El circo de los “criminales violentos” de Trump, Rubio y Bukele: siguen las mentiras
Marcos Salgado
“Anoche, en una exitosa operación antiterrorista con nuestros aliados en El Salvador, el Ejército de Estados Unidos transfirió a un grupo de 17 criminales violentos de las organizaciones Tren de Aragua y MS-13, incluidos asesinos y violadores”, escribió el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, en sus redes sociales, en la mañana del 1 de abril.
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Los medios de comunicación adscritos lo replicaron, claro. Y el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, completó el armado con un pretencioso video de casi cinco minutos, que comienza con un despliegue hollywodesco en torno a un avión militar estadounidense y termina con el traslado de los “criminales violentos” dentro del temible CECOT.
En el video se ve cómo mientras un oficial arenga a siete jóvenes rapados y arrodillados. Uno de ellos, el tercero desde la izquierda, no logra sostenerse. En el video se escucha claramente como pide por favor, mientras el carcelero sigue advirtiendo y sus compañeros de pesadilla lo miran.
“Me bajó la tensión, voy a vomitar”, dice, mientras sus rodillas se quiebran. El carcelero sigue hablando y el joven se deshace en arcadas y escupe flemas. El policía que antes lo sujetaba en pose para que se mantuviera hincado, ahora trata de sostenerlo para que no caiga y arruine la escena.
Aunque los Rubio y los Bukele pretendan que sus presos no tienen nombre y son solo peligrosos criminales, no es así. El joven que no puede sostenerse sobre sus rodillas se llama Maiker Espinoza. Es de Barinas, en el occidente venezolano. Y tiene una mamá, que se llama María y una hermana que también se llama María, que lo identifican en el video y cuentan su historia. En cierta forma, lo salvan de la oscuridad.
“En el video donde lo está presentando de entrada a la cárcel los tienen arrodillados. Mi hijo aparece, está ahí”, dice la señora María. “El se siente mal, es el muchacho que dice que se siente mal, que se le baja la tensión, que tiene ganas de vomitar” explica, valiente, al periodista que la observa al otro lado de la llamada de Whatsapp.
Nunca entró a Estadios Unidos
El caso de Maiker se parece al de otros venezolanos que están en la mazmorra de Bukele. Llegó a Estados Unidos junto a su pareja, Yorelys Bernal, y su hija de un año, Maikerlys, en mayo de 2024 y se entregó a la patrulla fronteriza. Era una práctica habitual por esos días, amparada por la administración Biden. Espejitos de colores que generaron una migración en la migración. Muchos, como Maiker, se fueron de países como Perú y Ecuador (donde arreciaba la xenofobia) en busca del “sueño americano”, aprovechando el supuesto ingreso seguro que pregonaba la Casa Blanca y la derecha venezolana adscripta.
No fue seguro, y no hubo ni siquiera ingreso. En el mismo momento en que se entregaron, los separaron. Maiker a una centro de detención de migrantes, su compañera a otro y la niña, de un año a una “casa de acogida”. El drama recién comenzaba. A partir de octubre de 2023 lograron tener contacto con la niña, una vez a la semana. Cuando comenzó el gobierno de Trump, y ante los rumores de que los venezolanos serían enviados a Guantánamo, Maiker se presentó ante la justicia para evitar que lo separaran aún más de su hija y su esposa.
En ese documento público, que puede consultarse en Internet, él confirma que nunca ingresó a Estados Unidos, y que siempre estuvo judicializado por su condición de migrante. El 1 de abril fue enviado a El Salvador, bajo acusaciones de pertenecer al Tren de Aragua. El viernes pasado, Yorelys Bernal fue deportada a Venezuela en un avión estadounidense que aterrizó en Caracas. Allí se supo su historia: no le entregaron a la niña, y cuando reclamó por ella, la subieron bajo amenazas al avión.
En Venezuela, el gobierno denunció el caso junto a los familiares de Maiker y Yorelys, y el domingo el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS) dobló la apuesta: reconoció que separó a la menor de sus padres e insistió en el disco rallado del Tren de Aragua. Según el DHS Maiker es “teniente” del Tren de Aragua y Yorely la “encargada” de reclutar mujeres jóvenes para la organización criminal. Lo que no explican, y no se entiende, es cómo delinquieron si desde que llegaron a Estados Unidos están bajo custodia. Una farsa, otra más.
Un caso testigo
Maiker y Yorelys querían vivir el sueño americano. Construirlo a pulso, como hacen todo los humildes, que no heredan ni se benefician. Encontraron el terror. Ella ya en el Zulia, con su madre, el sin fe de vida en la mazmorra de Bukele y la niña de dos años, secuestrada (oficialmente) por el gobierno de Donald Trump.
La acusación estadounidense es tan temeraria como difícil de sostener. La misma comunidad de inteligencia de Estados Unidos reconoce oficialmente que las supuestas operaciones del Tren de Aragua en ese país están flojas de papeles. Maiker, Yorelys y Maikerlys quedaron en el medio de un huracán que los supera y los excede. Son los humildes que ponen el cuerpo, junto a sus desesperadas familias.