El Cairo se incendia a una semana del referéndum

212

ALBERTO PRADILLA | La fractura social se incrementa en Egipto. Una marcha de los Hermanos Musulmanes desmanteló el campamento opositor ubicado frente al palacio presidencial. Dos horas mas tarde, el barrio de Heliópolis era escenario de unos enfrentamientos que dan un paso más en la senda de la confrontación civil.

Gara

Alguien tiene que ganar. Puede durar un día, cinco o un mes, pero nosotros seguiremos aquí». Usama Shaime, estudiante cairota de 22 años, tenía claro lo que estaba a punto de ocurrir. Eran las 17.30 (16.30 en Euskal Herria) y el joven acababa de ser agredido en una estación de metro cercana al palacio presidencial, en el barrio de Heliópolis de Cairo. En su rostro, una pequeña herida, todavía sangrando.

Según relataba, un grupo de seguidores de los Hermanos Musulmanes había cargado contra los partidarios de la oposición que se acercaban al centro del poder político egipcio, donde protestan desde el martes. Media hora después de que Shaime vaticinase la batalla, cientos de personas, divididos en dos bloques y apenas separados por una veintena de metros, se enfrentaban lanzándose piedras y cócteles molotov.

A un lado, formando una barrera frente al palacio, partidarios del presidente, Mohammed Mursi. Al otro, los opositores, que ahora se unen en torno al Frente Nacional de Salvación y que aglutina a liberales, progresistas y miembros de minorías religiosas. La crisis política abierta en Egipto entra ahora en una nueva fase a falta de una semana para que se celebre el referéndum constitucional.

Los disconformes han marcado el viernes como «línea roja» para que Mursi de marcha atrás. Sin embargo, la violencia desatada ayer tanto en El Cairo (algunas agencias hablaban de dos muertos) como en otros puntos del país abre un escenario incierto.

«¡Nos están matando!», gritaba Morad, seguidor de Mohammed El Baradei, uno de los principales líderes opositores. Eran las 20.00 y a su espalda, en el cruce entre la calle Al Khalif Al Marmuna y Margani (que lleva directamente al palacio presidencial), una lluvia de piedras, botellas, bengalas y artefactos infamables. Según imágenes ofrecidas por Al Jazeera, alguno de los manifestantes llegó a esgrimir una pistola.

Los Hermanos Musulmanes, mucho más númerosos, se mantenían en línea tras una barricada formada con vallas de obra. Los opositores, avanzaban y retrocedían dependiendo de las cargas de los fieles a Mursi. Mientras, los heridos eran evacuados en volandas hasta la calle más cercana, donde llegaban las ambulancias que se habían desplazado hasta el lugar en previsión de lo incidentes. Desde las 16.00 era evidente que el frente a frente era inevitable.

Antidisturbios que dejan hacer

«Nos han golpeado, nos han insultado. He visto cómo pegaban a mujeres y les llamaban prostitutas», protestaba Mona Prince, una mujer ya entrada en años, que se encontraba frente al palacio presidencial en el momento de producirse los primeros choques. Eran poco antes de las 16.00 y cerca de un millar de opositores protestaba frente a la sede oficial de Mursi.

Desde el martes, una parte de Tahrir, el gran epicentro de la movilización egipcia que tumbó a Hosni Mubarak, se había reproducido frente al palacio. Las tiendas de campaña, el símbolo de la rebelión que del 25 de enero de 2011, es ahora marca de la casa de los que rechazan al actual Ejecutivo y varias estructuras de tela se alineaban frente a la sede gubernamental.

En sus muros, grafitis con lemas contra el Ejecutivo evidencian el enfado con el que un sector de la sociedad egipcia está recibiendo el proceso constitucional liderado por los Hermanos Musulmanes. «Egipto debe de ser para todos, no solo para un grupo», argumentaba Mohammed Handi, estudiante en la universidad Al Azad.

Mientras Handi pronunciaba estás palabras, una manifestación irrumpió desde la calle Margani. Estaba compuesta exclusivamente por hombres y, entre gritos de Allah Uakbar (Dios es grande), lanzaban consignas a favor del presidente Mursi. Era la contramarcha convocada por la Hermandad. Apenas dieron tiempo a reaccionar. En menos de cinco minutos, el campamento había sido arrasado y los opositores desplazados hasta el extremo de la avenida, donde se reorganizaban.

«Mursi es el primer civil electo en Egipto, pero ellos (en referencia a los opositores) no quieren acabar con los corruptos que antes nos gobernaban». Mohhamed El Saqqa, con la imprescindible barba característica de los creyentes, trataba de justificar la aparición de las fuerzas de choque islámicas mediante la lógica del orden público. «Ayer (en referencia al martes) atacaron a policías y pusieron en peligro el palacio del presidente. Nosotros venimos a defenderlo», afirmaba. A menos de 20 metros de la primera tienda desmantelada, una brigada de medio centenar de antidisturbios observaba la escena. No intervino hasta la noche.

Palizas y argumentos de orden público

«Tenían whisky, estaban fumando drogas», aseguraba El Saqqa, en relación a los opositores. Paradójicamente, este tipo de acusaciones ya las lanzó Hosni Mubarak contra aquellas primeras marchas que acabaron por echarle. No se trata del mismo caso, aunque cierto sector de quienes rechazan al actual Gobierno intenta establecer un paralelismo que ni siquiera llega a cuajar dentro de sus propias filas.

«No vamos a atacar. Ni tampoco iremos a Tahrir. Solo estaremos aquí hasta que todo se calme», afirmaba Munir Mohammed, que se declaraba seguidor de Mursi aunque negaba ser miembro de la hermandad religiosa. Este joven estudiante justificaba el decreto presidencial que sitúa al jefe de Estado por encima del resto de poderes. «Es una medida temporal, los jueces fueron nombrados por Mubarak y estaban impidiendo seguir adelante con la Constitución», argumentaba.

Los opositores, por su parte, se atrincheraban en el cruce que da acceso al palacio. Entre la irrupción de los Hermanos Musulmanes, a las 16.00, y el inicio de la batalla campal, a las 18.00, la tensión fue creciendo. Por ejemplo, un hombre a quien acusaban de ser miembro de la hermandad fue linchado en plena calle por varios opositores. Tuvo que ser salvado por otro grupo. Poco después, una furgoneta era destrozada en el cruce hasta que su conductor, llorando, pudo pisar el acelerador y salir huyendo.

Estas escenas y otras similares evidencian la fractura social abierta en Egipto a menos de una semana de que se vote la Constitución. A última hora, los Hermanos Musulmanes instaban a todos los manifestantes a retirarse, al tiempo que el Gobierno lanzaba una oferta de diálogo. Siguen adelante con el referéndum constitucional pero dispuestos a modificaciones una vez que sea aprobado.

Saben que en las urnas, se harán con la victoria. No obstante, la Hermandad ha llamado a nuevas marchas para mañana. La oposición, por su parte, apelaba a seguir frente al palacio de Ittahadia. Ayer, todos hablaban de mantner la calma y de unidad egipcia. Horas después, habían dado un paso más en la escalada de confrontación civil.