno haría una intervención” para poner los resultados a su favor, a pesar de que la misma encuestadora daba como ganador a Chávez.
En la edición del 26 de julio de Tal Cual silenciaba a los otros estudios de medición y prefería darle prioridad a la encuestadora Cirm Eurotop, que a pesar de darle una ventaja de 7 puntos a Chávez, afirmaba que 80% de los indecisos se volcaban hacia Arias.
En 1998 la estrategia fue la invisibilizar a Chávez y centrar todas las informaciones en las pugnas internas que ocurrían en los partidos puntofijistas Acción Democrática (AD) y Copei, que habían dejado de lado a sus abanderados en esos comicios (Luis Alfaro Ucero, secretario general de AD e Irene Sáez, respectivamente) para apoyar al candidato de Proyecto Venezuela, Henrique Salas Römer.
El 29 de noviembre, a pesar de que en un rincón de la parte superior izquierda de la primera página de Últimas Noticias (ÚN) había un pequeño recuadro donde se leía: “Consultores 21: Chávez 57,5%, Salas 30%”, en el centro, otro titular destacaba: “Estamos listos para ganar por paliza”, frase expresada por el candidato aliado con gobernadores adecos y copeyanos, que a una semana de los comicios, perdía con una brecha de 27,5% según esa encuesta.
El primero de diciembre ÚN titulaba: “Ahora no hay duda de que Salas Römer será el próximo Presidente de Venezuela”. Dentro de la nota, los diputados Alejandro Gómez Silva y Germán Sánchez expresaban que el apoyo “incondicional” de los gobernadores de AD y Copei, recién electos en los comicios del 8 de noviembre de ese año, “consolida de una vez por todas el triunfo claro y terminante”.
La invisibilización de Chávez era tal que una nota de ÚN, del 26 de noviembre, sobre las cifras que manejaba la encuestadora Datos, se refería a Salas al inicio, a pesar de que la intención de voto era de 36%, y posteriormente señalaba al “candidato del MAS que tiene 42%”, sin siquiera nombrarlo.
El periodista Roberto Giusti, en un escrito titulado: “Sin Chávez no hay Salas”, hacía referencia al acto de cierre de campaña de este último, que consistió en la llamada “Cabalgata de la Victoria” por distintos puntos de Caracas. El columnista decía que con ese recorrido “estaba quedando sepultada esa sensación totalizante y opresiva según la cual la victoria de Chávez no solo era inevitable sino por paliza”.
Según Giusti, “la calle, las avenidas, los cerros, ya no son propiedad de ese ejército de desarrapados dispuestos a dar la vida por su comandante”. En el artículo, además presentaba al candidato del continuismo como un hombre “Feliz, embebido por el barullo”, que “escuchaba arrobado los insultos, y lanzando besos a la multitud que lo rodeaba, le tendía la mano”.
A pesar de que ÚN le concedió toda una página con gran cantidad de fotos a la cabalgata realizada el 29 de noviembre, solo en un párrafo se reseñaba el discurso de Salas, que hablaba de “libertad”, “dictadura” y “mujeres embraguetadas y hombres con voluntad dispuestos a dar la batalla decisiva”.
El acto de cierre de campaña de Chávez, realizado el mismo día, obtuvo poca cobertura en los diarios, y fue descrito en El Universal como un conjunto de caravanas improvisadas “que reptaron con afiebrada dispersión por toda la capital”.
En la hemeroteca se puede ver: No hay aprendizaje. Frente a la campaña de hoy, la derecha venezolana y sus empresas informativas esgrimen los mismos argumentos que utilizaron antes de los eventos electorales de 1998, 1999, 2000, 2004 y 2006. Desde su perspectiva, las encuestadoras no logran medir la “realidad” y sus candidatos o propuestas estarían “subiendo cerros” o “agarrando calle”.