El precio de la gasolina y el subsidio impositivo de los ricos
Luís Salas Rodriguez
Como siempre, es bienvenida la discusión pública de cualquier tema económico. Y lo es primeramente y sobre todo más allá del tema en sí que se discuta, porque la costumbre en la materia -y particularmente cuando de política económica se trata- es que sean secuestrados por una camarilla de expertos que deciden antidemocráticamente lo que hay que hacer o no.
Ahora bien, dicho esto, para que la discusión pública sea transparente también deben serlo los argumentos y razones que se discuten. Y el problema es que muchos de los argumentos y razones para aumentar la gasolina son cuando menos bastante problamáticos.
En primer lugar, no es cierto como se suele decir que el subsidio a la gasolina en el país ronde los 8 mil millones de dólares (o 12 mil millones, como también se ha dicho). Esta es una cuenta que se saca comparando el precio de la gasolina en Venezuela con los promedios mundiales y que, de tal suerte, lo único que indica es dicho diferencial, que algunos analistas por error o mala intención transforman entonces en “subsidio”. En términos contables o de economía convencional dicho diferencial lo que da cuenta es de un “costo de oportunidad”, en el sentido de que el Estado deja de recibir esa cifra por no vender la gasolina al precio de mercados internacionales. Entonces: no es que el Estado venezolano dedica toda esa cantidad astrónómica de plata al año para “pagarnos” la gasolina a los y las venezolanas: es un cifra que no le ingresa porque la vende a un precio distinto muy inferior al precio promedio internacional.
Una vez dicho esto lo otro que habría que preguntarse es por qué y por cuál razón el Estado Venezolano debe cobrar la gasolina en el mercado interno tomando como referencia el precio promedio internacional, siendo como es un país productor y no solo consumidor, como es el caso en la mayoría de los países que califican en dicho promedio. Pero además, una cosa que a menudo se pasa olímpicamente por alto es que en dicho precios promedios internacionales no necesariamente la mayor tajada corresponde al costo del combustible propiamente sino a los impuestos que se le agregan. Es decir, el precio de la gasolina en la Unión Europea, Estados Unidos y lo mismo otros países no productores como por ejemplo Chile, tiene un alto componente fiscal. Así por ejemplo, en la UE lo que una persona paga por cada litro de combustible se desglosa en torno a un 45 o 50% en impuestos, siendo que en la parte del combustible hay que agregar las ganancias de las intermediarias. En Chile, ese nivel impositivo es de 42% y en Estados Unidos es menor, en torno a un 11%, lo que en parte se explica porque como Venezuela además de consumidor es productor de combustible fósil.
En un programa anoche sábado el VTV, el analista José Gregorio Piña agregaba por lo demás un comentario muy pertinente a propósito del contrabando. Y es que ciertamente argumentar que el precio de la gasolina -como el de todas las demás cosas- debemos equipararlo al de Colombia para que no se lo roben y contrabandeen equivale a decir que hay que matarse para que no nos maten. Más allá de la distorsión que pueda haber en el precio, está claro que el precio de la gasolina de uno y otro lado de la frontera -y el de todos los bienes- tiene que ver con dos diferentes políticas de democratización del acceso a bienes y servicios, siendo que nosotros tenemos que cargar con la consecuencias de las distorsiones del neoliberalismo colombianas, pero no por eso debemos sacrificar nuestra política.
En lo que al subsidio propiamente tal refiere, según diversas estimaciones, el mismo asciende en la actualidad a unos 1700 millones de dólares al año, los cuales resultan del costo de producción que es asumido por PDVSA. Ciertamente es mucha plata, pero no solo es sustancialmente menor a las cifras anteriores, sino que además, si el problema es fiscal, podemos compararlo con los subsidios que el Estado da al sector privado entre otras vías por la exoneración impositiva. Este es el otro y tal vez más importante rasgo fetichista de este debate: que oculta la verdadera transferencia masiva de renta y riqueza social desde el Estado hacia particulares que terminan privatizándola mediante ganancias extraordinarias y privilegios fiscales.
Este punto es importante por razones tanto coyunturales como estructurales. Coyunturales pues, en el fondo, adicional al hecho de continuar metiendo ruido y desviar la atención sobre su derrota electoral, desde la derecha lo que se nos quiere decir cuando se nos habla de la gasolina “regalada” es que el Estado está gastando mucho, que es sabemos el fetiche favorito de nuestros neoliberales de orilla, el mismo que repiten cuando hablan de Mercal o las misiones en general. Por otra parte, hay que tener presente que en no pocos casos y de hecho cada vez más se quiere crear la idea de que el problema se puede “arreglar” si el país elimina proyectos de integración como Petrocaribe, pues ahora resulta que también le estamos regalando la gasolina a los países que la integran a costa de todos los venezolanos. Está de más decir que el problema acá más que el supuesto “regaló” en sí (que no es tal) son los destinatarios del mismo, pues si el caso fuera que en vez de “islas llenas de negros” y “países bananeros” como se ha dicho se la regaláramos a España o los Estados Unidos no fuera problema para ellos, ya que en efecto, eso es lo que se hacían en los 90 y no solo no dijeron nada sino que además fueron entusiastas promotores de la idea.
Pero desde el punto de vista estructural si de discutir subsidios se trata aprovechemos la coyuntura para dar el debate sobre el pago de impuestos, siendo que nuestros país es uno de los que cuenta con las más bajas tasas impositivas de la región (12%), muy por debajo de por ejemplo Brasil (34%) e incluso el neoliberal Chile (20%), todo sin contar los todavía existentes problemas de evasión y elusión sobre los cuales se ha avanzado pero donde todavía nos falta mucho, dada que la ingeniería comercial del sector privado recurre a todos los medios concebibles para burlar la contribución.
En fin, lo que quería decir es que no estoy en contra de que se discuta el precio de la gasolina “regalada” y del subsidio del Estado al uso de los vehículos. De hecho, me parece absolutamente sensato que el precio de la gasolina al menos pague su costo. Pero si lo vamos a hacer dejemos de comparar peras con manzanas, como ese otro según el cual la gente compra camionetas 4×4 porque la gasolina es muy barata. La mayoría de la gente en este país no tiene 4×4 y la gasolina le cuesta lo mismo que aquellos que si la tienen. Porque el motivo por el cual la gente que compra 4×4 no es el subsidio a la gasolina sino el que acumulen suficientes excedentes como para hacerlo, excedentes dentro de los cuales hay que contar el subsidio impositivo que se traduce en consumo suntuario y de lujo.
Por lo demás, el reto de una sociedad que avanza hacia su democratización económica, debe implicar la democratización del aporte que cada quien hace como ciudadanos y ciudadanas. De tal suerte, aquellos que más ganan deben aportar más, lo que es un principio de justicia aceptado incluso dentro del capitalismo. Podemos aceptar que la salud y la educación públicas y la seguridad social universal la paguemos todos y todas, pero está claro que aquellos más privilegiados deben asumir las mayores cuotas por concepto de progresividad. El presidente Maduro avanzó sobre ello en la habilitante con la recuperación del impuesto al lujo, pero como él mismo dijo, ahora le toca a la AN profundizar.
Así las cosas, debatamos la gasolina y su precio. Pero la misma discusión debemos hacer de los impuestos y los subsidios impositivos de los ricos.