El nuevo enfoque de Anthony Blinken, el de la tendencia del “intervencionismo liberal”

Leopoldo Puchi |
En su reciente gira por Ecuador y Colombia, Anthony Blinken, cabeza de la diplomacia estadounidense, estuvo acompañado por una comitiva que reunía a un equipo de alto nivel del Departamento de Estado y de los responsables de la política hacia Latinoamérica: Brian Nichols, nuevo secretario para el hemisferio, Todd Robinson secretario para asuntos de narcotráfico y Juan González, director para el hemisferio del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.

El discurso de Blinken introdujo una variante en el enfoque estadounidense hacia la región al situar el valor político de la democracia como eje de la diplomacia y sustento de su accionar político. Y no es que en el pasado no hubiese sido utilizado el término, sino que otras narrativas ocupaban el primer lugar para sostener la condición de “liderazgo” de Washington y justificar la existencia de su zona de poder o de “influencia”.

Agendas

En el pasado, el discurso se centró por mucho tiempo en los temas propios de la Guerra Fría. Posteriormente, la promesa de prosperidad del liberalismo económico tomó la delantera, para luego dar paso a nociones como la lucha contra el tráfico de narcóticos o colocar el acento en el enfrentamiento con el terrorismo, hasta finalmente, ya con Donald Trump, privilegiar la agenda de la “seguridad regional” y la contención de China.

En el marco de esta agenda se adelantó la política hacia Venezuela, aunque nunca se han dejado de utilizar las nociones de democracia o libertad como valores justificativos de un accionar que busca, en lo esencial, mantener la región como coto de obligada pertenencia al dispositivo geopolítico estadounidense.

Democracia

Sin embargo, ahora, con el ascenso de Joe Biden a la Casa Blanca, se ha adoptado como cemento ideológico del predominio estadounidense una noción consensual y que goza de un prestigio generalizado, la democracia como sistema de organización política y como valor universal.

“Haciendo que la democracia cumpla con los americanos” es el título del discurso que Blinken dio en la Universidad San Francisco de Quito, en el que informó de las nuevas pautas del mensaje que expresan la política de la administración Biden hacia la región.

La nueva estrategia tiene como antecedente algunos elementos conceptuales de las políticas de Barack Obama, guiadas por la visión del denominado poder blando, entendido como medio para alcanzar los propios objetivos utilizando valores culturales, principios éticos y gestiones diplomáticas, que actúan como instrumento de inducción de conductas y prácticas políticas.

Obama se definía como “internacionalista idealista” y Blinken pertenece a la tendencia denominada “intervencionismo liberal”, una corriente que es considerada en EEUU como “progresista”, en la medida en que se diferencia del llamado “poder duro” y de las intervenciones explicadas tan solo por razones geopolíticas.

Al exponer la nueva política de EEUU, Blinken subrayó tres aristas fundamentales vinculadas a problemas de funcionamiento de la democracia en la región: la corrupción, la inseguridad civil y las dificultades económicas y sociales, pero no hizo mención de su desnaturalización por los poderes económicos y fácticos ni de su erosión a consecuencia de las intervenciones estadounidenses.

También insinuó un nuevo enfoque en el problema de la droga, en la medida que el tráfico está atado a la demanda y EEUU es el principal país importador de drogas, con un robusto circuito de financiación, distribución y venta.

Intereses

En su discurso de Ecuador Blinken no mencionó a China y durante la gira no colocó a Venezuela como centro de la agenda. Por supuesto, esto no significa que Washington haya abandonado sus objetivos e intereses, sino que corresponde a la nueva manera adoptada para aproximarse al asunto, es decir, la reincorporación de las fuerzas sobre el terreno a la vida legal y electoral.

La ideología del intervencionismo liberal justifica las intervenciones en distintas modalidades, aunque preferentemente “suaves”, en función de alcanzar “objetivos liberales”, como la democracia, por lo que se llega hasta el punto de validar el uso de medios contrarios a los diplomáticos, como las sanciones.

El nuevo enfoque formulado por Blinken brinda un alivio frente a las políticas de la era Trump, pero todavía está pendiente que el progresismo estadounidense dé un viraje en cuanto a los objetivos, para que la palabra democracia no sea simple fachada para justificar intereses geopolíticos.