El regreso

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Reynaldo Sietecase | 

Volvió Cristina Kirchner. Y logró lo que se propuso: convertir su primera citación judicial en un acto político de alto voltaje. Transformó una mala noticia en una plataforma de lanzamiento. No es la primera vez que lo hace. A su juego la llamaron. En el peor momento de su fuerza política, uno de los jueces más polémicos del fuero federal la llamó a declarar en la causa dónde investiga la venta de dólar futuro por parte del Banco Central. La endeblez de la acusación contra la ex presidenta fue señalada hasta por el senador del PRO, Federico Pinedo, uno de los denunciantes de la operación que generó perjuicios para el Estado por unos 70 mil millones de pesos.

El llamado a declaración indagatoria fue también fue criticado por gran parte del arco político. La ex mandataria y su núcleo familiar enfrentan otros procesos más complicados (la causa de lavado que tiene como acusado a Lázaro Báez y los negocios con sus hoteles, por ejemplo). Pero el enojo de Bonadío y su interés particular en ser el primer juez en hacerla comparecer en tribunales –explicitado ante sus empleados en varias oportunidades– le permitieron a CFK recuperar el centro de la escena política.

Para el presidente Mauricio Macri fue una pésima noticia. Hasta el acto frente a Comodoro Py, el kirchnerismo no daba señales de reacción después de la dura derrota del 10 de diciembre pasado. Se rompió el bloque en Diputados; en el Senado las diferencias son notables y pueden producir desgajamientos; no logró frenar el pago a los Fondos Buitres ni la derogación por decreto de la Ley de Medios. Muchos gobernadores le restaron respaldo (no estuvo ninguno en el acto, ni Daniel Scioli) y no logra hacer buen pié en la nueva conducción del PJ. La citación de Bonadío le insufló aire fresco a un boxeador que se tambaleaba.

La oportunidad tampoco es buena para el gobierno. El contexto socioeconómico revela inflación, ajuste, despidos y aumentos de tarifas. Esos ítems alimentaron el discurso político de la ex presidenta, quien fue durísima con Mauricio Macri y su familia. El miércoles por la tarde los tres secretarios que tienen los fragmentos en los que está parcelada la CGT concurrieron a la Quinta de Olivos, a pedido del Presidente, para tratar de limar los reclamos generalizados. “Antes reclamaban por el impuesto a las ganancias ahora tienen que pedir por los despidos”, los acicateó Cristina.

En el despacho del juez, la ex presidenta no contestó preguntas. Hizo una defensa política: se comparó con Yrigoyen y Perón, por la persecución y las calumnias que recibieron (no aclaró que sus dos antecesores cesaron por golpes militares y no por una derrota electoral); aseguró que “el gobierno la quiere meter presa” y dijo que “la historia se repite” con endeudamiento, devaluación, despidos y censura.

Hizo una defensa jurídica: aclaró que no integró ninguna “asociación ilícita” y que sólo fue cabeza del Poder Ejecutivo por el voto del 46 y 54 por ciento de los argentinos, respectivamente. También que no se la menciona en la denuncia judicial y, sin embargo, la citaron a declarar. Y que no hay ilícito en la operación investigada al punto que la actual conducción del BCRA sigue pagando los contratos de dólar futuro (esta será una de las estrategias de su defensa). Luego calificó al juez de “arbitrario” e “incompetente” y pidió su recusación por “enemistad manifiesta” con ella, que aseguró es “clara, indudable y pública”. También abrió el paraguas, y no sólo por la lluvia que se abatía sobre Retiro, al decir que la pueden “meter presa pero lo que no pueden hacer, es hacerme callar”.

En el escenario hizo una apuesta novedosa: convocó a la conformación de un frente político más allá de los límites del kirchnerismo. “Les propongo conformar un gran frente ciudadano, un frente donde no se le pregunte a nadie a quién votó, o en qué sindicato está, o si paga o no ganancias; que solo se le pregunte cómo te está yendo, si mejor que antes o peor”. Una idea que tal vez es hija de la última catástrofe electoral. En sus últimos años en el poder lo único que hizo CFK fue encerrar a su propia fuerza política en diques sectarios, enemistarse con los gobernadores propios y con los sindicalistas aliados. También nominó, prácticamente a dedo, a uno de los peores gobernadores de la historia de Buenos Aires como candidato a Presidente de la Nación y al funcionario con mayor imagen negativa de su gabinete como eventual mandamás en la provincia más grande del país.

La idea es buena pero de difícil concreción. ¿Quiénes podrían encabezar una renovación del kirchnerismo y un nuevo marco de alianzas? ¿De Vido, Aníbal Fernández, Guillermo Moreno? No son pocos los que le asignan algún rol preponderante a Florencio Randazzo y a los “nuevos dirigentes con poder territorial” como los gobernadores Sergio Uñac, Hugo Pasalacqua o intendentes como Martín Soria y los que estrenan cargo en la provincia de Buenos Aires.

Citada por la justicia y con acto político. Lo cierto es que volvió. Resta saber para qué. Sus palabras y su poder de convocatoria sacudieron a todo el mapa político. Su futuro es incierto. En gran medida depende de las virtudes propias y de los errores de Macri. También de los resultados de las pesquisas judiciales. Hasta el 10 de diciembre fue al revés. Macri contó con su involuntaria ayuda para llegar al poder.