El papel irrepetible de Hugo Chávez
GUILLERMO ALMEYRA| Hugo Chávez murió tras una terrible y valiente lucha por su vida. Se ha cerrado la larga fase de su liderazgo y se abre el poschavismo en Venezuela y en toda América Latina.El vacío político existente desde el caracazo y el consiguiente desenmascaramiento de los viejos partidos (Acción Democrática y Copei) como instrumentos de la oligarquía y del capital financiero internacional, así como el fracaso del efímero auge de Causa Radical fue llenado por el golpe fallido, que convirtió en héroe popular a un joven militar nacionalista que hasta entonces contaba sólo con el apoyo de un grupo de seguidores en las fuerzas armadas. Chávez personificó una esperanza masiva; le dio primero su nombre y después su forma a esa exigencia popular masiva prexistente de cambio social y de independencia nacional.
Los trabajadores venezolanos, el pueblo pobre, los intelectuales antiimperialistas reconocieron a Chávez y lo reforzaron frente a sus compañeros de armas y, cuando un golpe cívicomilitar proimperialista lo encarceló, lo salvaron y rescataron, y, con su movilización, inclinaron la balanza política y moral en las fuerzas armadas a favor del comandante, que estaba inerme. Los explotados y oprimidos de Venezuela ungieron a Chávez, lo hicieron su líder, reconociendo en él –y en el odio hacia él de los enemigos de clase– la posibilidad de instaurar una alternativa, de cambiar radicalmente el país.
Chávez fue resultado del chavismo, que no tenía aún ese nombre; es decir, de una exigencia de cambio social profundo, de liberación nacional, de una ola de nacionalismo antimperialista, de una necesidad de desarrollo nacional y de democracia que encontró con él un cauce en Venezuela e impulsó después cambios similares en otros países de la región.
Se estableció así una fecunda interrelación entre Chávez y los pobres de Venezuela, en la que la iniciativa y la voz cantante no siempre correspondieron al primero. En realidad, tanto el redescubrimiento parcial de Trotsky como la presión de Chávez en favor de la autorganización popular y su rechazo a la burocracia vinieron de abajo, como también la idea de formar una quinta Internacional, que pronto degeneró en un intento sin principios de juntar a los enemigos de Washington (Teherán, antes Kaddafi, Basher Assad y otros por el estilo), y fue rápidamente enterrada por la derecha del aparato chavista. Sobre todo Chávez recogió la necesidad de tener un partido con ideas y militantes, lo que dio origen al Partido Socialista Unido de Venezuela, (PSUV), donde no todo es carrera burocrática, electoralismo y verticalismo, y a los organismos de poder popular, que están en gran parte asfixiados o no pudieron desarrollarse debido a los controles de la burocracia y del ejército.
Lo que Chávez no pudo hacer, debido a su propia confusión ideológica (pues mezcló las ideas y prácticas de la ex Unión Soviética en su versión cubana, con un cristianismo social e ideas trotskistas sobre la autorganización y autogestión), es abrir una discusión democrática sobre cuál debe ser el contenido esencial de un socialismo que no repita la experiencia deletérea del “socialismo real” y cuáles deben ser la estrategia y el instrumento político que, en un Estado capitalista dependiente, permitan comenzar a cambiar la subjetividad de los trabajadores y sentar las bases para el socialismo, entendido como participación política plena, solidaridad, control de la economía por los trabajadores mismos y construcción de cultura y ciudadanía en la vida cotidiana.
Eso permitió el desarrollo en las capas acomodadas de la sociedad de la corrupción y de la boliburguesía, esa burguesía advenediza surgida al calor del Estado, y, en las capas más bajas, formadas en una economía rentista y corrupta, de una vasta delincuencia. O sea, de los sectores que refuerzan social y políticamente a la derecha proimperialista y amenazan el proceso revolucionario nacional y democrático en curso. También permitió, en el aparato estatal, la cristalización de una alianza entre tecnócratas y burócratas con ideología capitalista, la cual tiene lazos también con sectores de las fuerzas armadas, pues éstas están acostumbradas al decisionismo vertical. La falta de independencia de los dirigentes, elegidos por su fidelidad más que por su personalidad intelectual y su capacidad, hace que ese sector de seguidores del líder, sin el estímulo de Chávez, no pueda actuar suficientemente como contrapeso a las influencias de la derecha.
La derecha “escuálida” mantiene sus lazos con el imperialismo y conserva su peso económico, que deriva del carácter capitalista y monoproductor de la economía venezolana pero, en lo inmediato, no es el principal peligro si no consigue arrastrar una parte de las fuerzas armadas y del mando chavista.
Como dijo el mismo Chávez, el verdadero peligro capitalista reside en los termidorianos; en la derecha conservadora en el aparato estatal; en los que quieren evitar el control y la organización popular; en los militares de derecha que quieren “orden”, su “orden”; en los burócratas que desean enriquecerse maniobrando con el mercado que depende del capital internacional.
Al morir Chávez muy probablemente lo remplazaría un directorio o gobierno colectivo que actuará como frente único entre los diferentes personajes y tendencias del actual chavismo, con excepción de la revolucionaria, plebeya, que no forma parte del aparato. La presión de la derecha política oligárquica y de Washington se hará sentir muy fuerte, y la política económica actual, con su apoyo a Cuba, al Alba y sus proyectos de integración sudamericana sin duda será rediscutida y recortada fuertemente para poder reforzar en lo inmediato, en nombre del nacionalismo, pero para la preservación del aparato, una política asistencial y de importaciones que calme el frente social. Ese es el peligro que sólo la movilización y la autorganización de los trabajadores puede obstaculizar.